Nuestro cerebro
tiene
–como se ha dicho- dos formas de pensamiento y,
consiguientemente, dos formas también de expresión, de
lenguaje. La primera –que se presenta como más propia
del pensamiento emocional- es la que denominamos
lenguaje ordinario, aquél con el que
habitualmente nos comunicamos. Es flexible, se transforma de
continuo y tiene múltiples formas, siendo el tono uno de los
elementos más característicos de este lenguaje que nació
para ser expresado a través de la voz (cuando lo
escribimos, cuando intentamos convertirlo de oral a
visual, con frecuencia tenemos que echar mano de signos
gráficos de apoyo, como por ejemplo los “emoticones” en
internet). Es el lenguaje de los
grises,
donde lo blanco y lo negro, que están presentes, se
confunden continuamente a pesar de que se puede apreciar
más cantidad de uno o de otro color extremo en todo
momento. Contiene los principios de la
racionalidad, pero no se limita a ellos. Es ese lenguaje
en el que suele destacarse el cerebro más
femenino,
el que está más preparado para la continuidad
madre-hijo.
El otro lenguaje es, por el
contrario, preciso, donde las transiciones son bruscas,
en el que se distingue claramente lo blanco de lo
negro, lo
positivo de lo negativo, que se muestran en la
contraposición y la discontinuidad. Es el lenguaje más propio del
pensamiento «que hace cuentas», o sea del
racional
(recuérdese que ratio significa «cuenta», lo mismo
que la palabra griega logos, la propia de la lógica).
Al ser el
lenguaje de este tipo de conocimiento más preciso
(máthema en griego) lo hemos denominado
matemático. No sirve normalmente para la
vida diaria de las personas, al ser muy difícil expresar
a través de él los sentimientos, las pasiones. Pero
es el
lenguaje que permite mayor control mental de la
realidad. Está más próximo al ojo que al
oído,
y de ahí
que la escritura sea un método de acercamiento racional
al lenguaje oral, sin duda más antiguo. Como más
antiguo es el sistema límbico de nuestro cerebro que la
corteza cerebral. Hoy, como antes se señaló, los
dos sistemas de lenguaje parece que se
buscan.
Las anotaciones musicales posiblemente sean uno de los
primeros intentos de aproximación, haciendo visible lo
que en principio era sólo auditivo. El lenguaje de la “lógica
difusa” de L. Zadeh va ganando
terreno,
como también se señaló más arriba. Prueba evidente de
que el racionalismo propio del siglo XVIII, tan
masculino él, va quedando atrás.
(G. Chic
García, El
comercio y el Mediterráneo en la
Antigüedad,
Tres Cantos, 2009, pp. 121-122).
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