Los tres hermanos Calderón

Fernando Calderón López de Arroyabe nace en Santander el 30 de diciembre de 1928 en el seno de una familia acomodada. Sus padres Fernando Calderón Gómez de Rueda y su madre Teresa López de Arroyabe – de los que él se confiesa ser el favorito- tienen común afición y sensibilidad hacia las artes. En su casa se vivía un ambiente cultural que el padre potencia. Coleccionista con obras de Solana, Quirós, Riancho, Cossío, promueve reuniones de artistas y literatos en su casa de Villa Asunción, ambiente que impregna a sus hijos que se inclinarán por la música, la escultura y el dibujo. Ambos ejercieron una fuerte influencia en la formación tanto humana como artística en la persona de Fernando.

Vivió sus primeros años en Villa Asunción, anclaje, raíz y puerto sereno a lo largo de toda su vida, en un mundo especial que sus padres se esforzaron por construir y preservar. Rodeado de toda su familia, ese mundo irreal le ayudó a superar los tiempos difíciles de la guerra civil. Quizá como consecuencia de estos años y su personalidad tendió siempre a la dispersión, al caos y la desorganización, fuertemente influenciada por una formación liberal no sujeta a la disciplina y los cánones. Es por ello por lo que fue un mal estudiante y por lo que encajó mal su estancia en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando en Madrid.

Fue un talento precoz “Los dibujos me salen de las manos. Es algo que no puedo controlar...”, con 11 años gana un concurso de dibujo en Radio Santander, con 13 le hacen su primer encargo, la escultura de un fauno, a los 19 su primera exposición en la Sala Alerta de Santander. Su prodigiosa mano se vio influenciada en su formación artística por la contemplación de las pinturas de Altamira, por las ilustraciones de Arthur Rackham, Agustin Riancho, Flavio San Roman, Cobo Barquera, Cossío, Solana, Walt Disney y Miguel Angel. De la evidente influencia de Solana en su pintura él mismo dice: “El arte de Solana me ha influenciado hasta la médula. Muchas de mis mejores composiciones, muchos de mis cuadros de ambiente marinero, del Puertochico que se nos fue, muestran a las claras su influjo”. Entre 1943 y 1949 realiza varios murales dentro y fuera de Cantabria. Es bueno porque es auténtico, dice Lucía Solana de él.


Mural del Priorato de Saint Osyth

En los grandes espacios es donde su dibujo fluye con fuerza, la línea fuerte y segura y el control de las expresiones. Fuertemente influenciado por Miguel Angel cursa estudios en la Escuela de Bellas Artes de Madrid (1946-49), en la que confiesa que no aprendía. En 1949 marcha a Roma, allí asiste a clases de anatomía y desnudos, realizando no menos de cinco murales en el Consulado Español, Oficina de Turismo de Roma y en el Mercado Español de Artesanía de la misma ciudad. Todo lo que aprendió y respiró durante esa etapa italiana es lo que sostiene su creación hasta su muerte. “Italia es mi patria espiritual y mi alma está en Roma”, repetía cuantas veces quisiéramos escucharlo.

Su verdadero espacio como artista está en los murales, de los que ha dejado buena muestra en diversos países. El encargo de la capilla de Loeches es el que aclara sus dudas sobre el estilo personal y aquí se demuestra su influencia de los frescos de la Capilla Sixtina, que desde muy pequeño tanta huella dejaron en él.

Su obra mural se extiende en el espacio y en el tiempo desde su Santander natal, 1943, Roma, Ronda (Málaga), Bilbao, Pedreña, Loeches (Madrid), Sevilla, Argoños, Priorato de Saint Osyth, Essex, Inglaterra, St. Andrews, New York, USA, Museo Nacional de Antropología, México, Palencia, N. Yersey, USA, El Tornaviaje, Manzanillo, México, hasta cerrar el ciclo con los murales del Aeropuerto de Santander en 1977.

Sin embargo, Fernando Calderón se debía a la materialidad de la vida y su obra creativa se veía condicionada por los cientos de encargos, fundamentalmente retratos, que le obligaban a un tipo de pintura encorsetada, pero magistral, en la que él no se encontraba cómodo. Existe una extensísima lista de retratos realizados a lo largo de todos los años de actividad creadora, desde S.M. El Rey D. Juan Carlos I de 1999, diplomáticos, personalidades de la política, las artes, los medios de comunicación, periodistas, músicos ilustres, amigos, hasta los de sus progenitores y hermanos de los primeros años.


Julio Arcas (izda.) y Fernando Calderón

Cuando en 1998 Julio Arcas le propone la realización de una serie dedicada a las anomalías científicas, Fernando Calderón descubrió un campo lleno de viejas interrogantes que le proporcionaba una gran libertad en la manifestación artística, hecho puesto de manifiesto en una reunión celebrada en una lluviosa tarde de finales del 98 en el Hotel Real de Santander en la que estuvimos presentes, Fernando Calderón, Manuel Pedrajo, Julio Arcas, Joaquín Díaz y José Ruesga, en la que con chispeante ilusión en los ojos nos mostraba cada una de las obras que había creado en pocos meses y que se agolpaban en dos voluminosas carpetas, a las que iba acompañando de jocosos comentarios y bromas que su ingenio ponía en cada trazo o figura. Llegaron a ser cerca de un centenar las que constituyeron la muestra “Ícaro en Urantia” de 1999 en Caja Cantabria en Santander, y ya con la pesada carga de la enfermedad que le llevó a la muerte, aún siguió durante meses creando nuevas imágenes en un postrer esfuerzo por completar una amplia visión de lo que él entendía como la manifestación física del mito moderno. “Lo que nos obstinamos en llamar realidad no es más que una diminuta parcela del caos que hemos vallado y colonizado para no sucumbir al vértigo de un universo cuya magnitud y complejidad nos desborda “.

En lo personal era culto, educado, exquisito en el trato, gran conversador, entrañable y vital. Gran atracción y curiosidad por lo físico, la vida y los instintos. Su obra es reflejo de su fascinación por la anatomía del hombre, los animales que le rodean, las máquinas, y los objetos. Fuentes de sensaciones e ideas que fluyen hasta el final de la vida.

Francisco de Cossío en la Real Academia de Bellas Artes, diría:

Podemos considerar a Fernando Calderón como un moderno enraizado en la gran tradición de la buena pintura, pero sin menoscabar su inquietud, que le lleva a una originalidad fuera de todos los “ismos” que, por el camino de la moda, pasarán, como todas las modas, para que sobreviva como toda personalidad fuerte y sincera, que es la única forma para que el Arte, siendo, en su momento, nuevo, termine siendo clásico”.

Fernando Calderón tuvo una vida plena y una obra amplia y rica en muchos de los matices que constituían su personalidad. Fue reconocido en otras partes del mundo como el Miguel Angel del siglo XX, pero no llegó a tener el reconocimiento tácito en su tierra, cuando fue una de las grandes figuras del arte cántabro del siglo pasado.

Falleció en Santander el 12 de abril de 2003 tras luchar duramente contra el cáncer. Su familia, con el mismo fino y exquisito estilo que caracterizó al artista, conectó rápidamente con la propuesta que le hacía Fundación Anomalía y donó 109 obras suyas, que son las que constituyen el germen del Proyecto Ícaro, que hoy dedicamos a su memoria y que esperamos ver hecho realidad en los próximos años.

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