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Una científica
trabaja en su laboratorio.
Afp | |
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Ciencia y religión |
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José Ramón Scheifler |
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Tal
vez parezca, más que osadía y temeridad, un
disparate morrocotudo abordar este complejo tema
en un breve artículo periodístico. El peligro
menor puede ser caer en la simplificación o
caricatura. Lo afronto. Nadie se despoja por
completo de su subjetividad. Quizá haya motivado
mi elección del tema el interés que, en personas
de a pie con amplia experiencia de la vida, han
suscitado unas rápidas y sencillas exposiciones
verbales sobre él. A la vez me han podido influir
dos impresiones distintas. Por una parte, los
avances científicos van comiendo terreno a ese
dios «tapa-agujeros» de cierta religiosidad
supersticiosa, mientras cunde la opinión
generalizada de que la mayoría de los científicos
son agnósticos o ateos. Por otra, el empeño de no
pocos creyentes en buscar apoyos científicos a su
fe religiosa.
Lo que descarto con toda el
alma es cualquier intención de apología religiosa.
Nunca aspiro a otra cosa que a la búsqueda de la
verdad. Como creyente, mi fe es estrictamente
personal e intransferible, asentada en ese «yo»
individual en el sentido interiorizante de la
«yoidad» de los pensadores germanos, ajenos a todo
egoísmo. Indiferente, por tanto, a que los
científicos sean ateos o místicos religiosos.
Además, asomado al pensamiento íntimo de grandes
científicos, les oigo: «Nunca puede darse
verdadera oposición entre la ciencia y la
religión» (Max Planck, padre de la moderna Teoría
Cuántica, Premio Nobel de Física en 1918).
Preguntado Einstein sobre qué efecto tenía sobre
la religión su Teoría de la Relatividad,
respondió: «Ninguno. La relatividad es una teoría
científica y no tiene nada que ver con las
religiones» (Einstein, Premio Nobel de Física en
1921). «La física no tiene nada que ver con eso
(la religión)... No entra en otros dominios»
(Erwin Schrödinger, Premio Nobel de Física en
1933). Ésta es la opinión común de los
científicos: la Ciencia, la Física moderna, es
neutra: ni a favor ni en contra de la religión.
Deja un espacio libre a la religión y a la
increencia.
Procediendo con rigor, habría
que precisar los términos de ciencia y religión,
sus métodos y campos de conocimiento. El método de
obtener conocimientos nuevos mediante la
verificación experimental de hipótesis,
potencialmente público y susceptible de repetición
por otros colegas, se llama científico. Este
método puede aplicarse en diversos campos: el de
la materia (física), el de la vida-seres con
metabolisno (biología), el de la mente humana
(psiquiatría) y así respectivamente la
antropología, historia, sociología,
espiritualidad...
Aquello que no es capaz
de verificación experimental: lo trascendente,
Dios, Ser Supremo Absoluto, Razón Última, Orden
Central... la llamada revelación en cuanto divina,
etc., ése es el campo de la religión. Ahora bien,
los modelos o imágenes de ese Dios, Absoluto...,
son también múltiples. Desde el animismo al Dios
personal, bondadoso, justo, etc., del judaísmo,
cristianismo, islamismo. Manteniendo aquí el
térmimo religión en su sentido más amplio, se debe
afirmar que hay científicos religiosos, agnósticos
y otros en todos los campos.
Una curiosa
encuesta realizada en EE.UU. preguntó en 1916 a
1.000 científicos de todos los campos si creían en
un Dios personal «como al que uno reza y espera
respuesta», y en la inmortalidad. El resultado fue
41,8% sí, 41,5% no y 16,7% duda. La misma encuesta
en 1996 a otros 1.000, en un ambiente ya muy
secularizado, dio el mismo resultado, con un punto
menos entre los creyentes. Pero se trata de un
Dios ya «personal».
Ciñéndome, pues, a los
físicos, Hevill Mott (Nobel de Física en 1977)
coordinó en 1991 la obra «Can scientist believe?
(¿Pueden creer los científicos?)». Quince
testimonios de físicos notables, creyentes todos,
pero con posturas religiosas distintas. El mismo,
sin educación religiosa alguna, se hizo creyente a
los 50 años (1955) en una Iglesia concreta, aunque
no comparte con ella, por ejemplo, la creencia en
el nacimiento virginal de Jesucristo.
Ken
Wilber recopiló en 1984 los escritos que llama
«místicos» de los físicos más famosos: Heisenberg,
Schrödinger, Einstein, Jeans, Planck, Pauli,
Eddintong... Dejando claro que Ciencia y Religión
no interfieren pero pueden convivir, todos ellos
acabaron con una concepción trascendente del
mundo. Espigando en esos y otros textos de algunos
de tales físicos, aduzco un par de frases de cada
uno como ejemplos.
Para Max Planck, «las
leyes y constantes físicas reflejan una
racionalidad cuya fuente está fuera de la materia.
Es la Razón Suprema, el Dios de las religiones».
El mismo, a raíz de la ejecución de su hijo tras
el atentado contra Hitler, escribe: «Lo que me
ayuda es... que desde mi infancia hay una fe
plantada en lo más profundo de mí, una fe en el
Todopoderoso y Todobondadoso que nada podrá
quebrar».
Werner Heisenberg (1901-1976),
uno de los creadores de la Mecánica Cuántica,
sostiene que «las ciencias tienen que reconocer un
Orden Central y que la Naturaleza está construida
según ese Orden». Preguntado por otro gran físico
y amigo, Wofgang Pauli (Nobel de Física, 1945):
«¿Crees en un Dios personal? Formulando la
pregunta así: ¿Puedo alcanzar el Orden Central
como con el alma de otro ser humano? Mi respuesta
es sí». Lo refiere él mismo.
La postura
religiosa de Einstein (1879-1955), su religiosidad
cósmica, es más conocida y más compleja -como la
de todos los anteriores- de lo que permiten estas
líneas. Nacida del asombro ante lo misterioso,
«percibir que tras lo que podemos experimentarse
oculta algo inalcanzable a nuestro espíritu... es
religiosidad. En este sentido soy religioso».
«Campos distintos, ciencia y religión, existen
entre ambos relaciones: la ciencia sin la religión
está coja, la religión sin ciencia,
ciega».
De igual manera podría espigar en
textos de físicos y biólogos escépticos,
agnósticos o ateos: Charles Darwin, Carl Sagan,
Stephen Hawking, los dos premios Nobel, Steven
Weinberg y Jacques Monod.
Pero acabo con
una de mis conclusiones, la más importante: tanto
los científicos creyentes como los no creyentes,
al serlo se pasan de la ciencia al campo de la
filosofía o al estrictamente personal en que se
juntan intuición, conocimiento, sentimiento,
voluntad y las experiencias vitales de cada uno.
No existe paso directo de la Ciencia, ni a la fe,
ni al ateísmo. | |