estudios
UN
SEMBLANTE: ROSA CHACEL POR CLARA JANÉS
María
del Carmen Expósito Montes
(Universidad
de Jaén. Facultad de Humanidades y Ciencias de
En nuestro modelo de sociedad, un potente agente de socialización lo
constituyen las artes en general, y como tal, la literatura autobiográfica de
la que se hace eco Rosa Chacel configura en las letras españolas la transición
hacia un peldaño más por el que luchan conjuntamente lo masculino y lo
femenino. Reforzar ambas capacidades e integrarlas en el ser humano fue tarea
académica y cultural que discurrió a lo largo del círculo literario chaceliano,
intentando aceptar y comprender ambos modelos para llegar a un fin común: la
dispersión de su idea de la vida narrada, contada, ficcionalizada y
teatralizada en su densa obra literaria en contenido más que en cantidad.
Para intentar esclarecer en qué contexto se situaba
Rosa Chacel frente a la vorágine que se avecinaba por la llegada de las
vanguardias en España, Clara Janés, poeta intuitiva y sintetizadora que
canaliza su yo femenino, no lejano a lo que pretendía su maestra Rosa Chacel ha
protagonizado varias entrevistas con un encanto fascinante, en las que camina a
través de la literatura chaceliana y concede claves que solo ella conoce con
respecto a su personalidad como autora creativa, discípula en el arte de la
vida y por supuesto amiga hasta su lecho de muerte, representación que regaló a
sus lectores en un positivo y alentador artículo. A través de la maestra de la
mágica poesía de Clara Janés, descubrimos a la prosista más poética Rosa
Chacel, tesoro único y eslabón perdido dentro del lírico Veintisiete
mayoritariamente masculino.
Palabras clave: Mujer; infancia; autobiografía; memoria;
femenil.
ABSTRACT:
In our model of society, a
powerful agent of socialization are the Arts in general, and as such,
autobiographical literature which echoed Rosa Chacel configures transition one
step more on jointly fighting the masculine and the feminine in Spanish
letters. Both capabilities strengthen and integrate them into the human being
was academic and cultural task that took place along the chaceliano literary
circle, trying to accept and understand both models for reaching a common goal:
the dispersion of his idea of narrated life, counted, fictionalised and
theatrical in her dense literary in content rather than quantity.
To
try to clarify the context in which Rosa Chacel stood against the maelstrom
that was coming by the arrival of the avant-garde in Spain, Clara Janés, poet
intuitive and abilities that channels your self female, not distant to what
intended his teacher Rosa Chacel has starred in several interviews with a
fascinating charm, which walks through the chaceliana literature and gives key
that only she knows about his personality as creative authordisciple in the art
of life and of course friend until his deathbed, representation, which gave its
readers a positive and encouraging article; Through the teacher of magic poetry
of Clara Janés, we discover to the more poetic prose writer Rosa Chacel, own treasure
and lost within the lyrical mostly male Twenty-seven link.
Keywords: Woman; childhood; autobiography; memory; women’s.
Rosa Chacel, “una señorita de Valladolid” tal y como la llamó Neruda,
nació el día 3 de junio de 1898, el fin de siglo Español, el año del desastre,
fecha significativa de una España aprendiz en conceptos de academicismo y
mujer.
La infancia
de la autora vallisoletana fue una época de aprendizaje autodidacta, ayudada
por sus padres. Esta infancia es la época de mayor influencia y la etapa en la
que se reciben los primeros mensajes socializadores respecto de las normas que
operan en el modelo social. En este proceso la familia juega el papel
principal. El padre de nuestra autora-creadora se encargó de enseñarle el
lenguaje desde una edad muy temprana, aprendizaje que será una de las más poderosas
herramientas de normalización del sistema comunicativo, ya que permite la
comunicación verbal: expresión de sentimientos, necesidades, emociones, etc. a
la vez que le permitirá contrastar su propio espacio de formación e
integración. El proceso auroral es cuando, a través de mecanismos de imitación
e identificación, se internalizan modelos de pensamiento y conducta respecto a
las demás personas y a sí misma. Rosa Chacel comenzó a reconocer lo que está
bien y lo que no, en el modelo social al que pertenecía, y es también el ciclo
en el que empieza a integrar los beneficios y costes de aceptar o negar las
normas sociales; de ahí la extravagante libertad que obtuvo de manos de sus
progenitores, a través de su estrategia autodidacta, encontrando así su lugar
entre intelectuales de su generación.
Esta artista plástica en sus comienzos y escritora posterior se fue
haciendo un bagaje por las letras españolas acompañada de sus obras: Estación. Ida y vuelta, Memorias de Leticia Valle, Barrio de Maravillas, Alcancía. Ida, Alcancía. Vuelta, Saturnal y
Sólo cuando empecé a frecuentar el Ateneo, en 1918,
tuve contacto con gente de letras. Poco después salí de España por largo
tiempo; así que no caminé sostenida o corroborada por la compañía del grupo –en
contra de muchas opiniones, siempre propugné la conveniencia y la eficiencia de
los grupos–, pero seguí fielmente la misma ruta. (Chacel, 1993: 11) (Ver
prólogo Estación de ida y vuelta).
Una mujer que desafió el panorama literario y cultural español
publicando un artículo “Esquemas de los problemas prácticos y actuales del
amor” (Chacel,1931: 129-180). Un profundo pensamiento acerca del sentir de la
mujer en todos los ámbitos, político, académico y amoroso. Todo ello con la
idea de recopilar lo masculino y lo femenino –siguiendo a su polémico maestro,
Ortega y Gasset– y centrando el enriquecimiento en el género humano, sin
distinción de matices. Situados, pues, en el primer tercio del siglo XX
descubrimos adelantos históricos en torno a lo femenino, y sin lugar a dudas,
dentro de esta supervivencia permanecía Rosa Chacel.
No solo nuestra artista poeta y prosista abriría el camino a las
mujeres para un adecuado acercamiento a la educación, sino que muchas mujeres
como María Goyri, la primera mujer que obtuvo el doctorado en España, María
Lejárraga –dramaturga–, Clara de Campoamor –abogada–, Isabel Oyarzábal
–escritora– y Concha Méndez –poeta–, encontraron un sitio en un mundo reservado
para el espacio varonil hasta entonces.
Rosa Chacel contribuyó como novelista a adoptar un nuevo modo de
novelar distinto al que estábamos acostumbrados con la novela galdosiana, un
mundo interior al que le achacaban la “peana” de ser una literatura femenina.
Pero no fue así, solo una autodidacta en su dimensión habría podido destacar en
el patriarcal círculo orteguiano agradeciendo, de este modo, a Ortega y Gasset[1]
su confianza o atrevimiento en otorgar voz pública a Rosa Chacel. La ardua
tarea de hacer camino hacia el correcto acercamiento al mundo académico, en
general, de las mujeres comenzó hace años con nombres como Rosa Chacel.
Como bien define el profesor Romera Castillo en su artículo “Escritura
autobiográfica cotidiana: el diario en la literatura española actual
(1975-1991)”, la autobiografía se puede dar en varias modalidades:
Autobiografías, memorias, diarios, epistolarios y
autorretratos; relatos, poemas y ensayos autobiográficos, además de otras
formas colindantes como los libros de viajes, las crónicas, las autobiografías
dialogadas (entrevistas y conversaciones con los escritores), etc. Los diarios
íntimos constituyen pues, una rama de ese frondoso árbol de las plasmaciones
vivenciales en los textos. (Romera Castillo, 2011: 1)
Estas modalidades,
especialmente las entrevistas y conversaciones con los escritores –apuntes y
bocetos, según Nora Cateli en La era de la intimidad seguido de: El espacio autobiográfico–
han sido las que me hicieron recapitular este análisis sobre Rosa Chacel,
donado por Clara Janés[2]
para poder así cerrar el círculo concéntrico en el que se envuelve la escritura
de diarios de la autora vallisoletana, claro está estas entrevistas han sido
dirigidas hacia el conocimiento literario que de la autora ha tenido Clara
Janés.
Escenografía
Las doce de la mañana del día 30 de julio de 2010, después de
un relajado viaje en coche a Madrid dirigidos por un navegador parlante que se
hacía pasar por uno más del trayecto, llegamos a la calle Modesto Lafuente,
metro nuevos ministerios, eso decía ella mientras intercambiábamos e-mails a lo largo de varios meses. Un
día cualquiera quedamos ¡Por fin!,
faltando mucho tiempo para el ansiado 30 de julio, en sus correos decía:
no me gusta quedar con tanto tiempo, pero… ¡Qué le vamos a hacer!, expresaba
con cierto temor.
El portero preguntó: ¿A quién busca? y yo con una botella de
líquido de oro en mi mano, orgullosa de dónde venía, anhelaba saber en qué piso
encontraría la clave de mi lectura. Alcancé el séptimo en un ascensor estrecho
con olor a un Madrid castizo de sabiduría, no de chulapas. Al entrar en su
casa, tenía visita y las conversaciones en inglés se sucedían con un joven
poeta persa, bien parecido, tanto en su aspecto físico como en la brillantez de
su tez morena, los tonos de voz que se entrecruzaban resultaban bajitos,
melosos, confidenciales, cómplices, de la misma manera que yo quería descifrar
el sentido de mis lecturas chacelianas.
Un mundo sin fin se abría en aquel piso madrileño, esculturas
–por todos lados– tal y como Rosa Chacel comenzó su andadura artística, de la
misma manera me recibía Clara Janés en su preciada estancia de intelectualidad.
Dichas esculturas tenían un origen genésico invertido, pertenecían a su hija.
El poeta invitado, Mohsen Emadí, también era informático y quería saciar en el
poco tiempo que le quedaba para compartir con Clara Janés toda la sabiduría que
ella desprendía, una sabiduría calmada, templada, humilde, cariñosa, un
preciado placer poder contemplar la escultura del arte del saber estar.
El poeta se despidió de nosotras, sí de nosotras, porque yo
también había formado parte de ese escenario literario, la poesía quedó
impregnada en la habitación, una salita de estar acogedora. A la izquierda un
sofá, un sillón y una mesa camilla acompañarían nuestra conversación en la que
además de tanta tranquilidad un sin fin de libros acompasados en las
estanterías animaban mi deseo de conocer todos los adentros que la voz en off de Rosa Chacel tintineaba en mis
oídos. A la derecha una cómoda con cajones, preciosa, antigua, con solera. En
frente, la salida a una terraza con macetas, grandes macetas –que cuando Clara
viaja– el portero cuida con amor, con la calidad y confianza de saberse
conocidos durante años y tener la certeza de acompasar la firmeza de una
personalidad bondadosa. Siguiendo con la estructura arquitectónica de la
habitación, dos ordenadores y una silla bajita, en la que Clara con su mirada
penetrante indaga para ofrecerme la información que le solicito, busca en sus
diarios, porque ella también tiene diarios: 13 de agosto de 1983, 14 de
septiembre de 1982, […] escritura autobiográfica, memorialística, memoria
subjetiva de su yo. Esa mismidad que tuvo la gentileza de ofrecerme con
auténtica generosidad y la experiencia de compartirla conmigo.
Me dejó elegir el sitio para sentarme, tímidamente escogí el
sofá para entablar con ella el diálogo de una manera más cercana y próxima, un
sofá blanco, nácar, con una claridad que despuntaba detrás de su rostro de
ternura. Sentada a medias, casi fuera del sofá, llena de emoción contenida
durante toda la mañana, saqué apuntes, artículos, grabadora, bolígrafos y
rotuladores; así como sensaciones, emociones, palabras tomadas de varios
autores, consejos de mi directora. Todo ello para disponerme a escuchar
atentamente aquella pausada y firme voz que me invitaba gustosamente a charlar
de su amiga, la heroína criminal de amor, aquella a la que le tendió la mano en
su dulce estancia hacia el otro lugar y aquella a la que le recitaba versos
cuando su corazón arrítmico dejaba de latir con la cálida sensación de una paz
recíproca.
Una hora y media de conversación, de diálogo, de evidencias
entrecortadas en mi escritura tomada con avidez, una dedicatoria preciosa en su
regalada conferencia escrita: “Pintura y escultura en la obra de Rosa Chacel”:
«Para Mamen, hablando de Rosa una vez más», Clara. Madrid, 30 de julio de 2010.
Una película prestada para valorar el cine, que haciéndose en sus orígenes,
ellas enloquecían viendo una y otra vez todo lo proyectado en el momento. Una
pasión conjunta, compartida. La intersección de varios caminos, unos aquí;
otros allí y en la maleta el comienzo en mí de nuevas riquezas: Arcángel de sombra y Los números oscuros, en ambos estampó la
palabra Rosa y eso lo dice todo de ella: gracias Clara.
La concepción que Rosa
Chacel tiene de la mujer se puede apreciar en Barrio de Maravillas y en La
Sinrazón, contenido que muestra todo lo que está en su infancia y cómo se
desarrolla luego, es un proceso racional contemplar esa sucesión de imágenes en
su literatura. Los temas que abarca son variopintos, la fuerza del pensamiento,
el amor vivido y desarrollado de distinta manera por cada una de las
protagonistas (Quintina y Elfriede personajes femeninos de La Sinrazón), paisajes moriscos y orientalizantes que conmueven y
se difuminan en todos sus relatos. Como personaje protagonista de La Sinrazón eligió un héroe masculino, y
digo héroe por su valentía en incorporar sentimientos encontrados que luego le
llevarán al caos, siendo eso, un personaje masculino. El interés de incorporar
a Santiago en La Sinrazón
protagonista principal y masculino conlleva la inquietud de querer mostrar al
público lector la fuerza del pensamiento. Rosa Chacel se siente más viril que
femenina, aunque en esta contradicción se engañe. Su personaje femenino
Elfriede está inspirado en una amiga de Rosa Chacel que si rastreamos en los
diarios: Alcancía. Ida, Alcancía. Vuelta y Alcancía. Estación Termini
podemos encontrarla: Elisabeth a la que le dedicó un soneto; por tanto
podríamos preguntarnos: ¿Qué hay de realidad y de invento en este personaje
femenino? Hay lo que Rosa Chacel sabía expresar con su arte, la exaltación de
la belleza, su dedicación temprana al mundo de las bellas artes, a la
escultura. Nuestra señorita de Valladolid, enamorada de la belleza, adora ese
teñido arte plasmado en el elemento femenino. En la Revista Esfera, aparece la imagen de Rosa
Chacel, de espaldas, no se sabe bien quién es ella, era una estudiante y está
mirando la imagen que está copiando La
Venus del Gnilo, esa espectacular figura constituye un arrebato por la
belleza, lo que a ella le enamora junto al pensamiento.
Rosa Chacel no se erige
feminista, analiza a fondo qué es la cuestión femenina y nadie como ella ha
llegado tan al fondo, porque cuestionar el estado de feminización del hombre es
exclusiva preocupación de nuestra autora. Alcanzar el mismo protagonismo que el
hombre en su época solo era cuestión –básicamente– de intelectualidad y
academicismo autodidacta o no, de querer, más que de poder. Cuando Rosa Chacel
regresó de su exilio a España, el mundo de la comunicación, que se erige en
nuestra sociedad como un gran potente agente de socialización y en donde se
instauran modelos diferenciados de mujeres y hombres y su papel social, quiso
rescatar a la escritora, claro ejemplo de ello es la gran cantidad de artículos
que surgieron en esa época: así Federico Jiménez Losantos escribía siguiendo los pasos a
“Rosa Chacel”, en El País 24 de julio
de 1988, p. 20; Rafael Conte miraba
hacia “Cumplir el destino. El exilio político y la mirada interior”, p.13, “En
la muerte de Rosa Chacel”, en ABC 28
de julio de 1994, pp. 64-65 y Julián Marías 3 de junio de 1988 en ABC “Monólogo a los noventa años”, Pere
Gimferrer “Una conciencia puesta en pie hasta el fin”, ABC, 3 de junio de 1988, F.Herrero “Ciencias naturales: La subversión de la palabra escrita”, El Norte de Castilla, 4 de junio de
1988, Clara Janés “ Diario de una
escritora”, Nueva Estafeta 53, 1983:
90-92, “El reclamo de la razón”, Diario
16, 20 de julio de 1989, Shirley Manzini “Women and Spanish Modernism: The
case of Rosa Chacel” en Anales de la
literatura española contemporánea 12,
1987: 17-28, Ana María Moix, “El fuego sagrado del diálogo” en Diario 16, 28 de mayo de 1988, F. Pardo
“La serena meditación de una filosofía” en El
Norte de Castilla, 4 de julio de 1988, “Estudio preliminar” en su Obra Completa 2: Centro Jorge Guillén,
1989: 7-43, Antonio Piedra “Saturnal, el laberinto lúcido” en Anthropos 85, 1988: 54-58 y por último
Ana Rodríguez Fischer, “Cronología intelectual de Rosa Chacel” Anthropos 85, junio de 1988: 28-34.
En un artículo de El País de Rafael Conte aparece en
titulares “La literatura femenina es una estupidez”, Rosa Chacel en sus
respuestas al crítico literario no alude a literatura femenina, ni a estupidez,
sí se observa un afán de etiquetar por parte de los medios y de ahí supo salir airosa.
Esta etiqueta venía en cierto modo de otros escritores como Francisco Ayala y
Corpus Barga. Rosa Chacel se encontraba a millones de kilómetros de distancia
de estos autores, es incomparable pero como el público, en general, es perezoso
necesitaban hacer un paquete y etiquetar todo lo posible, hasta las artes. Esta
etiqueta en cuestión, no favoreció a Rosa Chacel, porque cuando murió el 28 de
julio de 1994, dejó de salir en los medios de comunicación, especialmente en la
televisión. Se acabó. Rosa Chacel no era vista en España como una intelectual,
sino que fue la imagen de una abuelita normal de España y el público podía
acceder a este personaje. Su relación con otros autores fue muy importante, Ana
María Moix, Pere Gimferrer, Guillermo Carnero y Rafael Conte. Éste último
predicó la suerte que Clara Janés había tenido con sus maestras: Rosa Chacel y
María Zambrano, pero claro según Clara Janés, una va siempre a aquello de lo
que tiene una predisposición anterior y evidentemente congenió con Rosa Chacel
siendo el fruto una gran amistad.
Rosa Chacel y María Zambrano
fueron amigas de juventud, Rosa casó a María, posteriormente se separaron
fingiendo que eran motivos literarios, cuando realmente los motivos eran
amorosos. María Zambrano, pasados muchos años, pidió a Clara Janés un
reencuentro con Rosa Chacel y esa famosa cita fue todo un espectáculo, parecían
dos gallos de pelea, una frente a otra. María Zambrano acusó a Rosa Chacel de
haberla casado para siempre, achacando a esa anécdota que todo lo que tocaba
Rosa Chacel quedaba inmortalizado, de este modo, continuaron charlando de
García Lorca, Luis Cernuda, del exilio, etc.
Laura Freixas en su artículo
“Perfil. Rosa Chacel” [3]
nos cuenta la siguiente historia cargada de sentido en el camino de encuentro
hacia la autora vallisoletana:
¡Qué
pobres mujeres! Es tristísimo ver que los seres que, de por sí, por la
fatalidad de su estructura, ya tienen bastante para ser deplorables, no
remedien esta situación natural con un poco de grandeza” (I-3-59). Casi más que
su arbitrariedad (¿A qué estructura se refiere y por qué la considera
“deplorable”?), lo que llama la atención de esta frase contenida en su diario
es el uso de la tercera persona. Y ahí está el quid de la cuestión. (Freixas,
2004: 58)
La idea está exagerada pero denota
que esta carga deplorable y de fatalidad en torno a la mujer implica que existe
en Rosa Chacel una mujer en espera de cambio, asimismo resulta clarividente y
expectante un avance hacia nuevas posibilidades. Rosa Chacel conoce cuáles son
las consecuencias del cuerpo de la mujer en una etapa en la que no hay
posibilidad de otra cosa. Por tal motivo, Rosa Chacel se muestra realista y no
pesimista como en un principio pudiera parecernos. El sentido otorgado al
término mujer de Rosa Chacel está perfectamente definido con femenil y no
femenino, la diferenciación de estas expresiones se exteriorizan con un ejemplo
básico: Siendo muy pequeña Rosa Chacel, tendría menos de dos años recuerda el
tocador de su tía y un tapete de puntillas. Todo esto pertenece al mundo
femenino. En cambio, Rosa Chacel no elige esto para sí misma, aunque lo
reconoce y lo ama. Ella está en el principio, en lo que es la cabeza, en lo que
es el poder. Reconoce de algún modo lo femenino, lo admira y lo más increíble
es que luego lo aplica a la literatura, si hay algo femenino en la literatura
de Rosa Chacel es justamente ese detalle de “puntillas”, de “terciopelo”, de
“tocador”.
En Saturnal, Rosa Chacel quiere saciar su protagonismo de mujer en un
mundo de estudio y significación intelectual aplicando el espacio en el que
quiere ubicarse:
Lo
único deseable es que la mujer llegue a lograr claridad para consigo misma
sobre lo que quiere o no quiere, puede o no puede, debe o no debe tolerar. Por
creerlo así, mi acento respecto a la mujer adoptará a veces un tono poco
simpático que, claro está, sólo será la expresión de una más difícil e inédita
simpatía. (Chacel, 1991, 32).
En este aspecto intelectual
que debe tener lo femenil, Rosa Chacel abarca una gran claridad y se explica
todo el proceso histórico por el que ha pasado la mujer. Lo que no está claro
es la falta de respeto del hombre, el aprovechamiento que realiza el varón de
esta situación hostil de la mujer. En sus juicios existe parcialidad y siempre
ha dejado bien clara su posición, a pesar de crearse enemigos. Siempre ha sido
muy importante poder posicionar la concepción que se tiene de una mujer
escritora cuando va a opinar sobre amor sexual y estética. El tema del sexo en
Rosa Chacel es un tabú y está disfrazado puesto que asistimos durante el
contexto histórico de su obra a una tapadera consentida incluso por la propia
autora.
El embrión de su primera
novela, Estación. Ida y vuelta apunta
favorablemente la clave de la prosa de Rosa Chacel y como tal su confección de
la vida, creando así un mundo novelístico distintivo, único que le sirve de
cauce para perfeccionar la máquina del rodaje para vivir. La condición femenina
que siempre le han achacado a su escritura, influye parcialmente en ese tono
literario culto, sobrio y solemne que utiliza, es una inocencia plasmada en la
obra literaria más que una condición femenina, de este modo no existen matices
femeninos o masculinos, eso cercaría la visión lectora que debe estar colmada
de imaginación a través de la receptividad específica que cada obra requiere.
La precocidad femenina que delimita la opinión de Francisco Ynduráin en una
conferencia titulada “Rosa Chacel habla de su obra con Francisco Ynduráin y
Eugenio de Bustos Tovar”[4]
no debe ser tenida en cuenta como tal, sino como virtud humana. Rosa Chacel no
tenía miedo en el año 1976 a parecer femenina, ya podía permitirse ese lujo.
Otorgar ese carácter femenino a la sensibilidad demostrada en su escritura, ese
contorno literario resulta del producto de la lectura de Joyce más que de una
condición de género según nuestra autora.
La propia autobiografía de
Rosa Chacel, como señala Diana Sanz Roig, ha dejado pasajes inconexos porque
ella misma no quiso dar detalles, a pesar de ser autobiográfica en sus diarios,
a mi modo de ver, un lujo y un misterio, se induce de este modo un secreto
mágico, ser la autora de varias obras autobiográficas sin caer en los detalles
certeros y reales, utilizando con maestría recursos literarios de belleza sin
igual, sin caer en el sentimentalismo, utilizando un código estético
excepcional:
Las
amistades femeninas de Rosa Chacel han sido objeto de algunas suspicacias –tal
vez mal entendidas– que han extendido la sospecha, quizás no realizada con un
criterio exacto, de su homosexualidad o, más certeramente, bisexualidad.
Matriarca del grupo, Rosa Chacel provocó verdadera adoración entre sus
discípulas. Son numerosos los pasajes y versos dedicados a mujeres que, por un
motivo u otro, aparecieron en su vida: Elizabeth Calipigia, Concha de Albornoz,
Clara Janés, Ana María Moix, Lolo Rico o Victoria Kent. (Sanz Roig, 2010: 8)
Rosa Chacel es una mujer de
verdad absoluta y el exilio de ningún modo aparece disfrazado, casuística que
ocurre con otros autores. Nunca dirá: -“¡Yo soy una exiliada!”, ¡Ay que ver lo
que he sufrido! Rosa Chacel se exilia, lo pasa mal económicamente, pero
considera que es una etapa de la existencia que le ha tocado vivir, no lo
utilizará para encumbrase, otros muchos autores viven de esos alardes:
Por contarme entre los seres
propensos a la admiración, he recorrido en mi vida –en mis largos años de
exilio, en los que con algo tenía que substituir la vida– muchos libros
admirables, que nunca me han defraudado: mi admiración se ha sentido con
frecuencia colmada. (Chacel, 1991: 18)
Antes del exilio, es decir, entre el exilio[5]
y su vuelta a España hay una diferencia en la literatura de Rosa Chacel,
marcada fundamental por los puntos referenciales que utiliza. La Sinrazón, Barrio de maravillas,
Memorias de Leticia Valle, Desde el
amanecer, Saturnal, La Confesión… todas ellas reflejan
caracteres autobiográficos, independientemente del género literario al que se
vinculen, diarios, ensayos, novela, ficción, autorrealidad, leyenda
enmascarada. Ahora bien, llegamos a Alcancía.
Estación termini (1998) aquí la autobiografía está presente abiertamente,
es bien clara, perpleja, sin equívocos ni rodeos, directa a lo que entre una
línea distinguimos como la realidad y por debajo de esa misma línea nuestro
pensamiento –el de la autora, en este caso–. De este modo, vamos descubriendo
qué grado de sentimiento impone y acompaña a esa realidad que ya no está
escondida, no aparece entre líneas ni desdibujada. En ese tono de sinceridad
absoluta asoman personajes reales, de la vida misma, que acompañan en el camino
a la realidad de la escritora: Clara Janés, Francisco Ayala, Victoria Ocampo,
Jesús Prados, Ortega, su hijo Carlos, su nuera Yamilia, Pedro Gimferrer, Carmen
Balcells, Alberto Porlán, Carlos Barral, María Zambrano, Colita, Juan Carlitos
q.d.g. (Chacel, 1998: 45), Octavio, Fraga, Julián Marías, Rafael Conte, Lázaro
Carreter, Sainz Rodríguez, Laín, Zubiri, Mallea, Spinoza, Rafael Alberti,
Torrente Ballester, Elena Soriano, Chillida, Alberto Gironella, Jaime Salinas,
Ramón Gaya, Luisa Elena, Mariquiña Valle-Inclán, Bruguera, Jiménez Losantos,
Martínez Nadal, Rosales, Carmen de Icaza, Sánchez Dragó, Antonio López, Fina de
Calderón, Gustavo Domínguez y Guillermo Cantero.
Sin embargo, en sus obras anteriores como he indicado
primeramente, los personajes influyentes a los que se refiere Rosa Chacel no
están explicitados como en este último diario, quedan más lejanos en el
tiempo: Julio Verne, Dostoievski,
Cervantes, Galdós, Unamuno, todos –incluidos filósofos– aparecen de manera
coterránea en su pensamiento, forzando la memoria para llenar la clave de su
interiorismo. En parte, es lógico, pero por otra parte, no lo es tanto, el
disfraz era mayor cuanto más joven era nuestra autora, al llegar a la adulta
madurez la escritora ha quedado sustraída de influencias para ser todo un yo
translúcido y vital, una fuerza con transparencias que no duda en abrir su
corazón al viento de la lectura del prójimo, independientemente de si van a ser
amigos, escritores, hijos o demás familia, solo una única realidad hacia todo:
Rosa Chacel: “tal vez esté humanizándome, ¡sería horrible! (Chacel, 1998: 165)
–vaya paradoja–.
Si delimitamos el periodo que corresponde al exilio de Rosa
Chacel por fechas quedaría establecido del siguiente modo: En 1937, Rosa Chacel
abandona una España en guerra y se instala en Paris con su hijo Carlos, de seis
años[6].
En 1938, Rosa Chacel acepta una invitación para ir a Atenas, que le llega a
través de su marido el pintor extremeño Timoteo Pérez Rubio que permanecía en
España como miembro de la Junta de Defensa del Tesoro Artístico Nacional.
Llegada pues la Guerra Civil, Rosa Chacel y su hijo
abandonarán Atenas a bordo del buque «Andros» con destino a Alejandría; allí
tomarán el «Champolion», que les deja en Marsella. Desde Marsella se van a
Ginebra para reunirse con Timo, permanecerán allí hasta comienzos de 1939,
haciendo frecuentes visitas a Ascona, donde su hijo Carlos residía y estudiaba.
Como muchos intelectuales
españoles recibe invitaciones de Colombia, México, Brasil, Inglaterra y Grecia
para pasar el exilio y Rosa Chacel decide instalarse en Brasil, tras dos breves
escalas en París y Burdeos. Salen de Burdeos a Río de Janeiro el 30 de mayo de
1940: “al menos, ésta es la fecha que figura en la «Carteira de Identidade para
Extrangeiro» expedida a su llegada a la metrópoli brasileña. (Rodríguez
Fischer, 1988: 19, apud Morán, 2008:
418)
Las estancias de Rosa Chacel en Buenos Aires serán continuas
puesto que allí estudiará su hijo Carlos y el ambiente cultural será mucho más
favorable.
En 1959, le conceden una Beca de la John Simon Guggenheim Memorial Foundation. Rosa Chacel viajará a
Nueva York y permanecerá allí hasta 1961, aunque en el verano de 1960 viaje a
México. Gracias al dinero de esta beca, Rosa Chacel viaja a España en enero de
1962. En junio viajará también a París y permanecerá allí hasta su regreso en
diciembre.
En 1963 vuelve a Río de Janeiro hasta 1971 con visitas a
Argentina. En 1971 se dirige a Madrid invitada por Ángel Rosemblat. Desde ese
momento la residencia en Brasil se alterna con visitas a España (de enero a
junio de 1972).
En 1974 se establece la fecha del regreso definitivo, aunque
realiza viajes a Río donde residen Timo y Carlos. Algunos autores establecen
los años de 1964 a 1970 como los últimos años de su exilio en Brasil.
De la misma manera que Rosa Chacel no reconoce abiertamente
que el exilio supuso un dolor enraizado en su vida y como consecuencia en su
obra, soslayó la sospecha de ser femenina en su obra, pero no se debe leer esto
de manera lineal ni, por supuesto, inequívoca. Cabe decir, en este sentido, que
su aspereza ante las frecuentes, insistentes y tenaces cuestiones de los
periodistas cuando regresó a España, sobre su opinión al respecto de la
literatura femenina amenaza con no ser verdad la propuesta externa como
alternativa de contestación y debemos tomar ambas cuestiones: exilio y mujer,
por llamarlas de alguna manera, premisas que no sólo hirieron el latido de su
expresión sino que enriquecieron brutalmente y de modo espontáneo su novela
testimonial, en la que el título resta importancia a lo anecdótico. Estamos
pues, ante un autorretrato definido con el mayor rigor plástico, de adornos
invariables y recursos estilísticos inmejorables, a pesar de absolutamente
posicionarse en un silencio advertido en relación al exilio y una experiencia
contenida y con resultados consecuentes con su propia vida, para más inri, en un consustancial yo femenino y
personal asexuado. Así lo corrobora Carmen Morán en esta afirmación:
Una lectura atenta revela
que Chacel no fue totalmente impermeable a la experiencia del destierro, por
más que así lo afirme denodadamente: la huella se ve en La Sinrazón, en algunos cuentos como «Balam», y en los diarios, que
son el testimonio de un empeño chaceliano por mantener su voluntad contra
viento y marea. Viento y marea cuyos embates son a veces brutales, por más que
cuando se pronuncie explícitamente sobre ellos Rosa les reste importancia.
(Morán, 2006: 419)
Clara Janés confiesa que Rosa Chacel jamás se autodenominaría
como “pobrecita exiliada”, su voluntad y afán jamás se doblegaría en este
sentido, porque realmente resulta anodino pensar y ser juzgado por eso: por
pensar. Pero, no obstante no sentirse víctima de un exilio no se traduce en
silencio, sus palabras llenas de sensatez y criterio fundamentalmente no la
hacen adueñarse de mutismo ante su posición. En los diarios, Rosa Chacel una
vez venida del alejado exilio (en sentido figurado) no declina en su intención
de apostillar fielmente a su raciocinio político sobre la situación vivida en
España, a colación de lo expuesto en las Obras
Completas de José Antonio, obra que compró –tal y como ella anota– el 28 de
diciembre de 1956:
Porque no me extraña que
llegasen a matarle: estaba hecho para eso, pero que después de muerto se haya
hecho el silencio sobre su caso…Era difícil y expuesto por la gran confusión en
torno. Por el contrario, los gitanillos, las faldas de volantes, los toritos
bravos y todo el puterío sublimado extendiendo por el mundo una España
histriónica era vivificante para la cosecha de turismo. Es cierto que su
simpatía por los fascismos europeos, tan macabros, le salpicó con el cieno en
que ellos se enfangaron, pero leyéndole con honradez se encuentra en el fondo
básico de su pensamiento, que es enteramente otra cosa. Fenómeno español por
los cuatro costados. (Chacel, OC,
2004: 72)
Un exilio tratado siempre con altivez, desde un minarete que
todo lo contempla, desde la quietud del remanso después de la tormenta. A pesar
de no haber estado en España, su trato hacia la tierra originaria es de un
respeto admirable, no hay mayor dolor que el que se asume y se ve con distancia
apreciando además que aquello de lo que se está lejos con conciencia es todavía
más hermoso:
También siento haber puesto
en sus manos testimonios de la actualidad de España, llenos de tantas cosas
deplorables, porque lo que hay en ellos de grandeza no lo pueden comprender. Y
lo triste es que, haciéndolo, porque es seguro que lo hay, no nos sirva para nada.
Nos hundiremos con nuestras grandezas. «España y yo somos así, señora.» (OC, 2004: 34)
Rosa Chacel y el Veintisiete
“poeta”
Rosa Chacel[7] no tuvo cabida en los grupos, se conjugó como escritora única.
Disfrutó una relación de intimidad con Luis Cernuda, absolutamente enorme. Era
una amistad casi femenina porque se contaban sus problemas amorosos y leían
poemas juntos. Con Rafael Alberti se reencontró en Berlín y juntos hacían
sonetos, de ahí nacieron los sonetos de A
la orilla de un pozo, surgiendo una formidable amistad con el poeta. Por
añadidura, también mantiene una apego con María Teresa León, aunque el real
entendimiento era con Alberti. Ambos tenían una facilidad para versificar que
disfrutaban haciéndolo al alimón y esto se convertía en un disfrute más que en
un entendimiento. Rosa Chacel no fue integrante del grupo de poetas pero estuvo
allí, los conocía, en medio del cine, la pintura, los ismos, en general. Se
sintió única puesto que estaba realizando una labor artística muy distinta,
presume de frescura, agilidad, novedad de estilo, prosa poética y rítmica.
Su formación literaria
reside en el desarrollo vital de la inteligencia y lo más vital es lo que se
adquiere sin propósito de empleo inmediato, tal y como relata Rosa Chacel en
una conferencia sobre dicha formación recogida por la Fundación March en
archivo audio[8]. En la infancia es donde se adquiere, según la escritora, la necesidad
de autoformarse y esto se conforma en adquirir una libertad ante la realidad.
Rosa Chacel se posicionó ante el mundo de la escritura a través de una lectura
previa de la literatura europea, en concreto la francesa y escogió un ejemplo
de representación realista: La piel de
Zapa de Balzac –lectura que realizó con 18 años–. Las amistades que conoció
en el Ateneo, cuando su vocación aun era plástica, no fueron de la generación
gloriosa sino ensayistas y críticos literarios como Guillermo de Torre, Melchor
Fernández Almagro, historiador y periodista y Manuel Abril, poeta, novelista,
traductor, periodista, crítico literario y de arte. En esta época crítica de la
literatura española existía un clima estético artístico visto así por Rosa
Chacel:
Dostoievski al igual que
Miguel Delibes trabajaban un trío de conceptos: el hombre, el paisaje y el
amor.
Unamuno se quedaba solo con
el cultivo del hombre y la pasión. Se le olvidó el paisaje.
Baroja salvó la mediocridad
de la novela convencional eliminando la retórica y proponiendo un horizonte mucho más amplio.
Galdós se quedó con el
paisaje y a través de éste nos hizo imaginar al hombre con su pasión.
Dentro del misterio que
envuelve la literatura chaceliana en la que aparecen y desaparecen
sentimientos, vivencias y artilugios disfrazados que nos hacen encontrar el
hilo argumental del cuento autobiográfico sorprende enormemente el silencio
soterrado que incluye en la carátula sexual del amor, ésta no existe, ha
desaparecido el contorno sexual que podría adornar al amor metafísico, puesto
que podría resultar incómodo para la época. Así Julián Marías opina que la
visión sobre el sexo resulta más oscura que la que, por ejemplo, mostraba La lozana andaluza, de manera que esa visión o el silencio sobre el sexo, que
implica la literatura chaceliana, no es atípica ni singular de nuestra
escritora, pues la distorsión de la imagen sexual llega anticipada como «imagen
de la vida» que le tocó vivir[9]. Existe un mecanismo en la obra de Rosa Chacel sobre cosas de las que
no se habla. En Memorias de Leticia Valle
eres capaz de entender el sentido del argumento cuando, setenta artículos
después de la obra te preguntas ¿Qué ha pasado? Ha habido una relación, una
seducción, hay una página en Memorias de
Leticia Valle borrada y es imposible entender esa relación ancestral de la
que se sospecha, yo diría que hasta maliciosamente por estar intencionadamente
oculta.
El esperado reconocimiento[10] hacia Rosa Chacel por parte de las letras españolas tuvo un
desafortunado intento puesto que no consiguió el Premio Cervantes, ya que
recayó sobre la galaico-murciana Carmen Conde, acontecimiento éste que
protagonizó varias discusiones literarias y por ende adquirieron un cariz
político como consecuencia del transcurso de la historia de una España
republicana tras la Guerra Civil. Los seguidores de Carmen Conde[11] fueron Buero Vallejo, Díaz Plaja y García Valdecasas representantes
de valores literarios conservadores, mientras que a Rosa Chacel le acompañaban
Julián Marías, Luis Rosales y Antonio Tovar como portadores de un modelo más
progresista, así como la “Asociación de Mujeres Universitarias”[12], a pesar de que nuestra autora nunca se mostró participante activa de
ninguna asociación de carácter feminista. La tercera aspirante que presentó su
candidatura para este premio fue Carmen Guirado, dedicada a la medicina, cuyos
padrinos fueron José María Pemán, Rafael Lapesa y el cardenal Tarancón.
Clara Janés compañera en las
artes junto a Rosa Chacel opina que la vida está llena de injusticias y que la
fatalidad de no escoger a Rosa Chacel como ganadora del Premio Cervantes fue
terrorífico para la autora, algo que le afectó durante mucho tiempo, a pesar de
su negativa a admitirlo. No obstante, no era de extrañar puesto que en el año
1976, dos años antes de otorgar el primer sillón femenino en la Academia,
Blanca Berasategui en un artículo publicado en ABC “Rosa Chacel, en su mundo” dice: Rosa Chacel, setenta y ocho
años, escritora vallisoletana, lamentablemente desconocida en nuestro país,
continúa novelando, constante y calladamente, en su pequeño apartamento
madrileño” (Berasategui, 1976: 38). Rosa Chacel como ella misma dice vagó fuera
del cercado en una conferencia recogida por la Fundación March titulada “Rosa
Chacel habla de su obra con Francisco Ynduráin”.[13]
Una creencia divina.
Clara Janés me envió por e-mail
una entrevista que realizó a Rosa Chacel sobre su creencia en Dios, sobre su
actitud respecto a la cuestión religiosa difícil de entender a simple vista,
pero en el fondo es tan fácil como pensar que Dios quiere decir vida y el mayor
misterio, por tanto, es la vida. Rememora en dicha entrevista un encuentro de Rosa Chacel con María Zambrano, ambas se
proclamaron católicas, esta cuestión despertó en Clara Janés un especial
interés por considerar qué era lo divino para la autora vallisoletana. Una
divinidad subterfugia que recorría los inmensos paisajes de la memoria infantil
cultivada a través del tiempo de manera genésica, endógena. La duda religiosa
es un monstruo “el mayor monstruo los celos”. Si tienes la certeza de que Dios
existe, la duda desaparece y “prescindes del goce de la contemplación, la
beatitud divina, etc.”. Si acaba la duda de la creencia de Dios, acabamos con
lo inventado, con el ansia de creer que provoca en realidad la búsqueda de la
vida por excelencia. Estamos frente a un concepto propugnado por Rilke, el
poeta del amor y los ángeles, el amor hacia la conveniencia de Dios como
principio de acercamiento vital al origen de nuestra existencia. Creación,
poesía, Dios, principio de vida, castidad y sinceridad en los pensamientos.
Como consecuencia de la voluntad
chaceliana aparece la religión como una de sus ansiadas pretensiones a
justificar, y digo justificar porque, de una manera u otra siempre nos quiere
dejar claro su sentimiento en este despertar religioso, provocado por la protuberante intención de desmontar su
memoria para dejarla explícita en su obra. Religión tratada con maestría en
personajes como Santiago en La Sinrazón[14],
en su ensayo a los más grandes (San Agustín, Rousseau, Kierkegaard, Cervantes,
Galdós[15]
y Unamuno[16])
La Confesión y como apéndice de lo que será un sentimiento venidero y
una advocación en Desde el amanecer:
No es fácil descubrir mi
extravagancia religiosa, que no tenía nada que ver con lo que se pueda llamar
creencia o increencia. Mis dudas, graves y angustiadas hasta la asfixia mental,
no me inspiraron jamás la ocurrencia de poner peros a lo que me habían
enseñado, solo que, muy conforme y convencida de que las cosas eran así, yo las
vivía de otro modo. También vivía, por supuesto, el modo ortodoxo, pero mi
fantasía no conocía barreras. (Chacel, 1972: 303)
Existe, por tanto, una conciencia autorial de querer
explicarse en el orden de la religión como clave fundamental en el pilar del
conjunto de la formación humana, no como valor añadido sino como pieza clave en
la consecución de un determinado modo de estar:
Es empresa difícil que temo
no lograr su claro diseño, mi propósito de sugerir los puntos clave del
cristianismo, al mismo tiempo que lo designo como la dracma perdida. Y es difícil, sobre todo, porque no quiero que mis
sugestiones puedan parecer ¡ni un momento! exposiciones culturales. (Chacel,
1991: 211)
Durante la construcción conceptual del discurso chaceliano en
torno a la religión aparece si no una constante un elemento encontrado: el
sexo. Alude a la cruz, al igual que lo hizo Goethe como un “error estético”. (Chacel,
1991: 256-257). También aparece Jesucristo Superstar comparado con la
exaltación de la religión y con el desenfreno de la vida sexual estrenado en su
época. Más que comparar, interroga y en su cuestión, en su pregunta, encuentro la
respuesta de afirmación entre ambas cosas: el sexo aparece como desenfrenado,
como consecuencia se exalta la religión entre el pueblo joven para
contrarrestar el efecto negativo en la sociedad. Idea completamente arcaica, a
mi modo de entender, y bajo mi perspectiva de sugerente posibilidad vivida.
¿Por qué será que en esta
época de desenfreno sexual, de insubordinación a las leyes sociales y atentado
o despedazamiento de las leyes estéticas, resuena entre el tumulto el nombre de
Cristo? Ah ¿por qué será?... (Chacel, 1991: 257)
La crítica continua a los valores religiosos como parte
integrante del arte, ha estado patente en toda la obra chaceliana de manera
subyacente en el protagonista de La
Sinrazón, Santiago dejándose arrastrar por un sentimiento de culpa inútil
que le llevará a una desesperación de valores irremediablemente sin poder
hacerle avanzar, realmente «sin- razón», sin sentido. Y de manera explícita y
con un conocimiento de la vida por sí misma, y todo ello, a través de sus
protagonistas literarios afirma la necesidad del sentimiento religioso para el
fortalecimiento del ser humano, siendo ésta una verdad insalvable y plena de
significación en su madurez artística:
Yo iba diciendo que hay
–dos, por lo menos– demostraciones de la falta de actualidad activa en el
sentimiento religioso del mundo católico. La primera es el turismo hacia todos
los Tibets, Ganges y demás –incluyendo macumbas y ecología–, la segunda es la
falta de aparición de idea, conflicto o imagen religiosa en arte y literatura.
Yo creo que el arte, desde que podemos verlo como arte, es una búsqueda de la
imagen de Dios: griegos, romanos y cristianos no hicieron otra cosa; por eso
hicieron arte, ¿por qué ahora no se hace?. (Chacel, 1998: 101)
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[1] En la dualidad de opiniones sobre Ortega, Genara Pulido
opina: “Ortega es una personalidad conflictiva. No se puede negar que con La
deshumanización del arte marcó toda una época, pero también tuvo muchos
enemigos y el hecho de que estuviera con el exilio y que algunos investigadores
lo hayan acusado de ser predecesor del nazismo por sus ideas sobre las masas,
ha hecho que las ideas sobre él sean más problemáticas. En Francia no tuvieron
a Ortega, y sin embargo existieron las vanguardias”. (From: gpulido@ujaen.es, To: “Mamen Exposito” mamenexposito@terra.es, Sent: Wednesday, January 18, 2012 12:01
AM).
[2] Clara Janés, poeta y traductora de poetas persas,
entre otros Ahmad Shamlu y Mohsen Emadí.
[3] FREIXAS, Laura, (2004) “Perfil. Rosa Chacel”, Letras Libres, enero, pp. 56-59.
disponible en la web: www.letraslibres.com/index.php?art=9315-42K (consultado en diciembre 2009).
[4] Audición recogida por la Fundación March, fechada el día 20 de febrero de 1976. http://www.march.es/conferencias/anteriores/voz.aspx?id=865&d0=1&d1=2012
[5] La circunstancia
histórica del exilio se refleja en personajes como Herminia o Damián de La Sinrazón, dicha obra rinde un
homenaje al maestro Edgar Allan Poe por su marcado carácter policial y porque
ahonda en el misterio del ser humano. Del mismo modo, se ha llegado a ver en el
libro la influencia de Rojo y negro
de Sthendal, aunque Clara Janés advierte: “Nunca mencionó eso de homenaje a
Poe, no era dada a homenajes excepto en los sonetos y a petición... Por lo
demás no sé, ella siempre insistió en Joyce”. From:
Clara Janes, To: Mamen Exposito, Sent: Monday, January 10 2011 7:55 PMSubject:
Re: Sobre La Sinrazón.
[6] Rosa Chacel fue madre a los 33 años que por aquel entonces ya era una maternidad si no tardía, sí madura.
[7] Definida adecuadamente por Jesús Izcaray en su
artículo “Un eslabón perdido”, “La primera sensación que se tiene al leer a
esta autora es la de encontrar un eslabón perdido. Un ignorado eslabón de la
novela española contemporánea” (Izcaray, 1977: 16).
[8] “Rosa Chacel habla
de su obra con Francisco Ynduráin:
http://www.march.es/conferencias/anteriores/index.asp?busqueda_simple=rosa+chacel
[9] Esta afirmación proviene del artículo titulado “Nuestra imagen de la vida” de Julián Marías, pp. 585-593 compartida con Clara Janés.
[10] Premio recogido en Rosa Chacel. Premio Nacional de las Letras Españolas 1987·, Anthropos-Ministerio de Cultura, Barcelona, 199.
[11] Castillo Puche da su opinión en el diario ABC del 11 de febrero de 1978: “Carmen Conde, con su título de académica y con el orgullo de ser la primera mujer elegida para ocupar un sillón en la docta Casa.” (Castillo Puche, 1978: 31)
[12] Este apoyo puede verse en “Mujer en la Academia” Triunfo, 786 (18-II-1978), p. 7.
[13] Audición recogida por la Fundación March,
fechada el día 20 de febrero de 1976. http://www.march.es/conferencias/anteriores/voz.aspx?id=865&d0=1&d1=2012
[14] La opinión de la autora sobre su obra maestra, La Sinrazón es contundente en los últimos años de su vida: “En todo caso, creo que lo único serio que he hecho en mi vida es La Sinrazón, y así y todo es bastante inocente” (Chacel, 1998: 153)
[15] Muestra Rosa Chacel una alusión al mundo galdosiano cuando comenta la película Tristana de Buñuel en su obra Alcancía. Estación Termini. Para la autora esta película respira un mundo galdosiano.
[16] Ver Rosa Chacel (1977: 33) “Sendas perdidas de la generación del 27”, donde aparece “Los estudios sobre Unamuno son tan abundantes (…) a través de ellos, de la vida de su eros, de la extensión o porción o categoría del eros en su vida, con la extensión y el producto de su ejercicio intelectual, encontramos un déficit desolador. La inmensa mayoría de mi generación padeció ese déficit”.