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Las anomalías ignoradas del "Sudario" de Turín, por Hernán Toro
Las anomalías ignoradas del "Sudario" de Turín, por Hernán Toro magnify

El "sudario" de Turín ha sido considerado por muchos creyentes como la prueba física más importante de la existencia y resurrección de Jesús de Nazaret. Decenas de científicos ávidos de encontrar respaldo a sus creencias religiosas han hecho correr galones de tinta exponiendo la supuesta exactitud anatómica plasmada en el lienzo. Este hervidero de escritos sobre el "sudario" se puede rastrear hasta el año 1898, cuando Secondo Pía tomó las fotos que llevarían al lienzo a la fama mundial: al revelar los negativos encontró que las débiles imágenes que aparecían en él se convertían en una figura aparentemente positiva. Esta característica se consideró milagrosa e imposible de realizar sin tecnología fotográfica, incrementando así el número de creyentes en la reliquia.

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Figura 1. Fotografía del rostro del "sudario" y su negativo con el contraste fuertemente acentuado.

La actitud pseudocientífica de la sindonología

Desde ese entonces, los "sindonólogos" -así se hacen llamar los estudiosos creyentes en la reliquia- han escrito abundantemente sobre supuestas exactitudes anatómicas, pólenes de Palestina y Anatolia, presuntas moneditas que aparecen sobre los párpados de la imagen, imágenes de descarga eléctrica de crisantemos, y mil "evidencias" más. Al hacerlo han incurrido en el patrón de actitud pseudocientífica por excelencia:

a) proclamar la veracidad de una conclusión anhelada antes de examinar objetivamente las evidencias,
b) examinarlas para reportar sólo las que concuerden con la conclusión deseada,
c) ignorar los resultados contrarios a la idea que se quiere defender, y por último,
d) establecer hipótesis sin ningún fundamento para tratar de justificar las incoherencias señaladas por los críticos.

Veamos un par de ejemplos que resultan esclarecedores. El primero se dio tras la formación del Shroud of Turin Research Project (STURP) en 1977, en los Estados Unidos, proyecto conformado "imparcialmente" por 39 creyentes y un solo agnóstico: Walter C. McCrone, quien era el único microscopista experto en arte y en química forense del equipo. Para hacerse una idea del sesgo en la elección de sus integrantes, la probabilidad de obtener al azar un grupo de científicos estadounidenses que tenga 39 creyentes y un solo agnóstico es de cerca de 7 en mil billones (un uno seguido de 15 ceros). Cuando McCrone encontró evidencia inequívoca de témpera basada en ocre rojo y bermellón con aglutinante de colágeno, dictaminó que el lienzo era una pintura. Ello le valió la expulsión del grupo. Hoy día, los sindonólogos hacen a un lado rápidamente cualquier alusión a los resultados de Walter McCrone.

El segundo ejemplo de actitud pseudocientífica por parte de los sindonólogos ocurrió después de que la datación del "sudario" con radiocarbono hubiera determinado sin ambigüedad que las plantas de lino de las cuales se hizo la sábana murieron en pleno medioevo. Al quedar establecido el origen medieval del lienzo, algunos sindonólogos postularon que la datación había tenido problemas. Alegando impurezas biológicas recientes o incorporación de carbono moderno, afirmaron que los resultados eran erróneos. No obstante, ninguna de sus afirmaciones ad hoc ha podido ser verificada o repetida experimentalmente.

Justificando lo injustificable

A pesar de que los análisis microscópicos de Walter McCrone establecieron que el "sudario" de Turín era una pintura medieval, y que los resultados del carbono 14 corroboraron posteriormente la conclusión de McCrone acerca de que el lienzo es una reliquia artística hábilmente pintada, los sindonólogos no aceptaron los resultados. De hecho, han acudido a una falacia retórica: afirman que "una sola prueba en contra" no puede invalidar los innumerables estudios que se supone presentan evidencia contundente de la autenticidad de la sábana. En particular, hablan de la exactitud anatómica de la figura, de su formación milagrosa, de los análisis patológicos y forenses de las torturas que la figura presenta, de la existencia de manchas de sangre "real", y mil alegatos más.

Este argumento es falso. Al contrario de lo que quieren inducir a creer, un argumento lógico es tan fuerte como el más débil de sus eslabones, y si las pruebas más importantes muestran que el "sudario" es medieval, no importa cuántas supuestas evidencias extraordinarias aporten: el "sudario" sigue siendo una reliquia. Se dice "supuestas evidencias" porque cuando se analiza con lupa la proclamada exactitud anatómica de la imagen, se encuentra un panorama totalmente diferente del pintado por los sindonólogos; las líneas siguientes mostrarán que la mayor parte de los alegatos no se sostienen cuando se examinan críticamente.

Evidencias del fraude

Para comenzar, se puede examinar la tan promocionada "naturaleza negativa" de la imagen del lienzo, la cual permitiría que se aprecie una figura supuestamente "positiva" cuando se invierte la imagen (ver Fig.1, lado derecho). En realidad, no es un positivo: si el negativo de una fotografía del "sudario" fuera un positivo real, las manchas de "sangre" deberían aparecer de color oscuro (Fig.1, marca A). En esta misma línea, el cabello de la imagen debería aparecer negro, a menos que el Jesucristo retratado en el lienzo fuera un venerable y canoso anciano; otro tanto ocurre con el bigote y las barbas blancas que aparecen en la imagen (Fig. 1, marca B). En conclusión, es falso que la imagen del "sudario" de Turín sea un negativo. Sería un negativo si, dejando de lado las manchas de sangre, se estuviera representando una estatua o un bajorrelieve que sólo presentara un único color tanto para la piel como para el cabello y la barba (este dato concuerda con la solución propuesta por Nickell.

Las imágenes de "sangre" que aparecen en el rostro y en el cuerpo del "sudario" también presentan otros problemas graves. Una característica de los fluidos viscosos como la sangre es su tendencia a empapar los materiales fibrosos; ello se debe a una propiedad conocida como capilaridad. Cuando alguien recibe una herida cortante en el cráneo, la sangre empapa zonas amplias del cabello; entonces es de esperarse que un lienzo en contacto con un cráneo sangrante termine mostrando amplias manchas de sangre. No obstante, cuando se mira la imagen del "sudario", se nota cómo aparecen pintados de forma artificial unos hilos de sangre bien definidos... ¡sobre el cabello! (Fig. 1, marca C). Esto es típico de cuadros religiosos y no de cadáveres de personas que hayan sangrado.

Otras anomalías graves se presentan en las manchas de "sangre" del cuerpo. La sangre seca se vuelve de color marrón oscuro a medida que pasa el tiempo. Las manchas del "sudario" presentan un vívido color rojo que es totalmente incompatible con el aspecto real de la sangre seca. La razón de esta anomalía la encontró McCrone en su análisis microscópico, que produjo el resultado más contundente en contra de la autenticidad del manto: la "sangre" del lienzo está formada por partículas de óxido férrico (ocre rojo) y cristales de cinabrio (bermellón). Esto fue establecido por McCrone haciendo un análisis microscópico de fibras del sudario con aumentos que iban de 400X a 2.500X. Luego de que los miembros del STURP, irritados con el resultado, le confiscaran las muestras e hicieran sus propios análisis microscópicos con aumentos que iban de 20X a 50X, declararon no haber hallado huellas de pigmento. Es probable que esto haya sucedido por haber usado aumentos hasta 125 veces menores que los usados por McCrone. Para captarlo en su máxima expresión de patetismo, vale la pena volver a leerlo: si McCrone detectó pigmentos artísticos aumentando 2.500 veces, entonces el STURP vuelve a analizar aumentándolo 50 veces, y así, declara que "no se encuentran" pigmentos en el "sudario". La conclusión objetiva es que las manchas del "sudario" no son de sangre en absoluto. Las pruebas hechas por los sindonólogos en las que afirman detectarla, adolecen de la siguiente falla: ninguna de ellas es específica para la sangre. Por ejemplo, las porfirinas que ellos interpretan como sangre, también aparecen en diversos materiales de origen animal e incluso vegetal (las porfirinas están presentes en la clorofila de todas las plantas verdes).

Más anomalías anatómicas

Más allá de las manchas de "sangre", hay otros indicios de falsificación del "sudario" de Turín. A pesar de lo afirmado por "renombrados patólogos forenses", cuando se mira la imagen se encuentra varios indicios de torpeza anatómica por parte del pintor que la realizó y por ende, de los supuestos patólogos que la declaran auténtica.

Al examinar el rostro del "sudario" se aprecia un individuo con barba y largos cabellos blancos. Los cabellos caen por los lados de la cabeza en dirección a los hombros de forma semejante a las representaciones pictóricas tradicionales de Jesús (Fig. 1, marca D). Esto es totalmente incompatible con la posición que adquieren los cabellos de un cuerpo acostado, ya que, si éste fuera el caso, necesariamente los cabellos caerían hacia atrás de la cabeza. La representación del lienzo de Turín es compatible con una representación iconográfica tradicional del Cristo Pantocrátor y de ninguna manera con la de un cadáver.

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Figura 2. Imagen frontal del "sudario"

Los errores sobre la "exactitud anatómica" del "sudario" no se detienen en el rostro. Uno de los aspectos más grotescos de la figura del lienzo es la posición imposible de los brazos. En la Fig. 2 se advierte la imagen de un cuerpo con los brazos semiflexionados de forma que las manos ocultan los genitales. Cualquier persona que quiera simular la posición del supuesto "cadáver", puede hacer lo siguiente: acostarse en el suelo boca arriba, dejar reposar los codos sobre el suelo, tomar una de las muñecas con la otra mano, y sin despegar los codos del suelo, tratar de ocultar los genitales... lograr esta posición es tan imposible como morderse el codo. Es claro que el falsificador que pintó la imagen tuvo bien claro que sería poco decoroso mostrar los órganos genitales del Nazareno en un lienzo que se iba a exponer públicamente para atraer peregrinaciones. Debido a esta elección, la figura del "sudario" quedó deformada: los brazos y las manos de la imagen son tan largos que rayan en lo simiesco. La justificación ad hoc de los sindonólogos no se hizo esperar: sería posible que se le hubieran atado las manos para mantenerlas en su pudoroso sitio. Tal justificación resulta ridícula: en el siglo primero, difícilmente le importaría tanto a alguien la posición de un cadáver como para tomarse la molestia de amarrarle las manos para ocultar el miembro viril. Y, además, no existe la más remota evidencia de tales ataduras en la figura del "sudario".

Una afirmación que suelen hacer los sindonólogos a favor de la autenticidad del "sudario" es que las marcas de los clavos en las manos están en una posición anatómica correcta: en las muñecas. Se afirma que un cuerpo colgado de las palmas de las manos no resistiría la tensión: las manos se desgarrarían. Este alegato es bastante discutible. Frederick T. Zugibe, sindonólogo, hizo experimentos con cadáveres que -según él- mostraban que se podía sostener bien un cuerpo clavado en las palmas de las manos. A pesar de eso, no se sabe con total certeza cómo se crucificaban los reos romanos: hay indicios de que además de ser clavados, se les amarraban los brazos y se les daba soporte para los pies. No obstante, cuando se examina con detalle la imagen, se encuentra que la herida en las manos de la figura está en un sitio ambiguo. En la parte izquierda de la figura 3 se muestra un negativo de la imagen del "sudario". La parte del lado derecho pasó por un proceso complicado: primero se la pasó por un filtro pasa-bajos y luego se le aumentó el contraste para detectar un contorno adecuado para el cuerpo. Como el resultado es borroso, finalmente se le superpuso la imagen de la izquierda para que se viera claramente el trazo de las manchas de "sangre". Este proceso es necesario para poder hacerse una idea de la posición del brazo y de la mano, ya que la figura original es muy difusa. Tras examinar la figura 3 resulta muy difícil concluir que la herida esté en la muñeca. De hecho, parecería que la herida estuviera en el dorso de la mano y que el pintor de la imagen hubiera hecho hilos de sangre bajando (esta vez en la dirección correcta, señalada por la flecha en la figura 3) que darían la impresión de que la herida estuviera en la muñeca. En la figura, la intersección de las dos líneas rectas señalaría el punto de la perforación de las manos de la pintura, y la flecha indicaría la dirección en la que el pintor hubiera hecho creer que la "sangre" pintada fluiría.

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Figura 3. No se puede afirmar que las heridas de las manos estén en la muñeca y no en el dorso de la mano.

Los problemas anatómicos no terminan ahí. Otra imposibilidad semejante a la de las manos sobre los genitales ocurre a su vez con los pies. Cuando se mira la imagen del lienzo, se ven claramente las piernas rectas. Al tener las rodillas extendidas, sería imposible que la planta de los pies estuviera en contacto con el suelo. A pesar de lo anterior, cuando se mira la imagen dorsal del "sudario" se aprecia claramente una huella plantar en pleno contacto con el piso (Fig. 4, recuadro).

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Figura 4. Huella plantar de la imagen representada en el "sudario"

Si esta representación de la huella plantar fuera auténtica, se habría requerido que la figura representada en la imagen tuviera las rodillas flexionadas casi en ángulo recto con el fin de posibilitar su impresión (Fig. 5, B), pero ello va en contra del resto de la imagen, que muestra las piernas extendidas (Fig. 5, A). Esta es otra de las incoherencias graves entre la imagen frontal y la dorsal del "sudario". La conclusión es que no hay una correspondencia perfecta entre la imagen posterior y la anterior, a pesar de lo que afirmen los sindonólogos una y otra vez, sin mirar realmente las pruebas.


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Figura 5. Posición necesaria para posibilitar la aparición de una huella plantar en el "sudario"

Tal vez la peor incoherencia de todas es el aspecto pictórico de la imagen. Una figura envuelta en un lienzo habría dejado una impronta de contacto que estaría deformada con respecto al modelo real. Como el lienzo habría estado en contacto con las orejas, estas aparecerían vistas de lado en el lienzo. Algo semejante pasaría con cualquier característica facial. Se obtendría una figura con una anatomía semejante a la de la figura 6.


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Figura 6. Deformación del rostro para una hipotética imagen de contacto

La ausencia de esta deformación en el lienzo indica sin lugar a dudas que éste no fue generado por contacto con un cadáver, sino que fue pintado para que pareciera una ilustración tradicional de Jesús.

Se podría seguir hablando sobre otros tópicos "candentes" del "sudario". Por ejemplo, las acusaciones infundadas de los sindonólogos sobre supuestos errores en la datación de radiocarbono (aunque para que éste pareciera pertenecer al siglo XIV se requeriría el doble del peso del "sudario" en impurezas modernas); las "evidencias" de pólenes que supuestamente mostrarían el paso del "sudario" por Jerusalén y Anatolia, a pesar de que hay serias sospechas de que el palinólogo Max Frei alteró subrepticiamente sus muestras agregándoles polen, o las supuestas moneditas en los ojos que sólo puede ver quien cree en ellas, hasta el punto que el STURP las ha desacreditado.

Conclusiones

A pesar de la abundante palabrería pseudocientífica de los sindonólogos, la autenticidad del "sudario" no se sostiene ante un simple análisis lógico de la imagen. La figura no es un negativo; la imagen no es exacta anatómicamente; no se puede afirmar que las heridas de los clavos estén en las muñecas; las manchas de "sangre" no son sino imágenes pintadas con rojo ocre y bermellón; el supuesto cadáver tiene proporciones simiescas y adopta posiciones imposibles; la figura no satisface las condiciones geométricas de formación por contacto, y por último, la supuesta imposibilidad de hacer una figura parecida a un negativo con medios simples fue refutada por Joe Nickell con su técnica de Frotis, desde 1988. A pesar de la falsedad evidente, los sindonólogos ignoran campantemente las evidencias que van en contra de su creencia. Esta actitud es claramente pseudocientífica: partir de una conclusión y buscar evidencias que la avalen mientras se ignoran las que la refutan es lo opuesto al camino racional de la ciencia.

http://www.pensar.org/

Tags: escepticismo, religión, ateísmo
Thursday November 8, 2007 - 10:25am (ART) Permanent Link | 0 Comments
El Veneno, por Christopher Hitchens
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Existen cuatro objecciones irreductibles contra la fe religiosa: que falsea por completo los orígenes del hombre y del cosmos, que debido a su error original logra combinar el mayor servilismo con el máximo de solipsismo, que es a la vez el resultado y la causa de una peligrosa represión sexual, y que, en última instancia, está basada en los buenos deseos.

No creo que sea arrogante de mi parte proclamar que ya había descubierto esas cuatro objecciones (así como el hecho, más vulgar y obvio, de que la religión es usada por aquellos que ostentan el poder temporal para arrogarse autoridad) antes de mudar la voz. Estoy moralmente seguro de que millones de otras personas han llegado a conclusiones similares de manera muy parecida y desde entonces me he encontrado con esa gente en cientos de lugares y docenas de países distintos. Muchos de ellos nunca creyeron, y muchos abandonaron la fe después de una dura lucha. Algunos de ellos tuvieron breves momentos de descreimiento que, aunque instantáneos, fueron tal vez menos epilépticos y apocalípticos (y luego más justificables moral y racionalmente) que el de Saulo de Tarso en el camino de Damasco. Y ese es el punto, conmigo y con mis colegas. Nuestra creencia no es una creencia. Nuestros principios no son una fe. No descansamos únicamente sobre la fe y la razón porque sean factores más necesarios que suficientes, sino que desconfiamos de cualquier cosa que contradiga la ciencia o ultraje la razón. Podemos disentir en muchas cosas, pero lo que respetamos es la investigación libre, la mente abierta y el valor intrínseco de las ideas. No mantenemos nuestras convicciones de manera dogmática: la falta de acuerdo entre el profesor Stephen Jay Gould y el profesor Richard Dawkins respecto a la «evolución puntuada» y los vacíos por llenar en la teoría postdarwinista, es tan ancha como profunda, pero la resolveremos con pruebas y razonamientos y no con una mutua excomunión. (Mi propia irritación con el profesor Dawkins y con Daniel Dennett , por su vergonzosa propuesta de que los ateos deben presuntamente llamarse a sí mismos "iluminados", forma parte de una continua discusión). No somos inmunes al atractivo de lo maravilloso, el misterio y lo sobrecogedor: tenemos música, arte y literatura, y encontramos que los dilemas éticos serios son tratados por Shakespeare, Tolstoi, Schiller, Dostoievski y George Eliot mejor que en las míticas historias morales de los libros sacros. La literatura, no la escritura, alimenta la mente y –puesto que no existe otra metáfora– también el alma. No creemos en el cielo y el infierno, ninguna estadística mostrará nunca que sin esos incentivos y amenazas cometamos más crímenes de codicia o violencia que los fieles. (De hecho, si tal estadística pudiera hacerse alguna vez, estoy seguro de que la evidencia indicaría lo contrario). Nos hemos reconciliado con la idea de vivir sólo una vez, excepto a través de nuestros hijos, por quienes estamos perfectamente felices de aceptar que debemos apartarnos del camino y dejarles espacio. Especulamos que es por lo menos posible que, una vez que la gente acepta el hecho de que sus vidas son cortas y duras, pueda comportarse con el prójimo mejor y no peor. Creemos con certeza que una vida ética puede ser vivida sin religión. Y sabemos con certeza que el corolario es igualmente cierto –y que la religión ha llevado a innmerables personas no sólo a no comportarse mejor que los demás sino también a concederse permiso para comportarse de maneras que sorprenderían al dueño de un burdel o a un genocida.

Lo más importante, tal vez, es que nosotros los infieles no necesitamos un mecanismo de refuerzo. Somo aquellos a los que Blaise Pascal tuvo en cuenta cuando escribió: «Fui creado de tal manera que no puedo creer».

No necesitamos reunirnos cada día, o cada siete días, o cada día importante y auspicioso, para proclamar nuestra rectitud ni para inclinarnos y humillarnos por nuestra insignificancia. Los ateos no necesitamos de ningún sacerdote, ni de ninguna jerarquía por encima de ellos, para controlar nuestra doctrina. Los sacrificios y las ceremonias nos parecen abominaciones, al igual que las reliquias y la adoración de cualquier imagen u objeto (incluyendo esos objetos que revisten la forma de uno de las más útiles innovaciones humanas: el libro encuadernado). Para nosotros no existe un lugar en la tierra que pueda ser «más sagrado» que otro; al ostentoso absurdo del peregrinaje o al simple horror de matar civiles en nombre de cualquier pared sagrada, cueva, santuario o roca, contraponemos un paseo, ya sea agradable o urgente, de un extremo al otro de la librería o galería, o un almuerzo con un amigo agradable, persiguiendo la verdad o la belleza. Algunas de esas excursiones hasta la librería o la galería, si son serias, obviamente nos pondrán en contacto con la fe y los creyentes, desde los grandes pintores y compositores devotos, hasta las obras de Agustín, Tomás de Aquino, Maimónides y Newman. Esos grandes estudiosos pueden haber escrito muchas cosas malvadas o simplemente tontas, y han sido irrisoriamente ignorantes acerca de la teoría del germen de las enfermedades o el lugar del globo terrestre en el sistema solar, por no hablar del universo, y esa es la principal razón por la que ya no quedan más como ellos, y no habrá más como ellos mañana. La religión dijo sus últimas palabras inteligibles, nobles e inspiradoras hace ya mucho tiempo: o eso o se convertido en un admirable pero nebuloso humanismo, como hizo, por ejemplo, Dietrich Bonhoeffer, un bravo pastor luterano colgado por los nazis por negarse a colaborar con ellos. No tendremos más profetas ni sabios de la vieja escuela, y por eso las devociones de hoy son sólo los ecos repetidos del ayer, a menudo traqueteados hasta un extremo chirriante como señal de un terrible vacío.

Mientras que algunas apologías religiosas son magníficas de forma limitada –podemos citar a Pascal– y algunas deprimentes y absurdas –aquí no podemos dejar de citar a C. S. Lewis– ambos estilos tienen algo en común: el increíble lastre que deben cargar consigo. ¡Cuánto esfuerzo por afirmar lo increíble! Los aztecas tenían que desgarrar un pecho humano cada día sólo para asegurar que el sol saliera. Se supone que los monoteístas tienen que fastidiar a su deidad más a menudo, y hasta cabe el riesgo de que ésta sea sorda. ¿Cúanta vanidad debe esconderse –sin mucho éxito– para pretender que uno es el objetivo personal de un plan divino? ¿Cuánto amor propio es preciso sacrificar para estremecerse continuamente en la certeza del propio pecado? ¿Cuántas asunciones innecesarias deben hacerse, y cuántas contorsiones son necesarias, para recibir cada nueva revelación de la ciencia y manipularla para que «encaje» con las palabras reveladas de antiguas deidades creadas por el hombre? ¿Cuántos santos, milagros, concilios y cónclaves son necesarios para establecer primero un dogma y después –tras infinito dolor, pérdidas, absurdo y crueldad– ser forzado a rescindirlo? Dios no creó al hombre a su imagen y semejanza. Evidentemente fue al revés, lo cual es una explicación indolora de la profusión de dioses y religiones, y del fraticidio dentro de y entre las diferentes profesiones de fe, que vemos hoy entre nosotros y que tanto han retardado el desarrollo de la civilización.

La crítica más suave de la religión es también la más radical y devastadora. La religión ha sido creada por el hombre. Incluso los hombres que la crearon no han logrado coincidir en aquello que sus profetas, redentores o gurúes dijeron o hicieron realmente. Mucho menos pueden decirnos el «significado» de descubrimientos y desarrollos posteriores que, cuando comenzaron, o bien obstruían sus religiones o bien fueron denunciados por las mismas. ¡Y sin embargo, los creyentes siguen pretendiendo saber! No sólo saber, sino saberlo todo. No sólo saber que Dios existe y que creó y supervisó toda la empresa, sino también saber lo que «él» nos pide, desde la dieta de nuestra moral sexual y sus observancias. Dicho con otras palabras, en una vasta y complicada discusión en la que conocemos cada vez más y más sobre menos y menos, y sin embargo podemos esperar alguna iluminación a medida que avanzamos, una facción –compuesta de facciones mutuamente excluyentes– tiene la increíble soberbia de decirnos que ya tenemos toda la información esencial que necesitamos. Tal estupidez, combinada con una gran dosis de orgullo, debería ser suficiente como para excluir a la «fe» del debate. La persona que está segura, y que reclama para sí la garantía divina de su certeza, pertenece ya a la infancia de nuestra especie. Puede ser un largo adiós, pero ya ha comenzado y, como todos los adioses, no debe ser demorado.

El debate con la fe es el fundamento y origen de todos los debates, porque es el inicio –pero no el fin– de todos los debates sobre la filosofía, la ciencia, la historia y la naturaleza humanas. Es también el comienzo –pero en modo alguno el fin– de todas las disputas sobre la vida buena y la ciudad justa. La fe religiosa, precisamente porque seguimos siendo criaturas en evolución, es algo irradicable. Nunca morirá, o al menos no hasta que dejemos de temer la muerte, lo oscuro, lo desconocido y al prójimo. Por esta razón, incluso si pudiera, nunca la prohibiría. Podéis decir que es muy generoso por mi parte. Pero, ¿me concedería el religioso la misma indulgencia? Lo pregunto porque aquí existe una diferencia real y seria entre yo y mis amigos religiosos, y mis verdaderos y más serios amigos son lo bastante honestos como para reconocerlo. Puedo sentirme satisfecho acudiendo a los bar mitzvahs de sus hijos, maravillarme ante sus catedrales góticas, «respetar» su creencia en que el Corán fue dictado, aunque tan sólo en árabe, a un mercader iletrado, o interesarme en el consuelo de la Wicca, el hinduismo o el jainismo. Y continuaré haciéndolo sin insistir en una condición recíproca y educada –que a su vez me dejen en paz. Pero esto es algo que la religión definitivamente no es capaz de hacer. Mientras escribo estas palabras, y mientras las leeis, vosotros, gente de fe, estáis, cada cual a su manera, planeando vuestra destrucción y la mía, y la destrucción de todos los logros humanos y difícilmente ganados que he citado. La religión lo envenena todo.

Extracto del libro "God is not Great: How Religion Poisons Everything"


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Tags: ateísmo
Monday October 15, 2007 - 12:38pm (ART) Permanent Link | 1 Comment
La materialidad de la conciencia
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Una sola frase puede ser motivo de discordia. Por ejemplo: «La conciencia es producto de lo material». Aunque, ciertamente, ¿qué tiene de escandalosa esa afirmación? No mucho. Negarlo, en cambio, sería un mejor motivo para discutir. Y es que, sobre todo a partir del desarrollo de las ciencias neurológicas, la comprensión de la mente humana ha ido dilucidando muchos viejos enigmas. Y una de las hipótesis que ha desterrado es la de su «inmaterialidad». No basta decir que la cuestión no nos soprende a los materialistas (que llevamos una ventaja: podemos dar pruebas de lo que afirmamos), pero sí a los dualistas, que postulan la existencia de un alma espiritual y distinta del cuerpo físico. Toda discordia, se entiende, florece frente a un defensor del dualismo.
A un dualista la aserción va a parecerle, aun hoy, osada, hasta insultante. «¿Dónde están las pruebas de que la conciencia es algo material?», desafiará. Y pueden serle ofrecidas las pruebas: investigaciones que muestran cómo va dilucidándose el mapa mental, siguiendo trabajos que llevan por lo menos tres décadas, y que dan cuenta de que las ideas son producidas por el trabajo laborioso de nuestras neuronas. Nada fantasmal, nada que no salga de esa materialidad, subyace en esa abstracción que llamamos «conciencia». Pero a un dualista empedernido no le bastarán las pruebas puntuales, y no constituirá una excepción que contraataque con opiniones. Opiniones respetables, claro: las de John Eccles, neurólogo, creyente, y premio Nobel de Medicina en 1973. Eccles opinaba que había algo más, una especie de espíritu o alma que anida en nuestro cuerpo (¿cómo lo hará en algo material si no lo es?) engendra nuestras ideas. Las razones: que hay mucho que «no conocemos» de la conciencia. ¿Es eso una prueba? Claro que no. Lo que ignoramos es una exclusión, no una evidencia. Sin embargo, Eccles, y otros dualistas, parecen sostener su creencia («la conciencia es espiritual») en cualquier pequeña hendija sin cubrir por la neurobiología.
Por si fuera poco, Eccles supo ir más allá, y anunció alguna vez, pomposamente, que "la evolución no explica todo". Que ha de haber un diseñador trazando el camino de la vida y que, claro, la autoconciencia jamás será explicada materialmente. Una afirmación que a esta altura es tozuda, si ignora todas las explicaciones ya ofrecidas.
El desarrollo cerebral de la especie humana es nuestro logro evolutivo. Nuestro cuerpo no es ni tan fuerte, ni tan veloz, ni tan ágil, ni tan inmune. A cambio, el cerebro lo ha dotado de gran inteligencia y de autoconciencia. Esa autoconciencia tiene sus fallas: como se constituye en un puente entre el hombre y el mundo exterior, corre el riego de confundir al mundo con el puente, cuando no con el propio sujeto. En ese error (como si alguien confundiera la foto de una persona con la persona misma) se funda acaso el vicio de considerar a la conciencia algo que excede al cuerpo. Los nombres que suele tomar esa conciencia hipostasiada es «alma», «espíritu», «ánima». O «mente». Un concepto que convierte a ésta en una especie de forma sin su correspondiente figura.
Pero la ciencia ha develado el error: «considero a la mente inseparable del cerebro», ha sentenciado, por ejemplo, el experto F.J. Rubia, en El cerebro nos engaña. «La división de la realidad en antinomias, es decir, en términos contradictorios […] es fruto de la actividad de una parte del cerebro, a saber, del lóbulo pariental inferior, por lo que cabe suponer que la distinción entre cerebro y mente también es producto de esta estructura cerebral […] La inmensa mayoría de las actividades del cerebro se realiza ordenando el mundo en antinomias», ha dicho también, al respecto de la tendencia al dualismo (cuerpo-alma, cerebro-mente).
En nuestra corteza cerebral, allí donde se da cita una maraña de «cables» neuronales que transmiten pulsos eléctricos e intercambian su química, se produce lo que llamamos conciencia. No hay un alma inmortal que tengamos insuflada: todo es materia o energía.
«El contenido de información del cerebro humano expresado en bits es probablemente comparable al número total de conexiones entre las neuronas: unos cien billones (1014) de bits», ha ilustrado Carl Sagan en Cosmos. «Hay muchos valles en las montañas de la mente, circunvoluciones que aumentan mucho la superficie disponible en la corteza cerebral para almacenar información en un cráneo de tamaño limitado. La neuroquímica del cerebro es asombrosamente activa, son los circuitos de una máquina más maravillosa que todo lo que han inventado los hombres», ha explicado.
Christopher Koch, quien ha trabajado junto al eminente Francis Crick, autor del libro "La búsqueda científica del alma", ha sido contundente: «Es evidente que la conciencia nace de reacciones bioquímicas del cerebro».
¿Eso explica todo? Claro que sí. Y claro que no. Cuando la neurobiología avance hasta trazar el imponente mapa cerebral completo, la idea del alma o de alguna «conciencia espiritual» podrá quedar desterrada, aunque la cuestión puede adquirir todavía más riqueza. Y quejas dualistas: Michael Reiss, científico y religioso, ha dicho que afimar que la conciencia se reduce a procesos materiales equivale a «decir que una catedral es un conjunto de piedras y vidrios. Cierto, pero se trata de una constatación simplista». Tan simplista como su comparación, responderíamos, puesto que si ignorásemos que una catedral se compone de ladrillos y cruces, sería un error darle a su estructura otra composición. La neurobiología no dice que las plegarias y los fieles están hechos de ladrillos, pues eso sería como decir que el templo está fabricado con avemarías. Lo que se afirma, nada más y nada menos, es que las ideas se forman en el cerebro. La conciencia. Eso que antes llamábamos alma.
Las discusiones en este punto podrían continuar, pero hay un punto inevitable: la ciencia ofrece sus evidencias y la posibilidad de corrobar sus afirmaciones (por ejemplo, que una persona puede cambiar de personalidad con drogas que afecten su química cerebral). La teología nos debe hace siglos la validez de sus asertos.
Así, menudo inconveniente comporta la materialidad de la conciencia para las religiones. Es como una espada que cuelga sobre su cuello. Como ilustra Gonzalo Puente Ojea: «Un dios sin almas es como un pastor sin ovejas». Si todo es material, si no existe el mentado mundo espiritual, no hay trascendencia entonces. Es decir, no hay alma y, luego: ¿hay un Dios? ¿Será el dios deísta o el motor inmóvil aristotélico, que no conoce al mundo ni al hombre? Aun así, como no hay almas, las religiones están en problemas.

http://razonatea.blogspot.com/

Tags: ateísmo, escepticismo, ciencia
Wednesday October 10, 2007 - 12:07am (ART) Permanent Link | 0 Comments
“Dios vs. la ciencia”, un debate entre Richard Dawkins y Francis Collins
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Hay dos grandes discusiones bajo el amplio título de la ciencia contra dios. El más familiar durante los últimos años es el más estrecho de los dos: ¿Puede la evolución darvinista soportar las críticas de los cristianos que creen que contradice la historia de la creación del libro del génesis? Estos últimos años, el creacionismo adquirió nueva modernidad como el progenitor espiritual del “diseño inteligente” (D.I), una tentativa científicamente redactada de demostrar que los espacios en blanco en la narrativa evolutiva son más significativos que lo convincente de su totalidad. El DI perdió algo de su calor periodístico el pasado mes de diciembre en que un juez federal la calificó como pseudo ciencia inadecuada para ser enseñada en las escuelas de Pennsylvania.Pero de hecho el creacionismo y el DI se relacionan íntimamente con una interrogante sin resolver más grande, en la cual se invierte el papel del agresor:

¿Puede la religión sostenerse ante el progreso de la ciencia?

Esta discusión la hizo Darwin, pero la posición de la antireligión está siendo promovida con insistencia por los científicos encolerizados por el diseño inteligente y excitados, quizás intoxicados, por el aumento de la capacidad de sus disciplinas de trazar, de cuantificar y de cambiar la naturaleza de la experiencia humana. La proyección de las imágenes del cerebro ilustradas--¡en color! el asiento físico de la voluntad y de las pasiones, desafían el concepto religioso de una independencia del alma de las glándulas. Los químicos del cerebro indican los desequilibrios que podrían explicar los estados de éxtasis de santos visionarios o, algunos sugieren, de Jesús.
Como el Freudianismo antes, el campo de la sicología evolutiva genera teorías del altruismo y de la religión que no incluyen a dios. Algo llamado la hipótesis de los multiversos, en cosmología, especula que el nuestro puede ser solamente uno en una cascada de universos, mejorando repentinamente las probabilidades que la vida habría podido generarse accidentalmente, sin la intervención divina. (Si las probabilidades eran 1 en mil millones, y tienes 300 mil millones de universos, ¿porqué no?)

Christoph Schönborn cardenal del Catolicismo romano ha puesto el apelativo de “cientificista” o “evolucionista” a los mas fervientes científicos desafiantes de la fe, puesto que esperan que la ciencia, más allá de ser una medida, sustituya a la religión como cosmovisión y criterio moral. No es un epíteto apropiado para todos los que manejan un tubo de prueba. Pero una proporción cada vez mayor de profesionales está experimentando, lo que un investigador importante llama “ultraje sin precedentes”, a los insultos percibidos por la investigación y la racionalidad, extendiendo la influencia de la derecha del cristianismo en la política científica de la administración Bush a la fe fanática de los terroristas de 9/11 a las demandas en curso del diseño inteligente.
Algunos son suficientemente radicalizados para hacer pública una Antigua cuestión, la idea que la ciencia y la religión, lejos de ser respuestas complementarias a lo Desconocido, son contradicciones completas--o, como el sicólogo de Yale Paul Bloom con falta de finura ha escrito, la “religión y la ciencia chocan siempre.”

El mercado esta inundado con los libros de científicos que describen la muerte del debate entre la ciencia y dios--con la ciencia que gana, o por lo menos superando de lejos a las verdades subyacentes de la fe.
Encontrar a un portavoz para este lado no era difícil, desde que Richard Dawkins, quizás su primer polemista, acaba de salir con el “The God´s Delusion (Houghton Mifflin), raro ejemplar cuyo título es tan claro que no amerita un subtítulo. El best-seller por cinco semanas del The New York Times (ahora en N° 8) ataca la fe filosófica, histórica y científicamente, pero se apoya pesadamente en la teoría darvinista, que fue la maestría de Dawkins como científico joven y más recientemente como portavoz de la sicología evolutiva, tan lúcido, que ocupa la cátedra de Charles Simonyi para la comprensión pública de la ciencia en la universidad de Oxford.
Dawkins está montando la cresta de una onda literaria atea.
En 2004, The End of Faith, una afilada acusación de Sam Harris estudiante graduado de neurología, fue publicado (más de 400.000 copias impresas). Harris ha escrito una carta recordativa de 96 páginas, Letter to a Christian Nation, que ahora es N° 14 en la lista del Times. El pasado mes de febrero, el filósofo Daniel Dennett de la universidad Tufts produjo Breaking the Spell: La religión como fenómeno natural, que ha vendido menos copias pero ha ayudado a la discusión en la arena pública.
Si Dennett y Harris son casi-científicos (Dennett trabaja en un programa científico-filosófico multidisciplinario), los autores de la media docena de agresivos volúmenes seculares son portaestandartes: Mentes Morales, Marc Hauser biólogo de Harvard explora los –no divinos--orígenes de nuestro sentido de lo correcto y de lo incorrecto (septiembre); en Six imposible things before Breakfast (lanzado en enero) por el biólogo auto descrito como “ateo-reduccionista-materialista” Lewis Wolpert, la religión es una de esas cosas imposibles; Victor Stenger, físico-astrónomo, tiene un libro God; The Failed Hypothesis . Mientras tanto, Ana Druyan, viuda del astrofísico archi escéptico Carl Sagan, ha corregido las conferencias inéditas de Sagan sobre la ausencia de dios en un libro, The Varietes of Scientific Experience, que se publicará hacia fin de mes.
Dawkins y su ejército tienen un enjambre de opositores teológicos articulados, por supuesto. Pero los más ardientes de éstos realmente no tienen mayor interés en la ciencia, y una discusión en la cual una parte se apoya inamovible en las escrituras y la otra en la tabla periódica no lleva muy lejos.
La mayoría de los americanos ocupan la tierra de en medio: lo queremos todo. Deseamos participar en los grandes pasos de la ciencia y todavía humillarnos en el Sabbath. Deseamos el acceso a MRIs y a los milagros. Deseamos discusiones sobre asuntos como las células madre sin la concesión de que las posiciones sean tan intrínsecamente hostiles que hacen la discusión infructuosa.
Para balancear a los formidables porta estandartes científicos como Dawkins, buscamos a los que posean la convicción religiosa pero también los logros científicos suficientes para argumentar con credibilidad la diseminada opinión de que la ciencia y dios están en armonía, que, de hecho, la ciencia es de Dios.
Los conciliadores informados se han hecho recientemente más locuaces. La biólogo Joan Roughgarden de la universidad de Stanford acaba de salir con Evolution and Christian Faith, que proporciona lo que ella llama una “defensa cristiana fuerte” de la biología evolutiva, ilustrando los conceptos principales de la disciplina con pasajes bíblicos. El entomólogo Edward O. Wilson, escéptico pero de fé común, ha escrito The creation: An Appeal to Save Life on Earth urgiendo a creyentes y no creyentes a unirse en pro de la conservación. Pero el primero de éstos en este campo es Francis Collins.
La dedicación de Collins a la genética es, si eso fuera posible, mayor a la de Dawkins. Director del instituto de nacional de investigación del genoma humano, desde 1993, dirigió al equipo de 2.400 científicos que mapeó las 3 mil millones de letras bioquímicas de nuestro modelo genético, un jalón científico que el entonces presidente Bill Clinton honró en el 2.000 con ceremonias en la casa blanca, comparando la carta del genoma al mapa de Meriwether Lewis de su exploración continental.
Collins continúa conduciendo a su instituto en estudiar el genoma y prepararlo para cuestiones médicas.
Él es también un cristiano, al cual se convirtió del ateismo a la edad 27 años y ahora encuentra tiempo para aconsejar a los científicos evangélicos jóvenes en cómo declarar su fe ante los logros en su mayor parte agnósticos de la ciencia.
En su best seller del verano, The Language of God: A Scientist Presents Evidence for Belief (Free Press), presenta algunas de las discusiones que él mantuvo en un debate de 90 minutos que la revista TIME arregló entre Collins y Dawkins en nuestras oficinas en el edificio Time and Life Building de la ciudad de Nueva York el 30 de setiembre de 2.006.
Algunos extractos de su interesante intercambio se dan a continuación:
TIME: ¿Profesor Dawkins, si uno entiende realmente la ciencia, es entonces Dios una ilusión, como el título de su libro sugiere?

DAWKINS: La cuestión de si existe un creador supernatural, un dios, es una de las más importantes que tenemos que contestar. Pienso que es una pregunta científica. Mi respuesta es no.

TIME: Dr. Collins, usted cree que la ciencia es compatible con la fe cristiana.

COLLINS: Sí. La existencia de Dios puede ser verdad o no. Pero llamarla una pregunta científica implica que las herramientas de la ciencia pueden proporcionar la respuesta. Desde mi perspectiva, dios no puede ser contenido totalmente dentro de la naturaleza, y por lo tanto la existencia de dios está fuera de la capacidad de la ciencia de sopesarlo.

TIME: Stephen Jay Gould, paleontólogo de Harvard, ha hecho una famosa argumentación acerca de que la religión y la ciencia puedan coexistir, porque ocupan cátedras separadas herméticamente. Ambos parecen discrepar.

COLLINS: Gould instala una valla artificial entre las dos que no existe en mi vida. Porque creo que la energía creativa de dios ha dado origen a todo en primer lugar. Encuentro que estudiar el mundo natural es una oportunidad de observar la majestad, la elegancia, lo intrincado de la creación de dios.

DAWKINS: Pienso que los compartimientos separados de Gould eran un trabajo puramente político para ganar a gente religiosa del medio camino al campo de la ciencia. Pero es una idea muy vacía. Hay un montón de lugares en donde la religión pisa el césped científico. Cualquier creencia en milagros no es solo contradictoria a los hechos de la ciencia sino al espíritu de la ciencia.

TIME: Profesor Dawkins, usted piensa que la teoría de Darwin de la evolución hace más que simplemente contradecir la historia del génesis.

DAWKINS: Sí. Por siglos la argumentación de mayor peso acerca de la existencia del dios del mundo físico era la llamada argumentación del diseño: Las cosas vivas son tan hermosas y elegantes y al parecer tan útiles, que solamente habrían podido ser hechas por un diseñador inteligente. Pero Darwin proporcionó una explicación más simple. Su manera es una mejora gradual, incremental a partir de principios muy simples y trabajando paso a paso incrementar minúsculamente a más complejidad, más elegancia, más perfección adaptiva. Cada paso, es poco significativo pero cuando los vas agregando acumulando pasos durante millones de años, llegas a estos monstruos de improbabilidad, como el cerebro humano y la selva tropical. Esto debería advertirnos acerca de asumir que, porque algo es complicado, dios debe haberlo hecho.

COLLINS: No veo que la idea básica del profesor Dawkins acerca de la evolución sea incompatible conque dios la haya diseñado.

TIME: ¿Cuándo habría ocurrido esto?

COLLINS: Estando fuera de la naturaleza, dios está también fuera del espacio y del tiempo. Por lo tanto, en el momento de la creación del universo, dios habría podido también activar la evolución, con conocimiento completo de cómo resultaría, quizás incluyendo, nosotros teniendo esta conversación. La idea que él podría prever el futuro y también darnos espíritu y libre albedrío para realizar nuestros propios deseos llega a ser enteramente aceptable.

DAWKINS: Pienso que eso es una enorme falta de responsabilidad. Si dios deseara crear vida y crear seres humanos, sería absurdo que decida esperar 10 mil millones años antes del comienzo de la vida y entonces esperar otros 4 mil millones años hasta conseguir seres humanos capaces de adorarlo y de pecar y de todas las cosas en las que la gente religiosa está interesada.

COLLINS: ¿Quiénes somos nosotros para decir que esa es una manera absurda de hacerlo? Pienso que dios no tiene el propósito de hacer que sus intenciones sean absolutamente obvias para nosotros. Si le satisface ser una deidad a la cual debemos buscar sin ser forzados, ¿no habría sido lógico que utilice el mecanismo de la evolución sin la fijación de marcas obvias en el camino, para revelar su papel en la creación?

TIME: Ambos libros suyos sugieren que si las constantes universales, las seis o más características de nuestro universo, hubieran variado, esto hubiera hecho la vida imposible. Dr. Collins, ¿puede proporcionar un ejemplo?

COLLINS: La constante gravitatoria, si fuera menor por una fracción en cientos de millones de millones, entonces la expansión del universo después del Big Bang no hubiera ocurrido en la manera que era necesaria para que ocurra la vida. Cuando miras esa evidencia, es muy difícil adoptar la idea de que fue solo casualidad. Pero si estás dispuesto a considerar la posibilidad de un diseñador, esto se convierte en una explicación plausible para algo que de otra manera es un acontecimiento excesivamente improbable--a saber-- nuestra existencia.

DAWKINS: La gente que cree en dios concluye que debe haber sido un divino manipulador el que giró las perillas de esta media docena de constantes para hacerlas correctas. El problema es que esto implica que, porque algo es altamente improbable, necesitamos a dios para explicarlo. Pero ese dios sería aún más improbable. Los físicos han creado otras explicaciones. Una es que estas seis constantes no pueden variar. Una teoría unificada demostrará eventualmente que están tan relacionadas como la circunferencia al diámetro de su círculo. Eso reduce las probabilidades que tienen de variar independientemente y ajustarse sólo para “pagar la cuenta”. La otra manera es la del multiverso. Esto dice que quizá el universo en que estamos es uno más de un número muy grande de universos. La gran mayoría no contendrá vida porque tienen la constante gravitatoria incorrecta, o mal esta o aquella constante. Pero como el número de universos aumenta, las probabilidades aumentan de manera que una minoría minúscula de universos podrá tener la constante correcta.

COLLINS: Esa es una opción interesante. Salvo una resolución teórica, que pienso es inverosímil, todavía tienes que decir que hay chorro cientos universos paralelos por ahí que no podemos observar actualmente, o tienes que decir, había un plan. Encuentro realmente más aceptable la existencia de un dios que planeó todo antes que el burbujear de todos estos multiversos. El rasero de Occam dice que debes elegir la explicación que es la más simple y directa, lo que me conduce más a creer en dios que en el multiverso, que se parece a un forzamiento de la imaginación.

DAWKINS: Acepto que puede haber cosas, de lejos, más magníficas y más incomprensibles que las que podemos imaginar. Lo que no puedo entender es porqué invoca la improbabilidad pero no admite que socava su argumento al postular algo tan improbable, estableciendo por arte de magia la palabra dios.

COLLINS: Mi dios no me es improbable. Él no tiene ninguna necesidad de una historia de la creación de sí mismo o de ser ajustado por algo más. Dios es la respuesta a todos los “¿cómo habrá sido?”.

DAWKINS: Pienso que eso es la madre y el padre de todas las irresponsabilidades. Es una búsqueda científicamente honesta descubrir de dónde proviene esta aparente improbabilidad. Ahora el Dr. Collins dice, “bien, dios lo hizo. Y dios no necesita ninguna explicación porque dios es exterior a todo esto.” Bien, qué evasión increíble de la responsabilidad de explicar. Los científicos no hacen eso. Los científicos dicen, “estamos trabajando en ello. Estamos luchando para entender.”

COLLINS: La ciencia debe continuar ciertamente considerando si podemos encontrar la evidencia para los multiversos que pudieran explicar porqué nuestro propio universo parece estar finamente ajustado. Pero me opongo a la asunción de que cualquier cosa que pueda estar fuera de naturaleza debe ser sacada de la conversación. Eso es una visión empobrecida de las clases de preguntas que los seres humanos pueden hacer, por ejemplo “¿por qué estoy aquí? ”, “¿qué sucede después de que muramos? ”, “¿hay un dios?” Si rechazas reconocer su conveniencia, terminas con una probabilidad cero de dios después de examinar el mundo natural porque no te convence sobre las bases de la prueba. Pero si tu mente está abierta a la posibilidad de dios, puedes señalar los aspectos del universo que son consistentes con esa conclusión.

DAWKINS: Para mí, la aproximación correcta es decir que somos profundamente ignorantes de estas materias. Necesitamos trabajar en ellas. Pero decir repentinamente -- la respuesta es dios—eso me parece cerrarse a la discusión.

TIME: ¿Podría ser la respuesta dios?

DAWKINS: Podría haber algo increíblemente magnífico e incomprensible y más allá de nuestra actual comprensión.

COLLINS: Ése es dios.

DAWKINS: Sí. Pero podría ser cualquiera de mil millones de dioses. Podía ser el dios de los marcianos o de los habitantes de alfa-centauri. La posibilidad de ser un dios particular, Yahvé, el dios de Jesús, es tan pequeña que se desvanece--, cuando menos, la responsabilidad está en ud. de demostrar porqué piensa que ese es el caso.

TIME: El libro del génesis ha conducido a muchos Protestantes conservadores a oponerse a la evolución y a otros a insistir en que la tierra tiene solo 6.000 años.

COLLINS: Existen creyentes sinceros que interpretan el génesis 1 y 2 de una manera muy literal que contraría francamente nuestro conocimiento de la edad del universo o de cómo los organismos vivos se relacionan unos con otros. San Agustín escribió que básicamente no es posible entender qué está descrito en el génesis. No fue pensado como libro de texto de ciencias. Fue pensado como descripción de quién era dios, de quienes somos y lo que se supone debe ser nuestra relación para estar con dios. Agustín advierte explícitamente contra una perspectiva muy estrecha que ponga nuestra fe en riesgo de parecer ridícula. Si aceptas esa interpretación, lo que la biblia describe es muy consistente con el big bang

DAWKINS: Los físicos están estudiando el big bang, y un día pueden o no resolverlo. Sin embargo, lo que el doctor Collins ha --¿puedo llamarte Francis?

COLLINS: Oh, por favor, Richard, hazlo.

DAWKINS: Lo que Francis ha dicho acerca del génesis es, por supuesto, una pequeña batalla entre él y sus colegas fundamentalistas...

COLLINS: No es tan privado. Es algo público. [Risas.]

DAWKINS: … Sería inapropiado para mí sugerirle que se ahorraría un desagradable problema si simplemente dejara de darles la hora. ¿Por qué incomodarse con estos payasos?

COLLINS: Richard, pienso que no hacemos un servicio al diálogo entre la ciencia y la fe al caracterizar negativamente a gente sincera. Eso inspira una posición aún más cerrada. Los ateos son a veces un poco arrogantes en este aspecto, y caracterizar la fe como algo a lo que solamente un idiota se uniría es poco probable que ayude a tu caso.

TIME: ¿Dr. Collins, la resurrección es un argumento esencial de la fe cristiana, pero acaso esto, junto con el nacimiento virginal y algunos milagros, no invalida fatalmente el método científico, que depende de la constancia de las leyes naturales?

COLLINS: Si estás dispuesto a contestar sí a un dios fuera de la naturaleza, entonces no hay nada contrario a dios en las raras ocasiones que elige invadir el mundo natural de una manera que aparezca milagrosa. ¿Si dios hizo las leyes naturales, por qué no podría él violarlas cuando es un momento particularmente significativo para él que lo haga así? Y si aceptas la idea que Cristo era también divino, como es mi caso, entonces su resurrección no es en sí misma un gran salto lógico.

TIME: ¿La misma noción de los milagros, no invalida la ciencia?

COLLINS: En absoluto. Si estás en mi campo, un lugar en donde la ciencia y la fe podrían tocarse está en la investigación de acontecimientos supuestamente milagrosos.

DAWKINS: Siempre que se cierran las puertas en la cara para la investigación constructiva, la palabra es milagro. A un campesino medieval, una radio se le habría parecido a un milagro. Toda clase de cosas pueden suceder, que, debido las luces de la ciencia de hoy, clasificaríamos como milagro tal y cual como la ciencia medieval calificaría a un Boeing 747. Francis dice cosas como “desde la perspectiva de un creyente”. Una vez que te sitúas en una posición de fé pierdes repentinamente todo tu natural escepticismo y credibilidad, tu verdadera credibilidad científica. Lamento ser tan áspero.

COLLINS: Richard, convengo realmente con la primera parte de lo que dijiste. Pero desafiaría la declaración que mis instintos científicos son menos rigurosos que los tuyos. La diferencia es que mi presunción de la posibilidad de dios y por lo tanto de lo supernatural no es cero, y la tuya lo es.

TIME: Dr. Collins, ha descrito el sentido moral de la humanidad no sólo como un regalo de dios sino como indicador de su existencia.

COLLINS: Hay un campo entero de la investigación que ha surgido en los últimos 30 o 40 años--algunos lo llaman sociobiología o sicología evolutiva--que concierne a de donde proviene nuestro sentido moral y porqué valoramos la idea del altruismo, y ha localizado ambas respuestas en las adaptaciones del comportamiento para la preservación de nuestros genes. Pero si crees, y Richard ha articulado esto, que la selección natural funciona de individuo a individuo, no en un grupo, entonces ¿por qué el individuo arriesgaría su propia ADN, haciendo algo desprendido, para ayudar a alguien de una manera que pudo disminuir sus posibilidades de reproducción? Concedido, podemos intentar ayudar a nuestros propios miembros de la familia porque comparten nuestro ADN. O ayudar a algún otro con la expectativa de que nos ayudarán más adelante. Pero si te fijas en las más admiradas manifestaciones del altruismo, éste no se basa en la selección o la reciprocidad de los parentescos. Un ejemplo extremo pudo ser Oscar Schindler que arriesgaba su vida para salvar a más de mil judíos de las cámaras de gas. Esto es lo contrario de cuidar los genes. Vemos versiones menos dramáticas diariamente. Muchos de nosotros pensamos que estas cualidades pueden venir de dios--especialmente debido a que la justicia y la moralidad son dos de las cualidades que identificamos más rápidamente con dios.

DAWKINS: ¿Puedo empezar con una analogía? La mayoría de la gente entiende que la lujuria sexual tiene que ver con propagar genes. La copulación en la naturaleza conduce a la reproducción y así a más copias genéticas. Pero en la sociedad moderna, la mayoría de los cópulas implican la contracepción, diseñada exactamente para evitar la reproducción. El altruismo tiene probablemente orígenes como los de la lujuria. En nuestro pasado prehistórico, habríamos vivido en familias extendidas, rodeadas por los parentescos cuyos intereses podríamos haber querido promover porque compartían nuestros genes. Ahora vivimos en ciudades grandes. No estamos rodeados de parientes ni de gente que tratará nuestras buenas acciones con reciprocidad. No importa. Justamente igual que la gente involucrada en el sexo con contracepción no es conciente de su motivación por un impulso de tener bebés, no pasa por nuestra imaginación la razón por la cual hacer buenas cosas está basada en el hecho de que nuestros ancestros primitivos vivían en grupos pequeños. Esa, me parece que es una razón altamente plausible para explicar de donde proviene el deseo de moralidad, el deseo del bien.

COLLINS: Para ti argumentar que nuestros actos más nobles sean un fallo del comportamiento darvinista no hace justicia al sentido que todos tenemos sobre los absolutos que están implicados aquí de bueno y de malvado. La evolución puede explicar algunas características de la ley moral, pero no puede explicar porqué debe tener una significación real. Si es solamente una conveniencia evolutiva, no hay realmente cosa tal como bueno o malvado. Pero para mí, es mucho más que eso. La ley moral es una razón de pensar en dios como plausible--no apenas un dios que pone el mundo en movimiento sino un dios que cuida de los seres humanos, porque parecemos ser las únicas criaturas en el planeta en tener este sentido, de lejos, desarrollado de la moralidad. Lo que has dicho implica que fuera de la mente humana, ajustado por los procesos evolutivos, el bien y el mal no tienen ningún significado. ¿Estás de acuerdo?

DAWKINS: Incluso la pregunta que estás haciendo no tiene ningún significado para mí. Bueno y malvado--No creo que está colgando allí afuera, en ningún lado, algo llamado bueno y algo llamado malo. Pienso que hay buenas cosas que suceden y malas cosas que suceden.

COLLINS: Pienso que esa es una diferencia fundamental entre nosotros. Estoy contento de que la hayamos identificado.

TIME: Dr. Collins, sé que favorece la apertura de nuevas líneas de experimentación con células-madre. Pero el hecho de que la fe ha hecho que se legisle en contra de ello ¿no arriesga que se cree una opinión acerca de que la religión impide a la ciencia salvar vidas?

COLLINS: Permítame primeramente decir, como descargo, que hablo como ciudadano privado y no como representante de ninguna rama ejecutiva del gobierno de los Estados Unidos. La impresión de que la gente de fe se opone uniformemente a la investigación de las células-madre no está documentadamente establecida. De hecho, mucha gente de fuerte convicción religiosa, piensa que esto puede ser una aproximación moral aceptable.

TIME: ¿Pero hasta el punto de que una persona argumente la fe o las Escrituras antes que la razón, cómo podrían responder los científicos?

COLLINS: La fe no es contraria a la razón. La fe se apoya en ángulo recto sobre la razón, pero con el componente agregado de la revelación. Por tanto tales discusiones entre científicos y creyentes ocurren muy fácilmente. Pero ni los científicos ni los creyentes incorporan siempre los principios exactos. Los científicos pueden tener su juicio nublado por sus aspiraciones profesionales. Y la verdad pura de la fe, en la que puedes pensar como en esta agua espiritual clara, se vierte en los recipientes oxidados llamados seres humanos, y así a veces los principios benévolos de la fe pueden ser quedar distorsionados cuando las posiciones se endurecen.

DAWKINS: Para mí, las preguntas morales tales como investigación de las células-madre giran acerca de si se causa algún sufrimiento. En este caso, claramente no se causa ninguno. Los embriones no tienen ningún sistema nervioso. Pero eso no es discutido por el público. ¿La discusión es, son humanos? Si eres un absolutista moral dices, “estas células son humanas, y por lo tanto merecen una cierta clase de tratamiento moral especial.” El absolutismo moral no siempre proviene de la religión pero usualmente así es.Matamos animales no humanos en granjas, y tienen sistemas nerviosos y sufren. La gente de fe no está muy interesada en su sufrimiento.

COLLINS: ¿Los seres humanos tienen una distinta significación moral que las vacas en general?

DAWKINS: Los seres humanos tienen quizás más responsabilidad moral, porque son capaces de razonar.

TIME: ¿Algún pensamiento conclusivo de ambos?

COLLINS: Sólo quiero decir que después de más que un cuarto de siglo como científico y creyente, no encuentro absolutamente nada en conflicto en convenir con Richard en prácticamente todas sus conclusiones sobre el mundo natural, y también decir que todavía puedo aceptar y abrazar la posibilidad que hay respuestas que la ciencia no puede proporcionar sobre el mundo natural--las preguntas sobre porqué en vez de las preguntas sobre cómo. Estoy interesado en los porqués. Encuentro muchas de esas respuestas en el reino espiritual. Eso no compromete de ninguna manera mi capacidad de pensamiento riguroso como científico.

DAWKINS: Mi mente no es cerrada, como has sugerido ocasionalmente, Francis.
Mi mente está abierta a la gama más maravillosa de posibilidades futuras, sobre las cuales ni siquiera puedo soñar, ni tú puedes, ni nadie puede. De lo que soy escéptico es acerca de la idea de que alguna revelación maravillosa en la ciencia del futuro, resultará ser una de las religiones históricas particulares con que algunos pueblos han soñado. Cuando comenzamos y hablábamos de los orígenes del universo y de las constantes físicas, proporcioné lo que pensé eran argumentos fuertes contra un diseñador inteligente supernatural. Sin embargo me parece una idea digna. Refutable--pero sin embargo magnífica y bastante digna de respeto. No veo a los dioses Olímpicos o a Jesús bajando a tierra y muriendo en la cruz como digno de esa grandeza.
Si hay un dios, va a ser algo mucho más grande y mucho más incomprensible que cualquier cosa que cualquier teólogo de cualquier religión haya propuesto alguna vez.

http://www.apra.org.py/

Artículo original en inglés: http://www.time.com/time/magazine/article/0,9171,1555132,00.html

Tags: ateísmo, ciencia
Monday September 10, 2007 - 06:30pm (ART) Permanent Link | 1 Comment
El argumento del diseño y el principio antrópico
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Todos somos naturalmente como el loco de Atenas, quien imaginaba que eran suyos todos los barcos que entraban en el puerto del Pireo. Nuestra locura no es menos extravagante. Creemos que todas las cosas en la naturaleza están diseñadas para nuestro uso, y todos, salvo los filósofos, nos preguntamos qué propósito hay en esta prodigiosa compañía de estrellas fijas, cuando un número mucho menor nos haría el mismo servicio. Ellos responden fríamente que fueron hechas para agradar a nuestra vista

Bernard de Fontenelle 1686
Una pluralidad de mundos

El viejo argumento del diseño

Cuando uno contempla cualquiera de las formas de vida que inundan la biosfera terrestre no puede más que sentir admiración. Habitualmente, todo ese derroche de imaginación de la naturaleza nos hace preguntar cómo esa complejidad ha llegado a ser. Vemos diseño en las estructuras orgánicas y finalidad en sus funciones, e incrédulos ante la capacidad de organización de las leyes de la física y la química atribuimos todo el mérito a la voluntad creadora del Gran Diseñador.

El argumento del diseño ha sido utilizado, junto a los argumentos ontológico y cosmológico, como prueba de la inevitable existencia de un Creador del Universo. El teólogo del siglo XVIII William Paley lo exponía de la siguiente manera, en un pasaje bien conocido que daba comienzo a su Teología Natural ¾ o pruebas de existencia y atributos de la divinidad recogidas a partir de los aspectos de la naturaleza¾de 1803:

Supongamos que, al cruzar un zarzal, mi pie tropieza con una piedra, y se me pregunta cómo esa piedra ha llegado hasta allí; probablemente podría contestar que, por lo que yo sabía, había estado allí desde siempre: quizás tampoco sería fácil demostrar lo absurdo de esta respuesta. Pero supongamos que hubiese encontrado un reloj en el suelo, y se me preguntase qué había sucedido para que el reloj estuviese en aquel sitio; yo no podría dar la misma respuesta que antes, de que, por lo que yo sabía, el reloj podía haber estado allí desde siempre. [Su precisión y la complejidad de su diseño nos forzaría a concluir] que el reloj debió de tener un fabricante: que debió de existir en algún momento, y en algún lugar, un artífice o artífices, que lo construyeran con una finalidad cuya respuesta encontramos en la actualidad; que concibió su construcción, y diseñó su utilización. [Nadie podría contrariar razonablemente esta conclusión, ya que] cada indicación de una idea, cada manifestación de diseño que existe en el reloj, existe en las obras de la naturaleza; con la diferencia, por parte de éstas, de ser tan excelsas o más, y en un grado que supera todo cálculo.

David Hume, en Dialogues Concerning Natural Religion publicado en 1759, hizo una crítica demoledora a la lógica de la utilización del aparente diseño de la naturaleza como prueba positiva de la existencia de Dios. El libro se desarrolla como un diálogo entre Philo, el escéptico que argumenta por Hume, y Cleanthes, representante de la Teología Natural, con la aparición esporádica de un defensor de la fe; Demea. Cleanthes pone el argumento del diseño en función de las siguientes dos premisas y su conclusión:

Premisa 1: Objetos como relojes, casas o barcos exhiben cierto tipo de orden (adaptación de los medios en función de los fines) y son construidos por un diseñador inteligente.

Premisa 2: El universo también exhibe algún tipo de orden

Conclusión: Por tanto, el universo fue construido con un diseño inteligente.

Philo expone una serie de objeciones que podemos resumir básicamente como sigue:

1. El argumento del diseño es sólo una analogía, y una analogía puede ser una guía adecuada para formular una hipótesis pero no es un criterio válido de prueba o verificación. Pero aún considerado como simple analogía, el argumento del diseño es una analogía débil puesto que no aporta similitudes contrastables entre el universo y una casa, un reloj o un barco.
2. Utilizando el mismo tipo de analogía, y a falta de más datos, podríamos llegar a casi cualquier conclusión, diferente de la del teísmo clásico, sobre el origen del universo.

A pesar de que esta podría ser la última palabra desde el punto de vista del estatus lógico del argumento del diseño, Richard Dawkins señala acertadamente en El relojero ciego que, "esta posición [el ateísmo] puede ser lógicamente sensata, pero puede dejar una honda insatisfacción" puesto que tenemos algo importante que explicar: La complejidad del diseño biológico. La aparición de El origen de las especies en 1859 proporcionó esa explicación que hizo posible al ateo ser completo, intelectualmente hablando.

El nuevo argumento del diseño y el principio antrópico

Expulsado de la tierra firme de la biología, el argumento del diseño buscó refugio en las arenas movedizas de la cosmología. La base de la nueva argumentación se fue gestando a lo largo del siglo XX desde dentro de la propia física y de la cosmología ¾ principalmente como charlas de cafetería de los físicos y astrónomos que poco a poco se irían reflejando en las publicaciones ¾ .

En 1919, Hermann Weyl señalaba que la relación entre la fuerza electromagnética y la fuerza gravitatoria entre dos electrones era un número enorme del orden de 1039. Sir Arthur Eddington comentaba al respecto en 1923: "Es difícil dar cuenta de la aparición de un número adimensional de una magnitud tan diferente de la unidad en el esquema de las cosas; pero esta dificultad podría ser eliminada si pudiéramos conectarlo con el número de partículas en el mundo ¾ un número presumiblemente fijado por puro accidente¾ ". Eddington estimó que este número de partículas del universo era del orden de 1079, curiosamente un número cercano al cuadrado del número de Weyl. Ningún físico tomó este juego de numerología demasiado en serio hasta que un hombre de la talla de Paul Dirac le prestó atención. En 1937, Dirac señalaba que la relación entre la vida de una estrella típica como el Sol y el tiempo que la luz tarda en atravesar un protón ¾ una posible elección de una unidad de tiempo característica de los procesos nucleares¾ es del mismo orden de magnitud que el número de Weyl. Robert Dicke ¾ teórico de Princeton¾ puso algo de luz en la misteriosa coincidencia cuando señaló en 1961 que ésta debería darse en un universo, como el nuestro, donde fuera posible la síntesis de elementos químicos pesados en los interiores estelares.

Según el modelo estándar del Big Bang ¾ que a pesar de lo que se pueda oír por ahí constituye un modelo bien contrastado observacionalmente¾ sólo los elementos ligeros hidrógeno, deuterio, litio y helio fueron creados en el universo primitivo. Se necesitarían algunos miles de millones de años para que se formaran las galaxias y las estrellas que éstas contienen, se fusionara el hidrógeno en los interiores estelares creándose elementos pesados, y finalmente éstos se esparcieran por el espacio impulsados por los estallidos de estrellas masivas moribundas en forma de supernovas. Una vez en el espacio, estos elementos se fueron acumulando lentamente hasta formar planetas. Algunos miles de millones de años adicionales y en alguno de estos planetas ¾ al menos en uno que sepamos¾ terminaría por desarrollarse la vida.

Si la atracción gravitatoria no hubiese sido muchos órdenes de magnitud menor que la repulsión eléctrica, las estrellas hubieran colapsado mucho tiempo antes de que los procesos nucleares hubieran podido dar lugar a los elementos de la tabla periódica a partir del hidrógeno y el deuterio primigenios. La formación de la complejidad química que nos rodea parece requerir un universo de al menos algunos miles de millones de años de edad. Pero una edad avanzada no es todo lo que uno necesita. La síntesis de elementos pesados en las estrellas depende sensiblemente de las propiedades y de las abundancias relativas del deuterio y el helio generados en el universo temprano. El deuterio podría perfectamente no haber existido si la relación entre los valores de las masas del protón y del neutrón fuera ligeramente diferente. Las abundancias relativas de hidrógeno y helio también dependen fuertemente de este parámetro.

Podríamos seguir con esta especie de "lo que podría haber sido y no fue" cósmico pero no quiero alejarme demasiado de mi argumento principal, ni aburrir al lector. El físico y astrónomo creyente Hugh Ross por ejemplo, enumera más de una veintena de parámetros que requieren un "ajuste fino" de su valor con objeto de que nuestro universo sea lo suficientemente "hospitalario" con la vida.

En los cincuenta, la gente empezó a hablar de lo que ahora se suele denominar Principio Antrópico Débil (PAD), definido por John Barrow y Frank Tipler de la siguiente manera: Los valores observados de todas las cantidades físicas y cosmológicas no son igualmente probables, sino que toman valores restringidos por el requisito de que existan lugares donde pueda evolucionar la vida basada en el carbono y por el requisito de que el universo sea lo suficientemente viejo para que esta evolución ya haya ocurrido de hecho.

El PAD no ha impresionado en realidad a mucha gente, que lo han considerado como una pura tautología; Por ejemplo, Cayetano López, en su reciente libro Universo sin Fin comenta al respecto:

Aunque Barrow y Tipler afirmen lo contrario, el Principio Antrópico en su forma débil no es más que una tautología o una constatación a posteriori de cosas que sabemos han sucedido; o aún más esquemáticamente, la simple afirmación de que el hombre existe[...] La descripción de algunas de las aplicaciones del PAD no hace sino elucidar su carácter tautológico y su desconexión con las hipótesis y procedimientos ordinarios en la investigación científica.

Sin embargo en 1953, el astrónomo británico Fred Hoyle utilizó dicha línea argumentativa para predecir la existencia de un estado excitado del núcleo del átomo de carbono previamente desconocido. La polémica estaba servida: ¿podría tener el PAD alguna relevancia como explicación científica de ciertos aspectos o propiedades del universo?. Barrow y Tipler, en su libro The Anthropic Cosmological Principle, parecen responder afirmativamente, aunque, desde mi punto de vista, han sido generalmente mal interpretados. Ya en la propia introducción dejan bien claro por qué el PAD no es una apreciación vacía de contenido:

Las características más básicas del Universo, incluidas propiedades como su forma, tamaño, edad y leyes de evolución, que deben ser observadas tienen que ser del tipo que permita la evolución de observadores, puesto que en otro universo posible donde la vida no pudiera evolucionar nadie estaría disponible para preguntarse la razón de la forma, tamaño, edad, y demás propiedades del Universo. A primera vista, tal observación podría parecer verdadera pero trivial. Sin embargo, ésta tiene implicaciones de gran alcance para la física, y no establece más que el simple hecho de que cualquier propiedad del Universo que pueda aparecer inicialmente harto improbable pueda sólo verse en su verdadera perspectiva después de que hayamos contado con que ciertas propiedades del Universo son requisito previo necesario para la evolución y existencia de algún observador. Los valores medidos de muchas cantidades físicas y cosmológicas que definen nuestro Universo están circunscritas por la inevitable observación desde un lugar donde las condiciones son las apropiadas para que ocurra la evolución biológica y desde una época cósmica que exceda las escalas de tiempo astrofísicas y biológicas requeridas para el desarrollo de entornos que puedan soportar la bioquímica.

Lo que hemos estado describiendo es sólo un grandioso ejemplo de un tipo de sesgo intrínseco que los científicos denominan "efecto de selección".

[...] Deberíamos hacer énfasis en que esta selección [de unas determinadas características del universo] no depende del hecho de aceptar la creencia de la mayoría de bioquímicos en que sólo el carbono puede formar la base de la vida generada de forma espontánea. Aún si esta creencia es falsa, el hecho de que seamos una forma de vida inteligente basada en el carbono que evolucionó espontáneamente sobre un planeta tipo Tierra que gira alrededor de una estrella de tipo espectral G2 implica que cualquier observación que hagamos esté necesariamente sometida a efectos de selección.

[...] El PAD no es ciertamente una sentencia tautológica sin poder debido a que en los modelos cosmológicos actuales se toma la estructura a gran escala del Universo como la misma, en promedio, desde cualquier lugar de observación.

El premio Nobel de física Steven Weinberg es más comedido respecto a la viabilidad de este tipo de argumentaciones, aunque existe un parámetro, la constante cosmológica, cuyo "ajuste fino" aparente sí que le ha impresionado lo suficiente para utilizar argumentos antrópicos en la acotación de los posibles valores de esta cantidad. En su reciente artículo A designer Universe? comenta:

A veces [los argumentos antrópicos] equivalen a la afirmación de que las leyes de la naturaleza son las que son para nuestra existencia, sin más explicaciones. Esto parece ser no mucho más que un galimatías. Por otro lado, si realmente hay una cantidad enorme de mundos en los que algunas constantes toman valores diferentes, entonces la explicación antrópica de por qué en nuestro mundo estas constantes toman valores favorables para la vida es sólo sentido común, como explicar por qué vivimos en la Tierra más bien que en Mercurio o Plutón. El valor de la constante cosmológica recientemente medido mediante el estudio del movimiento de supernovas distantes está en el rango que cabría esperar de este tipo de argumentaciones: es justo lo suficientemente pequeño para no interferir en la formación de las galaxias. Sin embargo, todavía no conocemos lo suficiente de física para decidir si realmente existen diferentes partes del universo donde lo que habitualmente llamamos constantes de la física toman valores diferentes. Ésta no es una pregunta sin esperanza; seremos capaces de responderla cuando conozcamos algo más de la teoría cuántica de la gravedad de lo que conocemos en la actualidad.

El estatus del PAD como posible argumento válido para obtener conocimiento positivo de la naturaleza es una polémica perfectamente legítima dentro del marco de la ciencia. Sin embargo, como veremos a continuación, otras veces se han hecho extrapolaciones e interpretaciones de los argumentos antrópicos que no están legitimados aún desde la lógica más elemental.

En 1974, Brandon Carter fue aún más lejos e introdujo lo que se conoce como Principio Antrópico Fuerte (PAF): El universo debe tener las propiedades adecuadas que permitan el desarrollo de la vida en algún momento de su historia.

Una de las interpretaciones posibles del PAF se acerca peligrosamente al siguiente argumento: el universo fue diseñado con el propósito de que apareciera la vida, y posteriormente observadores inteligentes como los seres humanos. En palabras del propio Hugh Ross:

La existencia humana es posible porque las constantes de la física y los parámetros del universo y del planeta Tierra yacen dentro de unos rangos altamente restrictivos. John Wheeler y otros interpretan esas impresionantes "coincidencias" como prueba que la existencia humana determina de alguna manera el diseño del universo. Dibujando un paralelismo ilógico con experimentos de elección retardada en mecánica cuántica, ellos dicen que las observaciones hechas por seres humanos influyen en el diseño del universo, no sólo ahora, sino en el principio de los tiempos. Tal versión de lo que se conoce como "principio antrópico" refleja lo que los filósofos y religiosos actuales están aprendiendo hacia la deificación del hombre. Estos no nos muestran ninguna evidencia de que los actos humanos del presente puedan afectar a eventos del pasado. Más aún, las constantes de la física y los parámetros del universo apuntan, más bien, hacia la existencia de un diseñador que trasciende las dimensiones y los límites del universo físico.

Michael Ikeda y Bill Jefferys han interpretado este argumento desde el punto de vista de la teoría de probabilidades, poniéndolo de la siguiente forma:

Si el universo es sólo consecuencia de leyes naturales, entonces la probabilidad de que un universo escogido al azar entre todos los universos posibles sea "hospitalario" con la vida, permitiendo su aparición y posterior desarrollo, es muy pequeña. Y por tanto se sigue que la probabilidad de un origen naturalista del universo, dado el hecho observado de que el universo es "hospitalario" con la vida, es también pequeña.

La conclusión es una falacia común en los argumentos basados en teoría de la probabilidad. Un ejemplo simple puede aclarar la situación: La probabilidad de que el ganador de una mano de póquer lo haga con una escalera real de color es pequeña, lo que no implica obviamente que la probabilidad de ganar la partida si uno tiene una escalera real de color sea pequeña. Al contrario, una mano como esa nos asegura prácticamente la victoria.

Pero existe aún una segunda razón por la que el argumento del "ajuste fino" ¾ interpretado como un argumento bayesiano inverso¾ es erróneo: para que una inferencia sea válida, es necesario tomar en cuenta toda la información conocida que pueda ser relevante para la conclusión. En el caso que nos ocupa, ocurre que tenemos una información interesante en nuestro haber: la vida existe en nuestro universo. Por tanto, no es válido hacer inferencias acerca del carácter naturalista del universo sin tomar en cuenta tanto que la vida efectivamente existe como que nuestro universo es suficientemente "hospitalario" con ella. De lo que se sigue que cualquier inferencia acerca del carácter naturalista del universo debe estar condicionada por estos dos hechos. En consecuencia, para inferir la probabilidad de que nuestro universo esté regido sólo por leyes naturales, es irrelevante el valor que tome la probabilidad de que el universo sea "hospitalario" con la vida en el caso naturalista. En otras palabras, es enteramente irrelevante si existe o no un ajuste fino de los parámetros del universo. Pero Michael Ikeda y Bill Jefferys van aún más lejos y "prueban" mediante argumentos bayesianos que el PAD implica que la observación del "ajuste fino" de los parámetros del universo no sólo no disminuye la probabilidad de que el universo tenga un origen naturalista sino que podría incrementarla.

Resulta ciertamente curioso que por un lado uno tenga a los creacionistas arguyendo que el mundo natural es demasiado "poco hospitalario" con la vida y por tanto es necesaria la intervención divina en algún momento de la evolución, y que por otro lado estén los que utilizan la argumentación antrópica (habitualmente los mismos) arguyendo que las constantes y las leyes de la naturaleza están tan exquisitamente ajustadas para que la aparición de la vida sea posible en nuestro universo, que no existe otra alternativa que la existencia de un Diseñador; ¡así no hay quien pueda perder!.

Parece que en este punto nos encontramos en la misma situación a la que se enfrentó el mismo Hume con el argumento del diseño clásico; aunque tenga la prueba de su inconsistencia lógica, el ateo no se sentirá "intelectualmente completo" hasta poseer una buena explicación a ese delicado ajuste de las constantes de la física y los parámetros del universo que ha hecho posible la aparición y posterior desarrollo de la vida.

Lo que desconocen muchos de los defensores del nuevo argumento del diseño es que, si bien no existe actualmente una explicación completamente satisfactoria del origen de las coincidencias numéricas, sí que existe un marco general donde es posible encontrar una buena explicación. La historia se repite, pues Darwin tampoco dispuso de todos los detalles, y la discusión sobre algunos aspectos de cómo se produce el proceso evolutivo aún continúa entre biólogos como Richard Dawkins y Stephen Jay Gould entre otros, aunque el hecho de que el esquema básico de Darwin sea la explicación de la aparición de la diversidad biológica esté fuera de toda duda razonable.

Una pluralidad de universos

El Big Bang estándar nos da una imagen consistente de la evolución de nuestro universo desde digamos una centésima de segundo después de la gran explosión. ¿Pero qué mecanismo puede explicar cómo se llegó a las condiciones del universo en ese momento?. Existe actualmente una alternativa teórica elegante que resuelve varios rompecabezas del modelo estándar: el escenario conocido como inflación. La inflación no es más que una expansión exponencial del universo en los instantes previos a la fase de expansión lineal estándar que se produce en la actualidad. Para que el lector se haga una idea, en unos meros 10-35 segundos, el universo aumentó de tamaño en un factor del orden de 1030. Esa tremenda tasa de expansión proviene del hecho de que al menos una pequeña región del universo haya estado en algún momento en un estado denominado de falso vacío. El estado de falso vacío en un estado peculiar e inestable que surge de manera natural en las teorías cuánticas de campos. Una vez una pequeña región del universo se ha materializado en dicho estado, empieza a expandirse de forma exponencial impulsada por un efecto gravitatorio "repulsivo" que resulta de una combinación de las propiedades peculiares del falso vacío y de las ecuaciones de la Relatividad General ¾ relacionado con el hecho de la existencia de la famosa constante cosmológica¾ Durante la expansión, el estado de falso vacío empieza a decaer en vacío habitual produciéndose una sopa muy caliente de partículas que precisamente corresponde al punto de partida de Big Bang estándar. Parece difícil evitar que este proceso de nucleación de burbujas de vacío habitual a partir del falso vacío pudiera repetirse ad infinitum, produciéndose una multiplicidad de universos en expansión, cada uno posiblemente gobernado por parámetros cosmológicos y constantes de la física diferentes.

Si pensamos que todo un universo como el nuestro procede, según el escenario delineado anteriormente, de una región que puede ser tan pequeña como unos 10-35 m, parece perfectamente lícito preguntarse de dónde procede toda la energía del universo. La respuesta podría yacer en el hecho de que la energía gravitatoria generada durante la expansión pueda ser tomada de forma no ambigua como negativa, de tal forma que la energía materializada en la transición del falso vacío al vacío habitual proceda de la propia energía gravitacional acumulada en la expansión. Por tanto, la energía total podría ser tan pequeña como se desee ¾ e incluso cero¾ sin que hubiera ninguna limitación a la cantidad de expansión exponencial que pudiera ocurrir. En otras palabras, podríamos decir que el mecanismo de inflación produce un universo partiendo esencialmente de nada.

Aunque este escenario del origen del universo pudiera ser todavía demasiado especulativo ¾ en el sentido de no haber sido contrastado observacionalmente¾ sí que es un escenario plausible al que están apuntando todos los indicios teóricos de los que disponemos en la actualidad. De hecho, es uno de los escenarios perfectamente compatible con observaciones astronómicas recientes. Es sencillamente una explicación naturalista del universo donde no hay lugar para un Gran Diseñador. Los valores de las constantes de la naturaleza fueron seleccionados por puro accidente cuando, a medida que el universo se expandía, se rompió la simetría del un estado inicial posible caótico y totalmente simétrico. Nosotros vivimos en una de esa infinidad de burbujas donde las constantes de la física y los parámetros del universo son los apropiados para que la vida haya podido surgir. Fuimos unos de los posibles ganadores de la gran lotería cósmica.

¿Y si el escenario delineado anteriormente fuera descartado por las observaciones en el futuro?. ¿Qué ocurriría si realmente existiera un solo universo?. Algunos autores como los propios Barrow y Tipler ó John Leslie han propuesto que la única salida naturalista a la argumentación antrópica es la existencia de una multiplicidad de universos. Esto podría no ser realmente así; Aún con la existencia de un solo universo, las probabilidades no tienen porque jugar en nuestra contra. Así por ejemplo, Victor J. Stenger y Max Tegmark han mostrado que podrían darse universos factibles para la evolución de la vida en un amplio rango de valores de las constantes de la física. Por otro lado, se ha señalado también¾ en contra de la opinión generalizada de biólogos evolucionistas¾ que la existencia de un gran número de galaxias en el universo es un factor que podría jugar estadísticamente a favor de la aparición casual de la vida, hecho que no ha sido tenida en cuenta habitualmente por los partidarios del principio antrópico al hacer sus cómputos. Por supuesto hay quien defiende que ya es posible delinear una explicación convencional subyacente que surgirá de un mayor conocimiento de teorías cuánticas de la gravedad como las teorías de cuerdas, pero aún así parece inevitable la aparición de algún tipo de "ajuste fino" o condiciones iniciales en los parámetros de una teoría de unificación de las cuatro interacciones que tenga como aproximación de baja energía al Modelo Estándar de la física de partículas.

Irónicamente, la solución final a todo este lío podría residir en el equivalente cósmico del mismísimo proceso de selección natural darwiniano. Lee Smolin ha propuesto un escenario compuesto por una multitud de universos ¾ un multiverso¾ en el que cada universo existente es el residuo de la "explosión" de un agujero negro previamente formado en otro universo progenitor. Cada universo nace con un conjunto de ciertos parámetros físicos ¾ sus "genes"¾ . A medida que este universo se expande se crean nuevos universos con parámetros físicos similares pero que han variado ligeramente debido a fluctuaciones producidas por la alta entropía del interior del agujero negro ¾ el equivalente de una mutación¾ . El proceso se repite reiteradamente, generándose una progenie de universos que tenderán hacia una población dominada por aquellos que maximicen el número de agujeros negros que puedan producir. El modelo no es sólo curioso sino que hace ciertas predicciones observacionales concretas. En otras palabras, es perfectamente falsable.

Conclusión

Hume hizo una buena crítica de la utilización del aparente diseño de la naturaleza como prueba positiva de la existencia de un Dios. Pero no fue hasta la aparición de El origen de las especies cuando el ateo pudo sentirse intelectualmente completo, al tener en sus manos una alternativa naturalista a la diversidad y a la complejidad de la biosfera. El viejo argumento del diseño resurgió en el contexto del principio antrópico y en un nuevo escenario; el universo primigenio y el ajuste fino aparente de las constantes de la naturaleza que haría posible que se dieran las condiciones apropiadas para el posterior origen y desarrollo de la vida. Al igual que hiciera Hume con el argumento clásico del diseño, el nuevo argumento del diseño ha sido perfectamente desmontado desde el punto de vista lógico. Y en la misma línea de Darwin, la física y la cosmología nos presentan escenarios completamente naturalistas donde el ajuste fino aparente de las constantes de la física y de los parámetros cosmológicos es una consecuencia trivial de los mismos.

Como se puede ver, no es cierto que exista un callejón sin salida para una explicación completamente naturalista del origen del universo, de sus leyes y características. Es más, la situación es más bien todo lo contrario; Aquellos que siguen buscando alguna evidencia de diseño divino o finalidad en la Naturaleza se encuentran en las mismas narices con un muro al final del camino. A medida que sabemos más sobre la física del universo primigenio, la imagen del Creador se diluye hasta convertirse en sólo la esperanza de algunos de poner al hombre en un lugar central que nunca le ha correspondido. Porque el primer gran pecado del argumento del diseño siempre fue su injustificado antropocentrismo. Plantear un propósito para los cielos centrado en lo humano suena a una lamentable falta de sentido del humor acerca de la condición humana. En palabras de Bertrand Russel: "los creyentes en el Propósito Cósmico constituyen gran parte de nuestra supuesta inteligencia, pero sus escritos le hacen a uno dudar de ella. Si se me garantizara la omnipotencia, y millones de años para experimentar con ella, no pensaría que pudiera presumir mucho del Hombre como resultado final de todos mis esfuerzos".

Tags: ateísmo, escepticismo, ciencia
Saturday August 25, 2007 - 08:05pm (ART) Permanent Link | 1 Comment

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