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De: "Santiago Merino" <vozdeestrellas@concienciaplanetaria.es>
Título: EL MISTERIO QUE VINO DEL FRIO // EL SABIO
Fecha: Fri, 25 Dec 2009 10:19:48 +0100
Para: <ummo@hispavista.com>
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FELIZ NAVIDAD Y PROSPERO AÑO NUEVO PARA TODOS

 

Reposición, pero como viene a cuento...........
      EL MISTERIO QUE VINO DEL FRIO

 

Aún es de noche en las estribaciones del pico más alto de la cordillera del Himalaya, cuando el sonido del cuenco y los monótonos golpes del dorge, precipitan al joven Rapsag hacia el oscuro y frió habitáculo del templo. Esa mañana la mantequilla del yak, debe ser quemada en ofrenda a los dioses para expulsar los malos espíritus del sagrado lugar donde habitan un centenar de monjes y lamas.

El monasterio Rongbuk a los pies del monte Everest es uno de los más viejos del Tibet. La doctrina que practicaban los monjes hacia el comienzo de la era cristiana era una mezcla de maniqueísmo antiguo religioso de dioses y diablos ancestrales, mezclados con las doctrinas del divino Buda. Quizás sea la altura y las tremendas barreras naturales del hielo, las que hacen que el antiguo monasterio seleccione a los más intrépidos para vivir en oración y meditación en el maravilloso valle, que en forma absolutamente sobrenatural se levanta verde y cálido en medio de unas condiciones extremas de vida. De este valle se ha hablado siempre a través de la historia, incluso su origen y leyenda motivó una vieja película, ?Horizontes Perdidos?, donde se narra la vida y misterios de una comunidad feliz, en el valle de Shangri-La(1). El actual monasterio, está edificado siguiendo el modelo de otro más antiguo, donde precisamente transcurre la historia que voy a contaros.

Los trabajos en el monasterio son agotadores, sobre todo para los novicios, que no han llegado sino al laberinto de su profunda confusión y al descubrimiento de las nuevas sensaciones, que el ayuno y la prolongada meditación despiertan en ellos.

El templo se abre cada mañana para atender a los lugareños. El Lama médico y sus ayudantes reciben a campesinos y pastores. Los encargados de las ofrendas, deben recibir la mantequilla de Yak que debe ser quemada en los altares para pedir favores a propios y extraños. Otros monjes, dedican todo su tiempo a la confección de libros y pinturas. La mayoría debe afrontar las tareas del huerto y el cuidado de los animales, y finalmente quedan los ancianos e impedidos, que son reverenciados como dioses dentro del monasterio, puesto que cada uno de ellos es un pozo de sabiduría milenaria que en forma monótona y fiel, trasmiten a los más jóvenes, la tradición de la creación del mundo y las batallas que hubo entre diablos y dioses.

Pero sin duda la mejor de las leyendas, la más encantadora de las historias, no son las que narran los libros, sino las que han vivido los más santos y sabios de la comunidad, desde la práctica de la meditación. Las visiones de los más aventajados en este arte, son tan gráficas, tan emotivas y tan alucinantes, que solo con una tremenda fe pueden ser entendidas.

Rapsag abandonaba cada semana el templo para llevar la cebada seca mezclada con mantequilla de yak y el tsampa, a un anciano monje que había optado por vivir en solitario en una cueva de la montaña. Era un bodhisattva, o ser sagrado probado en el ayuno, en la renuncia y en los misterios. Este ermitaño contaba con más de ciento cincuenta años. Sus milagros y hazañas eran escuchados por los novicios con asombro e incredulidad. Pero no todo era alegría y virtud, puesto que como en todo colectivo humano no faltaba el monje mezquino, el sacerdote acomodado y los seres sin fe, que tenían la vida monacal como refugio de sus pobres personalidades.

El viejo monje solitario, permanecía casi todo el día en postura de loto, practicando la meditación. Rapsag sabía que en algunos casos había mantenido la postura por más de una semana, puesto que la comida que le había llevado una semana antes, permanecía envuelta en la saca de piel donde la portaba. De este ermitaño se hablaba de su poder para desplazarse en el aire, sin tocar el suelo, se comentaba igualmente que se le había visto en dos sitios distintos a la vez. Tenía el don de profecía y la facultad de penetrar en los corazones humanos. Nadie sabía su nombre, tan solo se le conocía como el bodhisattva de la montaña.

Tan solo pequeños saludos ceremoniales habían mediado entre el ermitaño y el novicio. El miedo y el respeto, mezclados con unas buenas dosis de admiración le impedía a Rapsag, acceder a preguntas o conocer más de las hazañas del anciano ermitaño. Aquella mañana cuando finalmente estaba llegando a la cueva, el anciano estaba sentado en la postura de loto, pero extrañamente, permanecía despierto, observando con ojos penetrantes la llegada del joven monje.

- Maestro; te ruego aceptes estos alimentos que me han ordenado traer desde el convento.

- Déjalos junto a la pared. No tengo hambre.

- ¿Cómo era posible que no tuviera hambre, si todavía estaba sin abrir el zurrón de la semana anterior con el tsampa intacto? ¿Cómo era posible, que sin comer casi nada, el anciano estuviera proporcionado y sin signos de degeneración o abandono? ? Se preguntaba Rapsag mentalmente.

El anciano esbozando una sonrisa replicó:

- El mejor de los alimentos, joven monje no crece sobre los campos terrenales, sino en las praderas celestes. Si comes una manzana, saciarás el hambre, pero si comes la semilla de la manzana, aún siendo más pequeña, comerás un manzano. Pero si te alimentas del prana de la manzana, se saciará tu cuerpo y tu espíritu.

- ¿Y cómo demonios se puede comer el prana de la manzana? ? pensaba el novicio.

Otra sonrisa del ermitaño fue la única respuesta que obtenía el joven.

Pasaron unos instantes. Se sentaron uno enfrente de otro. Tomaron unas escudillas de metal y se pusieron a comer un poco de papilla. El Sol iluminaba casi toda la cueva. La estancia, no tenía prácticamente nada. Un camastro con lana de yak, dos o tres recipientes para el agua, la comida y nada más. ¿Cómo podía vivir un ser humano en aquella miseria y sin embargo ser feliz?

El anciano, capaz de leer en la mente del intrépido aprendiz se anticipó a sus especulaciones diciendo:

- El monasterio donde habitas, incluso tu propio cuerpo no son sino prisiones para tu espíritu. Solo cuando dejamos nuestra envoltura carnal podemos viajar sin límite entre hombres y dioses, entre ángeles y demonios. La cueva que tú consideras miserable no es para mí sino el estímulo para viajar cada momento de mi vida hacia los límites de la imaginación humana. El viaje astral, del que has oído hablar entre los monjes es algo habitual en nuestras disciplinas. Este viaje se pude realizar cuando dejas tu cuerpo físico en estado letárgico y desplazas tu cuerpo astral fuera del mismo. Todos los seres del Universo practican esta forma de viaje. Por encima de los conventos de piedra donde tú habitas, existen otros conventos espirituales, con paredes de luz, donde nos reunimos seres del rincón más alejado de la Tierra o el más extraño ser de las infinitas estrellas que pueblan el firmamento nocturno.

- ¿Cómo puedo realizar yo ese viaje, venerable maestro?

- Practicando la disciplina del cuerpo, de la mente y del espíritu. Siguiendo las enseñanzas que tus maestros te enseñan en el monasterio.

- Pero, aunque practicamos la meditación a diario, y aunque seguimos las recomendaciones de los más altos lamas. Pocos son los que consiguen realizar las hazañas que aseguran tú has conseguido.

- Te aseguro joven Rapsag, que si diriges tu entrenamiento hacia la conquista de milagros, prodigios y al narcisismo espiritual, no solo no conseguirás nada de cuanto te propones, sino que te adornarás de los defectos y de los vicios del ego. La práctica de la meditación no solo, no debe ser dirigida hacia cualquier forma de progresar en el ego, sino hacía la anulación del mismo. Cuando llegas al Satori; es decir, cuando llegas a la plenitud de la concentración espiritual, tu ego se diluye, siendo en ese instante, flor, nube, animal, dios o diablo. Los prodigios y los milagros son para los circenses que creen por lo que ven, no por su auto-realización y discernimiento. Los que solicitan milagros y fenómenos solo pretenden satisfacer sus sentidos, mientras que la meditación perfecta, anula los sentidos terrenales, dejando libre el sendero del espíritu. Dirige toda tu voluntad hacia la perfección de tus hábitos, de tus apegos, de tus debilidades. Y ejercita en el silencio y en el aislamiento la imaginación con toda tu fuerza. Solo con la imaginación, y con la disciplina de los sentidos podrás acceder a la senda del espíritu.

- Pero Maestro; todo cuesta mucho. Hay que repetir y repetir y aún así no se consigue la perfección.

- Ciertamente, querido hijo; la vida en la Tierra es dolor, es experimentación, es aprendizaje. Venimos una y otra vez para poder superar el error de ayer y penetrar en el nuevo error del mañana. Dentro de numerosas vidas conseguiremos acceder a otra morada celeste, donde la senda no es tan dolorosa. Pero el mayor dolor, lo da el apego, el deseo, y la ambición para tener cosas materiales y para adornar al ego de poder pasajero. Es importante por tanto vivir en armonía de cuerpo y espíritu y seguir la senda del equilibrio. Tener lo necesario y buscar cada día ser feliz con la práctica de la virtud y del camino correcto.

- ¿Y cómo puedo encontrar la senda del equilibrio; Maestro?

- No puedes vivir en un palacio con todas las comodidades y esperar la perfección, pero tampoco puedes esperar encontrar la senda viviendo como yo en esta cueva.

Aquella afirmación dejó perplejo al novicio, que con un respingo replicó:

- ¿Y por que vives tu entonces en esta forma miserable de existencia?

- Querido hijo. Yo no viví en la cueva toda mi vida. Fui joven, gocé de la vida en todos sus extremos, Tuve mi familia y mi esposa. Pero llegado el tiempo oportuno, el espíritu me indicó este camino que acepté de buena gana, puesto que en todo caso me ha llevado a un estado más elevado de conciencia y a una existencia feliz. Si tú eres joven, vive como joven, practica la virtud como tal y comete los errores necesarios, para aprender de ellos y seguir creciendo. Si llegas a viejo, vive con la dignidad y con la objetividad de tu edad. No busques entonces nada para ti, sino para dios y para tus semejantes. Pronto comprenderás cual es el objetivo de mi estancia en esta cueva, incluso de tu presencia en la misma.

Aquello se ponía intrigante. ¿Qué sabía el viejo ermitaño, respecto del futuro de Rapsag?... En los meses sucesivos se darían no solo una sino miles de respuestas que colmarían la expectación del novicio.

- Para conseguir la perfección aprende estas reglas que en todo caso hablan de equilibrio, de armonía y de justicia.

- No creas todo cuanto elabora tu mente, ni niegues todo cuanto te muestra la misma. Encuentra el camino del medio con entendimiento y discernimiento equilibrado y correcto.

- Si tu mente te propone desarrollar procesos de pensamientos negativos, nos los alimentes. Pero no vivas colgado de alucinaciones irreales. Busca el sendero del medio, pensando con corrección y en armonía con las leyes de la Naturaleza y del hombre.

- No hables todo el tiempo revelando cuanto elabora tu mente, pero tampoco estés callado sin comunicar emociones y pensamientos. Busca con armonía el equilibrio y comunica correctamente lo que produce sabiduría, amor y felicidad en tu entorno y a tus semejantes.

- No estés todo el día en actividad. Pero tampoco estés ocioso. Realiza en forma correcta y con equilibrio el ritmo de la acción y de la no-acción.

- No seas consumista, excéntrico y amoral, pero tampoco te niegues, te anules o mueras en la soledad, en la inacción y en la inoperatividad por miedo o por el mal entendido camino de la virtud. Vive en forma armoniosa con corrección, practicando las leyes de dios y las de los hombres.

- Aun estando todo el día esforzándote no podrás cambiar el ritmo de las estaciones y anular la necedad del necio. Pero tampoco estés pasivo y derrotado antes de emprender la lucha de la perfección. Emplea el esfuerzo preciso en forma correcta y equilibrada.

- Si caminas todo el día mirando a la copa de los árboles, tropezaras con los obstáculos del suelo, pero si caminas mirando solo al suelo, golpearás tu cabeza con las ramas de los árboles. Practica la atención correcta y equilibrada en cada acción y en cada no acción.

- No puedes estar todo el día fijando tu atención en el movimiento de una mosca, pero tampoco puedes estar abstraído en la búsqueda de imágenes mentales. Utiliza la concentración equilibrada y correcta.

Estas son las ocho leyes fundamentales que nos enseñó el gran maestro Buda y que todos practicamos con mejor o peor acierto. La clave está en no matar ni morir por los apegos y no fomentar el egoísmo. Los problemas, querido hijo no están tanto fuera, sino dentro de nosotros mismos, en nuestras obsesiones, prejuicios y falsos conceptos culturales. Es el deseo desmedido el que causa nuestro dolor. Es la posesión de cosas lo que nos hace elaborar el miedo a perderlas. Es la lucha egóica del poder que nos asemeja al macho dominante y beligerante de la manada. Encuentra la senda del equilibrio y vive observando dentro de ti, pues dentro de ti están las respuestas. Tú no eres quien crees ser, sino lo que el espíritu te revela día a día, pues no existe ningún libro más extenso que el que has escrito tú, vida tras vida en cada una de tus reencarnaciones por el camino del Samsara (proceso infinito de reencarnaciones).

- Recuerda, mi joven amigo: No hay incendio como la pasión, no hay ningún mal como el odio. El dolor es inevitable, pues vivimos en un planeta binario de luz y de sombra, pero el sufrimiento es opcional. Todo lo que somos es el resultado de nuestros pensamientos. Recuerda las palabras del Buda: El insensato que reconoce su insensatez es un sabio, pero un insensato que se cree sabio, es verdaderamente un insensato. No busques imitarme, no busques realizar mi senda. Encuentra la tuya y aprende de tus errores.

Fueron estás y otras tantas jornadas las que el joven Rapsag, almacenó en su corazón como las que crearon su posterior conciencia. Pasaron los días, los meses y tres años más, hasta que llegó el preciso instante en el que el Karma del anciano y del joven monje se juntaron por la Ley del destino en la realización del misterio más importante de la Historia de la Humanidad.

EN EL COSMOS

Mientras que en la Tierra los días y las noches pasaban las páginas de las alegrías y tristezas de los pobres seres humanos, a varios años luz de nuestra residencia cósmica, se sucedían otros acontecimientos de naturaleza asombrosa.

El año siete antes de Cristo era el tiempo preciso para que el Divino Avatar de Piscis se encarnara en la Tierra y activara la Ley del Amor entre los humanos. Los dioses  Júpiter, Saturno, Urano y Plutón, transitaban entre las moradas de Piscis y Virgo. Era por tanto el preciso momento para producir una catarsis cultural en la primitiva civilización humana del aquel tiempo.

Desde el planeta Hoova a millones de años luz de la Tierra, y desde un enorme planeta de la constelación de Sirio; dos seres dorados, de altísima frecuencia espiritual, debían acudir al servicio de la evolución del planeta terrestre. Se trataba de dos verdaderos gemelos espirituales, de idéntica evolución, que habían sembrado miles de años antes, la vida en diversos planetas, incluido el nuestro y que ahora, debido a la conjunción planetaria y al calendario evolutivo de la propia raza terrestre, debían prestar servicio.

Pocos son los que conocen la mecánica del espíritu, incluso contarlo resulta nada más y nada menos, que pura ciencia ficción, para el entendimiento humano.

Estos dos seres, de los que hablaremos posteriormente, viven en una dimensión más elevada. Su espíritu es casi andrógeno; es decir, que han reunido en ellos los dos sexos, rozan la perfección y desde luego insuperables por ningún mortal de nuestra dimensión.

El consejo de los veinticuatro ancianos de la Galaxia, la máxima jerarquía de este Universo, dio el visto bueno y movilizaron personal y medios para que se diera esta misión.

Detrás de la Luna terrestre, se encuentra desde hace muchos miles de años, orbitando dentro de nuestro sistema solar una enorme plataforma de varios kilómetros de largo, que desde el punto de vista esotérico, se le ha dado el nombre de Luna negra, puesto que no es visible al ojo humano y a los telescopios convencionales. Se trata de una especie de luna metálica flotante, donde los seres del espacio, que sembraron la vida en nuestro planeta, tienen una base tremendamente operativa de control y seguimiento de la especie.

En una de sus estancias, se encuentra una especie de cementerio viviente; ya se que lo que estoy escribiendo es una contradicción, puesto que si es cementerio, no puede ser viviente, en la medida que sus moradores por lógica estarían muertos. Pero no encuentro otra forma de explicarlo. Se trata en realidad de seres que han dejado su cuerpo en estado cataléptico, desplazando o desdoblando su cuerpo astral, para compenetrar con él a seres de la Tierra. Casi el cien por cien de los seres que han producido cambios importantes en nuestro planeta de naturaleza espiritual y científica, han sido pilotados, o compenetrados por estos espíritus. Dejan su cuerpo, alimentado con constantes de supervivencia, pero al verse libres de las ataduras carnales, penetran en seres predispuestos en la tierra para realizar su misión.

Los seres a su vez compenetrados, son personas de una dimensión más baja, es decir, de tercera dimensión terrenal, que antes de reencarnar, han elegido hacer esta misión para evolucionar con más rapidez. Es como si prestarán su cuerpo a otra entidad de una dimensión más alta. En el transcurso de un tiempo o incluso toda una vida, estos seres pilotados, notan que sus palabras son dirigidas por otro, que sus visiones, sueños y sentimientos, no son suyos, pero a la vez, al sentir esta compenetración, su alma se libera de la ignorancia y viven en una perfecta comunión. En la iglesia católica, se dice que el Espíritu Santo le ha compenetrado. Y ciertamente se trata de espíritus santos, que ayudan de esta manera a la pobre raza humana. Cuando el instrumento terrenal compenetrado fallece, o deja de ser operativo, el espíritu retorna al ataúd metálico donde duerme el ser superior y retoma su vigilia para seguir su camino, o bien compenetra a otro o a otros a la vez, puesto que si el espíritu es muy poderoso, puede influir no solo sobre un individuo sino sobre varios.

Dos de los personajes más viejos de esta estación espacial, que siguen operativos, son los llamados por la Biblia, Enoc y Elias. Ambos subieron extrañamente al cielo en ?carros de fuego? y aún no ha regresado. Pero existen otros tantos, de diversas culturas, de distintas razas, operando a través de seres elevados, científicos y gobernantes para realizar su misión, silenciosa, pero tremendamente operativa.

Se determinó por tanto por parte del Consejo de los veinticuatro Ancianos, que estos dos seres entraran en la luna negra para realizar su misión. Pero al ser entidades de una dimensión muy elevada, requerían no de simples mortales, sino de personas más evolucionadas, puesto que un simple mortal no podía ser compenetrado por este tipo de evolución tan elevada. Tenían que hacer una mutación genética, precisa, para crear seres que teniendo un cuerpo físico normal, nacido de madre normal, tuvieran a su vez una psiqui más elevada.

Fueron escogidas dos jóvenes mujeres; una en la Capadocía, la actual Turquía, en su tiempo, bajo dominación romana y otra mujer en Palestina, que en igual medida estaba dominada por el mismo imperio romano. La primera mujer no era sino la propia madre de Apolonio de Tiana, y la segunda, la llamada Virgen María, que dio a luz, a Jesús el Cristo. Ambas fueron manipuladas e inseminadas con valores de aceleración psíquica en sus óvulos por entidades del espacio. En el vientre llevaron por tanto, un ser mitad humano, mitad alienígena. Y fueron por tanto estos dos seres los que sirvieron de instrumento a los dos cristos espirituales, que dormitaban en la Luna negra. Curiosamente, la madre de Apolonio, vio en sueños, su embarazo dirigido por estos seres, y de todos es sabido, que la Virgen María, fue visitada por una entidad de espacio llamado ?Gabriel? que le anunció su embarazo en forma sobrenatural.

Tan solo se necesitaba un plan humano, que tutelara, enseñara y ayudara, a ambos niños nacidos, a tomar el camino del conocimiento y la virtud y a realizar la misión para la que fueron creados. Pero este plan, no correspondía tanto a las fuerzas celestes, sino a los humanos. Los siguientes acontecimientos iban a ser decisivos.

DESDE LOS HIMALAYAS

Un día cualquiera de los de comienzos del invierno en los Himalayas, Rapsag con su zurrón acudió a la cueva del monje anciano. Los encuentros de los años anteriores le habían aportado un gran conocimiento. El ermitaño por otra parte le había hablado de su próxima marcha. El joven, ante tal perspectiva había comenzado a generar miedo y tristeza, pues si su maestro debía morir, quien le enseñaría, quien le cuidaría y le guiaría por la senda del karma. La veneración al Gurú en aquellas latitudes era algo más que una simple atracción. Se trataba de una verdadera forma evolutiva de ascender hacia el plano del conocimiento. En la India y en los Himalayas no existían como hoy en día medios de comunicación, ni espectáculos de los que se podía aprender a más velocidad. Las enseñanzas eran transmitidas de boca a boca por el maestro que habiendo experimentado previamente tal o cual sensación o descubrimiento, las revelaba al alumno, cuando veía que este estaba adelantado. Por ello ser admitido en un monasterio y tutelado por un gran lama o santón, era el mayor de los privilegios a los que se podía aspirar en la escuela del conocimiento. Rapsag, pensaba que el anciano iba a morir, incluso que en alguna de las citas semanales, quizás se encontraría el cuerpo de su maestro muerto sobre el camastro de la precaria cueva, pero como casi siempre, estaba equivocado. Aquella mañana, nada más llegar, vio al santón sentado en loto, en un estado de meditación tan elevado, que simplemente estaba a diez centímetros del suelo, en el aire. El joven se quedó perplejo, pues aunque le habían hablado de tales proezas por parte de algunos lamas, jamás se había topado con tal espectáculo. Silenciosamente dejó el zurrón junto a la pared de la cueva y se dispuso a salir en silencio para no alterar la meditación de su maestro.

- No te vayas, no salgas de la cueva. Hoy debes quedarte ? Susurró el ermitaño todavía con los ojos cerrados y aún en plena levitación.

Rapsag, que estaba saliendo de puntillas se quedó petrificado cuando escuchó la voz del anciano. Se paró en seco, con miedo a romper algo o a ser el culpable de haber roto, no un objeto, sino un estado superior del Nirvana, que sin duda era más problemático o más grave que cualquier otro desperfecto físico.

- Esta semana no podrás ir al convento. Deberás quedarte aquí, pues llega el momento en que serás iniciado y despertado por tu espíritu, para realizar la misión que antes de nacer has pactado con los dioses.

- ¡Pero divino gurú! Si no acudo al monasterio los monjes se preocuparán y subirán a buscarme. Déjame avisarles?

- Ni tu podrás ir, ni ellos acudir. Descansa y observa en el horizonte.

Casi al instante el cielo se obscureció, el frió invadió cada rincón del ambiente, rayos, centellas y truenos, junto con nieve y granizo se desataron en forma intempestiva, haciendo temblar la tierra y el cielo. Y es que en los Himalayas, las tormentas pueden producirse en unos minutos en forma sorpresiva. El joven monje se metió enseguida en la cueva para resguardarse del temporal. Pero curiosamente el anciano hizo todo lo contrario. Se despojó de su túnica en forma lenta y estudiada. La dejó en un lado de la cueva y totalmente desnudo salió de la misma, poniendo su cuerpo a merced del agua del viento y de la nieve.

Rapsag se quedó petrificado observando cómo salía vapor, humo y casi fuego del cuerpo del anciano cuando las gotas de lluvia y nieve golpeaban en su cuerpo. ¿Cómo era posible que con el terrible frío que hacía en el ambiente aquel anciano pudiera estar abrasando? ¿Cómo era posible que el agua helada al caer sobre su cuerpo se convirtiera en hielo? ?Realmente aquel ser no era de este mundo. Incluso parecía gozar de la tormenta al verle con una sonrisa que delataba un estado orgásmico.

- Hijo mío, cada cosa que vive y late sobre el planeta, tiene energía. Todo es energía, todo es prana. Imagina cuanta de esta energía hay en esta terrible tormenta. Y si la ves tan poderosa, no lo es menos su alma, su mente y el impulso que le anima. Ella; la tormenta, es la que me ha hablado y me ha dicho que me daría la energía para vivir sin alimento. Es la propia tormenta la que me ha enseñado que en cada gota de lluvia, en cada partícula de nieve, en cada impulso del viento, están por nacer e impulsar la vida de millones de semillas, que nacerán próximamente en la llanura y en los valles. Ella me da de esta manera, el primer soplo de la vida, la primera y más pura de las energías. Y teniendo este alimento, ¿Crees que necesitamos otro?...

La escena era simplemente asombrosa; el anciano desnudo en la entrada de la cueva, expulsando vapor de agua y el joven metido en lo profundo de la penumbra, con los ojos abiertos de par en par y petrificado, no tanto por la tormenta en si, sino por lo que estaba viviendo.

- Pero maestro ¿Cómo puedo hablar con la tormenta?...

- Querido hijo; todo el aprendizaje del monasterio, toda la vida empleada por muchos de los monjes y seres que nos han precedido, tan solo tiene como objetivo desarrollar el sexto sentido; el que te hace ver más dentro de ti, que de fuera. Este sentido es el que te hace hablar con cada cosa, ser o entidad que tenga vida, no solo en tu planeta, sino en cualquier rincón del cosmos. El universo está gritando a millones de años-luz de la Tierra, y en la misma forma y medida, gritan los pequeños insectos que ahora mismo pisan tu pies. Pero tus oídos están sordos y tus ojos están ciegos, puesto que solo ves formas materiales, groseras, y perecederas de la realidad. Medita, escucha y observa en tu interior. Cesa en el ruido mundano y comenzarás a escuchar la cálida voz de la tormenta, del fuego, del agua y del viento.

La veneración del alumno se había transformado en verdadero amor. Comprendía ahora Rapsag, que el anciano no estaba tan solo, desamparado y abandonado en su cueva. Comprendía ahora el joven novicio que aquel divino gurú, había cambiado una forma de vida engañosa, por la verdadera vida. Pues no había lecho más acogedor que el viento que soportaba su cuerpo levitando, ni baño más cálido y vivo, que la lluvia de la montaña en su cuerpo, ni cántico más lindo, que el sonido de los elementos que le rodeaban y le llenaban de acontecimientos. Comprendía Rapsag, que su gurú no necesitaba caminar a lomos del Yak o escalar las empinadas cuestas de las montañas heladas, pues desdoblaba su cuerpo a voluntad, y hoy estaba en Mongolia y mañana en la región más alejada del continente americano. Que hoy en un segundo estaba en la India, para estar en el segundo siguiente en una Galaxia a millones de años luz de la Tierra.

- ¿Comprendes ahora, querido hijo porqué mí retiro voluntario en esta cueva? Si lo que han visto tus ojos en estos años, lo hubiesen visto en el monasterio o en el pueblo ya no sería un ser libre. Habría sido mortificado por el morboso interés de los circenses, que buscan en cada aparente milagro el impulso para fortalecer su fe. Fe que nunca llega, pues no terminan de saciarse de milagros y de sensaciones, cuando el verdadero milagro está en su interior, en su auto-convencimiento; en su propia experimentación. El mal llamado milagro, está asociado a un estado de conciencia en sí. Jamás he buscado el milagro, sino la integración con Dios, y es esa integración deseada y buscada en cada segundo de mi vida, la que produce estos ?supuestos prodigios? de los que yo no soy consciente en casi todas las ocasiones. Es tal el estado de gozo que vivo, que no soy consciente ni recuerdo lo que pasa con mi cuerpo y con los elementos que me rodean. Si viviesen entre los humanos, sería adorado como un dios o un profeta, y dejarse adorar, crear sectas o religiones es un pecado kármico que hace involucionar a los seres humanos, haciéndoles dependientes de otro ser o de los prodigios. Es por esto que las religiones del mundo adoran a seres ya muertos o a santos, que murieron, venerando el dolor, la sangre, la muerte en sí, sus sacrificios y sus supuestos milagros, cuando en realidad tendrían que adorar sensaciones de vida y de alegría, por haber descubierto que la vía no es adorar a otros seres, sino encontrar la senda del auto-conocimiento y de la auto-realización personal. Hay que amar y aprender del virtuoso, de la madre resignada que por amor a sus hijos da hasta la última gota de sangre. Del sabio que descubre elementos o medicinas para aliviar al ser humano, pero no de supuestos dioses que son adorados por sus prodigios y milagros. Estas religiones son de circenses, de espectáculo y sirven al mal y a la ignorancia. El ser humano que haya creado una secta o religión, que haya sido adorado o que haya caído en la debilidad de la veneración personal o el narcisismo es un ser desgraciado, que vida tras vida, debe retornar, hasta acabar con dicha secta y con todos los elementos que han sido elevados a la categoría de sagrados.

- ¿No te parece triste, querido hijo, que los seres humanos, adoren y tengan como objeto de veneración, piedras, cuevas o templos donde vivieron sus supuestos dioses? ¿No te parece grotesco que se adore, cuerpos o partes del cuerpo incorruptos de muertos? ¿No te parece aún más grave que se produzcan guerras por conquistar la silla donde se sentó su gurú o las cuatro piedras donde vivió? ? ¿Comprendes ahora porqué vivo en la cueva?

- Si, venerable maestro, lo comprendo y veo además tu amor a la verdad y a la virtud. Veo el valor que has tenido que desarrollar para no caer en la adulación y en la trampa del ego. Comprendo ahora por que vives aquí.

- Rapsag; querido hijo; has progresado mucho, has comprendido mucho, pero aún así, no has comprendido que yo estoy aquí sobre todo POR TI. No has comprendido, queridísimo hijo, que mi verdadera misión era esperarte, despertarte y llevarte a la senda del conocimiento?

Y habiendo pronunciado estas palabras, el venerable anciano se arrodilló ante el novicio susurrando con lágrimas en los ojos:

- ¡Padre, Maestro y Señor mío?! ¡Padre, Maestro y Señor mío?! ¡Padre, Maestro y Señor mío?!

Aquel extraño comportamiento dejó perplejo e incómodo a Rapsag, que no sabía dónde meterse o qué hacer ¿Cómo era posible que su maestro se hincara de rodillas y le llamara a él; al más ignorante de los mortales, maestro y padre? ¿Estaba ya senil el viejo ermitaño?...Tuvo que esperar muchos años, casi al tiempo de su muerte, para ver que en otra vida, esta escena se había repetido casi idéntica, pero siendo él el gurú y el viejo ermitaño el alumno. Tuvieron que pasar muchos años, hasta que en su ancianidad, el tuvo que despertar al siguiente alumno, para que en la vida sucesiva, el alumno se convirtiera en maestro. Tuvieron que pasar muchos años, para entender con humildad, que el alumno de hoy es el gurú del mañana y que el tonto de hoy es el listo del futuro. Y este conocimiento grabado a fuego en la fraternidad de los Hijos del Sol es tan fuerte, que la humildad, el silencio y el espíritu de servicio les caracteriza vida tras vida. Es por esto, que el que sabe, puede y tiene la sabiduría del espíritu se arropa de la aparente ignorancia, del manto de la humildad y del poder del verbo para despertar al siguiente, a su hermano, que sigue y seguirá en misión sobre la Tierra.

LOS DIOSES

Era imposible salir de la cueva, la tormenta estaba consumiendo el día y amenazaba consumir toda la semana. El ermitaño y Rapsag se disponían a comer algún alimento cuando todo comenzó a volverse loco en las vidas de ambos personajes.

La penumbra en pleno día era casi total, la nieve caía como una cascada de copos que imposibilitaba ver a más de un metro de distancia. De repente, un extraño resplandor comenzó a dibujar un pasillo de luz, cada vez más grande, que viniendo del cielo mostraba un circulo de dos metros de diámetro en la entrada de la cueva. El tubo de luz emitía a su vez chispas luminosas.

- ¡Llega el momento Rapsag! Entra en ese círculo...

El joven, paralizado por el pánico, era incapaz de mover un solo miembro. -¿Qué clase de magia era esta? ? Se preguntaba interiormente-.

- Yo te llevaré de la mano. Esta es la entrada de la morada de lo que los humanos llaman dioses. Y ciertamente si comparamos la evolución de los mismos con la pobre calidad humana, sin duda pueden ser para nosotros auténticos dioses. En realidad son nuestros padres, los que nos crearon, los que nos custodian y guían hacia nuestro devenir. ¡No tengas miedo!...

Al ver que Rapsag no reaccionaba, el anciano, tomó la mano de este y casi empujándole, se introdujeron ambos en el círculo. Casi al instante las nauseas comenzaron a amenazar con devolver el frugal desayuno del novicio. Pero a los pocos instantes, todo se calmó. Parecía que retomaba el aliento, cuando otro alucinante fenómeno comenzó a inquietar al joven. No se había dado cuenta al principio, preocupado por las náuseas, pero lo curioso, es que el suelo parecía más alejado cada vez, hasta que se vio flotando, junto con su maestro a casi cien metros de la cueva. Y aquello no paraba, puesto que seguía ascendiendo. El ermitaño, más avezado en aquel misterio, le puso la mano sobre su cabeza para que mirara hacia arriba y no hacia abajo. Aunque la ascensión duró casi un minuto, todo se desvaneció de repente, puesto que la siguiente escena fue la de una sala llena de luz, de material parecido a la plata pulida. Unas extrañas sillas de forma circular ocupaban el centro de la sala, también redonda.

Parecía que iban a sentarse de inmediato, pero en su cerebro una voz le dijo que tenía que desnudarse. El pudor le hizo mirar al maestro, que a su lado ya se había desnudado. Este gesto le hizo proceder a despojarse de la túnica. Luego ambos entraron en una especie de tubo. Dicho tubo, emanaba una luz violeta, que saliendo de la parte alta del mismo inundó todo el cuerpo del joven. La sensación que recibió fue intensa, pero a la vez, sanadora, plena; como si un baño perfecto hubiese limpiado todo su organismo. Una especie de segunda piel se impregnó sobre el cuerpo. Saliendo del tubo, entraron a su vez sucesivamente a otra sala. La extraña voz, que solo estaba en su cerebro, pues no había sujeto alguno que la pronunciara en la estancia, le indicó que tenía que vestirse con una especie de túnica blanca que estaba sobre una mesa. Nada más ponerse la túnica, todavía tuvo que vivir y sentir la magia de los dioses, puesto que el extraño tejido se fue encogiendo hasta que se adaptó perfectamente al cuerpo del muchacho, formando ahora una especie de buzo. El ermitaño también tenía el mismo atuendo. Pero a partir de ese momento, ambos se separaron.

Entro en otra sala, y la voz le indicó que tenía que beber un líquido viscoso pero que al paladar parecía néctar perfecto. Una vez ingerido, la sensación de plenitud y de bienestar era absoluta. Fuesen quienes fuesen estos dioses, su tecnología era inigualable.

Aún estaba terminando de tomar unas pequeñas semillas, parecidas a las uvas terrestres, cuando pudo ver asombrado, como de una pared sin rendija alguna, se abría una puerta por la que entró de nuevo su maestro. Pero? ¡Diablos!... aquel ser nada o casi nada tenía que ver con el ermitaño. Su rostro era el mismo, pero sin duda con cuarenta o cincuenta años menos. Su cuerpo más erguido, más estirado y su mirada radiante, le hacían ver un auténtico milagro. Ciertamente Rapsag se pellizcaba la pierna para descartar que estuviera soñando o que fuese algún estado de conciencia provocado en forma de ilusión por el anciano.

- No estás soñando, Rapsag. Tal y como me ves ahora, es el resultado de un proceso de regeneración, al que me someten mis hermanos, cada cierto tiempo. Es por esto que mi alimento es casi frugal. Es por esto, que mi edad terrestre es tan prolongada y no de cien años como algunos dicen, sino aún más. Hace muchos años, que la Fraternidad Solar, me ofertó trabajar con ellos y acepté. Desde ese momento, he estado trabajando y preparando este momento para el que tú has sido llamado. Todo forma parte de un plan perfectamente trazado, que tendrá un resultado también previsto. No te asustes hijo. Estas en buenas manos.

El ermitaño desapareció por unos instantes, para aparecer de nuevo con otros tres visitantes. Cuando Rapsag vio aquellos individuos se quedó absolutamente perplejo. Emanaban una energía tan intensa, tan plena, que nada ni nadie hubiese podido quedar indiferente. Sus ojos, llenos de luz. Su pelo claro, peinado hacia atrás con delicada perfección, les llegaba hasta los hombros. Vestían monos ajustado como el suyo. Altos, atléticos, con rostro sereno y una especie de sonrisa, dibujada; no tanto en sus rostros, severos, sino en el alma; o para entendernos mejor, en su aura.

Todos caminaron hacia la sala circular. Se sentaron unos frente a otros. La conversación a partir de ese momento no fue de viva voz, sino con el pensamiento. Bastaba con que Rapsag pensara algo, para que tuviera la respuesta inmediata. Esta forma de lenguaje ya la había vivido con el ermitaño, por lo que no tardó en adaptarse.

- Querido hermano ?dijo uno de los ?dioses?- aunque esto te parezca extraño, esta experiencia la has vivido en varias ocasiones en otras vidas de diversos modos y maneras. A partir de ahora tú espíritu te mostrará el camino, te enseñará imágenes, avivarán recuerdos y sentirás nuestra voz y la de tu maestro en tu interior. No estarás solo.

- Hemos preparado ?dijo otro- el nacimiento de dos seres que serán recordados a través de la historia como verdaderos héroes. Sobre ellos cabalga el espíritu de dos de nuestros mejores maestros. Tu trabajo será traerlos a los Himalayas. Enseñarles las técnicas que tú a su vez has aprendido de tu maestro y que aún tendrás que aprender. Nosotros te guiaremos en todo momento. Tan solo deberás centrarte en escuchar nuestras voces en tu interior y mirar hacia el cielo.

En unos instantes en su cerebro comenzaron a dibujarse imágenes de los rostros de dos niños, sus padres, sus casas, sus lugares respectivos de nacimiento, incluso las rutas por donde tendría que visitarles y los lugares a los que tendría que traerles. Todo parecía claro, ninguna sombra de duda parecía turbar el corazón sosegado del joven. Finalmente había comprendido.

Los ?dioses? salieron de la sala. El ermitaño, se quedó a solas con el joven.

- ¡Querido hijo! Te dije en su día que mi tiempo se estaba acabando y tú pensaste que debía morir. En cierta forma es cierto, puesto que no volveré a la Tierra. Mi vida seguirá aquí, por el tiempo que tenga designado mi espíritu. Siempre estaremos unidos, puesto que nuestros lazos son kármicos. Son lazos de muchas vidas. Ahora deberás acudir al monasterio y decir que he desaparecido entre los hielos en un accidente.

A semejanza del maestro de Rapsag, otros tantos maestros, auto-realizados, que habrían conseguido un determinado estado de conciencia, también habrían colaborado con esta jerarquía celeste a lo largo del tiempo. Este colectivo fue conocido como ?Los maestros ascendidos? hecho este referenciado por Madame Blabatsky, la fundadora de la teosofía. Existe en los Himalayas, una base combinada de seres terrestres y extraterrestres que desde hace miles de años trabajan coordinados para ayudar al ser humano en su evolución (2).

Rapsag fue llevado a otra sala, acostado sobre una camilla y adormecido parcialmente en una determinada zona del cerebro. Luego unos hombrecillos de ojos grandes, y cuerpos extraños, procedieron a introducir un extraño tuvo en su cabeza.

- Siempre estaremos juntos -La voz sonó en su cabeza como un trueno- Ciertamente, aun sin la presencia de su maestro y de sus hermanos, a partir de aquel momento, sus voces, sonaban rotundas en su cabeza? ¡extraña magia la de estos seres! ? pensó en voz alta-.

El mismo pasillo de luz; pero esta vez descendiendo, el joven monje volvía a la superficie, pero aunque había subido ignorante, ahora retornaba vivo, iniciado en los más altos misterios. Había subido sin rumbo, sin objeto, sin sentido y ahora tenía un trabajo, un porqué, una misión; unos hermanos?

Heliocentro

Artículo completo,  si estás interesado en el tema,  en las Webs de Conciencia Planetaria sección "Kiosco" - Hijos del Sol X

www.concienciaplanetaria.es

 


EL SABIO

Un viejo árabe que vivía en los EE.UU., cerca del Pentágono desde hacía 40 años, quería plantar papas en su jardín, pero arar la tierra ya era un trabajo muy pesado para él.
Su único hijo Ahmed, estaba estudiando en Francia y el viejo decidió mandarle un mensaje por correo electrónico explicándole el problema: Querido Ahmed: Me siento mal porque no voy a poder plantar mi jardín con papas este año. Estoy muy viejo para trabajar la tierra. Si tú estuvieras aquí, sé que darías vuelta la tierra por mí. Qué Alá esté contigo. Te quiere, papá.
Pocos días después recibió un correo electrónico de su hijo: Querido papá, por lo que más quieras, no revuelvas la tierra de ese jardín, ahí es donde tengo escondido aquello. Te quiere, Ahmed.
A las pocas horas aparecieron cientos de Policías local, agentes del FBI, de la CIA y representantes del Pentágono para registrar el jardín en busca de materiales de destrucción masiva, bombas, ántrax o lo que sea. Removieron toda la tierra del jardín y como finalmente no encontraron nada, se fueron.
Ese mismo día el hombre recibió otro mail de su hijo: Querido papá: Seguramente ya podrás plantar las papas. Es lo mejor que pude hacer desde aquí. Te quiere, tu hijo Ahmed.
?Haz como el anciano, pídele al Cosmos, todas aquellas cosas que no puedas realizar, un día El te sorprenderá, de una manera que nunca podrás imaginar?
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