U f o l o g í a

LOS MARCIANOS INVADEN LA TIERRA.


Por: Moisés Garrido Vázquez
Investigador y divulgador. 


  “Marte es el mundo que más interrogantes ha planteado, que ha suscitado más polémicas y que ha atraido más las miradas de los que buscaban la vida fuera de nuestro mundo, desde Flammarion a Sir Percival Lowell, sin olvidar a Schiaparelli, el célebre descubridor de los canales marcianos”. Estas palabras de nuestro admirado y recordado Antonio Ribera, extraídas de su imprescindible obra “El Gran Enigma de los Platillos Volantes” (1966), resumen perfectamente la desmedida fascinación que siempre ha ejercido nuestro planeta vecino en la conciencia humana en general, y en los astrónomos en particular”.

Moisés Garrido, autor del artículo

   Marte ha despertado curiosidad, misterio y terror. Cuando en la noche del 30 de octubre de 1938 Orson Welles radia en los estudios de “Columbia Broadcasting System” (CBS) de Nueva-York, la célebre novela de H.G.Wells “La Guerra de los Mundos” (1898), como si se tratase de un suceso real, no podía sospechar lo más mínimo qué hondo iba a calar su ingeniosa y fatal ocurrencia en el imaginario colectivo. Tras la Segunda Guerra Mundial, el pánico se apodera de los norteamericanos, que miraban al cielo temerosos ante una potencial invasión enemiga, viniese de Rusia o de Marte...  Era una época de desconfianza y miedo. Estados Unidos compartía la guerra fría con las frecuentes noticias sobre “platillos volantes” que eran avistados por doquier.   

     Y el planeta rojo -cuyo color es debido a la oxidación del abundante hierro de su superficie- simbolizaba inconscientemente la amenaza comunista. El cine reflejó perfectamente ese ambiente de tensión. En la década de los cincuenta, casi todos los alienígenas invasores del celuloide venían de Marte. Precisamente la versión cinematográfica de “La Guerra de los Mundos” fue estrenada en 1953, convirtiéndose en todo un clásico de serie B. “Los Invasores de Marte” (1953) o “La Tierra contra los Platillos Volantes” (1956) serían otros de los muchos títulos que tendrían a los hostiles marcianos como protagonistas. Como acertadamente apunta el antropólogo Ignacio Cabria, “no está de más señalar que en ‘Los invasores de Marte’ el significado simbólico que subyacía a la idea del control de la mente de los terrestres por los alienígenas era la sospecha de la introducción de comunistas en todos los estratos de la sociedad norteamericana del momento como consecuencia de la guerra fría y de la paranoia del maccarthismo”.

   Sobre Marte, han ido circulando constantemente fantasiosas noticias, difundidas en muchas ocasiones por los propios astrónomos. Si ya a finales del siglo XIX, la posibilidad de que estuviera surcado por canales de irrigación construidos por una civilización alienígena ganó bastantes adeptos entre reputados astrónomos, como los ya mencionados Schiaparelli y Lowell, no hablemos de las curiosas afirmaciones que durante el siglo XX hicieron otros especialistas en cuestiones cosmológicas. Es el caso de Tsuneo Saheki, astrónomo japonés, quien en diciembre de 1949 aseguró sorprendido haber visto desde su Observatorio de Osaka una explosión nuclear en la región marciana de Tithonius Lacus, “cien veces más poderosa que la de una bomba de hidrógeno”. O del ruso Josif Shklovski, que a finales de los cincuenta difundió la teoría de que los satélites marcianos Fobos y Deimos fueron construidos artificialmente por una extinta raza marciana. Astrónomos como Fred Singer, H. H. Sinton o Raymond Wilson también defendieron esa excéntrica posibilidad...

   Para colmo, los contactados ya empezaron a hacer de las suyas... Las comunicaciones  telepáticas o incluso por radiotelegrafía con interlocutores de Marte hicieron las delicias de los más crédulos. Un ejemplo fue el protagonizado por un tal Byron Goodman. Según su testimonio, el 17 de agosto de 1952 logró junto a su grupo contactar en la frecuencia de los 450 kilociclos con “Zo”, un marciano que deseaba avisarnos de algo muy importante. El supuesto mensaje recibido decía: “Vuestras bombas atómicas destruyen el equilibrio universal. La bomba de hidrógeno podría hacer de vuestro planeta un cinturón de asteroides. Esto sucedió hace muchos milenios en el planeta de la quinta órbita del sistema solar. Nosotros sabemos lo que estáis haciendo, pero no podemos intervenir. En el anterior desastre hubiéramos sido lanzados fuera, arrojados lejos del sistema solar si no hubiera sido por los dos satélites artificiales Phobos y Deimos, de naturaleza metálica, que construimos para equilibrar nuestra órbita”.
MARTE: BASE DE OVNIS

   No es de extrañar que durante esos años cincuenta, de pura paranoia colectiva, surgiesen individuos como el conocido contactado italiano Eugenio Siragusa, quien aseguraba mantener supuestos contactos telepáticos con Adoniesis, biólogo oriundo de Marte (sic). O el médium Hercilio Maes, que canaliza por vía psicográfica la voluminosa obra “La vida en el planeta Marte y los discos voladores”, dictada por la entidad astral Ramatis. O Ernest L. Norman y Narciso Genovese, que cuentan sus alucinantes y frecuentes vivencias en nuestro planeta vecino en sus respectivas obras “La verdad acerca de Marte” y “Yo he estado en Marte”. Howard Menger, por su parte, prefiere confesar sus presuntas experiencias amorosas con una bella marciana en su libro “Mensajes del espacio exterior”...

   Mientras que el fenómeno contactista transformaba, por tanto, parte del incipiente fenómeno OVNI en un nuevo mito pseudoreligioso -con una gran carga mesiánica y milenarista-, el Mayor de la USAF Donald E. Keyhoe, desde una perspectiva más seria, se encargaba de concienciar a la opinión pública de que los “platillos volantes” no eran rusos ni americanos, sino procedentes del espacio exterior, y más concretamente de Marte. Dos años después del archiconocido incidente de Kenneth Arnold, apareció el primer reportaje del comandante Keyhoe en la revista “True”, donde se refería al origen marciano de esas desconocidas naves que surcaban impunemente los cielos de nuestro planeta en misión exploratoria. Idea que luego expondría más detalladamente en su clásica obra “Flying Saucers Are Real” (1950). El asunto de los “platillos volantes” no tardó en llegar a nuestras fronteras. Y, por supuesto, también la hipótesis marciana...  El diario “7 Fechas”, del 28 de marzo de 1950, amaneció con un expresivo e inquietante titular: “¿Ataca Marte? El misterio de los platos voladores”. Y la primera obra ufológica editada en nuestro pais, “Los Platillos Volantes y la evidencia” (1954), del cántabro Manuel Pedrajo, también defendía la hipótesis tan de moda en aquel entonces. Unos años más tarde, en octubre de 1957, el Sputnik I inicia la era espacial, y muchos sueñan con que muy pronto pueda averiguarse si Marte es o no un planeta habitado por criaturas inteligentes...
 
EL CICLO BIENAL MARCIANO

   Y la “prueba” de que los OVNIs procedían de Marte llegó por fin. Pero no de la mano de los astrónomos, sino de los ufólogos... En el “Boletín del Centro de Estudios Interplanetarios”, que empieza a circular en enero de 1959, aparece una especie de Manifiesto firmado por Eduardo Buelta, presidente de la agrupación, y Antonio Ribera, vicepresidente, en el que podemos leer:

   “NOSOTROS afirmamos, como resumen muy abreviado de nuestros puntos de vista: QUE naves procedentes del espacio exterior están llegando a la Tierra a ritmo sin cesar creciente por lo menos desde el año 1946. Ateniéndonos a las cifras mínimas de las observaciones seguras pueden señalarse, aproximadamente, 200 raids en el bienio 1946-47, 400 en 1948-49, 500 en 1950-51, 900 en 1952-53, 1.000 en 1954-55 y 1.100 en 1956-57. QUE el ritmo comprobado en las apariciones permite señalar como más probable punto de su origen al planeta Marte (...) Lo único cierto es que esas desconocidas naves existen rondando las fronteras de la Tierra y que nos vigilan...”

   La convicción de ambos ufólogos sobre el origen marciano de los OVNIs partía de los estudios estadísticos que comenzó a realizarse sobre la amplia casuística registrada hasta el momento. Inspirado en los trabajos que ya venía efectuando el ufólogo francés Aimé Michel -descubridor de las llamadas “ortotenias”(lineas rectas trazadas sobre un mapa para unir puntos donde hay actividad OVNI)-, el gallego Oscar Rey Brea encontró una correlación entre los periodos de oposición Marte-Tierra (momentos de mayor acercamiento entre ambos planetas que tiene lugar cada 26 meses) y las oleadas OVNIs. Su primer trabajo al respecto se publicó en el diario “Pueblo” el 9 de abril de 1954. Eduardo Buelta, quien también aportó bastante a dicho estudio, escribió en el nº 1 del Boletín del C.E.I. lo siguiente: “El desplazamiento hacia el este de las oleadas binuales sucesivas es efecto de que estando ligadas a las oposiciones de Marte, cada una aparece retrasada respecto a la anterior unos dos meses. Así la del año 1952 comenzó a mediados de julio, la de 1954 a mediados de septiembre y la de 1956 a principios de diciembre, pudiéndose prever la siguiente para febrero de 1959”... Buelta pronosticó además que la oleada se registraría en el meridiano 120º comprendiendo la zona de Manchuria, Filipinas y Australia. Y según el C.E.I., así ocurrió... La teoría del “ciclo bienal marciano” se cumplía en la fecha predicha por Buelta, y también en la zona establecida según ese curioso desplazamiento hacia el Este que se había podido comprobar en las anteriores oleadas. Bajo el titular “Pronóstico cumplido”, en el nº 6 del Boletín del C.E.I. (junio de 1959), Eduardo Buelta exponía con satisfacción los resultados de la oleada OVNI que unos meses antes había tenido lugar: “Durante la segunda mitad de enero, en febrero y parte de marzo una nueva oleada de O.N.I. -la sexta- inundó los cielos de Australia y el Japón. Esto puede no parecer demasiado extraordinario pero para nosotros reviste significado muy particular por cuanto la habíamos pronosticado con meses de anticipación, no solo su momento sino también el lugar donde se desarrollaría”. Ya antes, en su libro “Astronaves sobre la Tierra” (1955), había llegado a una firme conclusión: “Si naves que no semejan de este mundo aparecen en bandadas precisamente cuando entre Marte y nosotros pueden tenderse trayectorias viables y sólo entonces, ahí está el lugar donde hay que situar su punto de partida”. ¿Estábamos pues ante el primer intento serio de enunciar una teoría verificable o falsable de los OVNIs?... Eso creyeron muchos. Pero, como toda ley ufológica -que se resisten a perpetuarse en el tiempo-, la del “ciclo bienal marciano” también pasó a mejor vida. Las oleadas dejaron de coincidir con los periodos de aproximación entre Marte y la Tierra. Y con el tiempo, la mayoría de ufólogos cayeron en la cuenta de que aquel estudio no fue tan riguroso ni exacto como pretendían sus artífices. “La correlación entre las oleadas y los periodos de mayor acercamiento de Marte se suele considerar como una hipótesis desfasada y poco fiable, ya que las observaciones no siempre se han elevado durante las oposiciones con Marte, y al contrario, tampoco algunas oleadas han coincidido con tales periodos”, subraya el investigador José Juan Montejo.
 
LA “CARA” OCULTA DE MARTE

   La esperanza de encontrar evidencias de vida inteligente en Marte se puso ahora en manos de la misión norteamericana Mariner iniciada en 1964. ¿Sabríamos de una vez por todas la verdad que esconde el planeta rojo?... Por supuesto, pero fue bastante decepcionante para los que soñaban con “hombrecillos verdes”... Y es que las miles de imágenes enviadas a la Tierra por las distintas sondas Mariner hasta 1972 fueron muy contundentes. En Marte, no existía vestigio alguno de una civilización extraterrestre, ni tampoco se hallaron los populares “canales” que tantas dudas y controversias habían generado durante décadas. En las fotos, Marte aparecía como un mundo desértico e inhóspito. La vieja idea de que los OVNIs provenían de ese planeta quedó por tanto descartada -salvo por los más obstinados-, atribuyéndoles a partir de entonces una procedencia mucho más lejana, en planetas fuera de nuestro Sistema Solar. Los contactados, para no errar de nuevo, ubicaron a sus “emisarios cósmicos” en mundos intergalácticos o en dimensiones etéreas sobre los que resulta imposible poder averiguar nada. Y las aguas volvieron a su cauce... aunque por poco tiempo.

   En agosto y septiembre de 1975 la NASA lanza desde las costas de Florida las naves Viking-1 y Viking-2. Amartizaron en julio y septiembre de 1976, respectivamente. Realizaron experimentos biológicos sobre el terreno que dieron resultados negativos -pruebas hoy muy discutibles, por cierto-, pero las imágenes que transmitieron a la Tierra -más de 60.000- fueron mucho más prometedoras que las facilitadas por las Mariner. En esta ocasión, las fotos mostraban huellas de antiguos valles fluviales y zonas erosionadas por corrientes de agua. De alguna forma, venían a demostrar que en un pasado remoto, rios, lagos y hasta océanos cubrían parte de la superficie de Marte, con lo cual, las probabilidades de que hubiese existido vida, aunque fuese microorgánica, aumentaban. Pero hubo una fotografía que iba a causar un gran revuelo entre científicos, astrónomos y ufólogos, e iba a despertar el trasnochado mito del Marte habitado por criaturas inteligentes...
 
   Dicha fotografía, obtenida el 31 de julio de 1976 sobre la región marciana de Cydonia, pasó desapercibida hasta que el ingeniero de sistemas informáticos Vicent DiPietro la descubrió casualmente mientras revisaba documentación de los archivos de la NASA. Su asombro fue mayúsculo al observar que dicha fotografía, registrada con la clave 35A72, mostraba claramente un rostro humano de un kilómetro y medio de diámetro mirando al espacio. ¿Una imagen esculpida en una roca? ¿Y quién la había realizado?... DiPietro y su colega Gregory Molenaar, también experto informático, procedieron al análisis computerizado de la imagen. Y los resultados fueron tan sorprendentes como desconcertantes... Efectivamente, aquello era un rostro en el que se apreciaba con total nitidez los ojos, la nariz y la boca, e incluso una especie de “tocado” en la cabeza. Y todo apuntaba a que tenía ¡un origen artificial!. Tras divulgarse el insólito hallazgo, surgieron voces discrepantes argumentando que aquello no era más que un efecto ilusorio producido por las luces y sombras que incidían sobre los relieves erosionados de la roca. Podía ser así, pero otro misterio más venía a añadirse a la ya denominada esfinge de Cydonia. Una segunda fotografía localizada por ambos especialistas, la 70A13, mostraba la enigmática “cara” exactamente con los mismos rasgos, pero con una particularidad: ¡se había captado más de un mes después de la primera y en una hora distinta!...

   Para colmo, otras imágenes tomadas a unos 15 kms. al suroeste de Cydonia, revelaban la existencia de varias estructuras enormes de formas tetraédricas, a modo de pirámides, y hasta montículos alineados y formando ángulos rectos como si fuesen “fortalezas” o “ciudades”. En otras regiones marcianas como Utopía o Elysium también se descubrieron construcciones parecidas. Todo el mundo hablaba de estos misterios de Marte -¿posibles restos de una antigua civilización?-, menos la NASA, que prefirió guardar silencio... Un silencio que fue roto en abril de 1998 cuando la sonda Mars Global Surveyor fotografió nuevamente el rostro de Cydonia, pudiéndose observar que sus rasgos habían desaparecido casi por completo a consecuencia de la erosión sufrida por dicha formación montañosa en los últimos años. ¿Quedaba asi resuelto el enigma?... Para muchos no. Es el caso del astrónomo Van Flandern, quién declaró: “En mi opinión, sin lugar a dudas -y eso que yo nunca he concluido ‘y sin lugar a dudas’ sobre nada en mis 35 años de carrera científica- la meseta de la ‘cara’ es artificial”. El debate, por tanto, continúa abierto para quienes están convencidos de que Marte sigue escondiendo las huellas de una pretérita civilización alienígena y de que existe un solapado complot por parte de la Agencia Espacial norteamericana para ocultar tales pruebas... El periodista científico Richard Hoagland, autor del libro “The Monuments of Mars” (1987) y fundador del grupo “The Enterprise Mission” -compuesto por ingenieros, científicos y ex-miembros de NASA- es quien más está luchando para que se esclarezca la verdad. En opinión de este “disidente”, “un grupo conspirativo dentro de la NASA está tratando de que la gente no se entere de las pruebas de la existencia de vida inteligente que hay en Marte”...

   Estemos o no de acuerdo con estos argumentos -delirantes para los más escépticos-, lo cierto es que hay demasiadas incógnitas en el aire cuando hablamos de Marte: ¿Qué fue aquél extraño y gigantesco objeto elíptico que fotografió la sonda Fobos-2 en marzo de 1989 antes de perder el contacto con la Tierra? ¿Qué pasó realmente para que de forma tan misteriosa dejásemos de recibir señal de la Mars Observer el 21 de agosto de 1993? ¿Hubo algo de cierto tras el programa secreto “Alternativa 3” con el que se pretendía llevar a una élite de científicos a Marte? ¿A qué se debe que haya más de una veintena de misiones fallidas relacionadas con el planeta rojo?...

   Aunque no encontremos respuestas a tales interrogantes, con las próximas misiones exploratorias en busca de vida microbacteriana y con el anhelo de poner a un hombre en su superficie en un plazo de dos décadas, Marte nos seguirá haciendo soñar por mucho tiempo. Mientras aguardamos esos trascendentes eventos científicos, permítanme recomendarles “Crónicas Marcianas”. Me refiero, claro está, a la extraordinaria novela que escribió Ray Bradbury en 1950, no se confundan...


NOTAS SOBRE EL AUTOR:

MOISES GARRIDO VAZQUEZ   es  investigador y divulgador  de temas relacionados con Ufología y Parapsicología. Es director y presentador de programas radifónicos y colaborador de las mas importantes revistas especializadas (ENIGMAS, MAS ALLA, y la desaparecida KARMA-7 ). Es codirector del programa de radio "Frontera de lo Desconocido" (COPE-Huelva). Es uno de los mayores expertos de España en temas relacionados con apariciones marianas y sectas, siendo uno de los mas activos y destacados investigadores andaluces con proyección internacional.

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