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Gran Enciclopedia Rialp: Humanidades y Ciencia. Última actualización 1991
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Epistemología. Ciencia Experimental.
Categoria:
Ciencia
Propiedad de Ediciones Rialp S.A. Prohibida su copia y reproducción total o parcial por cualquier medio (electrónico, informático, mecánico, fotocopia, etc.)
    l. Introducción. Toda ciencia, toda filosofía, es una actividad encaminada a aprehender de alguna manera sus objetos; a conocer un determinado campo de la existencia. Los métodos y los resultados en cada uno de estos campos del saber son múltiples y se caracterizan por pretender captar partes o totalidades del objeto de su estudio. Los enunciados que se desprenden de tal aprehensión quieren, a su modo, expresar y hacer patente las peculiaridades del objeto en cuestión.
     
      Mientras esto sucede, se puede decir que se está haciendo filosofía, se está haciendo ciencia, etc. Pero, cuando una disciplina reflexiona sobre sus propios enunciados y los somete a crítica, aparece una nueva disciplina que se ha llamado «Teoría del conocimiento» (v. GNOSEOLOGÍA). Las preguntas que se han planteado desde esta disciplina han sido fundamentalmente tres: 1) ¿Cómo conozco? 2) ¿Qué es lo que conozco? y 3) ¿Puedo conocer?
      Epistemología, en general, es crítica del conocimiento (v.), del conocer mismo como actividad, y, si se admite que la ciencia (v.), debido a su método y su fin, ha aportado un gran número de conocimientos específicos y nuevos, entonces, e. científica será aquella parte de la teoría del conocimiento que se ocupa de la naturaleza del conocimiento científico; esto es, de la naturaleza de los conocimientos alcanzados por las ciencias y de la naturaleza de los métodos aplicados para llegar a tales conocimientos.
     
      Problemas generales de la teoría del conocimiento. La teoría del conocimiento se encuentra, ya al principio, con una dificultad de tipo metódico que no aparece en otros campos. Esta dificultad se podría concretar diciendo que la crítica del conocimiento tiene que admitir como premisa lo que, precisamente, trata de definir. En efecto, cuando se intenta definir o precisar lo que es el conocimiento, no se puede menos de hacer uso de la facultad cognoscitiva, que funciona, afortunadamente, antes de su definición (V. ENTENDIMIENTO; INTELIGENCIA; RAZÓN).
     
      Encaminado a examinar las premisas del conocer, no puede el hombre abstraerse de su facultad cognoscitiva. De aquí que su intento implique siempre dos aspectos: reflexión sobre el acto del conocer y trascendencia del mismo acto para comprender su mecanismo. El método de la e. está determinado por esta condición insoslayable. No es posible evadirse del mecanismo para estudiar este mismo mecanismo; pero sí es posible dejar de lado los problemas más difíciles de resolver y contentarse con preguntar no tanto por el conocimiento mismo cuanto por su contenido, como hace la e. científica. Una simplificación, aunque no una solución, del problema tiene lugar cuando se plantea ya dentro de una disciplina determinada. Entonces es más viable descomponer el mecanismo del conocimiento en elementos, tratando de ver sus posibles relaciones; tradicionalmente se ha hecho esto distinguiendo entre dos polos que se creen relacionados: sujeto y objeto. En un estudio formal-analítico de esta polaridad, se intenta estudiar el proceso de acercamiento y aprehensión (v.) de un elemento por el otro basándose simplemente en sus relaciones. Pero, cuando se pretende conocer, además, el contenido material del conocimiento, aparecen sujeto y objeto como entidades autárquicas, con valores propios independientes de las relaciones en que puedan encontrarse.
     
      El fenómeno del conocimiento tiene que admitir por lo menos tres elementos para ser completo: sujeto conocedor, objeto conocido y contenido del conocimiento. Es entonces cuando aparece el acto de conocer como el resultado de una relación real.
     
      Elementos del acto de conocer. El hecho de existir muchas teorías del conocimiento muestra que son el resultado del método empleado por cada disciplina y de la concepción que se haya tenido de lo que son sujeto y objeto. No es lo mismo el sujeto entendido como «yo empírico» que como «puro consciente» o «persona espiritual». Tampoco lleva a las mismas consecuencias admitir por objeto de conocimiento a «la cosa en sí», al «objeto intencional» o al «suceso continuo físico espacio-temporal». Sujeto y objeto y sus relaciones serán siempre los elementos en cuestión, pero, de su definición dependerá lo que más tarde se entienda por conocimiento.
     
      2. La epistemología científica. La e. no es una disciplina que haya nacido y se haya desarrollado exclusivamente en el seno de la ciencia pues, en su desarrollo, ha participado decisivamente la filosofía. No obstante, desde mediados del s. XIX, ha adquirido carácter propio y cierta independencia, aunque sea la única disciplina científica que no se ha apartado completamente de la filosofía. Lo que la hace disciplina con carácter propio es, precisamente, el sentido que da a los elementos que entran en el fenómeno del conocimiento. Tanto el sujeto como el objeto, si bien éste más acentuadamente, son considerados como entidades que, desde Galileo, han ocupado planos distintos a los asignados por la filosofía. Pero, su nuevo sentido se debe, aún más, a la concepción nueva que tiene de sí misma la ciencia. Esta se muestra como ciencia experimental, siendo todos sus conocimientos experimentales o, como dice Eddington, hipotéticamente experimentales. Todo conocimiento debe ser el resultado de una observación real o hipotética. Esto es, todo enunciado debe estar hecho en términos observables, en términos de cosas observables. De aquí que la pregunta general epistemológica de la ciencia sea: ¿Qué es lo que observamos? De ella podré deducir lo que conozco. También habrá que formular las otras preguntas en términos de observación: ¿Cómo observo? ¿Puedo observar?¿Cómo observo? Observar científicamente implica todo lo que el método científico lleva consigo: medir, cuantificar, aislar el fenómeno; en una palabra, analizar. El análisis (v.) es, como método, el proceso que va al estudio del todo mediante el estudio de sus elementos constitutivos. En esa marcha hacia el objeto se hace patente la concepción del objeto como algo pasivo que se ha de intervenir; un objeto cuyas partes se creen simples y equivalentes, para poder inferir de elementos conocidos a elementos descoñocidos; un objeto, en fin, que padece la acción del científico sin, apenas, inmutarse. El científico dirá que conoce midiendo, comparando, clasificando, etc., dando a entender que la experiencia (v.) es, en último término, la fuente de todo conocimiento. Pero esto sólo se podrá admitir si se entiende por experiencia algo distinto del simple medir, clasificar, etc.; esto es, si se entiende por experiencia lo aprehendido por contacto directo con el objeto de investigación, del que nunca se podrá prescindir por completo. Sin embargo, la ciencia admite que hay dimensiones del objeto que escapan a su penetración cognoscitiva. El objeto de conocimiento tendrá, pues, tres dimensiones: lo conocido (observado), lo conocible (observable) y lo no conocible (lo inobservable) (V. t. EXPERIMENTACIÓN CIENTÍFICA).
     
      ¿Qué puedo conocer? El problema se agrava al preguntarse por el contenido del conocimiento. Después de medir, observar, etc., ¿cuál es el contenido de los enunciados de la ciencia? ¿Agotan esos enunciados la realidad del objeto? ¿Qué tiene que ver el contenido del enunciado con el objeto?, etc.; preguntas éstas que podrían formularse al querer aclarar el problema y que van dirigidas a averiguar qué es lo que dicen del mundo las hipótesis generales, las leyes experimentales, los enunciados de la ciencia.
     
      De las dos corrientes filosóficas más representativas en teoría del conocimiento, la racionalista y la empirista, la ciencia ha seguido más de cerca a esta última por lo que a su ideal se refiere, pero su método y su forma acusan la influencia enorme que ha tenido también en ella la racionalista. El empirismo (v.) de Bacon, Locke, Berkeley, Hume y otros admite como fuente última del conocimiento objetivo la observación. El racionalismo (v.) de Descartes, Spinoza, Leibniz, etc., basará el conocimiento en la intuición intelectual. Pero ambas posturas se mueven dentro de un optimismo epistemológico que nace de creer que la verdad (la relación de adecuación entre sujeto y objeto) es manifiesta, susceptible de ser descubierta por la observación o por la razón. El fundamento de tal manifestación de la verdad lo pondrá Descartes en Dios: es la veracitas Dei. Para Bacon, este fundamento está dado en la Naturaleza: es la veracitas Naturae. El mismo Galileo creía en esta última premisa, afirmando que para conocer bastaba con leer debidamente el libro de la Naturaleza que estaba siempre abierto. Pero, resulta que este libro está redactado en caracteres matemáticos, inteligibles, racionales; por ello están presentes en la ciencia empirismo y racionalismo.
     
      Ahora bien; la ciencia clásica partía de la creencia en la observación pura y objetiva. Admitía que la verdad objetiva se manifiesta tal y cual es al observador, quien sólo tiene que encontrar los métodos adecuados para conseguirla. Ser y percibir resultan, así, equivalentes, y el conocimiento que se tiene de la naturaleza de los fenómenos (v.) se cree objetivo y real, en tanto sea susceptible de formulación matemática. Es la e. científica la que, al tomar conciencia de su objeto, pone en crisis esta concepción optimista y realista del conocimiento científico; al encontrar en él dimensiones puramente especulativas que son, más bien, la imagen de un ideal de conocimiento. Hertz defiende que el conocimiento científico es un conocimiento simbólico de la realidad; ésta no se manifiesta en los símbolos más que analógicamente.
     
      La ciencia, al generalizar y establecer leyes, postula y aplica leyes que sobrepasan el ámbito de la observación misma. Aunque la experiencia es la última instancia de todo conocimiento científico, los enunciados de la ciencia presentan un mundo exacto de regularidades determinadas que, por mucho que se afine, no pueden arrojar los experimentos. El mundo construido por la ciencia es un mundo ideal límite que se cree aproximado a la realidad, pero que no es un reflejo exacto de la misma.
     
      Los contenidos del conocimiento científico son imágenes que están determinadas por los mismos métodos de la ciencia. La red especulativa con que se trata de captar la realidad de un objeto determinado, sea en Física, en Química, en Biología o en Psicología, fija el contenido final de los enunciados. El contenido material del conocimiento científico es el resultado de una convención; es lo que resulta de escoger, de entre muchas posibilidades, una determinada de acercamiento al objeto. Este objeto, ya por definición, es el resultado de un enfoque específico de interés. La objetivación que tiene lugar durante el acto de conocimiento es relativa al método aplicado y a los intereses particulares de cada ciencia: el hombre puede ser objeto de estudio para la física, parada biología, para la psicología, etc.; pero ya no será el mismo objeto para cada cual. Para un físico será un cuerpo sometido a leyes de fuerza universales; para un biólogo será una especie dentro de un género más universal de seres vivientes; para un psicólogo será un objeto poseedor de conciencia e instintos, etc. Observar no es, pues, conocer sin más, sino un medio de ayuda para lograr ciertos conocimientos, teniendo en cuenta, además, que la observación pura no se da, puesto que, al observar, intervienen siempre numerosos factores y elementos interpretativos. Lo que observo, lo que conozco, no es el mundo en sí ni la totalidad del mismo, sino una dimensión particular vista a través de una lente interpretativa y selectiva.
     
      ¿Puedo conocer (observar) ? El criticismo del conocimiento culmina en la Filosofía con Kant al formular la pregunta: ¿Son posibles los juicios sintéticos a priori? Es decir: ¿es posible el conocimiento objetivo como tal? A esta pregunta, que ponía en tela de juicio todo conocimiento, parecía escapar la ciencia y sus conocimientos, por creer el mismo Kant que la ciencia (la física de Newton) era el único campo, sobre todo la matemática, en el que se podía contestar positivamente. Pero, con el advenimiento de la física moderna (V. RELATIVIDAD, TEORÍA DE LA; CUANTOS, TEORÍA DE LOS) se hace extensible a la ciencia la misma pregunta: ¿Puedo conocer lo real? ¿Puedo, en realidad, observar los fenómenos tal cual son? La relación sujeto-objeto, base de todo conocimiento científico, se vio de pronto irrumpida por la crítica al encontrarse el científico con campos de la investigación en los que el hecho de observar se sustancializaba; can?pos en los que la observación y el observador habían de ser tomados en cuenta para poder constatar los datos arrojados por el experimento. La e. descubre que la relación objeto-sujeto es verdaderamente una relación en que ambas partes han de tenerse en cuenta, debiendo abandonar el aislamiento en que se encontraban los elementos de ella. El hecho de la observación aparece ahora, no como un punto de partida hacia el conocimiento objetivo, sino como el hecho científico por excelencia que impone, además, los límites del conocimiento mismo. Observar no es ver la cosa tal cual es; no es aprehender el fenómeno en su realidad, sino algo muy distinto: es sacar el fenómeno de su ambiente real. Pero, si toda observación, que es la última instancia del conocimiento científico, es la observación de una perturbación, entonces, ¿qué es lo que conozco de la realidad? No su esencia, porque ésta me es inobservable por principio; pero tampoco su comportamiento real, porque lo que observo es el resultado de mi intromisión. Las leyes a que lleve el comportamiento adulterado del objeto no podrán jamás parecerse a la realidad; eso sería aplicar imágenes a lo inimaginable. El molde con el que se estudia la Naturaleza no tiene por qué ser ahora distinto del clásico; pero, la adecuación con la realidad deja de ser un principio para demostrar la verdad de un enunciado científico.
     
      La e., dirá Eddington, «nos conduce a estudiar la naturaleza del molde del pensamiento y a saber así, de antemano, cuál será el sello que imprimirá al conocimiento que entra en él». Una vez admitido esto, no cuesta gran trabajo comprender cómo se puede hacer ciencia a nesar de la inobservabilidad que señala la ciencia moderna. Lo que ya no se podrá decir es que en los enunciados de la ciencia se haga patente el comportamiento real de los fenómenos. Ahora bien; esto no quiere decir que la ciencia no tenga conocimiento alguno del mundo que estudia ni pueda predecir, como de hecho lo hace, sucesos y cambios en el futuro. Lo que, a fin de cuentas, supone esta nueva dirección epistemológica de la ciencia es lo siguiente: El objeto de ciencia es un objeto dado, no real, por el interés particular de la misma. Con ello queda delimitado el objeto y se evitan errores y esfuerzos inútiles de querer explicar campos completamente ajenos a su interés y su poder. La e. científica aparece, pues, como directora de la investigación científica. Su labor se ha manifestado en muchos momentos, analizando los métodos aplicados, aclarando conceptos y contextos difíciles, etc. En fin, nos dirá que el conocimiento científico no es ni más sublime ni menos digno que otros conocimientos, pero que logra sitiar y cercar su objeto de manera que le permite adelantarse al futuro, y en esto sí que es un conocimiento que no se da en otras disciplinas.
     
      V. t.: CIENCIA; CONOCIMIENTO I y II; GNOSEOLOGÍA; INVESTIGACIÓN; METODOLOGÍA CIENTÍFICA; TEORÍA CIENTÍFICA.
     
ROBERTO SAUMELLS.
    BIBL.: A. EDDINGTON, La filosofía de la ciencia física, Buenos Aires 1944; ÍD, Nuevos senderos de la ciencia, Barcelona 1945; E. CASSIRER, El problema del conocimiento, IV, México 1964; C. E. PRÉLAT, Epistemología de las ciencias físicas, Buenos Aires 1948; R. SAUMELLS, La dialéctica del espacio, Madrid 1952; ÍD, La ciencia y el ideal metódico, Madrid 1958; R. CARNAP, Der logische Aufbau der Welt, Berlín 1928; J. PALACios, Esquema físico del mundo, Madrid 1947; E. R. DE VERHULT, El valor objetivo de los conocimientos y teorías científicas, Madrid 1943; E. SIMARD, Naturaleza y alcance del método científico, Madrid 1961; K. R. POPPER, El desarrollo del conocimiento científico, Buenos Aires 1957.
     

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