LIBRE ALBEDRÍO
Dr. Spicasc
PRIMERA
PARTE
LA
PREDICCIÓN COMO
EXPERIMENTO
La
extensión de los temas a tratar aquí justifica la división en dos partes. En
la primera parte de este escrito deseo abordar los temas del destino y del
determinismo desde una perspectiva estrictamente lógico-científica.
Incluso aun las incursiones en lo filosófico serán meramente laterales
e incidentales[1].
En la segunda parte nos ocuparemos de la Tradición Iniciática en relación al
destino humano y de algunos desarrollos filosóficos clásicos conexos que
revisten gran importancia para comprender a fondo esta cuestión tan ardua como importante. Debe tenerse
presente que la Astrología es parte de la Tradición Esotérica y encuentra sus
raíces y justificación en esta y solamente en esta. Los actuales
astrotraficantes que solo se ocupan (y a menudo muy mal) de aplicaciones
puramente profanas y materiales en realidad solo profanan y mancillan a la
Sabiduría Astrológica y, por supuesto, no son dignos de esta ni la poseen. El
verdadero astrólogo es quien emplea con conocimiento y discernimiento este
saber tradicional para mejorar y elevar interior y exteriormente al ser humano,
comenzando por sí mismo. Los que niegan a la Astrología es por conocerla mal,
a través de versiones charlatanescas o por temor a enfrentarse con ciertas
realidades urticantes de si mismos. En suma, una vez más se cumple aquello tan
cierto de que en cada ser instante cada ser humano está dando la nota más alta
que puede dar...
De
hecho el problema del destino humano es muy complejo y desde la antigüedad
los grandes pensadores se han ocupado en mayor o menor medida del asunto.
Pero aquí cabría citar a Lord Keynes cuando afirmó aquello de que “No hay tontería que no haya sido dicha por alguno de nuestros filósofos
”. Y yo agregaría los ministros de las distintas religiones a a la lista
de esos filósofos. En los albores
de la Era de Acuario podemos afirmar que a las sectas religiosas solo les
quedara la alternativa de renovarse totalmente y de unirse so pena de
extinguirse en mayor o menor lapso de tiempo. Es muy importante que me refiera a
la problemática religiosa siquiera sea brevemente pues la óptica de los
diversos credos condiciona notoriamente las concepciones sobre destino y libre
albedrío.
El
problema reside sin duda en que muchas personas no han crecido mentalmente[2]
y continúan aferradas consciente o inconscientemente por temor o por esperanza
a los dogmas y demás condicionamientos religiosos asimilados en su infancia. No
reparan que tales dogmas y
condicionamientos solo pueden concebirse en boca de tribus muy primitivas o de
niños de hasta seis años de edad a lo sumo. Es la variante religiosa del
complejo de Peter Pan: negarse a crecer, obstinarse a permanecer en el mundo mítico
de los cuentos de hadas. Hay en esto infantilismo o, simplemente, retraso
mental. Esta actitud interesa mucho para el tema que hoy queremos desarrollar
pues es más cómodo aferrarse a creencias pueriles que decidirse como adultos a
pensar por cuenta propia. La triste verdad es que cada
religión organizada afirma que todas las otras son falsas y en eso todas tienen
razón. Muy distinta
es la situación desde una perspectiva esotérico-iniciática y en su momento
desarrollaremos este último enfoque con gran detalle.
Para ser más preciso diré que las religiones han
sabido muy bien separar con su fanatismo a los seres humanos y generar así
odio, violencia y sufrimiento. Pero lo que no han sabido es dar una
respuesta clara y coherente sobre el problema del destino humano y por ello se
han refugiado en afirmaciones dogmáticas al respecto. Estas no solamente
no tienen ningún peso y valor sino que pecan, una vez más, de infantilismo.
No es necesario insistir al respecto pues todo el mundo se imagina cuan
tedioso sería pasarse toda una eternidad tocando el arpa en el cielo y cuan
odioso resulta que la desigualdad de los destinos humanos sea tan solo una
consecuencia de designios divinos tan inescrutables como arbitrarios. Desde
luego hay mentalidades poco exigentes que se dejan persuadir por tales
explicaciones. Pero, para cerebros bien constituidos esas respuestas no
resultan satisfactorias y nada explican. Convalidar injusticias o intentar
pseudo-justificaciones de estas repugna invariablemente a los seres humanos
dignos y sanos moral e intelectualmente. Digamos algo más: la predestinación
existe pero no es en absoluto lo que afirman las sectas religiosas. Toca a
cada uno descubrir de que se trata realmente.
En
contraposición a estas actitudes tenemos el otro extremo de los
racionalistas a ultranza que prefieren negar a creer. Desde luego negar
a priori lo que no se conoce ni comprende y procurar destruirlo es cosa
generalizada y propia del ser humano inferior. También esta actitud es
condenable y no pocas veces nace del miedo: los extremos se tocan. Otras veces
es la comodidad: ser independiente en el pensar es apartarse de la tribu, de la
manada humana y ello trae inconvenientes sociales. También estas situaciones
preocupan en relación al tema central en torno al cual girarán nuestra
exposición y que es, por supuesto, la Astrología. Es cierto que si ella
se redujera a la increíble cantidad de estupideces que repiten la gran mayoría
de sus cultores no cabría racionalmente otra cosa que condenarla. Pero lo que
no debe ser tolerada es la actitud soberbia e ignorante de quienes la condenan
sin conocer una tradición espiritual que posee, fehacientemente, valores
absolutamente demostrables a nivel científico. En esto aparece en juego algo
innegable y es que los seres humanos se hallan en distintos estadios de su
proceso evolutivo en cuanto a elevación interior y amplitud de miras y ello les
lleva a condenar sin escuchar por miedo
y por estrechez mental. La actitud correcta que preconizo es seguir
adelante sin temor de eventualmente pisar algunos gusanos de uno u otro signo y
bandería que se interpongan en nuestro camino. No se trata por supuesto de
hacer daño voluntario a nadie sino de que estos gusanos ponen trabas a nuestro
avance. El ser humano verdaderamente grande y valioso es aquel que, en su marcha
hacia la Verdad, derriba a puntapiés todos los obstáculos grandes y pequeños.
Podemos repetir aquí un viejo proverbio norteamericano: “No
se puede hacer una tortilla sin romper algunos huevos”.
EL
DESTINO COMO EXPERIMENTO
Hablar
del destino en forma puramente dogmática o especulativa no resulta convincente
al menos para quien habla. Toda afirmación relativa al determinismo o, lo que
es más serio, a la predeterminación tiene que estar sustentada en hechos. Sin
estos el método experimental se asfixia, perece. Todo se reduce a
especulaciones más o menos sutiles e ingeniosas. Pero cuando los hechos surgen
y se los comprende e inserta en un marco teórico adecuado todas las
especulaciones sobran.
Vamos
a aceptar como demostrable punto de partida que alguien dispusiera de un
procedimiento que permitiera predecir con fecha precisa para cada
existencia humana individual y de manera cualitativo-analógica el noventa y
cinco por ciento de los hechos de dicha existencia.
De hecho ese procedimiento ya existe hoy. Me refiero, claro está, a mis
multiclaves simbólicas, las que superan en capacidad predictiva en lo
tocante al destino individual a todo lo que se ha conocido hasta ahora en
materia de técnicas astrológicas. Lógicamente estoy librando una gran
lucha para lograr el reconocimiento de este descubrimiento.
Resulta por cierto inaceptable que personas de escaso nivel cultural y
sin antecedentes científicos se permitan negar a
priori la validez de mis métodos
sin haberse tomado siquiera el trabajo de ponerlos a prueba. Desgraciadamente
tanta mala fe es consecuencia indudable y directa de los intereses creados, de
la mediocridad y de una asombrosa falta de autocrítica por parte de muchos astrólogos.
Felizmente ya están apareciendo grupos de estudio, formados por gente decidida
a profundizar en las multiclaves pues han comprendido su formidable poder y
eficacia en lo tocante a predicción y a rectificación de la hora natal.
Mi
respuesta es la más contundente y se basa en hechos. Es el poder presentar cada
vez mayor cantidad de testigos y de ejemplos en cuanto a
la precisión asombrosa de las multiclaves. Día a día se producen en
sus vidas los sucesos concordantes que las direcciones indican y contra esta
realidad no hay mala fe ni argumento que valga. Por supuesto la condición sine
qua non es contar con temas natales con hora perfectamente rectificada y
para lograr esto precisamente las multiclaves resultan ser invalorables.
Comprendemos
que todo progreso requiere tiempo pues es un hecho que el ser humano tiende a
destruir todo lo que no comprende, máxime cuando contraria sus creencias,
intereses materiales, prejuicios, inercia y pereza mental.
La
conclusión obvia de una tal situación es que el ser humano no es totalmente
libre puesto que su destino estaría trazado de antemano por lo menos a grandes
rasgos. Cabe muy bien recordar aquí
la doctrina martinista que nos habla claramente de “libertad
dentro del círculo de la necesidad ”. Los más pesimistas preferirán
aquello de que “El prisionero es
libre...de caminar por su celda”.
Alguien
preferiría hablar de predestinación por cuanto (como se verá a traves de la
experiencia) no solo es posible prever analógicamente los detalles y contexto
de los hechos sino además las fechas precisas en que estos ocurren. Otros, como
muchos de los musulmanes, creen en el hado o fatum inexorable de cada ser
humano, cayendo de este modo en un completo fatalismo. Para ellos la
mayor muestra de sabiduría es la completa resignación pasiva frente al destino.
Si
es posible predecir tantos de los hechos de nuestras vidas solo se dispondría
de un margen estrecho de libertad para completar ese destino nuestro en los
detalles, especialmente en lo que hace a la actitud interior
con que se lo vive. Esto es precisamente lo que queremos analizar,
comenzando por precisar los términos en cuanto a su significado y postergando
para luego la base experimental de nuestras afirmaciones.
Creemos que esto es muy importante dado que la mayoría de las
discusiones surgen por dar a la
misma palabra significados distintos o bien por emplear vocablos diferentes para
designar las mismas cosas.
Ante
todo queremos aclarar que es lo que entendemos por predicción cualitativo-analógica.
Denominamos así a la predicción que se refiere a un determinado y bien acotado
campo (o campos) de la existencia: vida espiritual, labor intelectual, familia,
trabajo, pareja, ingresos, salud, prestigio, amistades y enemistades, viajes,
estado de ánimo, amores, diversiones, etc. Además la predicción tiene un carácter
preciso en cuanto a hechos positivos o negativos, precauciones y riesgos
posibles, decepciones y otras características que hacen tanto a lo fáctico y
externo como a lo físico-fisiológico y a lo psicológico.
Por lo tanto incluye tanto a hechos personales propios del sujeto y de su
voluntad en lo tocante a si mismo y a su vida de relación como a sucesos supra-personales que inciden sobre la persona y que no dependen en
modo alguno de la voluntad o estado psicológico del sujeto.
Vamos
a aclarar esto. Si el señor
X sale ya enojado de su casa y discute ese día primero con su esposa, luego con
el portero y finalmente con su secretaria esos son sucesos personales
estrechamente ligados con el estado psicológico del señor X. Pero si cae sobre
su cabeza un trozo de cornisa y lo hiere o mata ese es un acontecimiento al que
(siguiendo a W. Polich y A. N.
Page) denominaremos supra-personal pues en nada depende del sujeto, de su
voluntad o estado psicológico: es el hecho destinal puro que ocurrió sin
ser buscado, llamado o provocado. Estos
últimos hechos cuentan y mucho en nuestras vidas y toda teoría del destino (y
de su real o supuesta predeterminación) debe tenerlos necesariamente en cuenta.
Por supuesto los científicos oficiales eluden totalmente esta cuestión tan
embarazosa sobre la que nada pueden decir.
Otra
aclaración casi obvia es lo relativo al grado de elevación interior de los
sujetos observados. Descartada quedó para siempre en medios cultos la expresión absurda de
“evolución espiritual” pues el espíritu no evoluciona dado que es
atemporal y la evolución es un proceso siempre ligado al tiempo.
Solo cabe pues hablar de elevación interior o bien de espiritualización de la
existencia. De todas formas aquí hay riesgos grandes de subjetividad pues todo
esto no es en absoluto punto de acuerdo entre autores y mucho menos asunto
cuantificable. Lo que para unos es espiritualidad para otros es disparate o
locura. Pero queda un hecho cierto: la experiencia espiritual existe y es una
realidad plena e incomparable para quien la vive. Por el contrario quien la
niega se auto-descalifica, no importa cuan grandes sean sus talentos y logros en
el plano intelectual o en otros campos. A esos negadores les falta algo supremo
que no se iguala ni reemplaza con nada de este mundo.
Cabe
formular aquí una reflexión amarga. Por siempre el ser humano ha clamado por
su libertad y por su derecho a ella. Sin embargo, a lo largo de los siglos, lo
vemos incontables veces usar esa pretendida libertad o lo que le restó de
ella para hacerse esclavo de los dogmas religiosos
más absurdos y de las ideologías más aberrantes.
El ser humano ha caído por causa de tales cosas en los fanatismos más
crueles y en las intolerancias y extremismos más reñidos con la moral y la
compasión. Y lo más paradójico: la lucha por la libertad no pocas veces ha
desembocado de lleno en negarla totalmente a otros grupos humanos que estaban
en desacuerdo con los propios puntos de vista. En suma, tenemos que lo que cuenta realmente no es la libertad sino el uso
que hagamos de ella. La
verdadera Libertad es, en última instancia, la sumisión consciente a la
voluntad de Dios que quiere que cada uno de nosotros se torne un centro de
Paz, Amor y Sabiduría.
El
primer astrólogo que efectuó un análisis del fatalismo y la libertad en términos
astrológicos fue el bien conocido Henri Selva (en su “Traité Théorique et
Pratique d’ Astrologie Généthliaque” del que solo apareció el Tomo I).
Su análisis ha resistido mal el paso del tiempo, máxime por cuanto
invocaba de continuo una supuesta “energía astral” que hoy sabemos
inexistente. Selva estaba errado al suponer que entre astros y hechos de nuestra
existencia hay una relación de causa y efecto.
De estas nociones erróneas ya me he ocupado largamente en otras
oportunidades. El problema aquí es
si existe compatibilidad entre las nociones de determinismo y de libertad (o
libre albedrío). Quien sostenía hábilmente tal compatibilidad era el filósofo
inglés David Hume. En cambio el gran pensador alemán Emannuel Kant era
absolutamente incompatibilista. Henri Selva adopta una posición compatibilista
pero el error de base es que como la Astrología no se basa en acciones físicas
no cabe hablar de determinismo que supone relaciones de causa y efecto. El
problema puede replantearse muy sencillamente en estos términos: las
indicaciones astrológicas deben cumplirse necesariamente o no? Y si deben
cumplirse que queda de nuestra libertad? Selva apoya la noción de libertad en
base al hecho indudable de que en cada instante podemos pensar y decidir nuestra
acción futura de una manera dada o de la contraria: la elección es,
indudablemente, totalmente nuestra. Por otro lado la moral - como Selva mismo
bien señala - reposa íntegramente sobre la noción de libertad. Sin
libertad de opción no hay ni puede haber responsabilidad moral alguna. El
crimen y la virtud exigen para existir una tal libertad. Pero esto, como veremos
después, es menos de la mitad del problema. Luego veremos la parte faltante.
Por
otra parte es necesario señalar componentes fatalistas innegables en la
existencia humana. La herencia genética
y la salud del nativo en cuanto a constitución, enfermedades y deformidades de
nacimiento son buenos ejemplos. También el medio familiar es un dato fijo del
problema con sus características espirituales, culturales y socioeconómicas en
general. Respecto de todos estos factores esenciales de partida no disponemos
del más mínimo libre albedrío. Podremos pensar lo que queramos pero esos
factores no varían, no dependen en absoluto de nuestra voluntad. Se hallan rígidamente
fijados por nuestro destino y condicionan, como bien saben los psicólogos, a
todo nuestro futuro en esta existencia temporal.
Y no solo traemos al nacer lo que he mencionado sino además
inclinaciones, temperamento, afinidades, las que podremos desarrollar según el
caso en gran, pequeña o nula medida. Otro factor de extrema importancia y que
puede desarrollarse y mejorarse casi siempre es la voluntad. De esto último
me he ocupado extensamente en mi artículo “La evolución del nativo a través
del radix”.
Supongamos
ahora que aceptamos los hechos de nuestro nacimiento como una “definición”
o datos de partida de nuestra existencia y que
podemos suponer que a partir de ahí somos libres. La vida pronto nos
convence de otra cosa. En primer lugar estamos sometidos a las leyes de la
materia y de la fisiología. Quien se crea enteramente libre puede probar de
saltar por la ventana o de ingerir estricnina y pronto se notarán los
resultados. Ni por un momento nos es dado alterar o suspender estas leyes. El
ser humano tiene pues posibilidades limitadas y la vida y la naturaleza se
encargan de recordárselo a cada paso. Pero hay algo mucho más sutil y es en
este respecto donde la Astrología adquiere perfiles grandiosos. Ella nos hace
percibir una perspectiva de la vida totalmente diferente de la que posee una
persona ignorante de nuestra disciplina. Me refiero a lo ya subrayado por
Lessing, algo que va al fondo de la cuestión: “Las estrellas son el propio
juez. La acción es libre, pero la
consecuencia no lo es” (Die Sterne
sind das Selbstgericht: die Tat ist frei, die Folge nicht). Esto es muy
profundo pues nos enfrenta al hecho tremendo de las diferencias entre destinos
humanos, con los éxitos y fracasos que le tocan a cada uno. Porque Juan y Pedro
emprendieron lo mismo cada uno por su lado, Juan triunfó y Pedro fracasó?
Ambos eran capaces, positivos y activos pero el éxito solo fue para el
primero?
Naturalmente
que la Astrología seria puede dar respuesta a estos interrogantes pero el libre
albedrío queda cuestionado y es necesario preguntarse si no es más que una
ilusión.
Pero
hay más motivos de reflexión. En mí artículo titulado “El sexto diálogo”
(publicado en la revista Atma-Jnana con el seudónimo de Sarastro) he planteado
la cuestión de la siguiente manera. La vida es comparable en cada instante a
una partida de ajedrez donde cada jugada que realizamos condiciona todas las
restantes que deberemos realizar en el futuro: estamos sometidos a la
consecuencia de nuestras propias acciones y esa es la Ley de los Efectos Kármicos,
tal como opera en nuestro plano de existencia. Nuestras decisiones, fruto de
nuestra voluntad y de nuestro libre albedrío, nos atan por medio de sus
consecuencias. Cada jugada en el ajedrez y cada acción en la vida condicionan
todas las venideras...
Así
planteadas las cosas podían dar lugar a extensas polémicas que duran hasta
hoy. Morin de Villefranche mismo subrayó en su “Astrologia Gallica” que lo
anunciado por los astros no debía cumplirse necesariamente siempre. Fue esta su
defensa del libre albedrío, la que suena tal vez un poco tímida. Otros no
compartieron esta posición. En
Alemania predominó la posición kantiana incompatibilista. Los más destacados
astrólogos de las primeras décadas de este siglo fueron de línea marcadamente fatalista. Nos referimos a Karl
Brandler-Pracht y al trinomio Sindbad (Friedrich Schwickert), Otto Schmitz y
Adolf Weiss. El más eminente discípulo de Karl Brandler-Pracht fue mi maestro,
el Prof. Don Carlos Reichelt. El
fue el más apasionado defensor del libre albedrío humano, obtenible a través
de la elevación espiritual y del desarrollo de la voluntad. Llegó a tal punto
Don Carlos que, en cierta oportunidad, eligió para operarse el peor día
posible. Los que lo rodeaban aseguraban que solo un desastre podía resultar de
tal elección. El, muy sonriente, contestó que todo iba a ir muy bien. Y así
fue: la operación resultó un éxito. La explicación del hecho era muy simple.
Sus aterrados consejeros eran un grupo de astrólogos ignorantes, de los que
pretenden explicar todo en base solamente a tránsitos y nada más. Don Carlos
tenía para el día escogido buenas revoluciones y direcciones y, por supuesto,
él lo sabía perfectamente. Era una forma de decirles con elegancia que su
triste astrología a nada serio conducía. Don Carlos, muy sonriente, me confío
esta anécdota pocos meses antes de morir. En realidad el Prof. Reichelt había
ido mucho más lejos, entrando de
lleno en el campo de la Astrología Esotérica. No cesaba de repetirme que esta
Astrología conduce inevitablemente
a la Magia Blanca en cuanto a posibilidad de ayudarse a si mismo y a los demás.
Los hechos que después pude observar confirmaron plenamente su punto de vista.
La libertad humana crece con la elevación interior y con el desarrollo de la
voluntad. La mejor prueba de ello es que similares configuraciones actúan de
muy diferente manera en distintos individuos (remito al artículo sobre los
aspectos astrológicos, publicado en colaboración con el Lic. Carlos Kervor
(Rigel) en Medium Coeli. Esto
explica porque las recetas de interpretación conducen por lo común a
resultados falsos y solo pueden aceptarse como una orientación para
principiantes.
Queremos
comenzar con la materia experimental y por ello comenzaremos refiriéndonos
brevemente a tres obras. Nos referimos a las de Cornillier, Costesèque y
Künkel. Las tres provienen de campos muy heterodoxos y muy lejanos a la
filosofía y ciencia académicas y por ello tal vez resultan útiles y
refrescantes. En ellas hallamos en
profusión hechos y anécdotas que provienen del campo psíquico, de las mancias
y de la astrología. Todos estos temas causan verdadero horror a los científicos
oficiales, los que así demuestran
su estrechez mental y su incapacidad para respetar los hechos y el testimonio
humano cuando estos no encajan ni en sus teorías ni en sus prejuicios. El
problema reside desde luego en que los científicos oficiales son incapaces de
aceptar que sea posible una técnica de predicción certera respecto del
porvenir de un ser humano aun cuando muchos de ellos pasen su vida tratando de
predecir lo que hará una supernova, una molécula o una colonia de insectos. Así,
en nombre de la Ciencia, se ven conducidos a torpes formas de fanatismo, ceguera
e intolerancia. Para el científico es ignorancia y falacia propia de
charlatanes hablar de todo lo que ellos ignoran: su postulado implícito es la
propia omnisciencia y superioridad. Desde luego la base de todo esto es la
soberbia que olvida que todo saber
material y profano tiene carácter provisorio, precario y que las teorías científicas
veneradas hoy serán obsoletas y estarán olvidadas tal vez en un par de años y
a ciencia cierta en cincuenta años.
Y
aquí corresponde efectuar precisiones de carácter metodológico. Muchos
autores incluyendo a dos de los citados (Costesèque y Cornillier) han insistido
en hablar de la predeterminación del porvenir y del destino humano individual
basándose en premoniciones oníricas y de vigilia y en fenómenos psíquicos
del tipo de la mediumnidad y el sonambulismo, trances hipnóticos, etc. Sin
entrar a discutir la realidad de tales cosas (que todo indicaría que existen)
digamos que presentan un inconveniente muy grave que resulta característico de
tales cosas. Se trata de que se basan siempre en testimonios humanos, dado que
son esencialmente hechos muy
raros y por lo general absolutamente irrepetibles. Así pierden objetividad
como prueba pues son esencialmente subjetivos. Si alguien tiene por
ejemplo un sueño premonitorio o una videncia solo él conoce en realidad su
contenido y los testigos reciben únicamente una versión del hecho pero no
pueden asistir al hecho mismo. Y la Ciencia exige hechos y experimentos
objetivos y repetibles: todo lo raro o milagroso o meramente subjetivo se aparta
inevitablemente de este canon. Hay una consecuencia práctica inmediata: como
estos fenómenos no son en absoluto manejables a voluntad la conclusión obvia
es que todos los autodenominados videntes y parapsicólogos no son más que
charlatanes deshonestos que
compiten con religiones y sectas en explotar la credulidad, esperanzas y temores
del prójimo.
En
consecuencia hay que apuntar en otras direcciones y la Astrología reserva
sorpresas pues no hay disciplina, técnica o mancia que disponga de tan
formidable potencial predictivo. Y esto es gracias a mis multiclaves en
direcciones simbólicas, una técnica que ha brindado lo jamás logrado antes
con otros procedimientos dentro de esta disciplina.
En la Astrología
hay lamentablemente bastante de fanatismo y obcecación por parte de
muchos de sus cultores. Aun en pleno siglo XX suceden muchos hechos
bochornosos tales como un congreso celebrado en Canadá sobre métodos de
domificación que terminó a puñetazos en medio de una verdadera batalla
campal (C.f. “Recent Advances in Astrology”). Personalmente me preocupa
solamente lo objetivo y comprobable y dejo en esto totalmente de lado
preferencias y gustos personales. Por ejemplo, aprecié mucho a dos
estudiosos, Wendel Polich y Anthony Nelson Page. Sin embargo no estoy de
acuerdo con varias teorías de ellos. En particular no estoy de acuerdo con el
sistema topocéntrico de domificación. Este método solo da resultados
correctos en direcciones simbólicas cuando las cúspides coinciden con las de
Placidus lo que sucede solo a muy bajas latitudes. En cambio las cúspides de
Placidus dan resultados correctos hasta las proximidades de los círculos
polares. Más allá de estos falta material experimental y nada se puede
afirmar a priori: solo hay teorías especulativas y nada más. Esta afirmación
no se basa en caprichos ni en repetición de lo que otros dicen sino en mis
experiencias personales a lo largo de cuarenta y tres años de astrología y
treinta de rectificaciones. Me objetarán algunos que en direcciones primarias
bajo el polo del significador el sistema topocéntrico resulta útil y
preciso. Los que así se expresan no conocen la técnica de tales direcciones
primarias ni su cálculo. De hecho lo que allí se emplea es la fórmula de
los polos topocéntricos debida a André Boudineau (como
señalan los mismos Polich y Page en su artículo aparecido en la revista
“In Search”). Esta fórmula permite aproximar las curvas de Placidus
sobre la esfera celeste de manera óptima en las proximidades del ecuador
celeste mediante un círculo máximo. Pero
las curvas de Placidus no son círculos máximos y proceder de este
modo implica un error que aumenta con la declinación. Algún día otros notarán
esto como yo lo he notado y se descartarán para siempre tales círculos máximos
y tales polos topocéntricos. Se trabajará entonces directamente con la
familia de curvas de Placidus sobre la esfera celeste y se obtendrá
mejor aproximación en las fechas mediante las direcciones primarias de
este tipo. En suma, se trata de un problema de geometría analítica no
demasiado difícil.
LA
PREDICCIÓN
Naturalmente
todas las hermosas doctrinas de los filósofos se derrumban estrepitosamente
cuando se pone en el tapete a las predicciones y a la posibilidad de hacerlas.
Si alguien hoy puede predecir lo que ocurrirá dentro de un mes o de un año es
porque eso ya está escrito en algún lado: quien predice no causa, solo
anuncia. Mucha gente ha sostenido y sostiene que el predictor predispone a que
los hechos ocurran. Indudablemente, como bien sostenía el Prof. Reichelt, la
predicción es una fuerza muy grande y esto obliga moralmente a andarse con
cuidado para evitar sugestiones nocivas.
Pero
el problema reside en la posibilidad de predecir y aquí se halla
probablemente el núcleo de la cosa. Desde luego hay aquí grados de precisión
en forma y tiempo. No hace falta ser Nostradamus o Morin de Villefranche para
predecirle a una joven hermosa que pronto aparecerá un hombre que se interese
en ella (y además sin precisar fecha). Duela o no este es el tipo de predicción
al que se limitan normalmente los desastrólogos, tarotistas y parapsicólogos.
Pero que ocurre si se anticipa fecha y detalles del suceso predicho? Cito
textualmente aquí las risueñas palabras del Prof. Reichelt que aún resuenan
en mis oídos: “Cada vez que efectuamos una predicción certera y con fecha
precisa tenemos la sensación de
que hemos podido entrar en esa cocina donde se prepara el menjunje que llamamos
destino”. La cuestión cambia, máxime cuando se trata de sucesos
supra-personales. Y si las
predicciones con detalles y fechas se multiplican por cien para cada año de la
vida ello obliga a revisar nuestros
conceptos sobre la fatalidad y el libre albedrío de una manera profunda.
Obviamente me estoy refiriendo a las multiclaves y a sus increíbles
posibilidades. La primera cuestión
es desde luego analizar el origen de la información:
es el cielo en el momento del
nacimiento. Allí está todo, detalles y fechas. Prosiguiendo el análisis
me debo preguntar si ello se debe solo a una feliz casualidad. La respuesta
terminante que se impone al espíritu es que no es así. Hay que precisar el
significado de las palabras y una broma puede servir al respecto. Si salgo hoy
de casa y encuentro una bolsa llena de dinero es una casualidad.
Si mañana al salir de casa encuentro otra bolsa de dinero ya es
coincidencia. Pero si se repite el tercer día y subsiguientes se trata sin duda
de una costumbre mia. Creer en casualidades es cosa de tontos pues nada
sucede por azar, es decir sin causa. En realidad la noción de azar y sus
desarrollos solo surgieron para hacer más manejable nuestra ignorancia respecto
de las causas de los hechos. Si lo supiéramos todo la teoría de las
probabilidades y la estadística desaparecerían en ese mismo instante por
innecesarias. Un ser omnisciente no las usaría nunca pues no las precisaría.
Por ello el gran poeta iniciado Lessing -ya citado antes - decía con justeza:
“Hablar de casualidad es ofender a Dios”.
El
segundo punto es como se extrae esa información del cielo. Lo notable es que
aplicamos una serie de conceptos aritméticos y geométrico-cinemáticos
perfectamente establecidos: medias harmónicas, promedios de tiempos de revolución
y sucesiones aritméticas. El Cosmos nos da un mensaje cifrado para cada ser
humano en forma de código descifrable por vía racional. Imposible es aquí no
recordar a Platón cuando afirmaba “Dios geometriza”.
El
segundo problema es la cantidad increíble de tales indicaciones precisas en
característica analógica y fecha para el total de la duración de cada
existencia humana. Aquí hay algo más que nos habla de un plan de experiencias
para cada individuo, plan detallado y minucioso. Como pensar de otra manera?
El
tercer problema es que a pesar de nuestras computadoras cada vez más veloces y
precisas la estructura matemática de las fórmulas (se trata aquí de
sucesiones infinitas) hace imposible conocer todas las indicaciones cósmicas
para cada ser humano. Existe pues un grado de incerteza, un factor de sorpresa
para cada uno de nosotros: debemos resignarnos a ignorar de antemano ciertas
cosas. Aún si en el futuro los avances de la Astronomía de posición
permitieran calcular la posición eclíptica de cada astro del sistema solar con
precisión de un millonésimo de segundo de arco (cosa hoy totalmente imposible)
este problema subsistiría.
Alguno
me podrá reprochar que he faltado al rigor aceptando a priori el concepto clásico
de Dios, lo cual constituye lo que se denomina científicamente una petición de
principio. Aceptando este argumento razonemos a la inversa. Sin aceptar a priori
a Dios partamos de los hechos observados. La conclusión es obvia de todos
modos. Algo nos señala de manera lógica, valiéndose de un código inteligente
y racional lo que somos y lo que nos ocurrirá. Pero esto para cada uno y somos
en el mundo hoy cinco mil millones de seres humanos. Luego aquí se trata más
que de una ley física. La única hipótesis razonable y plausible es que
estamos frente a una Mente Cósmica increíble, formidable que excede
absolutamente todo lo que podemos realizar y comprender. Esta Mente Cósmica ha
programado nuestras vidas con el más cuidadoso grado de detalle. Y la llamamos
Dios... Bien decía mi maestro el Prof. Reichelt “Si cada ser humano es un
reloj perfecto eso hace que exista un Relojero Cósmico tan super-perfecto que
de El no podemos decir nada”. Nos resulta muy obvio que no puede existir un
plan vital preciso y detallado para cada ser humano sin un Planificador Cósmico.
Y
eso que en ese entonces solo conocíamos la clave de un grado = un año que Don
Carlos Reichelt manejaba con maestría
increíble.
El
cuarto problema y tal vez el principal es el relativo al porqué del destino.
Este asunto será tratado con gran detalle en la segunda parte. Pero adelantemos
algo aquí. El ser humano, interesado ante todo en su propio bienestar, ha
antepuesto desde siempre a cualquier otra consideración la cuestión de si el
destino es justo o injusto. Y generalmente llama injusto a lo que él no
comprende o a lo que simplemente lo hace sufrir. La gran Verdad sostenida por
los Maestros Espirituales de todos los tiempos y lugares es que, en realidad, el
destino no es justo ni injusto, sino NECESARIO. Como bien afirmaba Goethe
nuestra vida entera surge del permanente conflicto entre Elpis y Ananké, la
Esperanza y la Necesidad. Y esto hace que la felicidad no sea un premio ni el
sufrimiento un castigo (a pesar de todas las divagaciones infantiles que
circulan por el mundo sobre el tan remanido problema). Claro está que al ser
humano, con su mente finita y limitada, se le hace muy difícil comprender los
porqués especialmente de lo desagradable, de lo que lo hace sufrir. Y de esto
nacen todas las teorías e ideologías consoladoras que circulan por el mundo.
Pero, como subrayaba con énfasis René Guénon, la Verdad no necesita ser
consoladora ni tiene porque serlo: le basta con ser la Verdad. El desarrollo de
este asunto se verá en la Segunda Parte, donde nos ocuparemos de los medios que
brinda la Doctrina Tradicional para alcanzar el bien y evitar el mal. Esto es lo
que se conoce con el nombre de Dharma.
SEGUNDA
PARTE
TRADICIÓN
INICIÁTICA Y DESTINO HUMANO
Para
comenzar deseo citar las siguientes palabras de Mahoma:
“No te sientes junto al que habla sobre el destino ni emprendas discusiones con él”.
No
compartimos en absoluto este punto de vista. De hecho, como afirma la Biblia la
Gloria de Dios consiste en esconder Sus secretos y la gloria del hombre consiste
en descubrirlos. Tras haberme escuchado citar a Mahoma y luego a la Biblia
alguien podría pensar que la exposición tendrá carácter dogmático-religioso:
puedo asegurarles que nada es más
lejano a mis propósitos. Para
poder expresar cosas precisas al respecto es necesario exponer algunos aspectos
básicos de la Tradición Primordial Iniciática demasiado a menudo muy mal
conocidos y comprendidos (incluso por quienes declaran ser sus partidarios y
seguidores). Debemos ya a esta
altura efectuar una aparente disgresión y exponer puntos que son necesarios
para seguir adelante.
En
lo que sigue tocaremos obligadamente una serie de temas que pueden molestar
profundamente a los fanáticos de cualquier religión exotérica de Occidente.
Pero como emplearé la lógica no podrán ellos refutarme sino tan solo
indignarse...
El
gran problema al encarar la noción de destino es que nos topamos, lo queramos o
no, con preconceptos religiosos que no solamente no tienen nada de espirituales
sino que están reñidos con la lógica más elemental o que, más precisamente,
son autocontradictorios.
Norbert Wiener, el famoso científico padre de la cibernética, dio un
formidable ejemplo en su pequeño libro “Dios y Golem”. Allí demostró que
la noción de omnipotencia es autocontradictoria mediante un brevísimo ejemplo.
Helo aquí: “Dios no puede crear una
piedra tan pesada que el mismo no la pueda levantar”. Del mismo modo voy a
demostrar que la noción de omnisciencia es autocontradictoria. El razonamiento
es breve y simple: un ser omnisciente
conoce la solución de todos los
problemas. Si no conoce la solución de un problema ya no es omnisciente. Ahora
bien: hay problemas que no tienen solución (ejemplos: hallar un número
impar múltiplo de dos, hallar la cuadratura del círculo valiéndose solo de
regla y compás, etc.). Luego ningún ser
puede ser omnisciente. Esto se puede demostrar también a la manera de
Wiener: Dios
no conoce la solución del problema de hallar un problema del que El mismo no
conozca la solución. La autocontradicción resulta así evidente.
Hay
otros puntos en que las religiones de Occidente no solo se apartan de la Tradición
Iniciática sino que directamente sostienen afirmaciones opuestas a esta. La
primera de esas nociones es sostener que Dios creó al mundo ex-nihilo,
es decir a partir de la nada. Esto contradice la Ley Hermética de Causalidad
que se halla en la base misma de la Tradición Iniciática. En una entrevista
reciente el Dalai Lama ha sido terminante al respecto, afirmando lo siguiente:
“Por lo general describo al cristianismo, al judaísmo y al islamismo como
religiones que, fundamentalmente, creen en un Dios Creador. En cambio para el
budismo y otras religiones antiguas el concepto de Creador no existe”.
(Entrevista concedida a Larry King, revista de La Nación, 23/11/97).
Exactamente lo mismo sostiene el hinduismo en todas sus formas. La mención de
Brahma como Dios Creador es un disparate de orientalistas oficiales confundidos
y de teósofos trasnochados, los que nada han comprendido. El Srimad Bhagavad
Gita es explícito al respecto: lo que llamamos materia siempre existió y el
proceso mundial resulta de la interacción de Purusha (el Espíritu) y Prakriti
(la materia). La manifestación no es la materia sino la divinidad que moldea a
esa materia como Sublime Arquitecto de los Mundos y se halla presente
(inmanente) en ella como Sutratma (Alma-hilo:
la que enhebra cada átomo del mundo material como el hilo lo hace con las
cuentas de un collar o rosario).
Pero
hay mucho más: las nociones de pecado
como ofensa a Dios y de condenación eterna son sendos disparates desde el punto
de vista tradicional. En
primer lugar la noción de ofensa
es puramente humana. Bien decía Krishnamurti: “Para
que haya perdón tiene que haber habido ofensa y para que haya ofensa tiene que
haber habido orgullo”. Esto no se aplica al Ser Supremo.
La
esencia dadora de la vida en el ser humano y en la que se originan mediata todas
las acciones es un fragmento o
chispa de Dios mismo. Luego el pecado solo puede concebirse como un desvío
respecto del sagrado Dharma[3],
como un error e impureza resultante de la ignorancia pero nunca como una ofensa
de Dios a si mismo (manifestado como está a través de seres falibles y
limitados como somos los humanos). El
pecado es, en última instancia, algo propio de nuestro mundo de dualidades y
que emana de las tres Gunas o cualidades predominantes en nosotros. El pecado
desaparece en un nivel más alto cuando se produce la síntesis de los opuestos
y ya no predominan las tres Gunas. Son
las palabras de Sri Krishna a Arjuna que se aplican aquí: “No seas trigúnico,
oh Arjuna!”.
Por
lo anterior el Maestro Anantram escribía “El Mal consiste en distinguir entre
el bien y el mal y el Bien consiste en poder trascender ambas cosas”.
Para una profundización de este problema remito a mi trilogía
(aparecida en la revista Hitos y tan comentada como mal comprendida) “René Gúenon:
1 La decadencia del mundo occidental -2 La experiencia metafísica -3 El
problema del Mal.
La
condenación eterna es otro absurdo manifiesto. Si tan solo un alma se condenara a Dios le faltaría
un fragmento de Sí y dejaría de serlo. Una tal condenación es un imposible
metafísico pues degradaría el más alto estado del Ser a lo más bajo. Otro es
el objeto del proceso mundial y de la purificación y elevación de los jivatmas
(fragmentos divinos prisioneros de la materia) por medio de tal proceso.
Pero
los ministros de las religiones occidentales se han empeñado en enseñar el
error debido a su insaciable afán de poder y riquezas. Ellos solo ansían
dominar a las masas por medio de las emociones. Así logran explotarlas mejor
por medio de la ignorancia y el
temor en que quieren mantenerlas sumidas. Es más fácil dominar por el miedo a
la gente hablándoles del infierno que refiriéndose a la Divina Herencia que
a todos sin excepción nos está reservada. En suma: Los errores que ellos predican no son casuales, son causales.
La
Teología es pues una sucesión de desatinos y los teólogos son señores que no
saben de que están hablando pues jamás han alcanzado la experiencia metafísica.
Se
afirma que cuando Santo Tomás alcanzó verdaderamente tal experiencia su deseo
era quemar todos sus escritos anteriores...
La
conclusión que se deriva de lo expuesto no es de ninguna manera que las
religiones no sirvan puesto que están reñidas con la lógica. La religión
convencional y sincera es útil como guía y esperanza para individuos sin gran
desarrollo intelectual y de poca elevación espiritual como son, de hecho, la
inmensa mayoría de los mortales. Lo que si nos enseña lo anterior es que:
1ero)
Valiéndonos de la sola lógica no podemos conocer nada sobre Dios. Cualquier
cosa que digamos sobre El resulta falsa (como afirmaba Meister Eckhart) pues la
divinidad se halla más allá de nuestros razonamientos y de nuestras
conceptualizaciones. Toda teología es un disparate desde su base misma. En
rigor solo la experiencia metafísica o espiritual es la llave mágica para
conocer la verdad pero ella no es para todos. Solo pertenece al que la alcanza y
es inefable, intransferible por su naturaleza misma.
2do)
No podemos plantear ni resolver los problemas del destino humano y del sentido
último de nuestra existencia desde una perspectiva religiosa común y
corriente. Tal posición solo
conduce a vulgaridades pues se parte de concepciones y modelos falsos de Dios,
del hombre y del mundo.
[1]
Demasiada filosofía académica y profana suele
enturbiar asuntos claros y desembocar en dogmatismos. Y diré más: mientras
tal filosofía no llega a lo esencial no pasa de ser un juego de ingenio. Y
cuando llega a lo esencial ya es más que filosofía y pasa a ser Sabiduría
inefable. Por ello afirmaba Guénon que tales conocimientos académicos
convencionales y profanos constituyen más
bien un obstáculo para llegar a la Verdad.
[2] Por lo menos no se han desarrollado
satisfactoriamente algunos sectores de su intelecto.
[3] Dharma: “Conjunto de medios correctos y eficaces,
necesarios y trascendentes para alcanzar el Bien y evitar el Mal”.
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