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06-03-2006
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Ciencia y religión
José Ramón Scheifler
Tal vez parezca, más que osadía y temeridad, un disparate morrocotudo abordar este complejo tema en un breve artículo periodístico. El peligro menor puede ser caer en la simplificación o caricatura. Lo afronto. Nadie se despoja por completo de su subjetividad. Quizá haya motivado mi elección del tema el interés que, en personas de a pie con amplia experiencia de la vida, han suscitado unas rápidas y sencillas exposiciones verbales sobre él. A la vez me han podido influir dos impresiones distintas. Por una parte, los avances científicos van comiendo terreno a ese dios «tapa-agujeros» de cierta religiosidad supersticiosa, mientras cunde la opinión generalizada de que la mayoría de los científicos son agnósticos o ateos. Por otra, el empeño de no pocos creyentes en buscar apoyos científicos a su fe religiosa.

Lo que descarto con toda el alma es cualquier intención de apología religiosa. Nunca aspiro a otra cosa que a la búsqueda de la verdad. Como creyente, mi fe es estrictamente personal e intransferible, asentada en ese «yo» individual en el sentido interiorizante de la «yoidad» de los pensadores germanos, ajenos a todo egoísmo. Indiferente, por tanto, a que los científicos sean ateos o místicos religiosos. Además, asomado al pensamiento íntimo de grandes científicos, les oigo: «Nunca puede darse verdadera oposición entre la ciencia y la religión» (Max Planck, padre de la moderna Teoría Cuántica, Premio Nobel de Física en 1918). Preguntado Einstein sobre qué efecto tenía sobre la religión su Teoría de la Relatividad, respondió: «Ninguno. La relatividad es una teoría científica y no tiene nada que ver con las religiones» (Einstein, Premio Nobel de Física en 1921). «La física no tiene nada que ver con eso (la religión)... No entra en otros dominios» (Erwin Schrödinger, Premio Nobel de Física en 1933). Ésta es la opinión común de los científicos: la Ciencia, la Física moderna, es neutra: ni a favor ni en contra de la religión. Deja un espacio libre a la religión y a la increencia.

Procediendo con rigor, habría que precisar los términos de ciencia y religión, sus métodos y campos de conocimiento. El método de obtener conocimientos nuevos mediante la verificación experimental de hipótesis, potencialmente público y susceptible de repetición por otros colegas, se llama científico. Este método puede aplicarse en diversos campos: el de la materia (física), el de la vida-seres con metabolisno (biología), el de la mente humana (psiquiatría) y así respectivamente la antropología, historia, sociología, espiritualidad...

Aquello que no es capaz de verificación experimental: lo trascendente, Dios, Ser Supremo Absoluto, Razón Última, Orden Central... la llamada revelación en cuanto divina, etc., ése es el campo de la religión. Ahora bien, los modelos o imágenes de ese Dios, Absoluto..., son también múltiples. Desde el animismo al Dios personal, bondadoso, justo, etc., del judaísmo, cristianismo, islamismo. Manteniendo aquí el térmimo religión en su sentido más amplio, se debe afirmar que hay científicos religiosos, agnósticos y otros en todos los campos.

Una curiosa encuesta realizada en EE.UU. preguntó en 1916 a 1.000 científicos de todos los campos si creían en un Dios personal «como al que uno reza y espera respuesta», y en la inmortalidad. El resultado fue 41,8% sí, 41,5% no y 16,7% duda. La misma encuesta en 1996 a otros 1.000, en un ambiente ya muy secularizado, dio el mismo resultado, con un punto menos entre los creyentes. Pero se trata de un Dios ya «personal».

Ciñéndome, pues, a los físicos, Hevill Mott (Nobel de Física en 1977) coordinó en 1991 la obra «Can scientist believe? (¿Pueden creer los científicos?)». Quince testimonios de físicos notables, creyentes todos, pero con posturas religiosas distintas. El mismo, sin educación religiosa alguna, se hizo creyente a los 50 años (1955) en una Iglesia concreta, aunque no comparte con ella, por ejemplo, la creencia en el nacimiento virginal de Jesucristo.

Ken Wilber recopiló en 1984 los escritos que llama «místicos» de los físicos más famosos: Heisenberg, Schrödinger, Einstein, Jeans, Planck, Pauli, Eddintong... Dejando claro que Ciencia y Religión no interfieren pero pueden convivir, todos ellos acabaron con una concepción trascendente del mundo. Espigando en esos y otros textos de algunos de tales físicos, aduzco un par de frases de cada uno como ejemplos.

Para Max Planck, «las leyes y constantes físicas reflejan una racionalidad cuya fuente está fuera de la materia. Es la Razón Suprema, el Dios de las religiones». El mismo, a raíz de la ejecución de su hijo tras el atentado contra Hitler, escribe: «Lo que me ayuda es... que desde mi infancia hay una fe plantada en lo más profundo de mí, una fe en el Todopoderoso y Todobondadoso que nada podrá quebrar».

Werner Heisenberg (1901-1976), uno de los creadores de la Mecánica Cuántica, sostiene que «las ciencias tienen que reconocer un Orden Central y que la Naturaleza está construida según ese Orden». Preguntado por otro gran físico y amigo, Wofgang Pauli (Nobel de Física, 1945): «¿Crees en un Dios personal? Formulando la pregunta así: ¿Puedo alcanzar el Orden Central como con el alma de otro ser humano? Mi respuesta es sí». Lo refiere él mismo.

La postura religiosa de Einstein (1879-1955), su religiosidad cósmica, es más conocida y más compleja -como la de todos los anteriores- de lo que permiten estas líneas. Nacida del asombro ante lo misterioso, «percibir que tras lo que podemos experimentarse oculta algo inalcanzable a nuestro espíritu... es religiosidad. En este sentido soy religioso». «Campos distintos, ciencia y religión, existen entre ambos relaciones: la ciencia sin la religión está coja, la religión sin ciencia, ciega».

De igual manera podría espigar en textos de físicos y biólogos escépticos, agnósticos o ateos: Charles Darwin, Carl Sagan, Stephen Hawking, los dos premios Nobel, Steven Weinberg y Jacques Monod.

Pero acabo con una de mis conclusiones, la más importante: tanto los científicos creyentes como los no creyentes, al serlo se pasan de la ciencia al campo de la filosofía o al estrictamente personal en que se juntan intuición, conocimiento, sentimiento, voluntad y las experiencias vitales de cada uno. No existe paso directo de la Ciencia, ni a la fe, ni al ateísmo.
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