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Reposición, pero
como viene a cuento...........
EL MISTERIO QUE VINO DEL
FRIO
Aún es de noche en las estribaciones del
pico más alto de la cordillera del Himalaya, cuando el sonido del
cuenco y los monótonos golpes del dorge, precipitan al joven Rapsag
hacia el oscuro y frió habitáculo del templo. Esa mañana la
mantequilla del yak, debe ser quemada en ofrenda a los dioses para
expulsar los malos espíritus del sagrado lugar donde habitan un
centenar de monjes y lamas.
El monasterio Rongbuk a los pies del
monte Everest es uno de los más viejos del Tibet. La doctrina que
practicaban los monjes hacia el comienzo de la era cristiana era una
mezcla de maniqueísmo antiguo religioso de dioses y diablos
ancestrales, mezclados con las doctrinas del divino Buda. Quizás sea
la altura y las tremendas barreras naturales del hielo, las que
hacen que el antiguo monasterio seleccione a los más intrépidos para
vivir en oración y meditación en el maravilloso valle, que en forma
absolutamente sobrenatural se levanta verde y cálido en medio de
unas condiciones extremas de vida. De este valle se ha hablado
siempre a través de la historia, incluso su origen y leyenda motivó
una vieja película, ?Horizontes Perdidos?, donde se narra la vida y
misterios de una comunidad feliz, en el valle de Shangri-La(1). El
actual monasterio, está edificado siguiendo el modelo de otro más
antiguo, donde precisamente transcurre la historia que voy a
contaros.
Los trabajos en el
monasterio son agotadores, sobre todo para los novicios, que no han
llegado sino al laberinto de su profunda confusión y al
descubrimiento de las nuevas sensaciones, que el ayuno y la
prolongada meditación despiertan en ellos.
El templo se abre
cada mañana para atender a los lugareños. El Lama médico y sus
ayudantes reciben a campesinos y pastores. Los encargados de las
ofrendas, deben recibir la mantequilla de Yak que debe ser quemada
en los altares para pedir favores a propios y extraños. Otros
monjes, dedican todo su tiempo a la confección de libros y pinturas.
La mayoría debe afrontar las tareas del huerto y el cuidado de los
animales, y finalmente quedan los ancianos e impedidos, que son
reverenciados como dioses dentro del monasterio, puesto que cada uno
de ellos es un pozo de sabiduría milenaria que en forma monótona y
fiel, trasmiten a los más jóvenes, la tradición de la creación del
mundo y las batallas que hubo entre diablos y dioses.
Pero sin duda la
mejor de las leyendas, la más encantadora de las historias, no son
las que narran los libros, sino las que han vivido los más santos y
sabios de la comunidad, desde la práctica de la meditación.
Las visiones de los más aventajados en este arte,
son tan gráficas, tan emotivas y tan alucinantes, que solo con una
tremenda fe pueden ser entendidas.
Rapsag abandonaba
cada semana el templo para llevar la cebada seca mezclada con
mantequilla de yak y el tsampa, a un anciano monje que había
optado por vivir en solitario en una cueva de la montaña.
Era un bodhisattva, o ser sagrado probado en el
ayuno, en la renuncia y en los misterios. Este ermitaño contaba con
más de ciento cincuenta años. Sus milagros y hazañas eran escuchados
por los novicios con asombro e incredulidad. Pero no todo era
alegría y virtud, puesto que como en todo colectivo humano no
faltaba el monje mezquino, el sacerdote acomodado y los seres sin
fe, que tenían la vida monacal como refugio de sus pobres
personalidades.
El viejo monje solitario, permanecía casi
todo el día en postura de loto, practicando la meditación.
Rapsag sabía que en algunos casos había mantenido
la postura por más de una semana, puesto que la comida que le había
llevado una semana antes, permanecía envuelta en la saca de piel
donde la
portaba. De este ermitaño se hablaba de su poder
para desplazarse en el aire, sin tocar el suelo, se comentaba
igualmente que se le había visto en dos sitios distintos a
la vez.
Tenía el don de profecía y la facultad de penetrar
en los corazones humanos. Nadie sabía su nombre, tan solo se le
conocía como el bodhisattva de la montaña.
Tan solo pequeños saludos ceremoniales
habían mediado entre el ermitaño y el novicio. El miedo y el
respeto, mezclados con unas buenas dosis de admiración le impedía a
Rapsag, acceder a preguntas o conocer más de las hazañas del anciano
ermitaño. Aquella mañana cuando finalmente estaba llegando a la
cueva, el anciano estaba sentado en la postura de loto, pero
extrañamente, permanecía despierto, observando con ojos penetrantes
la llegada del joven monje.
- Maestro; te ruego aceptes estos
alimentos que me han ordenado traer desde el convento.
- Déjalos junto a la pared. No
tengo hambre.
- ¿Cómo era posible que no tuviera
hambre, si todavía estaba sin abrir el zurrón de la semana anterior
con el tsampa intacto? ¿Cómo era posible, que sin comer casi nada,
el anciano estuviera proporcionado y sin signos de degeneración o
abandono? ? Se preguntaba Rapsag mentalmente.
El anciano esbozando una sonrisa
replicó:
- El mejor de los alimentos, joven monje
no crece sobre los campos terrenales, sino en las praderas celestes.
Si comes una manzana, saciarás el hambre, pero si comes la semilla
de la manzana, aún siendo más pequeña, comerás un manzano. Pero si
te alimentas del prana de la manzana, se saciará tu cuerpo y tu
espíritu.
- ¿Y cómo demonios se puede comer el
prana de la manzana? ? pensaba el novicio.
Otra sonrisa del ermitaño fue la única
respuesta que obtenía el joven.
Pasaron unos instantes. Se sentaron uno
enfrente de otro. Tomaron unas escudillas de metal y se pusieron a
comer un poco de papilla. El Sol iluminaba casi toda la cueva. La
estancia, no tenía prácticamente nada. Un camastro con lana de yak,
dos o tres recipientes para el agua, la comida y nada más. ¿Cómo
podía vivir un ser humano en aquella miseria y sin embargo ser
feliz?
El anciano, capaz de leer en la mente del
intrépido aprendiz se anticipó a sus especulaciones
diciendo:
- El monasterio donde habitas, incluso tu
propio cuerpo no son sino prisiones para tu espíritu. Solo cuando
dejamos nuestra envoltura carnal podemos viajar sin límite entre
hombres y dioses, entre ángeles y demonios. La cueva que tú
consideras miserable no es para mí sino el estímulo para viajar cada
momento de mi vida hacia los límites de la imaginación humana. El
viaje astral, del que has oído hablar entre los monjes es algo
habitual en nuestras disciplinas. Este viaje se pude realizar cuando
dejas tu cuerpo físico en estado letárgico y desplazas tu cuerpo
astral fuera del mismo. Todos los seres del Universo practican esta
forma de viaje. Por encima de los conventos de piedra donde tú
habitas, existen otros conventos espirituales, con paredes de luz,
donde nos reunimos seres del rincón más alejado de la Tierra o el
más extraño ser de las infinitas estrellas que pueblan el firmamento
nocturno.
- ¿Cómo puedo realizar yo ese viaje,
venerable maestro?
- Practicando la disciplina del cuerpo,
de la mente y del espíritu. Siguiendo las enseñanzas que tus
maestros te enseñan en el monasterio.
- Pero, aunque practicamos la meditación
a diario, y aunque seguimos las recomendaciones de los más altos
lamas. Pocos son los que consiguen realizar las hazañas que aseguran
tú has conseguido.
- Te aseguro joven Rapsag, que si diriges
tu entrenamiento hacia la conquista de milagros, prodigios y al
narcisismo espiritual, no solo no conseguirás nada de cuanto te
propones, sino que te adornarás de los defectos y de los vicios del
ego. La práctica de la meditación no solo, no debe ser dirigida
hacia cualquier forma de progresar en el ego, sino hacía la
anulación del mismo. Cuando llegas al Satori; es decir, cuando
llegas a la plenitud de la concentración espiritual, tu ego se
diluye, siendo en ese instante, flor, nube, animal, dios o diablo.
Los prodigios y los milagros son para los circenses que creen por lo
que ven, no por su auto-realización y discernimiento. Los que
solicitan milagros y fenómenos solo pretenden satisfacer sus
sentidos, mientras que la meditación perfecta, anula los sentidos
terrenales, dejando libre el sendero del espíritu. Dirige toda tu
voluntad hacia la perfección de tus hábitos, de tus apegos, de tus
debilidades. Y ejercita en el silencio y en el aislamiento la
imaginación con toda tu fuerza. Solo con la imaginación, y con la
disciplina de los sentidos podrás acceder a la senda del espíritu.
- Pero Maestro; todo cuesta mucho. Hay
que repetir y repetir y aún así no se consigue la
perfección.
- Ciertamente, querido hijo; la vida en
la Tierra es dolor, es experimentación, es aprendizaje. Venimos una
y otra vez para poder superar el error de ayer y penetrar en el
nuevo error del mañana. Dentro de numerosas vidas conseguiremos
acceder a otra morada celeste, donde la senda no es tan dolorosa.
Pero el mayor dolor, lo da el apego, el deseo, y la ambición para
tener cosas materiales y para adornar al ego de poder pasajero. Es
importante por tanto vivir en armonía de cuerpo y espíritu y seguir
la senda del equilibrio. Tener lo necesario y buscar cada día ser
feliz con la práctica de la virtud y del camino correcto.
- ¿Y cómo puedo encontrar la senda del
equilibrio; Maestro?
- No puedes vivir en un palacio con todas
las comodidades y esperar la perfección, pero tampoco puedes esperar
encontrar la senda viviendo como yo en esta cueva.
Aquella afirmación dejó perplejo al
novicio, que con un respingo replicó:
- ¿Y por que vives tu entonces en esta
forma miserable de existencia?
- Querido hijo. Yo no viví en la cueva
toda mi vida. Fui joven, gocé de la vida en todos sus extremos, Tuve
mi familia y mi esposa. Pero llegado el tiempo oportuno, el espíritu
me indicó este camino que acepté de buena gana, puesto que en todo
caso me ha llevado a un estado más elevado de conciencia y a una
existencia feliz. Si tú eres joven, vive como joven, practica la
virtud como tal y comete los errores necesarios, para aprender de
ellos y seguir creciendo. Si llegas a viejo, vive con la dignidad y
con la objetividad de tu edad. No busques entonces nada para ti,
sino para dios y para tus semejantes. Pronto comprenderás cual es el
objetivo de mi estancia en esta cueva, incluso de tu presencia en la
misma.
Aquello se ponía intrigante. ¿Qué sabía
el viejo ermitaño, respecto del futuro de Rapsag?... En los meses
sucesivos se darían no solo una sino miles de respuestas que
colmarían la expectación del novicio.
- Para conseguir la perfección aprende
estas reglas que en todo caso hablan de equilibrio, de armonía y de
justicia.
- No creas todo cuanto elabora tu mente,
ni niegues todo cuanto te muestra la misma. Encuentra
el camino del medio con entendimiento y discernimiento equilibrado y
correcto.
- Si tu mente te propone desarrollar
procesos de pensamientos negativos, nos los alimentes. Pero no vivas
colgado de alucinaciones irreales. Busca el sendero del medio,
pensando con corrección y en armonía con las leyes de la Naturaleza
y del hombre.
- No hables todo el tiempo revelando
cuanto elabora tu mente, pero tampoco estés callado sin comunicar
emociones y pensamientos. Busca con armonía el equilibrio y comunica
correctamente lo que produce sabiduría, amor y felicidad en tu
entorno y a tus semejantes.
- No estés todo el día en actividad. Pero
tampoco estés ocioso. Realiza en forma correcta y con equilibrio el
ritmo de la acción y de la no-acción.
- No seas consumista, excéntrico y
amoral, pero tampoco te niegues, te anules o mueras en la soledad,
en la inacción y en la inoperatividad por miedo o por el mal
entendido camino de la virtud. Vive en
forma armoniosa con corrección, practicando las leyes de dios y las
de los hombres.
- Aun estando todo el día esforzándote no
podrás cambiar el ritmo de las estaciones y anular la necedad del
necio. Pero tampoco estés pasivo y derrotado antes de emprender la
lucha de la perfección.
Emplea el esfuerzo preciso en forma correcta y
equilibrada.
- Si caminas todo el día mirando a la
copa de los árboles, tropezaras con los obstáculos del suelo, pero
si caminas mirando solo al suelo, golpearás tu cabeza con las ramas
de los árboles. Practica la atención correcta y equilibrada en cada
acción y en cada no acción.
- No puedes estar todo el día fijando tu
atención en el movimiento de una mosca, pero tampoco puedes estar
abstraído en la búsqueda de imágenes mentales. Utiliza la
concentración equilibrada y correcta.
Estas son las ocho leyes fundamentales
que nos enseñó el gran maestro Buda y que todos practicamos con
mejor o peor acierto. La clave está en no matar ni morir por los
apegos y no fomentar el egoísmo. Los problemas, querido hijo no
están tanto fuera, sino dentro de nosotros mismos, en nuestras
obsesiones, prejuicios y falsos conceptos culturales. Es el deseo
desmedido el que causa nuestro dolor. Es la posesión de cosas lo que
nos hace elaborar el miedo a perderlas. Es la lucha egóica del poder
que nos asemeja al macho dominante y beligerante de la manada.
Encuentra la senda del equilibrio y vive observando
dentro de ti, pues dentro de ti están las respuestas. Tú no eres
quien crees ser, sino lo que el espíritu te revela día a día, pues
no existe ningún libro más extenso que el que has escrito tú, vida
tras vida en cada una de tus reencarnaciones por el camino del
Samsara (proceso infinito de reencarnaciones).
- Recuerda, mi joven amigo: No hay
incendio como la pasión, no hay ningún mal como el odio. El dolor es
inevitable, pues vivimos en un planeta binario de luz y de sombra,
pero el sufrimiento es opcional. Todo lo que somos es el resultado
de nuestros pensamientos. Recuerda las palabras del Buda: El
insensato que reconoce su insensatez es un sabio, pero un insensato
que se cree sabio, es verdaderamente un insensato. No busques
imitarme, no busques realizar mi senda. Encuentra la tuya y aprende
de tus errores.
Fueron estás y otras tantas jornadas las
que el joven Rapsag, almacenó en su corazón como las que crearon su
posterior conciencia. Pasaron los días, los meses y tres años más,
hasta que llegó el preciso instante en el que el Karma del anciano y
del joven monje se juntaron por la Ley del destino en la realización
del misterio más importante de la Historia de la Humanidad.
EN EL
COSMOS
Mientras que en la Tierra los días y las
noches pasaban las páginas de las alegrías y tristezas de los pobres
seres humanos, a varios años luz de nuestra residencia cósmica, se
sucedían otros acontecimientos de naturaleza asombrosa.
El año siete antes de Cristo era el
tiempo preciso para que el Divino Avatar de Piscis se encarnara en
la Tierra y activara la Ley del Amor entre los humanos. Los
dioses Júpiter, Saturno, Urano y Plutón, transitaban entre las
moradas de Piscis y Virgo. Era por tanto el preciso momento para
producir una catarsis cultural en la primitiva civilización humana
del aquel tiempo.
Desde el planeta Hoova a millones de años
luz de la Tierra, y desde un enorme planeta de la constelación de
Sirio; dos seres dorados, de altísima frecuencia espiritual, debían
acudir al servicio de la evolución del planeta terrestre. Se trataba
de dos verdaderos gemelos espirituales, de idéntica evolución, que
habían sembrado miles de años antes, la vida en diversos planetas,
incluido el nuestro y que ahora, debido a la conjunción planetaria y
al calendario evolutivo de la propia raza terrestre, debían prestar
servicio.
Pocos son los que conocen la mecánica del
espíritu, incluso contarlo resulta nada más y nada menos, que pura
ciencia ficción, para el entendimiento humano.
Estos dos seres, de los que hablaremos
posteriormente, viven en una dimensión más elevada. Su espíritu es
casi andrógeno; es decir, que han reunido en ellos los dos sexos,
rozan la perfección y desde luego insuperables por ningún mortal de
nuestra dimensión.
El consejo de los veinticuatro ancianos
de la Galaxia, la máxima jerarquía de este Universo, dio el visto
bueno y movilizaron personal y medios para que se diera esta
misión.
Detrás de la Luna terrestre, se encuentra
desde hace muchos miles de años, orbitando dentro de nuestro sistema
solar una enorme plataforma de varios kilómetros de largo, que desde
el punto de vista esotérico, se le ha dado el nombre de Luna negra,
puesto que no es visible al ojo humano y a los telescopios
convencionales. Se trata de una especie de luna metálica flotante,
donde los seres del espacio, que sembraron la vida en nuestro
planeta, tienen una base tremendamente operativa de control y
seguimiento de la especie.
En una de sus estancias, se encuentra una
especie de cementerio viviente; ya se que lo que estoy escribiendo
es una contradicción, puesto que si es cementerio, no puede ser
viviente, en la medida que sus moradores por lógica estarían
muertos. Pero no encuentro otra forma de explicarlo. Se trata en
realidad de seres que han dejado su cuerpo en estado cataléptico,
desplazando o desdoblando su cuerpo astral, para compenetrar con él
a seres de la
Tierra. Casi el cien por cien de los seres que han
producido cambios importantes en nuestro planeta de naturaleza
espiritual y científica, han sido pilotados, o compenetrados por
estos espíritus. Dejan su cuerpo, alimentado con constantes de
supervivencia, pero al verse libres de las ataduras carnales,
penetran en seres predispuestos en la tierra para realizar su
misión.
Los seres a su vez compenetrados, son
personas de una dimensión más baja, es decir, de tercera dimensión
terrenal, que antes de reencarnar, han elegido hacer esta misión
para evolucionar con más rapidez. Es como si prestarán su cuerpo a
otra entidad de una dimensión más alta. En el transcurso de un
tiempo o incluso toda una vida, estos seres pilotados, notan que sus
palabras son dirigidas por otro, que sus visiones, sueños y
sentimientos, no son suyos, pero a la vez, al sentir esta
compenetración, su alma se libera de la ignorancia y viven en una
perfecta comunión. En la iglesia católica, se dice que el Espíritu
Santo le ha compenetrado. Y ciertamente se trata de espíritus
santos, que ayudan de esta manera a la pobre raza humana. Cuando el
instrumento terrenal compenetrado fallece, o deja de ser operativo,
el espíritu retorna al ataúd metálico donde duerme el ser superior y
retoma su vigilia para seguir su camino, o bien compenetra a otro o
a otros a la vez, puesto que si el espíritu es muy poderoso, puede
influir no solo sobre un individuo sino sobre varios.
Dos de los personajes más viejos de esta
estación espacial, que siguen operativos, son los llamados por la
Biblia, Enoc y Elias. Ambos subieron extrañamente al cielo en
?carros de fuego? y aún no ha regresado. Pero existen otros tantos,
de diversas culturas, de distintas razas, operando a través de seres
elevados, científicos y gobernantes para realizar su misión,
silenciosa, pero tremendamente operativa.
Se determinó por tanto por parte del
Consejo de los veinticuatro Ancianos, que estos dos seres entraran
en la luna negra para realizar su misión. Pero al ser entidades de
una dimensión muy elevada, requerían no de simples mortales, sino de
personas más evolucionadas, puesto que un simple mortal no podía ser
compenetrado por este tipo de evolución tan elevada. Tenían que
hacer una mutación genética, precisa, para crear seres que teniendo
un cuerpo físico normal, nacido de madre normal, tuvieran a su vez
una psiqui más elevada.
Fueron escogidas dos jóvenes mujeres; una
en la Capadocía, la actual Turquía, en
su tiempo, bajo dominación romana y otra mujer en Palestina, que en
igual medida estaba dominada por el mismo imperio romano. La primera
mujer no era sino la propia madre de Apolonio de Tiana, y la
segunda, la llamada Virgen
María, que dio a luz, a Jesús el Cristo. Ambas
fueron manipuladas e inseminadas con valores de aceleración psíquica
en sus óvulos por entidades del espacio. En el vientre llevaron por
tanto, un ser mitad humano, mitad alienígena. Y fueron por tanto
estos dos seres los que sirvieron de instrumento a los dos cristos
espirituales, que dormitaban en la Luna negra. Curiosamente, la
madre de Apolonio, vio en sueños, su embarazo dirigido por estos
seres, y de todos es sabido, que la Virgen María, fue
visitada por una entidad de espacio llamado ?Gabriel? que le anunció
su embarazo en forma sobrenatural.
Tan solo se necesitaba un plan humano,
que tutelara, enseñara y ayudara, a ambos niños nacidos, a tomar el
camino del conocimiento y la virtud y a realizar la misión para la
que fueron creados. Pero este plan, no correspondía tanto a las
fuerzas celestes, sino a los humanos. Los siguientes acontecimientos
iban a ser decisivos.
DESDE LOS
HIMALAYAS
Un día cualquiera de los de comienzos del
invierno en los Himalayas, Rapsag con su zurrón acudió a la cueva
del monje anciano. Los encuentros de los años anteriores le habían
aportado un gran conocimiento. El ermitaño por otra parte le había
hablado de su próxima marcha. El joven, ante tal perspectiva había
comenzado a generar miedo y tristeza, pues si su maestro debía
morir, quien le enseñaría, quien le cuidaría y le guiaría por la
senda del karma. La veneración al Gurú en aquellas latitudes era
algo más que una simple atracción. Se trataba de una verdadera forma
evolutiva de ascender hacia el plano del conocimiento. En la India y
en los Himalayas no existían como hoy en día medios de comunicación,
ni espectáculos de los que se podía aprender a más velocidad. Las
enseñanzas eran transmitidas de boca a boca por el maestro que
habiendo experimentado previamente tal o cual sensación o
descubrimiento, las revelaba al alumno, cuando veía que este estaba
adelantado. Por ello ser admitido en un monasterio y tutelado por un
gran lama o santón, era el mayor de los privilegios a los que se
podía aspirar en la escuela del conocimiento. Rapsag, pensaba que el
anciano iba a morir, incluso que en alguna de las citas semanales,
quizás se encontraría el cuerpo de su maestro muerto sobre el
camastro de la precaria cueva, pero como casi siempre, estaba
equivocado. Aquella mañana, nada más llegar, vio al santón sentado
en loto, en un estado de meditación tan elevado, que simplemente
estaba a diez centímetros del suelo, en el aire. El joven se quedó
perplejo, pues aunque le habían hablado de tales proezas por parte
de algunos lamas, jamás se había topado con tal espectáculo.
Silenciosamente dejó el zurrón junto a la pared de la cueva y se
dispuso a salir en silencio para no alterar la meditación de su
maestro.
- No te vayas, no salgas de
la cueva.
Hoy debes quedarte ? Susurró el ermitaño todavía
con los ojos cerrados y aún en plena levitación.
Rapsag, que estaba saliendo de puntillas
se quedó petrificado cuando escuchó la voz del anciano. Se paró en
seco, con miedo a romper algo o a ser el culpable de haber roto, no
un objeto, sino un estado superior del Nirvana, que sin duda era más
problemático o más grave que cualquier otro desperfecto
físico.
- Esta semana no podrás ir al convento.
Deberás quedarte aquí, pues llega el momento en que serás iniciado y
despertado por tu espíritu, para realizar la misión que antes de
nacer has pactado con los dioses.
- ¡Pero divino gurú! Si no acudo al
monasterio los monjes se preocuparán y subirán a buscarme. Déjame
avisarles?
- Ni tu podrás ir, ni ellos acudir.
Descansa y observa en el horizonte.
Casi al instante el cielo se obscureció,
el frió invadió cada rincón del ambiente, rayos, centellas y
truenos, junto con nieve y granizo se desataron en forma
intempestiva, haciendo temblar la tierra y el cielo. Y es que en los
Himalayas, las tormentas pueden producirse en unos minutos en forma
sorpresiva. El joven monje se metió enseguida en la cueva para
resguardarse del temporal. Pero curiosamente el anciano hizo todo lo
contrario. Se despojó de su túnica en forma lenta y estudiada. La
dejó en un lado de la cueva y totalmente desnudo salió de la misma,
poniendo su cuerpo a merced del agua del viento y de la nieve.
Rapsag se quedó petrificado observando
cómo salía vapor, humo y casi fuego del cuerpo del anciano cuando
las gotas de lluvia y nieve golpeaban en su cuerpo. ¿Cómo era
posible que con el terrible frío que hacía en el ambiente aquel
anciano pudiera estar abrasando? ¿Cómo era posible que el agua
helada al caer sobre su cuerpo se convirtiera en hielo? ?Realmente
aquel ser no era de este mundo. Incluso parecía gozar de la tormenta
al verle con una sonrisa que delataba un estado orgásmico.
- Hijo mío, cada cosa que vive y late
sobre el planeta, tiene energía. Todo es energía, todo es prana.
Imagina cuanta de esta energía hay en esta terrible tormenta. Y si
la ves tan poderosa, no lo es menos su alma, su mente y el impulso
que le anima. Ella; la tormenta, es la que me ha hablado y me ha
dicho que me daría la energía para vivir sin alimento. Es la propia
tormenta la que me ha enseñado que en cada gota de lluvia, en cada
partícula de nieve, en cada impulso del viento, están por nacer e
impulsar la vida de millones de semillas, que nacerán próximamente
en la llanura y en los valles. Ella me da de esta manera, el primer
soplo de la vida, la primera y más pura de las energías. Y teniendo
este alimento, ¿Crees que necesitamos otro?...
La escena era simplemente asombrosa; el
anciano desnudo en la entrada de la cueva, expulsando vapor de agua
y el joven metido en lo profundo de la penumbra, con los ojos
abiertos de par en par y petrificado, no tanto por la tormenta en
si, sino por lo que estaba viviendo.
- Pero maestro ¿Cómo puedo hablar con la
tormenta?...
- Querido hijo; todo el aprendizaje del
monasterio, toda la vida empleada por muchos de los monjes y seres
que nos han precedido, tan solo tiene como objetivo desarrollar el
sexto sentido; el que te hace ver más dentro de ti, que de fuera.
Este sentido es el que te hace hablar con cada cosa, ser o entidad
que tenga vida, no solo en tu planeta, sino en cualquier rincón del
cosmos. El universo está gritando a millones de años-luz de la
Tierra, y en la misma forma y medida, gritan los pequeños insectos
que ahora mismo pisan tu pies. Pero tus oídos están sordos y tus
ojos están ciegos, puesto que solo ves formas materiales, groseras,
y perecederas de la realidad.
Medita, escucha y observa en tu interior. Cesa en
el ruido mundano y comenzarás a escuchar la cálida voz de la
tormenta, del fuego, del agua y del viento.
La veneración del alumno se había
transformado en verdadero amor. Comprendía ahora Rapsag, que el
anciano no estaba tan solo, desamparado y abandonado en su cueva.
Comprendía ahora el joven novicio que aquel divino gurú, había
cambiado una forma de vida engañosa, por la verdadera vida. Pues no
había lecho más acogedor que el viento que soportaba su cuerpo
levitando, ni baño más cálido y vivo, que la lluvia de la montaña en
su cuerpo, ni cántico más lindo, que el sonido de los elementos que
le rodeaban y le llenaban de acontecimientos. Comprendía Rapsag, que
su gurú no necesitaba caminar a lomos del Yak o escalar las
empinadas cuestas de las montañas heladas, pues desdoblaba su cuerpo
a voluntad, y hoy estaba en Mongolia y mañana en la región más
alejada del continente americano. Que hoy en un segundo estaba en la
India, para estar en el segundo siguiente en una Galaxia a millones
de años luz de la Tierra.
- ¿Comprendes ahora, querido hijo porqué
mí retiro voluntario en esta cueva? Si lo que han visto tus ojos en
estos años, lo hubiesen visto en el monasterio o en el pueblo ya no
sería un ser libre. Habría sido mortificado por el morboso interés
de los circenses, que buscan en cada aparente milagro el impulso
para fortalecer su fe. Fe que nunca llega, pues no terminan de
saciarse de milagros y de sensaciones, cuando el verdadero milagro
está en su interior, en su auto-convencimiento; en su propia
experimentación. El mal llamado milagro, está asociado a un estado
de conciencia en sí. Jamás he buscado el milagro, sino la
integración con Dios, y es esa integración deseada y buscada en cada
segundo de mi vida, la que produce estos ?supuestos prodigios? de
los que yo no soy consciente en casi todas las ocasiones. Es tal el
estado de gozo que vivo, que no soy consciente ni recuerdo lo que
pasa con mi cuerpo y con los elementos que me rodean. Si viviesen
entre los humanos, sería adorado como un dios o un profeta, y
dejarse adorar, crear sectas o religiones es un pecado kármico que
hace involucionar a los seres humanos, haciéndoles dependientes de
otro ser o de los prodigios. Es por esto que las religiones del
mundo adoran a seres ya muertos o a santos, que murieron, venerando
el dolor, la sangre, la muerte en sí, sus sacrificios y sus
supuestos milagros, cuando en realidad tendrían que adorar
sensaciones de vida y de alegría, por haber descubierto que la vía
no es adorar a otros seres, sino encontrar la senda del
auto-conocimiento y de la auto-realización personal. Hay que amar y
aprender del virtuoso, de la madre resignada que por amor a sus
hijos da hasta la última gota de sangre. Del sabio que descubre
elementos o medicinas para aliviar al ser humano, pero no de
supuestos dioses que son adorados por sus prodigios y milagros.
Estas religiones son de circenses, de espectáculo y sirven al mal y
a la
ignorancia. El ser humano que haya creado una secta
o religión, que haya sido adorado o que haya caído en la debilidad
de la veneración personal o el narcisismo es un ser desgraciado, que
vida tras vida, debe retornar, hasta acabar con dicha secta y con
todos los elementos que han sido elevados a la categoría de
sagrados.
- ¿No te parece triste, querido hijo, que
los seres humanos, adoren y tengan como objeto de veneración,
piedras, cuevas o templos donde vivieron sus supuestos dioses? ¿No
te parece grotesco que se adore, cuerpos o partes del cuerpo
incorruptos de muertos? ¿No te parece aún más grave que se produzcan
guerras por conquistar la silla donde se sentó su gurú o las cuatro
piedras donde vivió? ? ¿Comprendes ahora porqué vivo en la
cueva?
- Si, venerable maestro, lo comprendo y
veo además tu amor a la verdad y a la virtud. Veo el valor
que has tenido que desarrollar para no caer en la adulación y en la
trampa del ego. Comprendo ahora por que vives aquí.
- Rapsag; querido hijo; has progresado
mucho, has comprendido mucho, pero aún así, no has comprendido que
yo estoy aquí sobre todo POR TI. No has comprendido, queridísimo
hijo, que mi verdadera misión era esperarte, despertarte y llevarte
a la senda del conocimiento?
Y habiendo pronunciado estas palabras, el
venerable anciano se arrodilló ante el novicio susurrando con
lágrimas en los ojos:
- ¡Padre, Maestro y Señor mío?! ¡Padre,
Maestro y Señor mío?! ¡Padre, Maestro y Señor mío?!
Aquel extraño comportamiento dejó
perplejo e incómodo a Rapsag, que no sabía dónde meterse o qué hacer
¿Cómo era posible que su maestro se hincara de rodillas y le llamara
a él; al más ignorante de los mortales, maestro y padre? ¿Estaba ya
senil el viejo ermitaño?...Tuvo que esperar muchos años, casi al
tiempo de su muerte, para ver que en otra vida, esta escena se había
repetido casi idéntica, pero siendo él el gurú y el viejo ermitaño
el alumno. Tuvieron que pasar muchos años, hasta que en su
ancianidad, el tuvo que despertar al siguiente alumno, para que en
la vida sucesiva, el alumno se convirtiera en maestro. Tuvieron que
pasar muchos años, para entender con humildad, que el alumno de hoy
es el gurú del mañana y que el tonto de hoy es el listo del futuro.
Y este conocimiento grabado a fuego en la fraternidad de los Hijos
del Sol es tan fuerte, que la humildad, el silencio y el espíritu de
servicio les caracteriza vida tras vida. Es por esto, que el que
sabe, puede y tiene la sabiduría del espíritu se arropa de la
aparente ignorancia, del manto de la humildad y del poder del verbo
para despertar al siguiente, a su hermano, que sigue y seguirá en
misión sobre la Tierra.
LOS
DIOSES
Era imposible salir de la cueva, la
tormenta estaba consumiendo el día y amenazaba consumir toda
la semana.
El ermitaño y Rapsag se disponían a comer algún
alimento cuando todo comenzó a volverse loco en las vidas de ambos
personajes.
La penumbra en pleno día era casi total,
la nieve caía como una cascada de copos que imposibilitaba ver a más
de un metro de distancia. De repente, un extraño resplandor comenzó
a dibujar un pasillo de luz, cada vez más grande, que viniendo del
cielo mostraba un circulo de dos metros de diámetro en la entrada de
la cueva.
El tubo de luz emitía a su vez chispas luminosas.
- ¡Llega el momento Rapsag! Entra en ese
círculo...
El joven, paralizado por el pánico, era
incapaz de mover un solo miembro. -¿Qué clase de magia era esta? ?
Se preguntaba interiormente-.
- Yo te llevaré de la mano. Esta
es la entrada de la morada de lo que los humanos llaman dioses. Y
ciertamente si comparamos la evolución de los mismos con la pobre
calidad humana, sin duda pueden ser para nosotros auténticos dioses.
En realidad son nuestros padres, los que nos crearon, los que nos
custodian y guían hacia nuestro devenir. ¡No tengas miedo!...
Al ver que Rapsag no reaccionaba, el
anciano, tomó la mano de este y casi empujándole, se introdujeron
ambos en el círculo. Casi al instante las nauseas comenzaron a
amenazar con devolver el frugal desayuno del novicio. Pero a los
pocos instantes, todo se calmó. Parecía que retomaba el aliento,
cuando otro alucinante fenómeno comenzó a inquietar al joven. No se
había dado cuenta al principio, preocupado por las náuseas, pero lo
curioso, es que el suelo parecía más alejado cada vez, hasta que se
vio flotando, junto con su maestro a casi cien metros de
la cueva.
Y aquello no paraba, puesto que seguía ascendiendo.
El ermitaño, más avezado en aquel misterio, le puso la mano sobre su
cabeza para que mirara hacia arriba y no hacia abajo. Aunque la
ascensión duró casi un minuto, todo se desvaneció de repente, puesto
que la siguiente escena fue la de una sala llena de luz, de material
parecido a la plata pulida. Unas extrañas sillas de forma circular
ocupaban el centro de la sala, también redonda.
Parecía que iban a sentarse de inmediato,
pero en su cerebro una voz le dijo que tenía que desnudarse. El
pudor le hizo mirar al maestro, que a su lado ya se había desnudado.
Este gesto le hizo proceder a despojarse de la túnica.
Luego ambos entraron en una especie de tubo. Dicho
tubo, emanaba una luz violeta, que saliendo de la parte alta del
mismo inundó todo el cuerpo del joven. La sensación que recibió fue
intensa, pero a la vez, sanadora, plena; como si un baño perfecto
hubiese limpiado todo su organismo. Una especie de segunda piel se
impregnó sobre el cuerpo. Saliendo del tubo, entraron a su vez
sucesivamente a otra sala. La extraña voz, que solo estaba en su
cerebro, pues no había sujeto alguno que la pronunciara en la
estancia, le indicó que tenía que vestirse con una especie de túnica
blanca que estaba sobre una mesa. Nada más ponerse la túnica,
todavía tuvo que vivir y sentir la magia de los dioses, puesto que
el extraño tejido se fue encogiendo hasta que se adaptó
perfectamente al cuerpo del muchacho, formando ahora una especie de
buzo. El ermitaño también tenía el mismo atuendo. Pero a partir de
ese momento, ambos se separaron.
Entro en otra sala, y la voz le indicó
que tenía que beber un líquido viscoso pero que al paladar parecía
néctar perfecto. Una vez ingerido, la sensación de plenitud y de
bienestar era absoluta. Fuesen quienes fuesen estos dioses, su
tecnología era inigualable.
Aún estaba terminando de tomar unas
pequeñas semillas, parecidas a las uvas terrestres, cuando pudo ver
asombrado, como de una pared sin rendija alguna, se abría una puerta
por la que entró de nuevo su maestro. Pero? ¡Diablos!... aquel ser
nada o casi nada tenía que ver con el ermitaño. Su rostro era el
mismo, pero sin duda con cuarenta o cincuenta años menos. Su cuerpo
más erguido, más estirado y su mirada radiante, le hacían ver un
auténtico milagro. Ciertamente Rapsag se pellizcaba la pierna para
descartar que estuviera soñando o que fuese algún estado de
conciencia provocado en forma de ilusión por el anciano.
- No estás soñando, Rapsag. Tal y como me
ves ahora, es el resultado de un proceso de regeneración, al que me
someten mis hermanos, cada cierto tiempo. Es por esto que mi
alimento es casi frugal. Es por esto, que mi edad terrestre es tan
prolongada y no de cien años como algunos dicen, sino aún más. Hace
muchos años, que la Fraternidad
Solar, me ofertó trabajar con ellos y acepté. Desde
ese momento, he estado trabajando y preparando este momento para el
que tú has sido llamado. Todo forma parte de un plan perfectamente
trazado, que tendrá un resultado también previsto. No te asustes
hijo. Estas en buenas manos.
El ermitaño desapareció por unos
instantes, para aparecer de nuevo con otros tres visitantes. Cuando
Rapsag vio aquellos individuos se quedó absolutamente perplejo.
Emanaban una energía tan intensa, tan plena, que nada ni nadie
hubiese podido quedar indiferente. Sus ojos, llenos de luz. Su pelo
claro, peinado hacia atrás con delicada perfección, les llegaba
hasta los hombros. Vestían monos ajustado como el suyo. Altos,
atléticos, con rostro sereno y una especie de sonrisa, dibujada; no
tanto en sus rostros, severos, sino en el alma; o para entendernos
mejor, en su aura.
Todos caminaron hacia la sala circular.
Se sentaron unos frente a otros. La conversación a partir de ese
momento no fue de viva voz, sino con el pensamiento. Bastaba con que
Rapsag pensara algo, para que tuviera la respuesta inmediata. Esta
forma de lenguaje ya la había vivido con el ermitaño, por lo que no
tardó en adaptarse.
- Querido hermano ?dijo uno de los
?dioses?- aunque esto te parezca extraño, esta experiencia la has
vivido en varias ocasiones en otras vidas de diversos modos y
maneras. A partir de ahora tú espíritu te mostrará el camino, te
enseñará imágenes, avivarán recuerdos y sentirás nuestra voz y la de
tu maestro en tu interior. No estarás solo.
- Hemos preparado ?dijo otro- el
nacimiento de dos seres que serán recordados a través de la historia
como verdaderos héroes. Sobre ellos cabalga el espíritu de dos de
nuestros mejores maestros. Tu trabajo será traerlos a los Himalayas.
Enseñarles las técnicas que tú a su vez has aprendido de tu maestro
y que aún tendrás que aprender. Nosotros te guiaremos en todo
momento. Tan solo deberás centrarte en escuchar nuestras voces en tu
interior y mirar hacia el cielo.
En unos instantes en su cerebro
comenzaron a dibujarse imágenes de los rostros de dos niños, sus
padres, sus casas, sus lugares respectivos de nacimiento, incluso
las rutas por donde tendría que visitarles y los lugares a los que
tendría que traerles. Todo parecía claro, ninguna sombra de duda
parecía turbar el corazón sosegado del joven. Finalmente había
comprendido.
Los ?dioses? salieron de la sala. El
ermitaño, se quedó a solas con el joven.
- ¡Querido hijo! Te dije en su día que mi
tiempo se estaba acabando y tú pensaste que debía morir. En cierta
forma es cierto, puesto que no volveré a la Tierra. Mi vida
seguirá aquí, por el tiempo que tenga designado mi espíritu. Siempre
estaremos unidos, puesto que nuestros lazos son kármicos. Son lazos
de muchas vidas. Ahora deberás acudir al monasterio y decir que he
desaparecido entre los hielos en un accidente.
A semejanza del maestro de Rapsag, otros
tantos maestros, auto-realizados, que habrían conseguido un
determinado estado de conciencia, también habrían colaborado con
esta jerarquía celeste a lo largo del tiempo. Este colectivo fue
conocido como ?Los maestros ascendidos? hecho este referenciado por
Madame Blabatsky, la fundadora de la teosofía. Existe
en los Himalayas, una base combinada de seres terrestres y
extraterrestres que desde hace miles de años trabajan coordinados
para ayudar al ser humano en su evolución (2).
Rapsag fue llevado a otra sala, acostado
sobre una camilla y adormecido parcialmente en una determinada zona
del cerebro. Luego unos hombrecillos de ojos grandes, y cuerpos
extraños, procedieron a introducir un extraño tuvo en su cabeza.
- Siempre estaremos juntos -La voz sonó
en su cabeza como un trueno- Ciertamente, aun sin la presencia de su
maestro y de sus hermanos, a partir de aquel momento, sus voces,
sonaban rotundas en su cabeza? ¡extraña magia la de estos seres! ?
pensó en voz alta-.
El mismo pasillo de luz; pero esta vez
descendiendo, el joven monje volvía a la superficie, pero aunque
había subido ignorante, ahora retornaba vivo, iniciado en los más
altos misterios. Había subido sin rumbo, sin objeto, sin sentido y
ahora tenía un trabajo, un porqué, una misión; unos hermanos?
Heliocentro
Artículo completo, si
estás interesado en el tema, en las Webs de Conciencia
Planetaria sección "Kiosco" - Hijos del Sol
X
www.concienciaplanetaria.es
EL
SABIO
Un viejo árabe que vivía en los
EE.UU., cerca del Pentágono desde hacía 40 años, quería plantar
papas en su jardín, pero arar la tierra ya era un trabajo muy
pesado para él. Su único hijo Ahmed, estaba estudiando en
Francia y el viejo decidió mandarle un mensaje por correo
electrónico explicándole el problema: Querido Ahmed: Me siento
mal porque no voy a poder plantar mi jardín con papas este año.
Estoy muy viejo para trabajar la tierra. Si tú estuvieras aquí,
sé que darías vuelta la tierra por mí. Qué Alá esté contigo. Te
quiere, papá. Pocos días después recibió un correo
electrónico de su hijo: Querido papá, por lo que más quieras, no
revuelvas la tierra de ese jardín, ahí es donde tengo escondido
aquello. Te quiere, Ahmed. A las pocas horas aparecieron
cientos de Policías local, agentes del FBI, de la CIA y
representantes del Pentágono para registrar el jardín en busca
de materiales de destrucción masiva, bombas, ántrax o lo que
sea. Removieron toda la tierra del jardín y como finalmente no
encontraron nada, se fueron. Ese mismo día el hombre recibió
otro mail de su hijo: Querido papá: Seguramente ya podrás
plantar las papas. Es lo mejor que pude hacer desde aquí. Te
quiere, tu hijo Ahmed. ?Haz como el anciano, pídele al
Cosmos, todas aquellas cosas que no puedas realizar, un día El
te sorprenderá, de una manera que nunca podrás
imaginar?
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