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LIBERTAD Y DETERMINISMO

 

Esther C. García Tejedor

 

 

            Lo primero que habría que afrontar es la demarcación del término que intentamos tratar. Tanto la libertad como el determinismo pueden enfocarse desde distintas perspectivas. Podemos distinguir entre libertad individual (de acción, de conciencia, de expresión...), libertad social (la que reclaman los pueblos o los grupos sociales que se consideren oprimidos o explotados), libertad natural (capacidad de conocimiento y acción del ser humano en cuanto tal, según el puesto que ocupa en la naturaleza o frente a Dios o los dioses...). Por determinismo, del mismo modo, podemos entender tanto el determinismo de la naturaleza, según el cual los elementos que la constituyen actúan según leyes inexorables (en eso se basa la ciencia) como otro tipo de determinismo más inquietante: la idea del destino o la predeterminación. Obviamente, desarrollar todos estos enfoques (por no decir temas distintos) y según todos los posibles autores y corrientes sería imposible de puro complejo y agotador. Me voy a limitar a plantear una distinción de ámbitos y a destacar enfoques históricos que me parecen especialmente relevantes o sugerentes. Primero, el enfoque más primitivo en que la libertad se plantea desde la perspectiva de la naturaleza del hombre y su posición en el cosmos. En segundo lugar, la distinción entre libertad individual y libertad social. Tercero, cómo se concibe la libertad según se conciba la naturaleza del ser humano. Para finalizar, las nuevas perspectivas científicas que introducen la libertad en el ámbito mismo de la naturaleza y la ciencia, con las implicaciones epistemológicas que conlleva.

Me disculpo de antemano por la amalgama, premura y falta de profundización de los planteamientos que a continuación expongo.

 

1. Libertad natural: Se entendería por tal el poder sustraerse a un orden cósmico, predeterminado e invariable. Aquí habría que distinguir dos ámbitos: el hombre frente a la naturaleza y el hombre frente a su destino.

· Naturaleza: desde antiguo se ha distinguido entre el determinismo de las leyes naturales y la, cuando menos aparente, libertad y variedad de la acción humana. La distinta concepción que del alma y el cuerpo –y la relación entre ambos– se tenía en la antigüedad ofrecía explicaciones que ahora pueden resultar confusas o distantes. Una explicación desde una perspectiva materialista consiste en afirmar que lo que constituye el alma es más “fino” e “inestable”, por ser más sutil que lo que constituye el cuerpo; de ahí que los movimientos del alma estén sometidos a mayores variaciones.

En el ámbito de algunas manifestaciones religiosas primitivas, que influirán en la configuración de las “ciencias ocultas”, el ámbito de las esferas cósmicas (las 7 de los planetas, la Luna y el Sol, y octava de las estrellas fijas) constituyen el reino del determinismo. Escapar a éste implica, pues, apelar a las fuerzas “sobrenaturales” que fundan a estas. Esas supuestas “fuerzas sobrenaturales” pueden racionalizarse e identificarse con lo que dota de sentido a la realidad, lo inteligible, que a su vez es captable por el espíritu humano. Así, en Platón, lo inteligible (lo “racional”, lo que permanece siempre idéntico a sí mismo y no está sometido al devenir) rige el mundo de las ideas, frente al determinismo de la naturaleza. En cuanto el ser humano pertenece a ambos mundos (un planteamiento similar, salvando las inevitables y notables diferencias, hace Kant) es libre en la medida en que se rige por su “razón” y n ose deja llevar por los apetitos y veleidades de lo físico.

· Destino: este tema ha sido enfocado de distintos modos a lo largo del tiempo. Tener un destino implica no poder elegir el curso de nuestra vida. Pero a la vez tiene un enfoque positivo: tener un destino es tener una entidad, estar llamado a algo. Para los griegos, escapar al destino no es un privilegio, sino algo propio de “los que no cuentan”; los grandes personajes están llamados a cumplir un destino trazado por los dioses. Los elegidos son libres en un sentido superior: la libertad se entiende como realización.

Durante la Edad Media, con el advenimiento del Cristianismo, el debate planteó un nuevo dilema: la infinita bondad de Dios y la existencia del mal sólo pueden explicarse tomando como bisagra la libertad humana; pero ahora a ésta se añade el sentido de la responsabilidad enfocado desde la perspectiva del “pecado”. Así surgen las nociones de libre albedrío y predestinación, que se intentarán conjugar con la voluntad de Dios. Un problema crucial es salvaguardar la libertad de Dios y su infinita sabiduría, que implica que es Él quien decide quien se salvará y que además conoce de antemano todas las acciones humanas, y conjugarlo con que el hombre sea realmente libre, y por tanto responsable del mal en el mundo, y a la vez capaz de elegir a través de sus acciones el mérito de su propia salvación.

 

2. Libertad individual y libertad social

            La libertad social sería la que se asocia a la idea de una comunidad libre. El término que quizá más relevancia adquiere en este ámbito es el de autonomía: la comunidad es libre cuando posee sus propias leyes, con las cuales se define frente a otras comunidades. La aceptación de las leyes de la propia comunidad, para Aristóteles, haría libre al individuo. Un planteamiento opuesto sería el que se desprende de las teorías del “contrato social”. En estas teorías, en que se parte del Estado como algo artificial  (frente al marco natural de realización plena que es la polis para Aristóteles), el individuo cede su libertad a cambio de seguridad (Hobbes).

            Marx es quizá el más destacable en el planteamiento de la libertad como algo propio de la sociedad o los grupos sociales. Su enfoque parte de la búsqueda –y previa carencia– de la libertad de las clases oprimidas.

 

3. La libertad según la concepción de la naturaleza humana

Libertad y razón. Aristóteles no fue el único que definió al ser humano a partir de su razón: el animal racional (animal con lógos, en realidad). Pero esa racionalidad cambia también de sentido según las corrientes y el contexto histórico. Para destacar algunos, podemos comenzar con los estoicos, quienes partían de que la naturaleza en su conjunto está ordenada por una Razón Universal. La libertad consistiría no en poder cambiar el orden de las cosas, sino en comprenderlo. Somos libres cuando sabemos qué depende de nosotros y qué no, y sobre todo cuando aceptamos el orden del mundo al comprenderlo, al entender su sentido. De este modo nos desvinculamos de las pasiones que nos esclavizan.

            Aquí hay que mencionar necesariamente a Platón y Aristóteles, aunque el tema en ellos no carece de complejidad. Podríamos decir que para ambos es libre quien actúa con conocimiento. En Platón cabe destacar su Intelectualismo Moral: quien conoce el bien actúa conforme a él. Aristóteles es más moderado: la finalidad de la acción humana es la felicidad. La libertad radica en la capacidad del hombre de elegir, y aquí encaja el papel de la deliberación. Explica que no toda elección es voluntaria: las acciones sólo son voluntarias si se realizan sin coacción ni ignorancia (paradoja del tirano que obliga a una acción amenazando con un castigo: elegimos la acción, pero no voluntariamente). En cualquier caso, el mal en Aristóteles también implica ignorancia: si no, el hombre estaría radicalmente corrompido.

            Pero el autor más ineludible en este punto es Kant. En este autor, libertad y razón se identifican. El hombre libre quiere lo que le dicta su razón, porque el ser humano se identifica con su razón, no con sus inclinaciones sensibles. Parte de esa famosa “esquizofrenia”: el hombre es un por un lado sensible (nos conocemos como fenómenos) y por otro inteligible (nos vivimos como noúmenos). Tenemos un cuerpo que nos genera una serie de necesidades según el momento; pero sólo nuestra razón es incondicional, y esta razón, en su aspecto práctico (en cuanto conciencia) nos dice todo momento lo que debemos hacer. De ahí que Kant identifique la libertad con el deber moral. Por cierto, no estoy segura de que Kant estudie los seres vivos como si actuaran según fines, es decir, con un sentido teleológico. Ese planteamiento es muy claramente aristotélico, pero en Kant hay que subrayar que la libertad es un postulado de la ética. No la demuestra, pero tenemos necesariamente que suponerla porque si no no tiene sentido estudiar la bondad o maldad de la elección humana.

Libertad como esencia humana. Vitalismos y existencialismos.

Algunas teorías parten de que la libertad no es algo que tenemos, sino algo que somos.

            Ortega y Gasset definió la vida como un quehacerse. Estamos obligados a elegir constantemente. El hombre no tiene naturaleza, tiene historia; nos vamos haciendo a nosotros mismos en cada elección. Más radical es Sartre, quien dijo que estamos condenados a ser libres. La libertad es más consustancial al hombre que su propia esencia: lo que es es lo que se va haciendo, y esto se realiza a base de elegir.

            Destaca también la visión de Nietzsche del hombre como creador o artista. Su concepción del superhombre es completamente individualista. Es libre aquél que no está sometido a las cortapisas de ninguna moral, ninguna verdad ni ninguna religión. “La vida es anterior a la verdad”, dice; el hombre crea la verdad, o las verdades.

            Frente al individualismo radical de Nietzsche, Marx se plantea al hombre desde su naturaleza social  histórica. Su naturaleza queda definida como la del Homo faber. Desde el materialismo dialéctico, se concibe al ser humano como ser que se realiza con su trabajo, transformando la naturaleza al interactuar con ella. A la vez, en cuanto materialismo histórico, el ser humano es un ser social que se estructura en clases en constante conflicto y evolución dialéctica, esto es, lucha de clases. La libertad humana se entiende, por tanto, como libertad social. Al condenar al hombre a un trabajo no creativo y quitarle su producto, se le cosifica, se le aliena. Esta alienación provoca una sublevación de la clase oprimida, y una revolución que genera un nuevo orden social, donde vuelve a aparecer una clase opresora (la que posee los medios de producción) y una oprimida (la que trabaja).

 

4. Libertad y probabilidad: nuevas perspectivas científicas.

            Con la aparición de la física cuántica, se acaba con la tiranía absoluta del concepto de “determinismo”, junto con el “principio de continuidad”.

            El problema se plantea en el seno de la termodinámica. Al estudiar la emisión de calor (en general, energía) se observa que se produce a saltos. Planck llamó “cuantos” a la cantidad de energía no divisible infinitamente. A la naturaleza ondulatoria que se conocía de la luz, se añade ahora una naturaleza corpuscular, hablándose de dualidad onda-corpúsculo. La consecuencia más relevante es que la realidad física es discontinua.

            A partir del estudio de los fenómenos cuánticos, se observó que no se podía mantener la independencia entre el observador y el fenómeno observado. Se viene abajo así el carácter realista de la física clásica. Ahora ya no se puede hablar siquiera de individuos, sino de probabilidades. El “principio de indeterminación o de incertidumbre” se refiere a la imposibilidad de determinar a la vez la posición de una partícula y su movimiento. La iluminación de un objeto con fines de observación dispersa sus electrones, ya que la luz está compuesta también de partículas (fotones) que presionan sobre los átomos observados. Por tanto, cuanto más claramente puede fijarse la posición de una partícula, menos claramente puede fijarse su cantidad de movimiento, y a la inversa.

            Este principio plantea una cuestión con respecto a la estructura de la materia: si su sentido es meramente epistemológico o también ontológico. Siendo el último caso, la naturaleza misma debe dejar de ser concebida como el ámbito de las leyes deterministas, y pasar a entrar en el terreno de la indeterminación, la probabilidad y, por tanto, de la libertad.

            Las repercusiones sobre la ciencia en general son muy importantes. Ya Hume, en el siglo XVII, había constatado el modo en que el problema lógico de la inducción afecta a las ciencias empíricas: partimos del supuesto de que, si la naturaleza se ha comportado hasta ahora siempre de un modo, lo seguirá haciendo así; pero no hay fundamento lógico alguno en esta afirmación. La relevancia de este problema no fue reconocida plenamente hasta que, en el s. XX, los axiomas de la física newtoniana hubieron de ser revisados. Al resquebrajamiento de la fe absoluta en los axiomas de la ciencia empírica se suma ahora la constatación de que la naturaleza, efectivamente, no funciona de forma estrictamente determinista. Sin embargo, abre las puertas a un nuevo modelo de conocimiento que inserta la explicación de la evolución de la vida  en el seno mismo del funcionamiento de la física, en las leyes que rigen la materia inerte. Las perspectivas que se abren en torno a la comprensión de la emergencia de la vida de la materia inerte, y a la emergencia de la inteligencia de la vida (la emergencia de la inteligencia humana) son fascinantes, y permiten postular la inserción (aunque sólo sea de momento ciencia ficción) de la libertad y creatividad humanas en el seno mismo de la física.

  

 

 

 

 

© Esther C. García-Tejedor, 2005

LINDARAJA. Revista de estudios interdisciplinares y transdisciplinares. Foro universitario de Realidad y ficción.

URL: http://www.realidadyficcion.org/temalibertad.htm

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