EL FUEGO DEL DRAGON

BOLETIN MENSUAL DE OVNILOGIA

Nº 76 – Diciembre de 2004

 

Editado por Carlos Alberto Iurchuk

La Plata – Argentina

iurchuk@netverk.com.ar

"El Dragón Invisible"

http://dragoninvisible.com.ar/


Se permite la reproducción parcial o total, por cualquier medio, de los artículos presentados en este boletín. Si así se hiciere, se agradecerá la notificación al autor del artículo y al editor del boletín.


¿Qué pasó en Mendoza el 26 de enero de 1985?

 

Oscar Lorenzo Ferreyra

San Martín – Argentina

olfiferreyra@yahoo.com.ar

 

Mendoza se estremeció extrañamente. Una sacudida dejó como saldo seis muertos y la caída del hospital El Carmen. El terremoto no sólo dejó una serie de réplicas, sino también una ola de rumores que duró algún tiempo. "Cayó un misil", se empezó a decir en la población.

Quien escribe, en mayo de 1986 se encontraba en la filial del Instituto Cosmobiofísico del profesor Romaniuk y oyó decir a un matrimonio que esa noche "iba a ser evacuado un barrio en Godoy Cruz (ciudad donde si situó el epicentro del sismo) debido a que había caído un misil con carga atómica". También hubo mucha gente que vio luces en el cielo antes del sismo.

Lo cierto es que se desmintió el rumor con una serie de programas sobre sismología realizados por el meteorólogo Luis Nilo González por el canal 9 de televisión. Dice un viejo adagio: "cuando el río suena es porque agua trae".

Quien escribe también supo de una información que corrió por aquel entonces por los Estados Unidos acerca de un misil que fue disparado accidentalmente desde Norteamérica... pero oficialmente el gobierno no dijo nada.

Un investigador que suele hablar por el programa de radio "Contacto en el Cosmos" del profesor Edgardo Robert, llamado Julio Díaz, dijo que él vio – mientras trabajaba en aquel año en la Fuerza Aérea – unas esferas luminosas unos seis o siete segundos antes de empezar el terremoto. El mismo dijo en el programa también, que ovnis habrían intervenido para evitar una catástrofe. Y que algo cayó, ya que fue retirado por un camión en la zona de Papagallos, al oeste de la ciudad de Mendoza. "Eso" fue llevado vía Chile hasta la base militar que tiene USA en la isla de Pascua. Estas son otras versiones que esta vez son emanadas por un ufólogo.

Muchas personas han dicho que en esa zona de Papagallos no se dejaba entrar, pero hoy en día – se dice también – ya no hay vestigio de nada.

Lo que más predominó fue la descreencia de la gente sobre que haya sido un terremoto normal. Y muchos son los que aún creen que cayó un misil. Otros, que hubo una acción alienígena para evitar un cataclismo. Esto es lo que dicen ciertos colectivos de contacto extraterrestres.

¿Qué pasó realmente?


¿Existe alguna diferencia entre los creyentes en platillos volantes y los de los ovnis?

 

Eduardo Mendoza Palacios

Guatemala – Guatemala

empz1@canal3.com.gt

 

(Nota de Carlos Iurchuk: Material extraído de la serie "Archivo de lo increíble" Nº 61, publicada oportunamente en la web "El Dragón Invisible")

 

Es una interesante pregunta que a más de algún neófito en el asunto a sorprendido. La sola definición de los términos nos da una orientación al respecto.

 

 

La diferencia entre los que creen en los OVNIS y los Platillos Volantes radica en que los primeros lo hacen con cautela, son investigadores y poseen un conocimiento relativamente bueno para poder finalmente tipificarlo como tal. Son personas serias y maduras respecto a su línea de pensamiento.

Los platillistas son por lo general sujetos que creen de primera mano en todo, sin someter a un riguroso examen el caso. La mayoría de las veces son individuos proclives a formar sectas creyentes en los contactados, los hermanos del espacio, seres superiores o de luz, que provienen del espacio exterior. Estos son los que más daño han hecho a la investigación del fenómeno, pues generalmente son sujetos de broma o de ser personas ingenuas.

En términos generales ambos creen en la posibilidad de vida e inteligencia extraterrestre, pero los de los Ovnis con reservas, observando los nuevos descubrimientos y sometiendo los casos a un riguroso examen. Mientras que los de los Platillos Volantes cierran toda posibilidad contraria a su forma de pensar, son fanáticos hasta cierto punto y muy propensos a la fantasía.


Oeste salvaje: Enigmas y misterios del "wild west"

 

Scott Corrales

Bradford – Estados Unidos

lornis1@earthlink.net

 

Se apellidaba Wyatt y la historia no se dignó a recordar su nombre de pila. Sabemos que fue uno de los numerosos ganaderos que cuyas manadas de reses cruzaron las interminables praderas norteamericanas, como el personaje encarnado por el actor John Wayne en la película "Río Bravo". Pero el relato de Wyatt no tiene que ver ni con sus reses, ni con cuatreros, ni con las situaciones que tradicionalmente aquejaban a los que movían miles de animales de una parte de las praderas a la otra.

Wyatt fue uno de los primeros blancos en ver a un ser de leyenda con sus propios ojos: el gigante conocido como pie grande o Bigfoot. El encuentro le hizo tal impresión que el avezado vaquero no dudó en incluirlo en su diario, objeto que formaría parte de la herencia recibida por James C. Wyatt, su nieto, quien daría a conocer el alucinante relato a mediado de la década de los ’70.

En 1888, Wyatt se encontraba en algún punto cerca de los Big Woods (grandes bosques) del estado de Minnesota, donde su padre y algunos vaqueros habían pasado el invierno con una tribu de indios antes de llevar su ganado a los pastizales del norte. Wyatt y sus familiares dominaban los dialectos de varias tribus y participaban en numerosas actividades tribales, lo suficiente como para que los taciturnos nativos depositaran en el joven vaquero suficiente confianza como para hacerlo partícipe de un gran secreto.

Un buen día, Wyatt se encontró con un indio que llevaba en sus manos una gran bandeja llena de carne cruda. Sorprendido, Wyatt le preguntó por qué lo hacía y el nativo, meditando antes de contestar, indicó al joven cowboy que lo siguiera a un lugar que la tribu consideraba sagrado.

"En una cueva de poca profundidad en la superficie de un acantilado", escribió el vaquero, "vivía una bestia de pelo largo y negro que cubría todo su cuerpo salvo por las palmas de sus manos y la zona que rodeaba sus ojos..." La criatura parecida a un hombre no parecía salvaje en lo más mínimo: estaba sentada con las piernas cruzadas, como lo haría un indio, y comenzó a devorar la carne cruda tan pronto como ésta le fue ofrecida. Según la descripción ofrecida por Wyatt, el ser peludo tenía el tipo de un hombre fornido, pero sin cuello, ya que la cabeza de la extraña entidad parecía descansar directamente sobre sus hombros.

A diferencia de muchos encuentros posteriores entre humanos y estos seres peludos que parecen ocupar todos los continentes de nuestro mundo, muy a pesar de la comunidad científica, Wyatt pudo visitar la criatura más de una docena de veces, maravillado por lo que estaba viendo. Aún así, los miembros de la tribu se mostraban reticentes a abundar detalles sobre la criatura, su procedencia o su propósito, si es que lo tenía. El vaquero tuvo que dar "dos libras de tabaco, una brújula y un hacha" al indio que lo llevó a conocer al homínido para poder sacarle información.

Los indios denominaban "oso loco" a esta criatura – de hecho, la nomenclatura se extendía a todos los seres de ese género – y la manera de su llegada a la tribu era francamente alucinante: una pequeña "luna" había depositado una pareja de "osos locos" en un altiplano cerca del campamento indio hacía mucho tiempo. El ser que había visto Wyatt era uno de tres que habían salido de la pequeña "luna" antes de que ésta volviese al firmamento. La mansedumbre de los especimenes era digna de comentar, y los jefes de la tribu decidieron que los "osos locos" se convertirían en su talismán. No se escatimarían recursos para alimentarlos ni guerreros para defenderlos.

¿Qué podemos decir sobre este relato? ¿Se trataba, en efecto, de una broma del vaquero para intrigar a cualquier posible lector de su diario? ¿O hay algo de cierto en el relato de los "osos locos" y el detalle más estremecedor, su posible vínculo con el fenómeno OVNI, cosa que ha sido fuente de disputas entre estudiosos de la ufología y los peritos de Bigfoot, que insisten en que el objeto de sus pesquisas es un ser de carne y hueso que no guarda relación alguno con la pararrealidad de los OVNI?

La ubicación geográfica de las experiencias de Wyatt no deja de ser curiosa. Fue precisamente en Minnesota en 1869 cuando un "hombre peludo" atacó un coche abierto en el que viajaban un padre e hija cerca de la población de Gallípolis. El periódico The Weekly Record de la vecina población de Manako recogió la historia de cómo el hombre salvaje – de estatura gigante y cubierto de pelo – se lanzó contra el padre, agarrándole el cuello y tirándolo del vehículo, amenazando con morderle el pescuezo. La hija, viendo peligrar la vida de su padre, logró levantar una piedra y arrojarla contra la cabeza del extraño. Aturdido, el ser soltó su presa y se alejó caminando hasta internarse en un soto cerca del camino. ¿Uno de los "osos locos"?

Las experiencias del vaquero Wyatt y su avistamiento de los "osos locos" son tan solo un momento importante dentro de las crónicas de los seres anómalos en el oeste de los Estados Unidos. No obstante, hay que tener en cuenta que los indios pueblos, mucho antes de la llegada de las expediciones de Vázquez de Coronado en el siglo XVI y la posterior conquista de la zona por Diego de Vargas a fines del siglo XVII, ya relataban con gran temor sus encuentros con seres gigantescos que ocupaban las alturas de la Cordillera de San Juan, que se extiende desde el norte de Nuevo México hasta la región centro-sur de Colorado.

Los ancianos de la tribu no comparten su información al respecto con facilidad, ya que estos gigantes cuya estatura oscila entre los tres y cuatro metros son considerados seres espirituales y por ende, sagrados. La definición de espiritual parece no tomar en cuenta que estos seres dejan huellas y supuestamente han atacado y devorado seres humanos.

Entre las ruinas de los asentamientos de los indios pueblos existe una de gran interés: Ge-to-ta-oun-lai-neu, que significa en esa lengua "lugar pisado por el hombre gigante" y cuya ocupación ha sido fechada entre años 1450 y 1700 de nuestra era. Arqueólogos indios afirman que existe una relación directa entre el nombre del arruinado asentamiento de casas de adobe con los gigantes peludos que existían en la zona en aquellos tiempos, criaturas de los densos pinares de las montañas.

El estudioso Keith A. Foster de la organización BFRO ha logrado recopilar un fascinante acervo histórico de la tribu Taos del norte-centro de Nuevo México: los mitos de esta tribu, cuyas dotes artísticas han perneado toda la cultura pictórica del southwest, sentían un pánico genuino ante las irrupciones de caníbales gigantescos que bajaban de los bosques de montaña para raptar y devorar miembros de la tribu. Según estas leyendas – que guardan un parecido innegable con las de los ogros europeos – era posible encontrar montones de huesos ensangrentados en las entradas de las cuevas que servían de madriguera de estas espantosas criaturas. Las técnicas utilizadas por los taos para luchar contra estos seres eran igual que la empleada para matar osos: encender un fuego a la entrada de la madriguera y esperar a que saliese el morador de pesadilla para acribillarlo a flechazos. Según la cronología que han podido establecer los estudiosos, estos incidentes tomaron lugar hace unos ocho siglos, y que la nomenclatura general que se les asignaba era tsawane’itEmux, aunque también se les conocía por otros dos nombres, stsomu’lamux y tsekEtinu – estos últimos ofrecidos por dos jovencitas que fueron secuestradas por los abominables de las Rocallosas y obligadas a convivir con ellos.

Entre los indios utes de la cuenca del río San Juan también persiste la creencia de los "hombres animales peludos", cuyos detalles coinciden con las de las otras tribus en que estos seres viven en los pinares de ponderosa en lo alto de las montañas. Si bien los utes asignaron calidades espirituales a estos seres, los miembros actuales de la tribu consideran que son meramente animales que, por cosas del azar, guardan cierto parecido con los seres humanos. Es un hecho que los pictogramas que nos legaron los ancestros de los utes representan hombres de gran tamaño, interpretados como hombres-bestia por los ancianos de la tribu. Los utes insisten que es posible toparse en el siglo XXI con estos seres en los bosques profundos de la zona, y que no existe posibilidad alguna de que pueda tratarse de osos, ya que los utes gozan de gran fama como cazadores y conocedores de la fauna de su región. Estos avistamientos parecen producirse en la vecindad del río Piedras, al este de la aldea de Ignacio, en el estado de Colorado.

Volviendo a la información aportada por el estudioso Keith Foster nos encontramos con un caso que encaja perfectamente con la época del wild west y las experiencias vividas por el vaquero Wyatt, pero esta vez cerca del río Conejos en el estado de Colorado.

En la década de 1870, un cazador profesional de apellido Willford se destacaba entre los moradores de la Cordillera de San Juan por su pericia en la caza de osos – negros, pardos y los temidos grizzlis. Los osos representaban un peligro y era costumbre que las autoridades ofreciesen bonitas recompensas por haber puesto fin a sus existencias. Sabemos que Willford mató treinta y nueve osos grizzli alrededor de esta época.

Willford, hombre de poca educación formal, llegó a dictar sus memorias muchos años después, narrando una experiencia en el sur de la Cordillera de San Juan que le hizo sentirse "vigilado" por ojos desconocidos. Según los indios que vivían en la región, sólo los cazadores más valerosos – o protegidos por el Gran Espíritu – osaban internarse en la región formada por la confluencia de los ríos Conejos y San Juan. Los caballos se espantaban con facilidad al entrar en la zona y manos desconocidas robaban las provisiones de los campamentos. Willford recuerda haberse encontrado con un campamento de cazadores navajos que acababa de tener un encuentro con una bestia cuya estatura supuestamente llegaba a los quince pies (4 metros). Existe la posibilidad de que los navajos se habían encontrado con un enorme oso grizzli caminando en dos patas, pero Willford descontó la posibilidad, ya que los navajos eran cazadores avezados y muy familiarizados con la fauna regional. Considerando que sería de necios ignorar la advertencia de cazadores tan expertos, Willford dijo que "nos largamos todos de aquel lugar".

Los mormones del vecino estado de Utah también tuvieron algo que opinar sobre los seres peludos u hombres-bestia que ocupaban las nevadas montañas Uintah: la exégesis mormona dice que los hombres-bestia son nada menos que Caín y su estirpe, o el "clan de Caín".

David Patten, el primer mártir de la religión mormona, se encontró con un enorme ser peludo mientras cabalgaba una noche por los páramos. Patten afirmó haberse topado con una criatura que se identificó como el Caín bíblico. Lo expresado por Patten al respecto fue recogido en una carta escrita por el mártir a Abraham Smoot, y que luego formó parte del libro sobre la vida de Patten por Lycurgus Wilson: "Mientras que cabalgaba en mi jumento, me di cuenta repentinamente de que un personaje sumamente extraño caminaba a mi lado. Su cabeza estaba casi pareja con mis hombros, estando yo sentado en la silla de montar. [El hombre] no llevaba ropa y estaba cubierto de pelo. Tenía la piel muy oscura. Le pregunté que dónde vivía, y me contestó que no tenía hogar, que vagaba la tierra de un lugar a otro. Me dijo que era una criatura muy amargada, y que había tratado morir muchas veces durante su estadía en la tierra, pero no podía morir. Su misión era la destrucción de las almas de los hombres. Justo cuando dijo esto, le repudié en el nombre de Jesucristo y por la virtud del Santo Sacerdocio, mandándole a irse. Desapareció de mi vista enseguida..." (Lycurgus Wilson, "Life of David W. Patten", Salt Lake City: Deseret News, 1900. Colección de la Universidad de Brigham Young).

El autor mormón James Hajicek es otro de los que se interesan por la presencia de estos seres en Utah. Para Hajicek, el Libro de Mormón contiene la respuesta al misterio: los seres peludos son los descendientes degenerados de los nefitas, cuya mutación física está descrita en el Libro de Mormón 5:15, donde se convertirían en una especie "oscura, sucia, y aborrecible", debiendo aguardar su redención con la llegada de Jesucristo. Hajicek opina que los Bigfoot gozan de protección divina, y por eso es imposible capturarlos o matarlos. Por otro lado, el exegeta mormón dice que es absolutamente indispensable "poner copias del Libro de Mormón en las manos de estos seres" para evangelizarlos y para evitar consecuencias funestas para la humanidad: cualquier intento por capturar o aniquilar estos seres daría lugar a una "guerra entre su especie y la nuestra", vaticinada en el libro bíblico de Miqueas 5:8 y en Nephi 20:15-17, 21:12.

 

La maldición de las montañas

 

En el árido panorama del estado de Arizona se encuentra una formación geológica fascinante que parece surgida repentinamente el paisaje que le rodea. Se trata de las montañas de la Superstición (Superstition Mountains) cuya fama se ha extendido por el mundo entero debido a los distintos "tesoros perdidos" que supuestamente se hallan en su seno: el tesoro del emperador azteca Moctezuma Xocoyotzin; el tesoro de Maximiliano de Habsburgo, enviado a buen recaudo a las tierras del norte; el tesoro de las derrotadas tropas de la confederación sureña y las distintas "minas perdidas" que jamás se han vuelto a encontrar, como la Lost Dutchman Mine.

Pero este gran macizo representa una fuente de gran temor para las tribus maricopa y pima, y sus miembros hacen todo lo posible por evitar entrar a las montañas. Según los expertos, esto se debe a que hace siglos cientos de guerreros penetraron los desfiladeros de las montañas, atraídos por "espíritus malignos" que posteriormente les dieron muerte, permitiendo que unos cuantos regresaran a sus tribus con la advertencia de la suerte que aguardaba a cualquiera que osara profanar las montañas. Los historiadores oficiales reconocen la muerte de 200 guerreros de ambas tribus, pero la achacan a una celada tendida por un puñado de indios apache que, apostados entre las rocas de los desfiladeros, mataron a los guerreros pima y maricopa.

¿Existe la posibilidad, por muy remota que pueda ser, de que un remanente de los hombres-bestia que atormentaron a los indios taos, utes y pueblos pudiera haber subsistido en las montañas de la superstición? De ser así, sería fácil comprender la reticencia que muestran las tribus actuales a la hora de franquear a la entrada a las montañas, a pesar que miles de visitantes lo hacen cada año.

Stan Morrison, un investigador de temas relacionados con Bigfoot y otros seres paranormales, tuvo la oportunidad de entrevistar a Pat Ballow, un antiguo piloto de la American Airlines que venía presenciando OVNIS, luces azules y seres peludos en las montañas desde hace cuarenta años. La entrevista, que tomó lugar en 1986, se concentraba sobre una visita hecha por el Sr. Ballow y su padre en 1963 al paraje conocido como "Massacre Grounds" – los predios de la masacre, donde se produjo la matanza de los guerreros pima y maricopa. Los Ballow realizaron un descubrimiento totalmente inesperado y bastante desagradable al toparse con ocho cadáveres diminutos y peludos, cuyos rostros, manos y pies eran innegablemente humanos pero cuyos cuerpos estaban cubiertos por un pelambre de tres o cuatro pulgadas.

"Sentimos que tal vez nos habíamos encontrado con algo que no debimos haber visto", comentó Ballow a Morrison. "No nos quedamos a revisarlos en gran detalle. Sí levantamos la mano de uno de ellos para comprobar que no se trataban de unos chimpancés". La sensación de temor hizo que padre e hijo abandonaran la zona inmediatamente; cuando volvieron al día siguiente con una cámara fotográfica, los cadáveres ya no estaban.

Pero a diferencia de otros relatos en que la evidencia desaparece – a veces convenientemente – cuando los testigos vuelven para confirmarla, Ballow agregó que algunas semanas después, visitando un mercado dominical con su padre, se encontró con una especie de gambusino que exhibía dos diminutos ataúdes con un letrero que rezaba: "Hallados en las Superstition – ¿qué podrán ser?"

 

Llegaron los pterodáctilos

 

La investigación del misterio ha creado sus propios mitos y leyendas. Uno de los más difundidos bajo este rubro tiene que ver con el recuerdo, por parte de algunos de los investigadores más insignes del género, de haber visto en algún momento una fotografía tomada en la época del oeste salvaje que muestra un grupo de vaqueros reunidos en torno al cadáver de lo que parece ser un terodáctilo. Se han citado revistas antiquísimas y desaparecidas (Collier’s, Argosy, etc.) como la posible fuente de la imagen.

Las pesquisas por hallar esta foto han sido tremendas e infructuosas, llevando a un escritor a afirmar que tal vez "un viajero en el tiempo" había vuelto a nuestra época para borrar la existencia de la foto, a pesar de que tantas personas tienen recuerdos imborrables de haberla visto.

¿Hubo pues algún avistamiento de pterodáctilos o pajarracos parecidos durante la era de rifles y espuelas que caracteriza los fines del siglo XIX en EE.UU.? Podemos afirmar que la creencia de que enormes pájaros aún viven en nuestro medio persiste hasta nuestros días, y representa una faceta razonablemente activa de la investigación de lo extraño.

El 26 de abril de 1890, el periódico Epitaph de la legendaria población de Tombstone, Arizona – mejor conocido por el duelo en el OK Corral y por el cementerio de Boot Hill – publicó un titular alarmante: Hallado en el desierto – extraño monstruo alado descubierto y muerto en el desierto de Huachuca. La noticia pasa a relatar el encuentro de un ser alado "parecido a un enorme cocodrilo, con cola alargada e inmensas alas" por dos rancheros que cabalgaban de vuelta a su estanca desde el desierto de Huachuca. Los hombres tuvieron la impresión de que el ser "estaba exhausto tras de un largo viaje" y a duras penas podía volar. Estremecidos por lo que presenciaban, los vaqueros desenfundaron sus rifles Winchester, inseparables compañeros del camino, y se lanzaron a perseguir al monstruo por varios kilómetros hasta que pudieron alcanzarlo y dispararle repetidas veces.

Dice el periódico: "Los hombres se acercaron con cautela y sus caballos relincharon de miedo; descubrieron que habían matado a la criatura. Procedieron a realizar un examen y descubrieron que tenía una longitud de noventa y dos pies (27,73 metros) y un diámetro de unas cincuenta pulgadas en su porción más gruesa. El monstruo tenía sólo dos patas, localizadas a poca distancia de dónde las alas se unían al cuerpo".

El relato que nos ofrece el Epitaph no concluye ahí. Los vaqueros pudieron determinar que la cabeza del leviatán volante tenía unos dos metros de largo y que sus mandíbulas tenían dientes filosos y poderosos; sus ojos tenían el tamaño de platos de cenar y sobresalían de su cráneo. Las alas, difíciles de medir por haber acabado plegadas bajo el cuerpo inerte, resultaron tener una prodigiosa extensión de 45 metros. Totalmente anonadados ante su hallazgo, los hombres del oeste cabalgaron hasta Tombstone para dar parte al comisario y regresar posteriormente con "varios hombres prominentes" del pueblo que levantarían acta sobre lo que habían visto.

La foto que se ha convertido en el "santo grial" de la criptozoología supuestamente representa el momento descrito en el párrafo anterior – un ser parecido a un terodáctilo rodeado por hombres por los dignatarios de la ciudad – trajeados con bombines y corbatas – y varios vaqueros.

Algunos expertos han afirmado que de no tratarse de un fraude, la paleontología nos indica que el suroeste de los EE.UU. había sido el hogar del Quetzalcoalus northropi, el colosal pterosaurio cuyos restos fueron hallados en 1975 en el parque nacional Big Bend del estado de Texas. En una de esas sincronicidades que caracterizan a la investigación de lo paranormal, el descubrimiento tomó lugar casi al mismo tiempo que comunidades a lo largo del Río Grande afirmaban haber visto al "Big Bird" o pájaro grande, cuyas enormes alas "parecidas a las de un murciélago" fueron vistas de cerca por vecinos de Raymondsville, Texas (donde Joe Suárez perdió una cabra a sus garras) y la ciudad de Brownsville (donde Alverico Guajardo tuvo el dudoso privilegio de ver a la criatura de cerca mientras que se encontraba sentado en el patio de su casa).

Aunque el determinar la veracidad del terodáctilo de Tombstone nos resulte casi imposible, cabe señalar que el autor Thomas Penfield hace mención de otro "reptil volador" en su libro Dig Here (Excavar aquí) en 1962. Al sureste de Tombstone se alza el Cerro Ruido en las Montañas Pajarito u Oro Blanco, colindantes con la frontera mexicana. En esta región, aledaña a la ciudad de Nogales, hay aproximadamente treinta toneladas de plata de ley que aguardan propietario. Nadie se ha atrevido a reclamar esta fortuna del desierto debido al miedo de que un gran lagarto aéreo custodia la zona.

Parece ser que un par de gambusinos encontraron una mina que había sido explotada por los jesuitas cuando la región pertenecía al virreinato de Nueva España. Los dos amigos acordaron en que uno de ellos iría a Nogales en busca de equipo de minería y provisiones mientras que el otro exploraría el interior de la mina. Posteriormente, cuando el gambusino que había ido por equipo regresó al Cerro Ruido, se encontró a su socio dormido al pie de un árbol con la ropa desgarrada y con la cara y las manos rasguñadas y cubiertas de sangre. Despertando, el maltrecho explorador explicó que había logrado internarse en la mina y abrirse camino hasta encontrarse con un montón de costales llenos de mineral resplandeciente, estimando que aproximadamente 30 toneladas del metal precioso estaban listas para sacar en sus grandes sacos de piel de vaca. Pero cuando se decidió a acampar en las laderas para pasar la noche, un grito espeluznante desgarró la noche del desierto – una criatura parecida a un murciélago gigantesco se incorporaba sobre las piedras. El gambusino sintió tal temor que salió corriendo, tropezando y rodando cuesta abajo sobre arbustos espinosos y piedras.

Pero la plata importaba más que cualquier criatura de la noche, sin importar sus dimensiones, y los colegas decidieron separarse de nuevo, esta vez para analizar un pedazo del mineral y determinar su pureza, lo que exigiría un viaje a la ciudad de Tucson. Esta vez, al regreso, el gambusino no encontró a su amigo, ni los restos del campamento, ni la entrada de la mina. Una lluvia torrencial parecía haber causado aludes que ocultaron para siempre la mina de los jesuitas... ¿o habría sido obra del murciélago gigante?

 

El vaquero y el platívolo

 

El honor de haber visto el primer "platillo volador" corresponde no a Kenneth Arnold tras su avistamiento en 1947 sobre el monte Rainier, sino a un ranchero tejano llamado John Martin, cuyo experiencia no tuvo la misma trascendencia.

El 2 de enero de 1878, Martin y algunos amigos habían ido de caza en las cercanías del poblado de Denison en Texas. Mirando hacia el sur, pudo ver en el cielo un objeto oscuro con el tamaño relativo de una naranja. Las dimensiones del artefacto volador aumentaban según se acercaba; en una época en que lo único que solía verse en el cielo era pájaros, Martin pensó que podía tratarse de un globo hasta que el objeto estaba casi sobre su vertical, cuando le fue posible comprobar que se trataba de un objeto con forma de plato que volaba a gran altura. El avistamiento de Martin en las cercanías de Denison tuvo la ventaja de haber sucedido en plena luz del día, y el OVNI oscuro no reflejaba luz alguna.

Varias semanas después del avistamiento el periódico Denison Daily News publicaría la experiencia de John Martin en su edición del 25 de enero de 1878 con el título: "Un fenómeno extraño". Reproducimos el texto completo a continuación:

"El Sr. John Martin, un ranchero que vive a unas seis millas al sur de esta ciudad, nos informa sobre la siguiente narración extraña. El martes por la mañana, mientras se encontraba de cacería, su atención fue dirigida hacia un objeto oscuro en lo alto del cielo hacia el sur. La forma peculiar y velocidad que marcaban el acercamiento del objeto capturó su atención, y se esforzó por determinar su naturaleza. Al observarlo por primera vez, parecía tener el tamaño de una naranja, que siguió aumentando de tamaño. Después de mirarlo durante algún tiempo, Martin se vio obligado a descansar la vista. Al reanudar su observación, el objeto estaba casi directamente sobre su cabeza y su tamaño había aumentado considerablemente y parecía desplazarse por el espacio a velocidad prodigiosa. El Sr. Martin pensó que se parecía, en su estimación, a un globo. Desapareció con la misma rapidez con la que había llegado y no tardó en perderse en los cielos. El Sr. Martin es un caballero de veracidad indudable y este extraño evento, si no fue un globo, merece la atención de nuestros científicos".

 

La estirpe de Robur

 

Mientras que indios y vaqueros se disputaban la posesión del oeste americano, mientras que la Union Pacific unía ambas costas mediante el sistema férreo y el "caballo de hierro" y mientras que el general Custer moría a manos de los sioux en el Pequeño Gran Cuerno, un autor francés deleitaba al mundo con los frutos de su prodigiosa imaginación.

Julio Verne, cuyos personajes navegaban el fondo de los mares o alcanzaban la superficie lunar con la misma facilidad, concibió la idea de un científico cuyo dominio de los aires le convertiría en el dueño del mundo: Robur el conquistador, la novela que lleva ostenta el nombre de su protagonista, apareció en 1886 y al igual que en Veinte mil leguas de viaje submarino, un genio intentaba obligar a la humanidad a proscribir la guerra mediante el uso de violencia. El capitán Nemo hundía acorazados con el espolón de su Nautilus, pero el misántropo y blasfemo Robur bombardeaba ciudades y ejércitos enteros desde su súper dirigible, una verdadera fortaleza voladora que acabaría siendo saboteada – curiosamente – por un agente del servicio secreto estadounidense.

En una época en que los globos de aire caliente representaban el no va más de la tecnología, los súper dirigibles de Verne eran fantasía al cien por cien. Pero poco después de que Robur el conquistador llegara a las manos del público decimonónico, los súper dirigibles comenzarían a dominar los cielos del wild west.

La era de los "dirigibles fantasma" es considerada por muchos como la primera manifestación del fenómeno OVNI en era moderna, propagándose lentamente a todas partes del mundo. De hecho, no comenzaría en las praderas y desiertos del oeste sino en Sacramento, California, el 18 de noviembre de 1896, cuando el rotativo San Francisco Call informó a sus lectores que un objeto aéreo (un "corcel de los aires", en el lenguaje florido de aquel entonces) había sobrevolado la ciudad de Sacramento la noche anterior, y que los testigos habían podido escuchar, desde tierra, las voces de los tripulantes cantando a coro. Una carta recibida por la redacción del Sacramento Bee por un tal "W. A." informaba que la nave aérea había sido enviada a nuestro mundo por "el alto comisionado de Marte" y que se trataba de un ingenio propulsado por la electricidad – recién descubierta en la Tierra por Edison, Tesla y Steinmetz. En cuestión de meses, los avistamientos de los dirigibles fantasma comenzaron a verse en el corazón del país, donde los periódicos se pronunciaban completamente a favor de la procedencia marciana de los aparatos. El director del rotativo Colony Free Press del estado de Kansas afirmaba en 1897 que "después de haber debatido el tema de las naves aéreas, la opinión de este periódico es que la nave aérea no proviene de este mundo, sino que casi seguramente está siendo operada por un grupo de científicos del planeta Marte, que realizan una gira de exploración por el sistema solar en aras de la ciencia".

El 17 de abril de ese año se produciría el primer "macro avistamiento" cuando comunidades tan apartadas entre sí como Ann Arbor en Michigan, Waterloo en Iowa, St. Louis en el estado de Missouri y varias comunidades en Texas afirmaron haber sido sobrevoladas por "dirigibles fantasmas" que emitían sonidos de maquinaria pesada y cuyos brillantes faros barrían la tierra, inundando la oscuridad rural con una luz cegadora. Inventores estadounidenses comenzaron a solicitar patentes para sus diseños de dirigibles que competirían con los ya vistos en los cielos, pero que nunca se llegarían a construir. La opinión pública se debatía sobre la procedencia, con la hipótesis del "inventor desconocido" a la usanza de Robur llevando las de ganar.

Granjeros como Frank Nichols, vecino de la población de Josserand en Texas, afirmaron haber ingresado en una de las misteriosas naves a la invitación de sus tripulantes, quienes explicaron al cowboy el funcionamiento del dirigible, pero que el invitado no supo entender ni repetir posteriormente. Aunque Nichols sí supo decir que el extraño aparato – según la información aportada – había sido construido en un punto remoto del estado de Iowa, lejos de cualquier centro de población, y que su método de propulsión se basaba en la "electricidad condensada".

Durante la lluviosa noche del 6 de mayo de 1897, dos alguaciles en el estado de Arkansas desenfundaron sus Winchesters al presenciar el aterrizaje de una poderosa luz en las colinas cerca de la población de Helena. Cabalgando hacia el lugar donde se encontraba la refulgente luz, los alguaciles Sumpter y McLemore se sorprendieron al encontrar un hombre de barba larga con una linterna que se identificó como el piloto de la nave, quien invitó a los agentes de la ley a subir para llevarlos "a un lugar en donde no llueve". Los alguaciles repusieron que preferían mojarse.

Las dimensiones de estas naves eran incalculablemente grandes para la tecnología disponible al momento. La nave aérea que visitó el poblado de Holton, Michigan, supuestamente tenía trescientos pies de eslora y un ancho de noventa pies; el 22 de abril de 1897, John Barclay presenció la llegada de un dirigible fantasma rectangular y con alas imponentes, cuyas luces "eran más brillantes que la luz eléctrica". Con su confiable rifle Winchester en mano, Barclay fue al encuentro del aparato que había aterrizado en sus terrenos. El piloto – que dijo llamarse Smith – le pidió sin rodeos que hiciese el favor de comprarle aceite lubricante, herramientas y piedra azul, dándole para ello un billete de diez dólares. "Mañana estaremos en Grecia", le informó el desconocido.

Algunos de los pilotos de estas naves del misterio tenían agendas políticas muy bien marcadas: uno de ellos abordó al senador Harris del estado de Arkansas – tras de haber aterrizado cerca de su casa – para informarle que su aparato contaba "con un cañón Hotchkiss mejorado y diez toneladas de municiones. Me estaba preparando para ir a Cuba y diezmar al ejército español si las hostilidades no hubiesen cesado; mis planes han cambiado, y ahora me propongo ir a socorrer a los armenios..."

El macro avistamiento de las extrañas y a veces estrafalarias máquinas voladoras tocó a su fin poco después del encuentro del senador Harris. Nunca sabremos a ciencia cierta exactamente qué fueron aquellos aparatos ni quiénes fueron sus tripulantes, aunque el destacado investigador Jerome Clark apunta lo siguiente en su libro The UFO Book (Detroit: Omnigraphics, 1998, p.38): "Existe una interpretación defendible, y es que entre todas las mal interpretaciones, exageraciones y falsificaciones sí se observaron OVNIS y de la variedad moderna. De vez en cuando estos llegaban a tocar tierra. Los objetos con forma de cigarro puro o de dirigible siempre han ocupado un lugar de honor en la tradición OVNI, y de vez en cuando los testigos han llegado a describirlos con alas..."

Los genios inventores de la estirpe de Robur dejaron de espantar el ganado de los pastizales del oeste, pero pasarían a otros países a hacer de las suyas.

 

Conclusión

 

¿Existe alguna propiedad en especial que haga del oeste americano una región especialmente apta para lo desconocido, o se trata sencillamente del magnetismo natural que tienen las zonas poco pobladas de nuestro mundo sobre el inconsciente humano?

Somos pocos los que no hemos participado de algún modo en el mundo de vaqueros, comisarios, alguaciles, cuatreros, forajidos e indios hostiles de la época generalmente conocida como el wild west de los Estados Unidos de América. Aunque los estudiosos se debaten hasta nuestros días la duración exacta de este período de la historia de América del Norte, siempre se nos indica que la era retratada por las películas y teleseries de Hollywood corre desde el último año de la guerra de Secesión (1865) hasta posiblemente 1899. Otros usan como fecha fija el de la muerte del legendario bandido "Billy the Kid" en 1901.

Sin embargo, antes, durante y después de este período de expansión demográfica desde el este de EE.UU. hacia su región centro-oeste, de explotación de recursos auríferos, cosa que había comenzado con el descubrimiento del oro en California en 1849, y de genocidio masivo, representado por la destrucción de naciones enteras de indígenas, sus fuentes de alimento y su forma de vida, se produjeron misterios innegables de índole paranormal y sobrenatural que han salido relucir en este trabajo – misterios que fueron tan inexplicables entonces como lo son ahora.