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INCIDENCIAS DE LAS CONCEPCIONES POSMODERNAS EN LA
ENSEÑANZA DE LAS CIENCIAS. VISIONES DE CIENTÍFICOS
DESTACADOS DE LA HISTORIA
Leonor Colombo de Cudmani. Universidad de Tucumán. Argentina.
El problema de la relación entre la realidad y el mundo con las teorías y
conceptuaciones de la Ciencia aparece reiterativamente en la Investigación en
Educación en Ciencia.
¿Cómo salvar la brecha lógica entre las proposiciones conceptuales, a las que se arriba
en base a sistemas teóricos y modelos, con la situación fáctica a que se aplican?.
¿Cómo conciliar la Física del aula del libro del profesor con la Física de la experiencia
del alumno?
¿Cómo evitar que las formulas y los algoritmos en general lógicos, matemáticos,
computacionales, se vacíen de significados físicos?
Son cuestiones que sin duda tienen incidencia en la enseñanza y el aprendizaje.
Por otro lado cada vez se pone más en evidencia la importancia que las creencias
explícitas o implícitas de investigadores, docentes y alumnos tienen sobre la
investigación y sobre los procesos de enseñanza y aprendizaje.
¿Que sabemos respecto de las creencias en relación a la “verdad” del conocimiento
científico, entendido en este caso como correspondencia entre el mundo y el
conocimiento que de él nos proporciona la ciencia?.
Las investigaciones, coinciden en mostrar que la mayoría de los docentes y estudiantes
de Ciencias Naturales comparten la creencia de que el saber científico es “verdadero”.
Conceptos, leyes y teorías son constitutivos del mundo y los científicos se limitan a
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“descubrirlo”. El supuesto básico es: existe un mundo real que es cognoscible
mediante la razón humana.
“Fuerza, inercia, gravedad no son construcciones mentales sino sino entidades
realmente existentes que revelan una estructura causal del mundo y permiten una
explicación mediante estos mecanismos causales” (1998 – Rodriguez da Silva, pag.
8).
Se entiende así la gran frecuencia con que aparece en las investigaciones educativas la
creencia de que el método científico comienza con la observación.
Se ha puesto mucho énfasis en la necesidad de superar estas concepciones de un
realismo y un positivismo ingenuo, reemplazándola por una concepción constructivista
en que el conocimiento científico es considerado una construcción o reconstrucción
conceptual del mundo. Pero, hasta qué punto puede llevarse esta sana relativización de
la “verdad fáctica”.
Desde campos como el de la Historia y sobre todo la Sociología de la Ciencia se
sostiene posiciones que están en el otro extremo:
“Es una ilusión pensar que el mundo real ejerza alguna función en la
formación y la aceptación de las creencias científicas porque lo que
consideramos ser el “mundo” y nuestras “evidencias” acerca de él no
existen independientemente de nuestras propias creencias científicas
(o modelos mentales)” (Latour 19).
Así, el relativismo radical niega toda relación entre el mundo y el conocimiento
científico. Este sería una construcción de un grupo socio-cultural, al que se llega por
consenso, sin ningún correlato con lo real (posición anti-realista y escéptica).
Frente a estos cuestionamientos, me pareció interesante investigar si los científicos se
plantearon esta problemática y cuál fue la posición por ellos asumida.
La primera parte de mi conferencia se referirá a testimonios históricos al respecto.
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Es muy notable que las figuras paradigmáticas de la ciencia, esas que dieron su nombre
a leyes y teorías como: Newton, Nesenteng, Pirestein o Hawking, sí se plantearon
explícitamente la cuestión.
Veamos algunos ejemplos seleccionados a partir del Renacimiento: que es cuando los
temas científicos comienzan a diferenciarse significativamente de los filosóficos.
Veremos a través de estos testimonios cuán fuerte es la influencia de estas creencias en
la etapa heurística de la investigación, es decir en la instancia de la formulación de la
hipótesis
En los orígenes de la ciencia moderna el concepto de verdad fáctica no se diferenciaba
substancialmente del concepto de VERDAD, con mayúscula. La naturaleza era, por
sobre todas las cosas, la Creación divina. Ante esta concepción resultaba inconcebible
investigar la “verdad de las cosas y el mundo” prescindiendo de Dios.
De allí, que en el occidente cristiano, donde se desarrolla el pensamiento científico de
Kepler, Copérnico, Galileo, no se puede dejar de lado a la “verdad revelada” como
fuente de conocimiento.
La conclusión de la obra de Kepler, “Armonía del Universo”, tiene como broche final
las palabras que siguen:
Te doy gracias a ti, Dios señor y creador nuestro, porque me dejas ver la
belleza de tu creación, y me regocijo con las obras de tus manos. Mira, ya
he concluido la obra a la que me sentí llamado; he cultivado el talento que
Tú me diste; he proclamado la magnificencia de tus obras a los hombres
que lean estas demostraciones, en la medida en que pudo abarcarla la
limitación de mi espíritu. (1619. Kepler)
Para Kepler el objetivo de la ciencia es la elevación espiritual en la contemplación de la
perfección divina y su criterio de verdad es el “a priori”. Hay un cierto menosprecio
hacia lo empírico. La experiencia lleva de modo fortuito a descubrir hechos que sólo se
comprenden a partir de principios apriorísticos. De allí la gran valoración de las
relaciones entre las cantidades y las figuras geométricas.
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“La geometría eterna como Dios y surgida del espíritu divino, ha
servido a Dios para formar el mundo, para que este fuera el mejor y el
más hermoso, el más semejante a su creador” (op. cit.).
Esta vinculación de las verdades de la naturaleza con las concepciones de la geometría
es una idea fuerza que perdura desde entonces. En una obra muy reciente de Ian Stewart
y Martín Golubitsky
1
(1995), titulada “¿Es Dios un geómetra?”, los autores reproducen
una cita de Paul Dirac:
“Para explicar la situación podríamos decir, quizás, que Dios es un
matemático de muy alto nivel que se sirvió de una matemática muy
avanzada para construir el universo
Volveremos más adelante sobre esta cuestión.
Pero en pocos años más esta concepción de la naturaleza y por ende de la noción de la
verdad fáctica cambia substancialmente.
Con el método experimental de Galileo se comienza a profundizar un proceso en que
los sistemas físicos se modelan de modo de aislar algunos aspectos de la realidad, e
identificar ciertas magnitudes significativas lo cual permite describir matemáticamente
y en base a esto explicar los procesos naturales con mayor precisión y objetividad. Por
cierto que para lograrlo ha sido necesario hacer fuertes recortes a la realidad en su total
complejidad. De allí que Newton se compare con un niño que juega en la playa y se
alegra cuando encuentra un guijarro más pulido que otro o una concha más hermosa que
de ordinario, mientras el gran océano de la verdad se extiende ante él inexplorado.
La verdad fáctica se alcanza por la observación y la experimentación y las
conclusiones son generales y necesarias “A todo discurso debe preceder la
observación y el experimento”.
Veamos lo que afirma Sagredo al comienzo de la “jornada primera” en “Diálogo
sobre los dos sistemas máximos”.
1
Martin Golubitsky es matemático Director del Inst.for Theoretical and Engineering Science Univ. de
Houston (Simetrías, caos, modelos mat.)
Ian Stewart (1945) Matemático. Profesor en Cambridge. Trabaja sobre Matemátic Intellegence (Scient.
Am. New Scient.)
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SAGREDO: “Siempre me ha parecido la mayor soberbia querer tomar a
la humana capacidad de concebir como suprema regla de lo que la
Naturaleza es capaz de obrar, siendo así que, por el contrario, no se da en
la Naturaleza ningún fenómeno, ni siquiera el más insignificante, cuyo
completo conocimiento pudiere ser alcanzado por la más profunda
meditación. La frívola fatuidad de querer entenderlo todo sale tan solo de
la completa carencia de cualquier conocimiento. Si uno hubiera intentado
una sola vez entender perfectamente una cosa, y hubiera llegado a gustar
verdaderamente cómo está hecho el saber, se daría cuenta de que no
entiende ninguna de las demás infinitas verdades” (1633, Galileo pag 76).
Aquí parece claro que si bien Galileo considera que el conocimiento que alcanza
corresponde a la verdad en la naturaleza, no se le escapa que su conocimiento está
reducido a ámbitos muy limitados entre las “infinitas verdades”.
Por otra parte en una carta a Carcarille de 1637, Galileo sostiene:
“Si luego, la experiencia muestra que las propiedades que nosotros
dedujimos se confirman para la caída libre de los cuerpos naturales,
podemos afirmar sin peligro de error que el concreto movimiento de caída
es el mismo que nosotros definimos y presupusimos; si no es aquel el caso,
nuestras demostraciones, cuya validez se refería pura y simplemente a
nuestras presuposiciones, no pierden nada de su fuerza ni de su rigor, tal
como a los teoremas de Arquímedes sobre la espiral no les daña en lo más
mínimo el hecho de que no se encuentre en la Naturaleza ningún cuerpo
dotado de un movimiento espiriforme” (op. Cit. pag. 73).
Heisenberg (1985) manifiesta su admiración ante la claridad y la precisión con que
Galileo es capaz de valorizar la alternancia entre la hipótesis y la experiencia: un
principio fundamental en el pensamiento científico contemporáneo. Pero Galileo deja
bien en claro que la experiencia es “sin peligro de error” el criterio de verdad.
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Quizás sea esta tenacidad en sostener como definitivo y verdadero el conocimiento
confirmado por la experiencia, como verdadero no como hipótesis confirmada,
perfectible y provisoria, lo que haya constituido una de las razones de su
enfrentamiento con el Papa y con la Iglesia de su época.
En los años siguientes los grandes éxitos de la mecánica newtoniana tuvieron como
consecuencia que sus métodos y principios se aplicaron con excelentes resultados a
ámbitos cada vez más amplios. Los desarrollos tecnológicos ampliaron el alcance de los
sentidos y permitieron el extraordinario éxito de la mecánica en el siglo XVIII con
Laplace y Lagrange y el de la óptica y la termodinámica en el siglo XIX.
Pero, la idea de ciencia concebida como el camino para alcanzar la “verdad objetiva
que se proponía presentar un cuadro de la realidad, lo más vívido e intuitivo posible se
fue modificando hacia una descripción matemática, una compilación lo más precisa y
concisa posible que incluyeran todas las relaciones observadas. A la importancia de la
observación y experimentación se suma la importancia de construir sistemas con alto
grado de formalización y cuantificación.
Para esta concepción, la materia es el principio inmutable, invariable a través de todos
los cambios fenoménicos. Sobre esta base, el materialismo de siglo XIX creó la imagen
de un universo cuya realidad auténtica son los átomos en movimiento en el espacio y
en el tiempo. Todos los fenómenos observables son sólo la consecuencia de sus
posiciones relativas y sus movimientos.
El fracaso de la idea de éter y la necesidad de postular la existencia de los campos trajo
las primeras dificultades frente a la concepción de verdad objetiva. Sin embargo, los
campos todavía podían ser considerados como generados por los átomos y descriptos
objetivamente como procesos en el espacio-tiempo.
Estas ideas se sostienen aún después del descubrimiento de la Radioactividad. Los
electrones, los protones y los neutrones son ahora la última realidad objetiva.
La ciencia del siglo XX puso de manifiesto que esta imagen más o menos intuitiva de la
realidad es demasiado burda para adecuarse a los hechos objetivos y debe dar lugar a
concepciones de un grado mucho más alto de abstracción. La cuestión de si las
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partículas existen realmente en el espacio y el tiempo no puede plantearse del mismo
modo. Heisenberg afirma:
“La noción de la realidad objetiva de las partículas elementales se ha
disuelto por consiguiente en forma muy significativa, y no en la niebla de
alguna noción nueva de realidad, oscura o todavía no comprendida,
sino en la transparente claridad de una matemática que describe, no el
comportamiento de las partículas elementales, pero sí nuestro
conocimiento de dicho movimiento. Su ciencia no es más que un eslabón
en la cadena sin fin de las contraposiciones del hombre y la Naturaleza, y
no le es lícito hablar sin más de la Naturaleza “en sí”. La ciencia natural
presupone siempre al hombre, y no nos es permitido olvidar que, según
ha dicho Bohr, nunca somos sólo espectadores, sino siempre también
actores en la comedia de la vida” (op. cit. Pag. 14).
Los entes que se concibieron como la última realidad objetiva se resisten a una
determinación precisa localizada en el espacio y el tiempo.
De allí que para muchos la verdad científica no se refiere a lo que el mundo físico es en
sino al conocimiento que hemos construido sobre ese mundo. “De modo que en la
ciencia el objeto de la investigación no es la naturaleza en sí misma sino la naturaleza
sometida a la interrogación de los hombres.
“El conocimiento científico no es aplicable más que a sectores acotados de
la experiencia. La afirmación que a menudo encabeza los credos de nuestra
época, por la que éstos se dan no como materia de mera fe, sino como
saber científicamente acreditado, encierra por consiguiente una
contradicción interna y se basa en una ilusión. (op. cit. pag 26)
El hombre es parte inseparable de esa naturaleza. No puede considerar entonces, a la
ciencia fáctica, como un espectador externo y objetivo.
Cuando el científico estudia la naturaleza abstrae, explica, ordena y de este modo
interactúa con su objeto de estudio y por lo tanto lo modifica. El método de
investigación se vuelve así indistinguible del objeto de estudio.
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Desde una posición bastante radical Heisenberg expresa, citando a Eddington,:
“Hemos visto que, cuando la ciencia ha llegado más lejos en su
avance. Ha resultado que el espíritu no extraía de la Naturaleza más que lo
que el propio espíritu había depositado en ella. Hemos hallado una
sorprendente huella de pisadas en la ribera de lo desconocido. Hemos
ensayado, una tras otra, profundas teorías para explicar el origen de
aquellas huellas. Finalmente hemos conseguido reconstruir el ser que las
había producido. Y resulta que las huellas eran nuestras”. (op. cit. pag 132)
Para otros científicos en cambio esta concepción no se ajusta al tradicional ideal de
verdad de la ciencia y debe tomarse como una etapa de crisis que será seguramente
superada. Por ahora lo que se impone es la posibilidad de representar
matemáticamente los fenómenos de modo de poder prever con claridad y exactitud
y sin contradicciones lógicas los resultados experimentales. Estos modelos
constituyen sistemas de conceptos y leyes que sólo se aplican a sectores bien acotados
de la experiencia y no puede esperarse que ellos necesariamente puedan ser aptos para
representar sectores nuevos de la realidad.
Las leyes nuevas no son tan estrictas como las de la física clásica. El determinismo
riguroso fue suplantado por leyes de probabilidad. Fue necesario repensar las nociones
mismas de causalidad y separabilidad de los sistemas. Quedan sin embargo en pie los
grandes logros de las teorías altamente formalizadas en la exactitud de sus descripciones
y predicciones.
En una obra reciente de 1995 Stewart y Golubitsky señalan:
“Prácticamente toda la ciencia actual se basa en las matemáticas;
precisamente, el nivel de madurez de una ciencia se valora a menudo
según el nivel de matematización a que ha llegado. Incluso la biología, que
tradicionalmente ha sido de lo menos matemático dentro de lo que se
considera ciencia auténtica, ha alcanzado una mayor consideración en este
sentido en la medida en que ha profundizado mucho más en las estructuras
de procesamiento de la información que se dan en torno a la molécula de
ADN. Las matemáticas en su forma más pura -la lógica- se encuentran en
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la base de la genética, de las teorías sobre la evolución y del significado de
estar vivo y de ser humano”. (op. cit. pag 14)
En esta línea se inscribe la célebre frase que Dirac pronunciara en 1956 en la
Universidad de Moscú,
“Toda ley física ha de poseer belleza matemática. El
matemático juega un juego cuyas reglas ha inventado él mismo
mientras que el físico juega un juego en el que las reglas las determina
la naturaleza, sin embargo a medida que transcurre el tiempo se hace
cada vez más evidente que las reglas que el matemático ha encontrado
interesante, son las mismas que la naturaleza ha elegido” (1939, Dirac
citado por Stewart y Golubitsky, pag 268)
Es difícil permanecer indiferente ante la extraordinaria frecuencia con que es posible
interpretar la naturaleza mediante modelos matemáticos. Los estudios sobre simetrías y
sistemas no lineales (teoría del caos) son excelentes ejemplos en la física
contemporánea.
Pero cabe preguntarse ¿es ésta una tendencia del mundo natural o es el producto de la
invención humana en su intento de ordenar ese mundo en categorías suficientemente
sencillas como para que puedan ser abarcadas por nuestras mentes limitadas?.
En la obra antes citada, los dos científicos concluyen:
“Sin embargo, es mejor que no nos demos mucho crédito a nosotros
mismos. No hemos inventado todas esas geometrías nosotros solos: las
hemos robado. El mundo real nos ha dado pistas. A menudo, éstas han
surgido en ámbitos muy distintos de la aplicación final que han tenido: la
geometría euclidiana empezó como una técnica de agrimensura y culminó
en el espacio-tiempo de Newton, la geometría no euclidiana empezó sin
ningún reconocimiento como un instrumento para la navegación y ahora es
la base que sustenta la teoría de la relatividad general. Sin embargo, parte
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del enigma de Wigner
2
en torno a la exagerada eficacia de las matemáticas
puede tener una respuesta más sencilla: las matemáticas son eficaces a la
hora de explicar el universo, porque es de él de donde surgen. No
obstante, esto no aclara la extraña manera en que las matemáticas parecen
ampliar nuestras percepciones. Por otra parte, parece más lo que
conseguimos a partir de una teoría matemática que lo que ponemos en
ella, aunque todo lo que hacemos es sacar conclusiones lógicas de unos
supuestos iniciales. (op. cit. pag 293)
Por otra parte una gran búsqueda de la ciencia contemporánea está centrada en las
llamadas “teorías del todo”, ¿qué nos dicen los científicos que trabajan en ese campo
acerca de la “verdad”?
Analizaré aquí lo que parecería ser el pensamiento de dos importantes científicos:
Stephen Hawking y J. D. Barrow
3
. El primero es un premio Nobel muy conocido, el
segundo uno de los cosmólogos más prestigiosos de la actualidad.
De las reflexiones de ambos puede inferirse que para ellos la búsqueda se refiere sin
duda al comportamiento de un mundo físico real a cuyo conocimiento nos vamos
aproximando cada vez más. Sin embargo existen matices diferenciales.
Hawking está lejos de ser un escéptico. Para él, el conocimiento científico ofrece
perspectivas muy grandes de alcanzar esa verdad fáctica. En el primer capítulo en la
“Historia del Tiempo”, nos dice:
“¿Qué sabemos del universo y cómo hemos llegado a saberlo?, ¿De
dónde surgió el universo y adónde va?, ¿Tuvo el universo un principio?,
¿Llegará éste a un final?. Avances recientes de la física, posibles, en parte,
a fantásticas tecnologías, sugieren respuestas a algunas de estas
preguntas... Algún día, estas respuestas nos parecerán tan obvias como que
la Tierra gira alrededor del sol o tan ridículas como una torre de tortugas
4
.
Sólo el tiempo lo dirá”. (op. cit. pag. 17)
2 *
Wigner, E.: Famoso matemático con importantes publicaciones. En este caso la referencia es de “The
unreasonable Effectiveness of Mathematics in the Natural Science” – Pure and Appliend Mat., pag 13,
1960.
3
Barrow John D.: (Londres 1952). Prof. de Sussex. Su campo de investigación es el de la Cosmología
4
Se refiere a la antigua imagen del universo sostenido por una torre de tortugas.
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Y concluye su obra afirmando:
“Si descubrimos una teoría completa, (y él espera que así será) con el
tiempo, habrá de ser... comprensible para todos... Entonces todos,
filósofos, científicos y la gente corriente, seremos capaces de tomar parte
en la discusión de por qué existe el universo y por qué existimos nosotros.
Si encontramos una respuesta a esto sería el triunfo definitivo de la razón
humana porque entonces conoceríamos en pensamiento de Dios”.(op. cit.
pag. 223)
Hawking considera a la razón humana capaz de aprehender la verdad del mundo
en su totalidad.
Más cauto parece Barrow al respecto. Para él, el conocimiento científico ha sido
entrenado para responder de ciertas formas a particulares tipos de variables,
“...La información basada en los hechos, o estructuradas lógicamente,
posee un marco previo en el que puede ser acomodado. Cuando cadenas de
hechos pueden ser comprimidas algorítmicamente de modo significativo
estamos en vías de crear una ciencia”. (1994 pag 223)
Sostiene, como vemos, que la ciencia resuelve sus problemas por aplicación sistemática
de un procedimiento secuencial, esta exploración “en pos de la teoría del todo” podría
descifrar el mensaje de la naturaleza en toda circunstancia pero sabemos que no es así.
Sólo las características del mundo que son computables o enumerables pueden formar
parte de esta teoría.
“No toda característica del mundo es, o bien enumerable o bien
computable. Por ejemplo la propiedad de una proposición de ser verdadera
en un sistema matemático particular no es enumerable ni computable”.
“Uno puede aproximarse a la verdad con un grado de precisión cada
vez mayor, introduciendo cada vez más reglas de razonamiento y
añadiendo suposiciones axiomáticas adicionales, pero esta nunca podrá ser
aprehendida por un conjunto finito de reglas. Estos atributos que carecen
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de las propiedades de enumerabilidad y computabilidad -las características
“prospectivas” del mundo-, son los que no podemos reconocer o generar
mediante series secuenciales de pasos lógicos. Ellos dan testimonio de la
necesidad de ingenuidad y originalidad; pues no pueden ser abarcados por
ninguna colección finita de reglas o leyes. Belleza, simplicidad y verdad
son todas ellas propiedades prospectivas”.
“El alcance de las Teorías del Todo es infinito, pero limitado; hay
partes necesarias de un entendimiento completo de las cosas, pero no son
ni mucho menos suficientes para develar las sutilezas de un universo como
el nuestro...
No hay fórmula que pueda proveer toda la verdad, toda la
armonía, toda la simplicidad. Ninguna Teoría del Todo podrá proveer
nunca una penetración total. Pues el ver a través de todas las cosas nos
dejaría sin ver nada en absoluto”. (op. cit. pag. 234)
Hasta aquí he considerado concepciones de los científicos. No cabe dudas que todas
estas ideas sobre la verdad de nuestro conocimiento sobre el mundo físico, surgido de
las ciencias y los científicos, han influido notablemente en el desarrollo de la Filosofía y
la Epistemología de las ciencias naturales.
No voy a profundizar en esta oportunidad sobre la polémica actual de la Epistemología
contemporánea. Analizar las ideas de Kuhn, Feyerabend, Lakatos, Laudan entre otros y
sus consecuencias para la idea de verdad en ciencia sería tema para otro trabajo.
Sin embargo, quisiera plantear algunas cuestiones epistemológicas que sistematicen un
poco todas las posiciones que he analizado.
¿Cuáles son hasta aquí los principales problemas que se plantean cuando se quiere
establecer una relación entre las construcciones teóricas de las ciencias naturales y el
mundo al que supuestamente se aplican?.
Las teorías científicas son construcciones del intelecto humano, sujetas a cambios,
perfectibles tanto en sus conceptuaciones cuanto en sus cánones epistemológicos, fines
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y valores y ontologías subyacentes (1987. Laudan). Por otro lado ellas se refieren a un
mundo físico que no dependería de estos cambios.
Una posible respuesta es la del realismo. En una posición extrema el realismo radical,
ingenuo e inductivista, sostiene que las teorías descubren o aspiran a descubrir lo que la
naturaleza realmente es. Los átomos, los campos electromagnéticos, los genes o las
especies biológicas realmente existen en la realidad, los científicos las “descubren” y
con estos elementos construyen sus teorías. Las teorías verdaderas” dan una
descripción correcta de algún aspecto del mundo real. En esta teoría de la
correspondencia las proposiciones son verdaderas si se corresponden con los hechos.
Bunge señala claramente las dificultades de esta concepción:
... Diremos que una proposición observacional es verdadera sí y sólo si
concuerda con los hechos o expresa adecuadamente la situación a la que
se refiere, o si recoge la observación efectiva. Pero ¿qué significa que una
proposición recoge una entidad no conceptual como es un hecho?. Esta
adecuación, concordancia o encaje es metafísico... ¿cómo podemos
comparar dos objetos heterogéneos como son una idea y un hecho?... En
cambio sí podemos confrontar una idea con su referente: pero también de
un modo metafórico, porque lo que no podemos hacer es poner
materialmente una enfrente de la otra en el espacio, pues las ideas no
tienen existencia separada en el espacio físico”. (1998. Bunge. pag 868)
Una posición más moderada (1994 Matteus) sostiene que para que se pueda atribuir
“realidad” (cierto valor de verdad) a las afirmaciones científicas es necesario que estas
afirmaciones puedan pasar con éxito todos los test experimentales relevantes, ser
coherente con las demás teorías aceptadas, estar expresadas mediante raciocinios
consistentes y precisos, preferentemente en lenguaje matemático.
Entendiendo la verdad como correspondencia Popper (1967) hizo una importante
contribución a la idea de la ciencia como búsqueda de la verdad cuando reconoce la
importancia de la idea de aproximación a la verdad o verosimilitud, a la que
caracterizó en términos de consecuencias verdaderas y falsas de una teoría.
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Pero falsear o confirmar una hipótesis es mucho más complejo de lo que parece. Para
llegar a una proposición que pueda ser sometida a la verificación experimental es
necesario introducir una serie de hipótesis auxiliares, lógicamente independiente aunque
sólo sea referidas al funcionamiento de los instrumentos de medición.
Es decir que las proposiciones científicas no pueden falsearse o confirmarse
aisladamente.
Quine (1980) expresa con claridad esta idea.
“Nuestros enunciados sobre el mundo exterior se enfrentan al tribunal
de la experiencia sensorial, no de forma individual, sino en su conjunto.
(...) Tomada colectivamente, la ciencia tiene una doble dependencia: del
lenguaje y de la experiencia; sin embargo, esta dualidad no es fácilmente
evidenciable en los enunciados de la ciencia tomados aisladamente”.
Cuando un experimento contradice una teoría los científicos se plantean muchos
interrogantes: ¿hubo errores en la forma de realizarlo?, ¿En la interpretación de los
resultados?, ¿Falló la hipótesis a confirmar o alguna de las hipótesis auxiliares?. Cómo
continuar la investigación no surge directamente del experimento. Para Quine el
“dogma empirista” según el cual las proposiciones científicas se pueden verificar una
por una hace de las ciencias un cuento de hadas.
De allí que haya que recurrir a un conjunto de pruebas, a la convalidación “cruzada” a
través de múltiples experimentos independientes. Sólo de ese modo se hace posible que
la teoría se afirme y sea aceptada.
Otra forma de dar respuestas a la cuestión de la relación entre ciencia y naturaleza es el
“instrumentalismo” . En esta concepción alternativa, el componente teórico de la
ciencia, sus constructos, no describen la realidad. Son simplemente ficciones,
instrumentos construidos por los científicos que permiten relacionar estados observables
con otros. Pero son ficciones útiles que permiten hacer predicciones sobre las
manifestaciones observables de los sistemas naturales.
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En la realidad existen las desviaciones de las agujas de los instrumentos, los planetas,
las líneas espectrales: son observables que existen en la naturaleza. Los epiciclos, los
electrones, los campos, los quarks no tienen este tipo de existencia.
El problema de esta concepción reside en que para los instrumentalistas las entidades
observables se diferencian claramente de los constructos teóricos. La ciencia comienza
con la observación, esta proporciona una segura base a partir de la cual derivar el
conocimiento. Sin embargo hay mucha argumentación que demuestra que la
observación depende de la teoría.
No cabe dudas que, frente a un hecho cualquiera, lo que se observa depende de la
estructura cognoscitiva de quien observe y desde qué marco teórico se hace la
observación. Basta con imaginarse qué observaría, ante una placa nuclear que muestra
una estrella de desintegración: un físico nuclear, un científico no especializado, un
hombre común o un niño. O bien qué observaría frente a un río un físico, un químico,
un biólogo o un geólogo.
Por otra parte algunos observables que los instrumentalistas identifican claramente
como tales: la velocidad de una bola de billar, por ejemplo, implica propiedades
teóricas, algunas tan sofisticadas como la idea de un “límite matemático” en el caso de
la velocidad, otras como el de la “rigidez”, en el concepto aparentemente intuitivo y
simple de “bola de billar”.
Por otra parte desde la sociología de la ciencia el relativismo radical sostiene que la
verdad de la ciencia no se refiere tanto a la correspondencia con la naturaleza cuanto
a la búsqueda de consenso, a la posibilidad de convencer.
Ya mencioné al comienzo la radical posición de Latour respecto a la verdad del
conocimiento científico. La posición antirealista de Khun, compartida por otros
pensadores contemporáneos, establece un paso desde el reconocimiento de que nuestras
representaciones del mundo dependen de la teoría a que el propio mundo depende de
esas teorías.
En “Sociología de la Ciencia”, Bunge (1998) sostiene:
“Si no existe ninguna realidad independiente, si el mundo entero es una
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construcción social y si los hechos se reducen a proposiciones de cierto
tipo es patente que no hay verdad objetiva alguna”. (pag 87)
Esta posición radical, del relativismo, ha recibido muchas críticas. Reconocer la
importancia de las cosmovisiones de las distintas épocas y culturas en la reconstrucción
teórica que la ciencia hace de la realidad no significa negar necesariamente la realidad
del mundo y la posibilidad de intentar conocerlo.
Algunos autores (Salles o Barra 1999) vienen señalando ventajas del punto de vista
realista. Permite explicar y comprender:
que muchas de nuestras creencias surjan espontáneamente
nuestra habilidad para perfeccionar el ajuste entre nuestras representaciones y la
realidad.
el alto grado de precisión que han alcanzado muchas de las predicciones
científicas.
De todos modos, es difícil que esta posición del relativismo sea compartida por los
científicos que construyen al conocimiento en ciencias naturales.
El sociólogo que analiza y se inspira en las ciencias naturales:
“Da por descontado que el investigador científico busca la verdad, y
admite que la organización social condiciona la investigación pero niega
que ella dicte los resultados de la pesquisa o dictamine sobre el valor de
verdad de los mismos.
Si no hay verdad objetiva, ¿por qué los investigadores se empeñan en
poner a prueba sus conjeturas?. Si la verdad no es la moneda de la
república de las ciencias, ¿cómo se explica que su falseamiento sea
equiparado a la falsificación de la moneda corriente y castigado con el
ostracismo de la comunidad científica?. Algunos acogen estos cambios con
entusiasmo, porque juzgan que nos libran de las cadenas de la razón y de
la contrastación de empírica. Otros deploramos esos cambios porque
creemos que sólo la racionalidad y la contrastación empírica pueden
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ayudarnos a comprender mejor el mundo y a diseñar un futuro en el que
sea posible vivir. Como se ve, la elección entre ambos partidos no es un
problema técnico sino parte de la elección entre dos concepciones del
mundo”. (op. cit. pag 13).
El tema es sin duda para la polémica. Altamente cuestionador.
¿Pueden estas cuestiones marginarse en la formación de docente y estudiante de
ciencias?
Si bien es cierto que científicos y educadores en ciencia dificilmente comparten estas
visiones que están despojando a la ciencia de sus valores de verdad, de racionalidad,
y de progreso, es también cierto que estas ideas se manejan en ámbitos académicos y
educacionales, se difunden en publicaciones periodísticas e inciden en ideas que la
sociedad y la cultura se forman respecto de la ciencia.
Estas cuestiones no podrán ser eficientemente abordadas en las aulas de ciencias sino
preparamos adecuadamente a los profesores.
“El profesor que no domina mínimamente esta idea y conceptos no podrá hacer otra
cosa que abandonar a sus alumnos, y, ¿porqué no? A sí mismo, frente a una “elección
feliz”, puesto que no sabrá donde procurarse criterios adecuados para guiarlo” (Salles o
Barra - op. cit. pag 16).
REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA
(1) BARROW, John D. - Teorías del Todo - Barcelona - Editorial Crítica – 1994
Grijaldo. Título original: Theories of everything. Oxford University Press -
1990.
(2) BUNGE, Mario - Sociología de la ciencia – Buenos Aires - Editorial Sudamericana
S.A. - 1998.
(3) BUNGE, Mario - La investigación científica – Barcelona - Editorial Ariel - 3º
Edición - 1973.
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(4) CHALMERS, Alan - ¿Qué es esa cosa llamada ciencia? - Madrid - Editorial Siglo
XXI – 2º Edición - 1982.
(5) DIRAC, P. - The evolutions of the Physicit’s picture of nature- Citado por Stewart I.
- 1995 - Ver cita (6)
(6) GALILEO, G. - Diálogo dei Massimi Sistemi – Florencia - Vol. I y Vol. II. – 1633
– Reedición 1855.
(7) HAWKING, Stephen W. - Historia del Tiempo – Buenos Aires - Editorial Crítica -
Grijaldo - 1988
(8) HEISENBERG, W. - 1985 - La imagen de la naturaleza en la física actual –
Hamburgo - De. Orbis – 1995. Versión original: Das naturbild del heutigen
Physik - 1985 - Rowahlt Verlaj .
(9) KEPLER, J. - La Armonía del Universo – 1619. Citado por Heisenberg W - 1985 -
Ver cita (3).
(10) LAUDAN, L. - Science and Values: The aims of science and their role in scientific
debate - Berkeley - University af California Press. - 1987
(11) POPPER, K. - Conjeturas y refutaciones – Buenos Aires - Paidós - 1967
(12) QUINE - Two dogma of empiricism en From a Logical Point of View -
Cambridge, Mass . Harvard University Press - 1980
(13) STEWART, I.; GOLUBITSKY, M - ¿Es Dios un Geómetra? – Barcelona -
Editorial Crítica - Grijaldo – 1995.
POSTDATA
Cuando estaba preparando la versión final de esta conferencia para su publicación leí un
artículo en Mundo Científico de mayo de 1999, donde un premio Nobel (1979) en
Física, Steven Weinberg, profesor de la Universidad de Texas hace una crítica de las
ideas de Kuhn, titulado “Una visión corrosiva del progreso científico”.
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Allí expone su posición respecto a la verdad en ciencias con una claridad poco frecuente
en los científicos. Transcribo algunos párrafos más significativos.
Con referencia a la posición de Kuhn sobre que ninguna nueva teoría sería más
verdadera ni significaría un progreso en conjunto afirma:
“La píldora es demasiado difícil de tragar para unos científicos, que, como
yo mismo, piensan que la tarea de la ciencia consiste en acercarnos a la
verdad objetiva. En cambio, los partidarios de una visión escéptica de las
pretensiones de la ciencia aplauden con entusiasmo. La supuesta
imposibilidad de evaluar una teoría científica desde el exterior de su
propio paradigma la pondría en pie de igualdad, desde este punto de vista,
con cualquier otra concepción del mundo, ya sea el chamanismo, la
astrología o el creacionismo”
Más adelante agrega:
“Para mí, como físico, las leyes de la física son reales en el mismo sentido
(cualquiera que sea) en que los son las piedras en el camino. Meses más
tarde, esta afirmación me valió ser acusado por el filósofo Richard Rorty
de creerme capáz de resolver fácilmente las cuestiones de la verdad y la
realidad, a las que los filósofos se consagran desde hace milenios. Pero no
es ésta mi postura. Sé lo difícil que es expresar con precisión lo que
significan para nosotros palabras como real o verdadero. Por ello, al
escribir que las leyes de la naturaleza y las piedras del camino eran reales
en el mismo sentido de la palabra, había añadido cualquiera que sea
En sus intentos de aclarar el significado de verdad y realidad, los
filósofos, indudablemente, pueden prestarnos un gran servicio”
Y termina diciendo:
“Esperamos que e próximo gran paso adelante de la física haga confluir en
una sola teoría unificada la teoría de la gravitación y todas las ramas de la
física de partículas elementales. Con esta finalidad trabajamos y gastamos
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el dinero del contribuyente. Una vez descubierta esta teoría formará parte
de una descripción verdadera de la realidad”
Los aportes de Weinberg contribuyeron a cambios “paradigmáticos”
en la física de las partículas elementales.
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