La depresión es la enfermedad de nuestro tiempo. Las
tres plagas psicológicas modernas son: el estrés, la depresión y la recién llegada epidemia de rupturas
conyugales. La secuencia es difícil de trazarla, pero unas y otras forman el
mapa patológico del momento. Una sociedad técnicamente muy avanzada y repleta de
grandes logros y humanamente muy perdida, traída y llevada y tiranizada por un
trasiego de cambios súper rápidos en donde mucha gente no hace pie y se
hunde.
¿Qué es la depresión, en qué consiste, cuáles son sus principales
causas, son todas las depresiones iguales o hay matices y diferencias entre una
y otras, cuál es su pronóstico, qué nuevos avances se han dado en los últimos
años? Las depresiones son un conjunto de enfermedades presididas por
un descenso del estado de ánimo, que da lugar a una vivencia de hundimiento
psicológico terrible, que es cuantitativa y cualitativamente mucho mayor que
cualquier decaimiento producido por los avatares de la vida. La
tristeza es el centro de la depresión. Por tanto, el síntoma fundamental es
una sinfonía melancólica que se vive como pena, apatía, abatimiento, falta de
ganas, aflicción, amargura, desconsuelo, aburrimiento profundo, perdida del
sentido de la vida, vacío interior, hundimiento enorme, desesperación…y en ese
paisaje interior asoma la muerte como una salida que alivia ese sentimiento
interior repleto de indiferencia indolente y de pesadumbres sin nombre. La depresión es el sida de la emociones. Es un eco en el que solo
ves los segmentos negativos de tu vida, todo se vuelve contra ti y van
apareciendo a sotto voce los sentimientos de culpa. Hay
básicamente dos tipos: la depresión endógena, que es debida a un
desorden bioquímico cerebral de fondo hereditario y que viene de
dentro, es decir, no está motivada por nada exterior, por eso aparece como
algo extraño, sorprendente, inesperado, con escasa justificación. En el otro
extremo del arco depresivo se encuentra la depresión exógena, que
viene de fuera, que es debida a acontecimiento negativos de la
vida. La mujer es especialmente sensible a las frustraciones afectivas y
familiares, mientras que el hombre es especialmente sensible a las profesionales
y económicas. De aquí parte dos caminos. A su vez hay que constatar, pueden ser
originadas por macrotraumas: impactos psicológicos de gran
envergadura. Y los microtraumas, vivencias negativas de menor
importancia, pero que sumados forman una constelación de factores negativos que
aterrizan en la geografía de la depresión. A estas segundas las denominamos
también reacciones depresivas. Entre las endógenas y
las exógenas hay un espectro que se mueve entre ellas y así podemos hablar de
depresiones predominantemente endógenas o exógenas. La tristeza
normalproduce la lucidez del perdedor y la nitidez de la distancia; y
mirando hacia el futuro. La
tristeza depresiva es el ánimo embotado, a la baja y
mirando hacia el pasado. Las diferencias son grandes: la primera reinventa la
vida, la segunda sabe a derrota sin remontada. Dentro de las endógenas hay que mencionar las llamadas depresiones
bipolaresque tienen hoy una enorme actualidad, ya que las conocemos mejor.
Son aquellas que alternan fases depresivas y eufóricas, de tal modo que el
estado de ánimo va de un profundo decaimiento a una alegría y vitalidad
desbordante.
En la fase eufórica esa persona se siente mejor que
nunca y no tiene conciencia de enfermedad, Los síntomas son:
estado de ánimo elevado, expansivo, con una especie de alegría y vitalidad
desbordante, sentimientos de prepotencia, verborrea, tendencia a las compras
compulsivas, querer hacer demasiadas cosas, fuga de ideas, desinhibición verbal
…todo ellos provoca un evidente deterioro social, familiar y profesional, que
hace necesaria la baja laboral y la aplicación inmediata del tratamiento. En la
fase depresiva de esa bipolaridad hay que
constatar que hay conciencia de enfermedad, ya que ese sujeto se
da cuenta que no está bien y asoma un cortejo de síntomas claros: la tristeza
mencionada, llanto frecuente, disminución del interés por tareas que antes
producían placer (anhedonia), falta de ganas para todo, falta de ilusión,
bloqueo de la conducta, pensamientos negativos sobre uno mismo que miran hacia
atrás (al pasado) y hacia delante (al futuro), sentimientos de inutilidad,
graves alteraciones del sueño (insomnio agudo, sueño intermitente, despertar
precoz, sueño no reparador, pesadillas con vivencias de muerte y ansiosas),
cansancio anterior al esfuerzo, dificultades de concentración, pensamientos
recurrentes de muerte, que pueden llegar a ideas y/o tendencias suicidas.En
Occidente la mujer es tres veces más depresiva que el hombre. y muy
principalmente, porque la vida genital femenina ofrece ocasiones de caer en
depresión: desde el síndrome de tensión premenstrual (unos días
antes del periodo; aquí solo podemos hablar de una minidepresión), las que se pueden dar durante el
embarazo (son poco frecuentes), la depresión posparto (se da
en el 31% en la Unión Europea), la depresión postaborto (no es lo mismo que sea
espontáneo o provocado) y finalmente la que puede aparecer en el curso de la menopausia.
Siguiendo con las preguntas que me hacía al comienzo de este
artículo, el tratamiento es distinto en cada caso. En las endógenas
lo importante es la medicación; en las exógenas, la
psicoterapia. En las primeras se trata de restablecer el equilibrio
bioquímico y en ese sentido las investigaciones de los últimos años han sido
enormes. El arsenal de fármacos con el que contamos es muy amplio y su eficacia
es extraordinaria. Hay que diseñar un tratamiento con tres ingredientes
principales: elevadores del ánimo
(antidepresivos), sedantes si hay ansiedad (ansiolíticos) y medicamentos para conseguir un sueño correcto (hipnóticos o inductores del sueño). En las exógenas o
reacciones depresivas hay que estudiar los motivos que lo han desencadenado
y trazar unas pautas de conducta para ir consiguiendo normalizar en lo posible
la vida de esa persona. A menudo hay que emplear psicorrelajantes, puesto que todas esas vivencias destilan angustia,
inquietud, desasosiego. Hay que decir que más del 90% de las depresiones endógenas se curan hoy. Los
avances habidos en este campo son rotundos. En las bipolares, hoy
tenemos a nuestro alcance fármacos que evitan la recaídas y que tienen una
eficacia alta y los denominamos estabilizadores del ánimo y que
podrían denominarse con cierta licencia del lenguaje, «vacunas frenadotas de
posibles recaídas». Estas suelen ser metales, que frenan la bioquímica que
desencadena estos episodios. Por último, hay varios avances de los que quiero
dejar constancia. El primero, son los nuevos antidepresivos que adelgazan. Hace
unas décadas, casi todos los medicamentos para la depresión engordaban… eso en
la era del culto al cuerpo. Y además dos nuevas estrategias: el estimulador magnético transcraneal, que consiste en una bobina
magnética que se aplica en el polo frontal y consigue entre 10 y 15 sesiones la
remisión del 71,2% de las depresiones que no remiten con fármacos. Y finalmente,
la estimulación eléctrica del nervio vago, como otra opción
terapéutica novedosa. Los ropajes de la depresión son diversos, pero en todos
aletea la melancolía con todos sus acordes. La depresión es un túnel oscuro, en
el que parece que nunca se va a encontrar la salida. Hoy podemos decir que una
gran mayoría de ellas se curan.
ENRIQUE ROJAS ES CATEDRÁTICO DE PSIQUIATRÍA